Estamos entrando en un terreno de muy grande complejidad, pues es la economía uno de los puntos fundamentales por analizar cuando hablamos de ecología y espiritualidad.
La definición de economía incluye conceptos como bienes, intereses económicos, ahorro, dinero, etc. Creo que el factor común que subyace a todos ellos es la energía. Pudiera esto parecer un poco abstracto, pero veremos que no lo es.
Todo lo que hacemos los seres humanos en nuestra vida es consumir y aplicar energía. Lo hacemos al comer, al dormir, al trabajar, al movernos, al viajar, al producir arte o al pensar. En toda actividad humana se aplica energía con un fin específico, y esta energía la adquirimos de los productos de la tierra y de nuestra biosfera en general.
La energía que consumimos proviene en su inmensa mayoría del sol. Aun los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas, etc.) tienen su origen en bosques o bloques de materia orgánica generados por los procesos de fotosíntesis que aprovecharon en su momento energía solar.
En un futuro no muy lejano habrá tres grandes fuentes de energía en el mundo: la solar, la atómica y el nitrógeno.
La energía solar es la causa de la fotosíntesis, energía química que se almacena en las plantas; de las diferencias de temperaturas, que provocan vientos y corrientes máximas (energía eólica); de la evaporación, que genera nubes y, por lo tanto, lluvia que alimenta ríos (energía hidráulica). Y la energía química almacenada en los combustibles fósiles también proviene de la energía solar, ya que estos combustibles se formaron por descomposición de materia orgánica cuyo origen fue la fotosíntesis. Por su parte, la energía atómica está en sus inicios, con un potencial inagotable, pero con sus peligros reales y sus desechos contaminantes, a los cuales a la fecha no les hemos hallado soluciones reales permanentes. Lo mismo ocurre con la generada por nitrógeno.
Así, por ejemplo, podemos definir el dinero como una forma acordada entre los humanos (economía política) de concentrar energía, pues con él pagamos energía humana (trabajo), energía eléctrica, energía mecánica (combustibles), etc., y podemos concluir que la riqueza económica de los países está estrechamente ligada a la energía que producen, distribuyen y consumen. Mientras más rico es un país, más energía por persona produce y consume, y viceversa.
De esta forma, un habitante promedio de Estados Unidos, que gana 100 dólares diarios, consume en comida, habitación, transporte, luz, etc., 100 veces más energía que su contraparte de Haití, que gana un dólar diario, o sea que un país es 100 veces más rico que el otro.
Esto nos permite relacionar la economía con la ecología y la espiritualidad, pues si toda la energía se produce en nuestra biosfera, y es la energía el motor de nuestra vida, su consumo y aplicación están implicados en toda actividad humana. Es absolutamente claro que debemos protegerla, usarla racionalmente, ser eficientes en su producción y consumo. Para lograr esto, tenemos que asignar valores a todos los procesos humano que intervienen en su producción, consumo y protección. De esta forma nos damos cuenta de que proteger los ecosistemas naturales es proteger las fuentes de energía de las cuales depende la vida.
Los ciclos de la vida, de la lluvia, de la fotosíntesis, del agua, etc., son los mecanismos que la naturaleza ha creado para la producción, distribución, consumo y mantenimiento de la energía solar. Proteger y conservar esos ciclos es preservar la naturaleza para que las generaciones futuras puedan, como nosotros, disponer de la energía suficiente para realizar sus vidas. Es ahí en donde encontramos la esencia de lo que resumidamente llamamos ecología. Los valores espirituales de lo verdadero, lo bueno, lo justo y lo bello guían nuestra conducta ante ese futuro que depende de nosotros hoy, pero que no nos pertenece, que es nuestra responsabilidad con las futuras generaciones.
Si reaccionamos ante esas generaciones futuras con escepticismo, con pesimismo, con los valores materialistas actuales y nos desligamos de ese futuro por nuestra comodidad presente, asumiremos una tremenda responsabilidad histórica y las generaciones futuras nos lo reprocharán con justa razón.
El futuro no existe más que en nuestra imaginación; el pasado sólo en nuestra memoria. Pero en el presente resumimos la historia, y cada uno vive y se desarrolla de acuerdo con un pasado, en parte heredado y en parte provocado por él mismo, de tal modo que nuestra propia vida es una forma de experiencia de la vida de los que nos seguirán. Es ahora cuando nosotros podremos facilitarles lo que se refiere a ecología: estamos tomando decisiones que afectarán el futuro y en ese sentido el futuro de la humanidad está en nuestras manos. Es nuestra responsabilidad presente y si respondemos egoístamente a esa demanda, frustraremos la posibilidad de las futuras generaciones. Es por eso imposible, desde el punto de vista económico, seguir postergando las decisiones ecológicas para detener las fuentes de contaminación que están depredando irreversiblemente nuestra biosfera.
