Alerta temprana

por ahernandez@latitud21.com.mx

Por Iñaki Manero

Comunicador

Twitter @inakimanero Facebook @inakimanerooficial 

 (1a. parte)

Abejas que van regresando, ballenas saltando en la bahía de Santa Lucía, Acapulco; cacomixtles que juegan en la azotea de mi vecino. Alguien nos quiere decir algo.  No, no soy ecologista de línea dura; si lo fuera, viviría en una cueva. Todo lo que hacemos tiene un impacto en el medio ambiente; incluso la casa en donde vives, en algún momento fue parte de un ecosistema de selva, desierto, bosque, pradera o cerro. En algún momento, un vehículo deforestó desplazando la vida, vegetal o animal de la zona, replegándola a otro sitio o de plano provocando su desaparición. Eso viene sucediendo desde que el hombre dejó de ser criatura migrante y se estableció en asentamientos regulares. Y sigue hasta la fecha. Y seguirá durante el tiempo que nos toque sobrevivir en este planeta. Los castores tienen impacto en el medio ambiente, las hormigas, termitas, lobos, ciervos, búfalos…  Todos los animales sociales.  Con un impacto positivo o negativo.  La cuestión es un asunto de costo/beneficio.  Cuánto nos cuesta, cuánto nos duele, cuánto estamos dispuestos a perder. Hemos perdido la dimensión de esto último.  

El impulso de aprovechar los recursos naturales, por lo regular de manera irresponsable, no es nuevo. Se cree que el caballo americano (los actuales son descendientes de aquellos traídos por los europeos desde el siglo XVI) se extinguió en buena parte por la voracidad del hombre, que se alimentaba de ellos y aprovechaba el cuero y los huesos para vestido y herramientas; acosaba y dirigía las manadas hacia desfiladeros provocando más muertes de las que se pudieran aprovechar.  Hasta el poderoso mamut, que hace apenas 10 mil años todavía recorría el mundo, fue desapareciendo cuando, a la par de las cambiantes condiciones del clima terrestre, se le suma la cacería organizada por grupos de antepasados que a toda costa, no podían ignorar un beneficio en comida y pieles de ese tamaño.  Hace muy poco se descubrió en los actuales terrenos de la base aérea militar número 1, Santa Lucía, en Tecámac, Estado de México, ahí, efectivamente en donde se construye la central avionera Felipe Ángeles, uno de los mayores yacimientos de osamentas de estos paquidermos. De acuerdo con los estudios preliminares, algunos de ellos pudieron haber sido cazados ahí mismo, en la orilla de lo que fue parte del ya desaparecido gran sistema de lagos volcánicos.  

Somos auténticos depredadores y no discriminamos; le pegamos a lo que sea.  Esa ha sido parte de nuestro éxito y nuestra desgracia como especie.  La versatilidad, el no ser especialistas en algo, nos ha colocado como los primeros en la fila evolutiva. La desgracia, hemos empujado al resto de la vida al abismo, hasta que nosotros mismos también rozamos con el pie el borde del precipicio.  Y de repente, en pleno auge de la tercera Revolución Industrial, ya muy cerca, decíamos de la saliente con rumbo al olvido, un bicho microscópico, que dicho sea de paso, los científicos todavía no se ponen de acuerdo en si está vivo o no, amenaza con regresar nuestra economía a la Edad de Piedra.  

¿No es adorable? No es ni la primera, ni será la última pandemia; hemos sido diezmados por muchas. Algunas, las más taquilleras, han sido motivo de novelas y películas, además de referente forzoso en ensayos sobre anatomía, fisiología e higiene.  Sí. Alguien nos quiere decir algo: no somos insustituibles, ni reyes de la Creación, ni imprescindibles para nada. Nos hemos tragado la ilusión de que hemos sido bordados a mano, una artesanía del Universo. Y no. Los dejo, amigos, cuates, conocidos, con una pregunta que intentaremos responder en una segunda, espero, oportunidad: ¿Cómo vamos a regresar después de esto?  Ahí afuera están las señales. En este momento hay una abeja que toma polen de esa plantita que apenas la semana pasada salió de entre la grieta del pavimento frente a casa. Esa planta que nadie ha querido arrancar. Personalmente, prefiero que el vecino no salga. Así está mejor; pero ya saldrá.  ¿Saldrá para seguir matando mamuts? 

