Uno de los primeros ejercicios que se llevaron a cabo a nivel global en temas relacionados con el desarrollo sustentable fue la publicación del informe Los Límites del Crecimiento, en 1972, encargado por el Club de Roma (una organización no gubernamental de políticos y científicos fundada en esa ciudad) al ya entonces prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT).
En aquellos años había una preocupación general acerca del incremento de la población a nivel global, y una incipiente pero tangible conciencia en lo finito de los recursos naturales de nuestro planeta. La coordinadora de este estudio, la biofísica Donella Meadows, concluye con esta investigación que “si el incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantenía sin variación, alcanzaría los límites absolutos de crecimiento en la Tierra en los próximos cien años”.
El informe tuvo actualizaciones en 1992, 2004 y 2012, pero desde su inicio los responsables del mismo estiman que ya estamos en los límites físicos que el planeta puede soportar.
Pero más allá de esta realidad que ya todos conocemos (aunque a veces muchos no la acepten), lo más importante de este informe de 1972 es que dio paso a dos conceptos importantes que hoy se usan como herramientas de gestión en materia de sustentabilidad: la huella ecológica, es decir, el impacto que cada persona tiene en el planeta, y la capacidad de carga, entendida como la cantidad máxima de personas que pueden hacer uso de recursos en un espacio físico, sin comprometer su futuro.
En turismo esta metodología se usa para estimar el número máximo de personas que pueden visitar un Área Natural Protegida sin comprometer su conservación, y es un modelo utilizado frecuentemente en espacios naturales. Sin embargo, con el incremento en la llegada de turistas a ciudades y destinos se hace cada vez más importante realizar este tipo de ejercicios fuera de ambientes protegidos, para determinar hasta dónde y cómo podemos y debemos crecer.
La capacidad de carga turística mide tres factores importantes en un sitio: primero, el espacio físico y el tiempo, es decir, cuántos turistas “caben” en un destino en un tiempo determinado; segundo, la capacidad de manejo e infraestructura, es decir, físicamente pueden coexistir una cantidad de personas en un lugar, pero serán muchas menos en función de la capacidad que tengamos para darles servicios y manejarlas adecuadamente; y tercero, la satisfacción del visitante y la experiencia que tiene en el sitio.
Por ejemplo, en nuestras zonas turísticas la capacidad de carga estará determinada por la cantidad de personas que caben por metro cuadrado, pero también por la cantidad de servicios que les podemos proveer (energía eléctrica, agua potable, servicios sanitarios, etc.) y, por último, por el confort que debe tener el visitante (espacio disponible, tránsito, concentración en sitios específicos, entre otros).
Si hiciéramos hoy el ejercicio, nos daríamos cuenta que en muchos de nuestros destinos hemos rebasado la capacidad de carga, tenemos sitios saturados, sin servicios suficientes, donde los turistas y residentes no estamos cómodos… Y entonces, solo entonces, entenderíamos uno de los factores que a nivel global están produciendo turismofobia.
Pero también, si lo supiéramos, podríamos establecer estrategias más concretas para avanzar hacia la sustentabilidad de estos destinos, claves para la economía nacional.