Energía y alimentación
Todo el universo completo es producto de una evolución energética que, partiendo del big bang hasta nuestras fechas, se nos manifiesta como es actualmente.
Los animales herbívoros, que se alimentan de pastos, granos, etc., son a su vez alimento de animales carnívoros y, entre éstos, ya sabemos que el más grande se come al más chico, en una sucesión que se conoce como cadena alimentaria, cuyo último eslabón es el ser humano. La alimentación humana dispone así de una enorme diversidad de alimentos que le suministran la energía necesaria para vivir, trabajar y reproducirse.
La biosfera es un enorme transformador de energía cuya finalidad es el ser humano como último recipiente; y el único que se da cuenta de que ese enorme transformador tiene un sentido, una razón que es él mismo.
Un universo completo «no pensante» carece de sentido, pues sólo el pensamiento le da sentido a las cosas, cuando se conjuga con la experiencia, la vida misma vivida e interpretada. De esta forma es razonable pensar que todo ese proceso de transformación que ocurre en la naturaleza tiene una razón en sí misma y que nosotros podemos deducir, analizar y, lo que ahora es más importante que nunca, programar y organizar.
Hasta antes de la revolución industrial, el ser humano se desenvolvía en algo parecido a lo que hemos dado en llamar un proceso más natural, menos artificial, cabe decir, menos dependiente de lo humano, más dependiente de los productos de la tierra. La economía de personas, familias, tribus, principados y naciones dependía básicamente de la posesión de la tierra y su productividad.
Hoy, a pesar de la gran industrialización y tecnología, el ser humano continúa dependiendo de los alimentos «naturales» para vivir, pero sucede que su productividad, transporte, industrialización y comercialización se han insertado en mecanismos enormes y transnacionales, cada vez más complejos y sofisticados, pero por otro lado inevitables. El proceso humanístico y la inmensa investigación médica en otros factores han incrementado la población de millones a miles de millones (6 000 millones hoy y 10 000 millones calculados para el año 2050), lo que ha complicado mucho la distribución y el consumo, y acarreado desigualdades entre los individuos y entre las naciones. Existen hoy mil millones de habitantes sobrealimentados y otro tanto de subalimentados y con hambre; hay países que consumen 100 veces más energía por persona que otros (Estados Unidos frente a Haití). Estas enormes diferencias generan hoy por hoy grandes debates y en el actual mundo escéptico y pragmático se logran pocos avances en términos de justicia, tanto interna en los países pobres, como internacional. Día con día la conciencia de los otros, el imperativo ético y la eficaz difusión de los problemas a cargo de los medios de comunicación, exigen pronta solución a problemas que antes parecían distantes, pero que hoy tocan a la puerta de nuestros hogares.
Existe una industria particularmente devastadora: la pesca, que tanto en su modalidad de pesca de altura, como en la de pesca ribereña, arrasa y acaba con cardúmenes inmensos y con sistemas ecológicos ribereños, a tal grado de que quizá no exista devastación y agotamiento equiparable en el mundo en materia de alimentos naturales. Al ritmo actual y sin los estudios correspondientes, es posible que los intereses de esta industria y sus comunidades asociadas agoten para siempre las grandes pesquerías que aún subsisten. Si a eso le agregamos todos los productos contaminantes que los ríos arrojan al mar, las lluvias ácidas, los contaminantes de pozos petroleros marinos, los desechos de transportes y la destrucción de hábitats costeros, podremos concluir que la fuente de alimentos más noble que el mundo nos otorga -los océanos- está verdaderamente en peligro, por los intereses de unos cuantos países, industrias y comunidades. El desarrollo de la acuacultura, tanto marítima como lagunar o de estanque, es todavía mínimo para contrarrestar el agotamiento de los océanos.
En agricultura, el gran problema se centra en los fertilizantes contaminantes, en los insecticidas de efecto perdurable y en la tala y quema de bosques que se realiza en favor de siembras temporales de baja producción.
También se centra en un factor que casi nunca se toma en cuenta: la logística y los costos de transporte y distribución. Los centros de producción de carne (ganado, aves, etc.) generalmente se encuentran cerca de los de granos o en zonas de pastos naturales. Cuando no es así, su producción suele ser incosteable.