11 comentarios

Miguel Ángel 11 julio, 2020 - 10:42

Excelente artículo Iñaki, cada día el difundirlo empezá a tratar de hacer conciencia que nuestro hogar es éste planeta; gracias por tu trabajo.

Jose Miguel 18 julio, 2020 - 10:27

Maestro Manero Excelente reflexión. Felicitaciones por tu trabajo

Miguel Cordero 18 julio, 2020 - 10:46

Realmente el ser humano es el principal depredador, excelente reportaje.

Elisa Lopez Marin 18 julio, 2020 - 11:51

Somos depredadores en potencia, Iñaki… día con día. Como lo mencionas en tu artículo, la pandemia lo ha demostrado. Lamentablemente, el ser humano, no tiene memoria. Volveremos a las andadas.

Patricia Schulz 23 julio, 2020 - 10:50

Al parecer no hemos aprendido nada. La playa de Mazatlán quedó llena de basura a la primera oportunidad, aún hay incrédulos sobre este virus que está ahí, amenazante, latente. En el inter, se destruye parte de nuestra selva por el capricho de un tren. Nos va a salir caro regresar. Ya veremos el costo.

Eduardo Mario Card Mendez 23 julio, 2020 - 14:43

Maese Iñaki
Un pensamiento en retrospectiva sobre nosotros los «racionales» en dónde en todo momento está presente la Teoría general de los sistemas. De V. B.
Un ensayo reflexivo, que nos lleva a cuestionar nuestro comportamiento evolutivo rapaz.
Creo que los que regresen o podamos regresar debemos pensar dos veces desde nuestro propio entorno si continuamos siendo autodepredadores.
Saludos

Xochitl López 23 julio, 2020 - 18:11

Muy cierto, cuanta tristeza da que la gente no toma conciencia de todo el daño que causamos a este planeta que es tan rico y nos da permiso de vivir aquí, que un simple popote hace tanto daño, que una simple bolsa que no necesitas y su huso es de unos minutos hace tanto daño a la vida, a nuestros hijos y que planeta dejaremos para ellos; Saludos Iñaki eres una gran persona

Ricardo Mojica 26 julio, 2020 - 15:46

Mi querido «Mañanero» como te dice de cariño doña Lolita, mi mamá!
Sin duda tu veridica exposición solo nos abre los ojos a lo que somos, para los que no los han abierto, y evidentemente tu pregunta hará ecos con diferentes respuestas, resonando la tan conocida «nueva normalidad», a la qué e son duda también será el inicio de otra era de nuevas depredaciones y quizá endureciendo las ya conocidas…lo quieres e nos depare será solo lo que dicte la conciencia del buen humano.

Abrazo grande querido Iñaki, hasta luego!

JESUS ZAMUDIO 26 julio, 2020 - 19:07

Gracias Maestro Iñaki Manero por sus artículos accesibles y enseñanzas profundas. Lo sigo con vehemencia, ya estoy esperando su próximo artículo.

Miguel Ángel 30 julio, 2020 - 22:23

Que se puede comentar? Si ya está dicho todo en pocas y sanas palabras!!!
Saludos mi estimado!!!

Laura Ticó 3 agosto, 2020 - 8:32

Toda la razón Iñaki!!!! El planeta no se va a acabar, no va a explotar. Siempre está cambiando, es un ser vivo. Pero el humano… Ése sí se puede extinguir.

No se puede comentar.