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De polémicas y cosas peores

 

LLos diputados de la XVII legislatura del Congreso de Quintana Roo decidieron despedirse con la aprobación de una reforma muy controvertida, que casi al final de su gestión, a menos de dos meses de que dejen su curul, levantó mucha polémica. Se trata de la reforma a la Ley de Movilidad, que a los motociclistas les pareció una barbaridad y la bautizaron como “ley chaleco”, porque obliga a cualquier conductor o acompañante que circule a bordo de una motocicleta, a portar cascos y chalecos antireflejantes en los que lleven impreso el número de placa de la unidad. Tras la aprobación por los legisladores, las protestas no se hicieron esperar: Que si no nos pueden obligar a vestirnos de tal o cual manera, que si es una medida más recaudatoria que preventiva, que va a desatar secuestros exprés o agresiones para robar los cascos y chalecos para con ellos cometer delitos, y un largo etcétera son los argumentos en contra, junto con bloqueos en las calles, que, por supuesto, afectaron a terceros. La justificación de la autoridad, es que se necesita poner orden y claridad de quiénes circulan en motocicletas, tener un mayor control, para intentar reducir los índices de asaltos, homicidios y otros delitos que son cometidos por personas a bordo de motocicletas. La autoridad estatal ofreció una mesa de diálogo para apaciguar los ánimos y socializar la reforma a la ley; esperemos que impere la civilidad y que las negociaciones concluyan con resultados positivos, porque lo que sí es cierto, es que la inseguridad nos pega a todos por igual, y todo esfuerzo para combatirla es válido.

Y ya que hablamos de hechos delictivos, es una lástima que las buenas cifras del verano en materia turística, con ocupaciones superiores al 80% y un incremento en la demanda de productos y servicios en restaurantes, plazas, parques temáticos y náuticos, se vean empañadas con sucesos como el ocurrido en una playa ubicada en la zona hotelera de Cancún, donde desafortunadamente un niño perdió la vida, en medio de un presunto ataque entre bandas delictivas. Esperemos que las autoridades y la propia iniciativa privada, en este caso los hoteleros, tomen medidas al respecto para evitar estas situaciones, en la medida de lo posible, ya que además de la pérdida irreparable que sufrió esta familia, que no tenía nada que ver con intereses de los atacantes, son hechos que permean de manera negativa hacia el exterior, poniendo en desventaja al destino frente a otras ciudades donde este tipo de hechos no suceden, o al menos, no tan seguido, como ya se está haciendo costumbre en el Caribe Mexicano.   

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