De tal manera que las soluciones requeridas debemos buscarlas en la biotecnología, la genética, la tecnología de alimentos, las plantaciones de invernadero de alta densidad, etc., y, a través de la nueva informática, en los procesos de logística de distribución y comercialización.
Hay que evitar intermediarios innecesarios y costosos con financiamientos baratos y producciones equilibradas que, aunados a un control natal racional y equilibrado, le permitan a la humanidad producir comida suficiente sin devastar los recursos naturales, sin contaminar las aguas subterráneas, los lagos, ríos y mares con fertilizantes artificiales y químicos, que aumentan sólo parcialmente la producción pero a precios ecológicos enormes.
El ser humano, impulsado por el imperativo ético y con una conciencia ecológica, deberá usar toda la moderna tecnología para satisfacer las demandas de producción, comercialización, transporte y distribución de los alimentos para 10 000 millones de habitantes. Si consideramos que para los problemas del futuro contaremos con las soluciones tecnológicas del futuro, no tenemos por qué ser pesimistas y tirarnos a la desesperación. En todo caso, dependerá de que los valores de justicia, belleza, bondad, se impongan sobre los impulsos egoístas que el pragmatismo moderno produce en nosotros. Por primera vez en la historia de la humanidad, el futuro depende plenamente de nosotros en el presente; es, pues, un problema de darnos cuenta o del desarrollo de la conciencia de que el otro es como yo.
Energía y combustibles
Al liberar la energía acumulada en combustibles fósiles se producen invariablemente contaminantes diversos que se diseminan en el aire, la tierra y el agua. La producción, la distribución y el consumo de dichos combustibles también contaminan en forma directa, como ocurre con derrames petroleros, gases de explotación, productos asociados con la explotación, accidentes y deficiencias de transporte y hasta gases como los que emanan al despachar la gasolina en las estaciones.
Estos combustibles fósiles y sustancias químicas como los fertilizantes y los insecticidas son algunos de los productos que más contaminan el ambiente, que plantean problemas tan serios como la lluvia ácida, que ha acabado con los ciclos productivos de los bosques europeos y afectan a mares, lagunas y ríos de un modo silencioso que poco a poco mata ecosistemas completos. En Estados Unidos, muchos lagos están tan contaminados que en ellos ya no hay peces, y cuya descontaminación sería enormemente costosa.
Especial atención merece la contaminación por consumo de petróleo y su derivado, la gasolina. El mundo se aproxima a tener mil millones de vehículos y máquinas contaminantes del medio ambiente, y la respuesta de gobiernos, industria y consumidores está siendo lenta; la producción de bióxido de carbono y la desaparición de bosques y quemas masivas se combinan para ir lentamente deteriorando el aire de nuestro mundo. ¿Cuánto podrá soportar la biosfera este contaminante artificial? Tal parece que nadie quisiera contestar esta pregunta a profundidad. Llegaremos a ser 10 000 millones de habitantes, tendremos más de mil millones de vehículos, nos trasladaremos más de 2 000 millones de viajeros por el mundo y nos agotaremos todas las reservas de combustibles fósiles, antes de que cobremos conciencia del grado de contaminación que podemos producir.
Al agotar las reservas de combustibles fósiles, no quedarán más que las energías alternativas; en primer lugar, la energía nuclear y la de nitrógeno, después la solar, la electricidad de ríos y mares, etc. Es fundamental que en esta etapa se desarrollen las tecnologías alternativas, para hacerlas económicamente costeables, para aprender a manejar los residuos radioactivos, para aprovechar al máximo ríos, mareas, vientos. Es muy difícil calcular cuánta energía requerirá un mundo desarrollado en el año 2050 o en el 2100, que es el tiempo calculado para agotar los combustibles fósiles que se consumen por decenas de millones de barriles, decenas de millones de toneladas métricas y decenas de millones de pies cúbicos por día.
El progreso de la humanidad se mide en función directa del consumo energético por habitante. Para crear una sociedad equilibrada en bienestar, como Francia por ejemplo, el mundo tendría que aumentar unas 10 veces su consumo de energía; y si esta cifra la proyectamos para 10 000 millones de habitantes, estaríamos hablando de casi el doble, es decir que requeriríamos cerca de 20 veces la energía que ahora consumimos.
