- Bitácora de viaje
- Por Iñaki Manero
- Comunicador
- Twitter @inakimanero Facebook @inakimanerooficial IG: Inaki_manero
“La realidad es meramente una ilusión, aunque una muy persistente”.
Albert Einstein.
Cuando era más joven y podía pasarme tardes enteras dibujando entre aburridas tareas escolares, surgió, de la nada (¿qué es la nada?) la neurosis de nunca dejar una figura a medio terminar. Verán, sentía (y siento todavía en algún lugar de mi psique) que si somos imagen y semejanza de un creador, un nuevo universo está apareciendo de mi cerebro para afuera. Dejar a un súper héroe o una vaca o un perro sin piernas, patas o brazos, porque me aburrí o porque mamá me sorprendió haciendo lo que no debía hacer, condenaba a ese personaje a vivir en una realidad así, con todas sus consecuencias. El caballero medieval debía estar en posición para enfrentar al ente del mal que lo amenazaba o el avión necesitaba tener todos sus componentes en el lugar adecuado para seguir en el aire. Mis bosquejos siempre fueron (y han sido) contestatarios hacia mi realidad de este lado que continuamente muerde, quita, incendia, traiciona. Allá, invariablemente ganan los buenos. Y claro, como en todo aparente intento de literatura fantástica, las leyes de la física que tanto me incomodan, aplican a mi propio gusto. Nunca he sabido (ni me importa saber), cómo Batman no se zafa un brazo al tomar la batisoga con una mano y con la otra recoge a una persona que va en caída libre desde el piso 50 de un edificio hacia su muerte en la sucia banqueta de Ciudad Gótica; para cualquier anatomista serio, el tirón debería ser catastrófico para un ser humano normal de treinta y tantos años, no importa cuántos lleve entrenándose para ello. Lo importante, es el resultado, la vida salvada, el triunfo del bien. Habrá quienes prefieran lo contrario y en sus universos obscuros, Freddy Krueger mate a tantos adolescentes como pueda y ese universo en particular siga teniendo ominosos finales. Cada uno lo que tenga en su cabeza, sin duda; o… la ganancia económica o política. ¿Ya vas a empezar, Manero?
Viva en paz, pare de sufrir y no haga corajes cuando vea la adaptación cinematográfica de su novela predilecta; ninguna será fiel. No sirve de mucho desahogarse en su red social favorita y mentar madres al director o al guionista/adaptador; la enojosa realidad no cambiará. Factum est. Lo mismo pasa con adaptaciones sobre hechos históricos; sigo considerando Kingdom of Heaven, de Ridley Scott como una de las cintas con tono medieval mejor hechas en la historia del cine, aunque la veracidad sea un absoluto desastre en cosas que no ocurrieron o les ocurrieron a otras personas o sucedieron antes o después de lo que se describe. Creo que me acabo de aventar en pocas palabras un resumen de Hollywood y sus adaptaciones. Una maestra del departamento de historia de la Universidad de Londres lo puso muy claro cuando leyó amargas quejas de arqueólogos (algunos mexicanos) sobre Apocalypto, de Mel Gibson: “Si quieres ver un thriller emocionante sobre mayas, ve la película; si quieres aprender historia sobre la América precolombina, lee un buen libro”. ¡Bravo! Punto, set y partido, como dijera Hades (el de Disney, claro).
Desde lo más inocente como versionar cuentos clásicos y adecuarlos al mundo contemporáneo como ha venido haciendo la compañía del ratón por décadas forjando así, de paso, un imperio comercial, hasta la corrupción de la Historia (con mayúscula a propósito) en los medios de comunicación y en las escuelas para lograr una narrativa que vaya conforme a la doctrina política imperante, en lo aparentemente inocente, podemos hallar la perversión en forma de la proverbial manzana envenenada (infodumping: las semillas de manzana contienen cianuro; si te comes 50 improbables manzanas de una sentada, quizás te mueras envenenado como Blancanieves o de una indigestión). Me remito a mi infancia, con la serie de televisión que no nos perdíamos en casa: Custer. Las aventuras del valiente, el osado, el pundonoroso general del ejército de los Estados Unidos George Armstrong Custer y su Séptimo de Caballería. Incluso para una audiencia tan manipulable como la norteamericana, era too much; la serie duró 17 capítulos por la presión principalmente de las tribus originarias unidas que protestaron para que saliera del aire esa infamia que ponía a los “cara pálida” como la clase dominante y a los indios (a pesar de matices indulgentes) como los salvajes perdedores. En un episodio, que traicionó mi niñez hasta que tuve la suficiente independencia intelectual para averiguar la verdad, el generalazo tiene una pelea definitiva con el némesis Caballo Loco dentro de un río. Al final, Custer emerge victorioso. News Flash: los días 25 y 26 de junio de 1876, el ejército de los Estados Unidos, concretamente el séptimo de caballería comandado por Custer, fue masacrado en la famosa batalla de Little Big Horn gracias a pifias militares de los colonizadores y la eficiente unión de las tribus Sioux, Cheyenne y Arapahoe comandadas por el mismo Caballo Loco y otro legendario, Toro Sentado. Lo que restaba del Séptimo fue perseguido casi hasta la aniquilación y Custer murió, presumiblemente atravesado por una lanza en medio de la refriega. Historia. Punto. Lo demás son sueños húmedos de la supremacía blanca.
Cada quién tendrá miles de ejemplos y al final les regalo mi correo para conversar y cruzar lanzas, pero nos preocupamos por el equilibrio nuclear y sin embargo, la manipulación mediática de la Historia y la literatura, son armas mucho más letales que el juego eterno de ver quién tiene más grande… el misil. Incluso en obras tan aparentemente ingenuas como un cómic o un cuento de Dickens, hay una realidad que tal vez algún día compartamos con estadísticas: el grueso de la gente, salvo países muy desarrollados intelectual y educativamente, no lee. Somos tan flojos, que, aunque parezca chiste, esperamos la versión cinematográfica. Vengo de discutir en redes sobre Frankenstein, la versión de Guillermo del Toro, que a mi gusto, sobre todo tratándose de la criatura, me parece la más apegada a la obra de Mary Shelley (a leer, venga). Y no, no soy aferrado; comprendo que por cuestiones visuales y narrativas, nunca será igual, por muy apegado al original. El problema es cuando, perversamente, el trasfondo es usado para manipular conciencias. Lo que subyace, lo que favorece al sistema y sutilmente juega a su favor. No si el monstruo habla o gruñe, sino si participa como herramienta para mantener formatos ideológicos vigentes. Sí, la literatura ha ganado batallas importantes, como la crítica de Dickens (de quien ya hemos platicado), hacia el capitalismo rapaz de la Revolución Industrial, pero el entusiasmo promovido por redes sociales hacia una cultura más visual que de letras, no abona mucho a la permanencia de lo escrito, a la reflexión, al análisis de lo que permanece en tinta y sangre y es posible consultar contrastado con otras voces impresas. En resumen, caramba, ¡lean primero el libro!
Iñaki Manero.
Escena poscréditos: Parece que, a un expresidente y a una presidenta en turno, les ha gustado eso de publicar libros (la envidia me corroe; no entiendo de dónde sacan tiempo. Guiño, guiño). ¿Y si nos tomamos la molestia de compararlos con números reales?

