En general consideramos la evolución como un proceso lineal, como algo natural en el universo, algo que sucede de manera constante, una corriente que arrancó del Big Bang y ha creado el universo hasta su manifestación actual, tal y como lo conocemos hoy.
Las personas que creemos en un creador de este universo vemos la evolución como un gran proyecto, como un plan programado por el creador para reproducirse en nosotros, para recrearse en la creación. Teilhard de Chardin decía que la evolución es la espiritualización de la materia.
Ya en el año 540 a. C. Heráclito dijo: «Lo verdadero es el devenir y no el ser». En lenguaje sencillo y actual, podríamos decir que la verdad más honda, más real, es un proceso de cambio y no la presencia de objetos estáticos.
En su teoría de la evolución de las especies, Charles Darwin esclareció científicamente el proceso por el cual el hombre y todas las especies evolucionan; Mendel definió las bases de la herencia genética; Haldane y Maller, entre otros, explicaron cómo se inició la vida en este planeta; y Watson y Crick descubrieron el secreto genético del ADN. La vida nace por una conjunción de energías y materias y evoluciona a través de millones de años, no como un proceso individual y de un entorno estable, sino como uno de interacciones, de beneficios y competencias, de selección natural, de adaptaciones a los cambios. Actúa en la biosfera terrestre y mezcla todos los elementos existentes, poco a poco, sin tiempo definido, aparentemente al de haber azar. Fue así como la energía del universo, del Sol, la Luna y la Tierra combinadas crearon la vida, y como a través de siglos y milenios la biosfera evolucionó y se capacitó para engendrar al Homo sapiens sapiens (ser humano), un ser dominante, que como individuo y colectividad es fin y ya no medio, que se encuentra integrado con el universo, y que es donde el espíritu reencarna en sí mismo.
Así pues, el individuo y todo lo que le rodea tiene el mismo origen e igual destino, y su razón existencial y las bases que le dan dirección y sentido a su vida se encuentran expresadas en el proyecto, en el fondo, en la información que provoca la evolución. Es fundamental comprender que en el inicio de este proceso existe un impulso evolutivo y que éste es una realidad expresada consistentemente como un plan, un proyecto o un pensamiento que así lo determina y crea todo este mecanismo maravilloso y milagroso. El ser humano, al evolucionar internamente, repite en sí mismo la creación completa, ya que se recrea y pone de manifiesto su esencia divina al pensar, al autodeterminarse, al ser creador. El pensamiento es el origen creador del universo y esto expresa el concepto universal de unidad.
También la conciencia de todo este proceso le permite al individuo darse cuenta de que él mismo surge con su entorno y en relación con él, y que si lo sigue degradando se estará degradando a sí mismo, puesto que requiere, para seguir siendo la especie que es, la expresión evolutiva de las fuerzas universales, que se manifiestan en él mismo. Para eso debe respetar esa forma conjunta e interdependiente en que ha sido creado junto con los demás animales, vegetales y minerales. De otra forma, se extinguirá irremisiblemente.
Esta es una manera de comprender que el Tao, lo Innombrable, Brahma, el Principio Creador, Krishna, Jehová o Dios, es nuestro origen, nuestra razón y nuestro fin. Las partes no se pueden sustraer al Todo. Esta es una ley universal que no podemos evitar, y el cobrar o no conciencia de ello puede significar la diferencia entre simplemente existir (todos existimos al ser creados) y ser.
No debe entenderse esta conciencia como un acto intelectual, sino como un hecho de vida, pues no es una acción puramente racional. No podemos salirnos de donde estamos, pero sí cobrar conciencia y actuar en correspondencia. Los seres humanos no somos otra cosa que una idea, somos «la experiencia consciente de nuestra esencia», experiencia que adquirimos día con día de nuestra vida y que se expande si logramos comprender su sentido.
Hace 15 000 000 000 de años hubo una gran explosión, el Big Bang.
Hace 5 000 000 000 de años la tierra se formó en nuestra galaxia.
Hace 500 000 000 de años aparecen los peces.
Hace 50 000 000 de años surgen los primates.
Hace 5 000 000 de años aparecen los homínidos.
Hace 500 000 de años surgen los neandertales.
Hace 50 000 de años aparecen los cromañones.
Hace 5 000 de años se inicia la historia moderna del hombre.
Hace 50 años aparece la conciencia del equilibrio ecológico en la tierra.
El ser humano, ya con dominio de la agricultura, del bronce, de las herramientas y del lenguaje, tiene apenas una millonésima del tiempo de formación del universo.
Debemos hacer notar, conforme a las leyes de la termodinámica, que la materia y energía resultante de la primera millonésima de segundo del Big Bang es la misma que el universo posee actualmente. Quince mil millones de años han tenido que transcurrir para que en el universo conocido apareciera el primer ser que logró cobrar conciencia de sí mismo y que identificó su origen en el del Todo. Sólo en la parte final de esta existencia, se está dando cuenta de que de él depende la protección de ese nicho sagrado que la evolución le ha generado. A esta convicción le llamamos ahora conciencia ecológica.
Notas al margen
Evolución. Desarrollo de las cosas o de los organismos, por medio del cual pasan gradualmente de un estado a otro.
Ser. En el sentido de haber o existir.