La escala de este problema sobrepasa la imaginación más prolífica. El esfuerzo que tendrán que hacer las generaciones futuras para resolver el problema es titánico. Sólo con una enorme conciencia ética, las actuales generaciones pueden actuar responsablemente; de otra manera, el futuro corre el riesgo de ser siniestro, con gravísimas hambrunas, genocidios más aterradores que los del siglo XX y calamidades de todo tipo provocadas por la carencia de energía.
Todos, desde los niveles más altos de gobierno hasta los ciudadanos más humildes, debemos asumir nuestra responsabilidad para con los otros, Sólo así podremos generar la fuerza, la dinámica y las medidas necesarias con respecto a la energía y a todas sus derivaciones, para prevenir un futuro incierto.
Urge crear una conciencia ecológica universal en relación con los combustibles, para evitar su consumo suntuoso y empezar a perfeccionar las tecnologías del futuro, que permitan una transición lo menos dolorosa posible entre el consumo de los combustibles fósiles, que se agotarán, y las energías alternativas. Además, tendremos que hacerlo dejando de contaminar nuestra biosfera de la manera que lo venimos haciendo, pues corremos el riesgo de agotar a la tierra en el esfuerzo natural que hace para depurarse a sí misma, y de esa manera interrumpir todos los ciclos de la vida que nuestro planeta ha desarrollado a través de millones de años.
Siempre ha sido complicado el disponer de información exacta en lo que se refiere al petróleo, por razones técnicas, políticas y económicas que dificultan su acceso, sin embargo es interesante revisar algunos datos:
Las cifras que se manejan indican que hay reservas probadas entre dos y tres mil billones de barriles y que se están consumiendo 81 millones de barriles diarios. Los cálculos más conservadores indican que para el año 2010 se estarán consumiendo cien millones de barriles diarios.
Los descubrimientos de nuevos yacimientos cada vez son menores: por cada dos barriles que se consumen, se descubre solo uno.
De seguir este ritmo de consumo, podemos considerar que los combustibles fósiles habrán de agotarse en los próximos cien años, o sea en tres generaciones productivas.
El impacto negativo que las expectativas de descubrimientos, reservas y consumo de hidrocarburos tendrán en el futuro se empezará a marcar mayormente a partir del año 2010.
Desde el inicio de este siglo la geopolítica del mundo está siendo seriamente afectada por estos factores, como lo demuestra la guerra de Irak.
Pero démosle a estos números bases reales:
Un norteamericano promedio (como ejemplo de sociedad desarrollada) consume 0.25 hp = 185 watts = 637 btu/hora. Esto quiere decir que un ciudadano de un país desarrollado consume el equivalente a la energía desplegada por 58 energías durante 24 horas al día.
Si le ponemos un valor de $5.00 a la hora de trabajo y lo comparamos con la energía de un barril de petróleo, éste costaría 45 mil dólares, en relación con los $25.00 que hoy cuesta. Debemos de tomar en cuenta que EU consume el 25% de la energía que se gasta a nivel mundial.
Este es el panorama al inicio del siglo xix: tenemos 520 millones de automóviles, dos millones de camiones, 200 mil autobuses, 20 mil locomotoras, 11 mil aviones comerciales, 28 mil barcos y 28 mil barcos pesqueros; todos consumiendo petróleo.
Ahora bien, siempre he sostenido que los problemas del futuro no se resolverán con la tecnología del presente sino con la del futuro.
Mientras hoy, más del 85 % de la energía se extrae de combustibles fósiles, (40% del petróleo, 22% de carbón, 23 % del gas natural), 7% de la energía eléctrica y nuclear y tan solo el 1% de energías geotérmicas, solar, viento, madera, etc.; todo parece indicar que la energía producida por el hidrógeno será el combustible del futuro. Esta energía es mucho más limpia en su producción, con lo cual también se evitará la contaminación ambiental, el sobrecalentamiento de la tierra, etc. Ejemplo de esto es el caso de Islandia, que ha tomado la decisión de sustituir durante los próximos 20 años su consumo de energía por el hidrógeno.
La generación doméstica (familiar) de la energía requerida para el consumo no sólo tendría repercusiones favorables en el medio ambiente, sino que además contribuiría a llevar a cabo muy profundas reformas en el ámbito político, económico y social.
Hasta ahora la humanidad ha sabido responder a los retos que la sobrevivencia le ha planteado, prosperando como especie dominante en la tierra; en esta nueva sociedad globalizada donde se requieren acciones justas y concertadas, el reto es global y la respuesta también tendrá que serlo; existen las herramientas, sólo falta esa voluntad global.
Comunicación y cibernética
Se dice que estamos viviendo la era de las comunicaciones, entendido esto no sólo como el desplazamiento físico de las personas, sino también de las ideas.
