Vicente Ferreyra Acosta
Director general de Sustentur
Twitter: @sustentur @vicenteferreyra
El 3 de julio de 2020 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Programa Sectorial de Turismo (Prosectur) 2020–2040, que es el “documento rector de la política turística que atiende los ordenamientos jurídicos que conforman el Sistema Nacional de Planeación Democrática para el Desarrollo Nacional”; en otras palabras, la hoja de ruta para nuestra actividad en este sexenio.
En lo personal, es un documento muy esperado cada seis años, ya que de él se derivan una serie de programas, políticas y acciones que dan rumbo al turismo nacional e internacional, y es, por así decirlo, el marco en el cual debe moverse la actividad.
Nadie puede estar en desacuerdo con el planteamiento teórico y conceptual de este documento (bueno, tal vez un poco con el Tren Maya; ahí sí); quienes nos dedicamos a trabajar en turismo sustentable desde hace años, podemos ver una serie de conceptos muy profundos que analizan el sector desde una perspectiva diferente a las de programas anteriores. Aunque claro, aprovecha para echar culpas a administraciones anteriores, cuando el problema desde mi punto de vista no es la gestión anterior, es el modelo de turismo que nos hemos comprado.
El “nuevo” modelo de turismo de este país se centra en cuatro objetivos fundamentales:
1.- Garantizar un enfoque social y de respeto de los derechos humanos en la actividad turística del país
2.- Promover el desarrollo equilibrado de los destinos turísticos de México.
3.- Fortalecer la diversificación de mercados turísticos en los ámbitos nacional e internacional.
4.- Fomentar el turismo sostenible en el territorio nacional.
¿Hace sentido? ¿Es esto lo que necesita nuestro sector?
Sin duda lo es; para aumentar la competitividad turística y generar una actividad que realmente sea de beneficio para el país, es necesario poner a la persona en el centro, equilibrar la llegada de turistas a los destinos tradicionales y apostar por otros. Diversificar no sólo oferta, sino demanda (y eso no significa necesariamente ir a buscar nuevos mercados, sino revisar los que tenemos y ver cómo los aprovechamos más) y fomentar el turismo sostenible. La verdad es que no hay de otra; no podemos pensar en un turismo que degrade los recursos y el entorno social, de ninguna manera.
El reto es ¿cómo lograrlo? Porque es cierto que el papel aguanta todo, y si queremos realmente tener un documento rector que esté bajado a la realidad y sea aplicable, necesitamos tres cosas:
La primera: presupuesto; la segunda coordinación inter e intrainstitucional, pero también con el sector privado, social y académico; y la tercera: una gestión local pero con una visión global.
Y probablemente ahí es donde esté una oportunidad interesante para este Prosectur. A pesar de los recortes, la Secretaría de Turismo gestiona hoy dos proyectos de cooperación internacional por más de 10 millones de dólares. ¿Suficiente para la implementación del Prosectur? No, definitivamente, pero sí para sentar unas bases firmes y avanzar en la construcción de nuevos modelos de turismo que generen beneficios reales a las poblaciones locales.
Habrá que sumar, impulsar cada una de las 110 acciones del Prosectur y pensar en un turismo diferente, que vaya que nos hace falta como país.