La humanidad ha pasado por diferentes estadios en su constante desarrollo, desde aquellas pequeñas manadas o clanes, que recorrían el hábitat buscando sus medios de subsistencia, hasta las complejísimas sociedades actuales, con sus inmensas redes de producción, distribución y consumo, en las que un mensaje llega instantáneamente a mil millones de personas en todo el planeta.
Ondas electromagnéticas, mensajes codificados, cruzan por millones toda la biosfera terrestre. La comunicación se ha vuelto masiva, audiovisual, y la computación le ha venido a agregar velocidad; una forma individual de conectarse con el mundo vivo y dinámico es a través de internet, que va a la cabeza como proceso de interrelación humana. Individuo y humanidad se vuelven uno en el conocimiento de la realidad circundante.
Pero todos estos procesos son también contaminantes. Por ejemplo, la contaminación visual de grandes ciudades, calles, carreteras, etc., impide al ser humano el contacto con su entorno y lo satura de mensajes que pueden no tener para él ningún significado.
La tan famosa sociedad de consumo penetra en nuestras casas a través de los medios de comunicación, creando necesidades imaginarias que nos esforzamos por satisfacer, orillándonos muchas veces a desechar productos cuya vida útil no ha concluido. Tiramos todo lo que nos sobra, y todo se nos vuelve viejo muy rápidamente.
La cantidad de desechos orgánicos e inorgánicos que generamos puede ser de millones de toneladas diarias.
Comunicación es conocimiento, pero también penetración ideológica y de costumbres, de cosmovisiones. La comunicación es una forma de inducción de la conducta, está empujando poderosamente al mundo a consumir y desechar productos y sus derivados. Hoy por hoy, no se han encontrado maneras adecuadas de manejar y procesar esos millones de toneladas de desperdicios que acumulamos día con día. No se tienen estudios reales difundidos de los efectos de todos esos desechos sobre la biosfera.
La red de redes, como se le llama a internet, le permite al individuo acceder a la enciclopedia más grande y jamás imaginada del mundo, pero también lo induce a adquirir hábitos de consumo, con su inevitable secuela de desechos.
Es indudable que los medios de comunicación y la cibernética son herramientas poderosísimas de espiritualización del individuo. A través de ellas, el universo humano se unifica y se identifica, pero independientemente de sus enormes consecuencias espirituales, que analizaremos en capítulos posteriores, nos damos cuenta de que también inciden, y de manera muy determinante, en nuestros hábitos y costumbres, y de que consolidan la conducta de «úsese y tírese», sin parar mientes en lo mucho que con ello incrementamos nuestros desechos contaminantes sobre el planeta.
Sólo todos juntos, con plena conciencia y responsabilidad, podremos canalizar estos procesos de comunicación y manejos de información de una manera provechosa para el futuro, desarrollando tecnologías de reciclaje y reutilización de desechos. No debemos permitir que estos avances o revoluciones actúen en nuestra contra o de las generaciones futuras engendrando vicios o costumbres negativas ligadas al consumo y al desecho generador de contaminantes que agravan y acortan el futuro de la humanidad.
Notas al margen.
Economía. Administración recta y prudente de los bienes
Riqueza pública
Conjunto de ejercicios y de intereses económicos.
Ahorro de trabajo, tiempo, dinero, esfuerzo.
Economía política. Ciencia que trata de la producción y distribución de la riqueza.
Energía. Toda fuerza capaz de desarrollar un trabajo.
Fotosíntesis. Combinación química producida en los vegetales por la acción de la luz y especialmente la formación de hidratos de carbono.
Escepticismo. Doctrina de ciertos filósofos antiguos y modernos que consiste en afirmar que la verdad no existe o que el hombre es incapaz de conocerla, en caso de que exista.
Big bang. Gran explosión energética ocurrida hace aproximadamente 14000 millones de años, de la cual surge el universo.
Razón. Facultad de discurrir. Argumento o demostración que se dice en apoyo de una cosa, motivo o causa.
Organizar. Establecer o reformar una cosa, sujetando a reglas el número, el orden, armonía y dependencia de las partes que la componen o han de componerla.
Informática. Conjunto de conocimientos científicos y técnicas que hacen posible el tratamiento automático de la información por medio de los sistemas de cómputo.
Combustibles fósiles. Derivados de la descomposición natural de materia orgánica, que conserva la energía que procesó del sol y de los componentes de su medio ambiente. Ejemplo: el petróleo.