El mezcal es una bebida espirituosa típica mexicana, la más popular y arraigada en el Sur del país. La palabra se deriva del náhuatl “mexicalli”, que significa “maguey cocido”.
Se obtiene de la destilación y rectificación de los mostos preparados directa u originalmente con los azúcares extraídos de las cabezas maduras de los agaves. La bebida se produce en el bello estado de Oaxaca, que además nos ofrece maravillosos regalos naturales, culturales y gastronómicos. Si visita Oaxaca sería casi un pecado partir sin probar su prestigiada bebida.
El nombre del Mezcal 666 tenía que ser diferente, como debería serlo el mismo mezcal. Y es que esta bebida ha sido la materialización de un sueño… la culminación de una odisea, una búsqueda y, finalmente, un encuentro.
Un hallazgo afortunado al recorrer el mundo de la mitología, de las más antiguas leyendas indígenas, de la bravura y virilidad de los antiguos guerreros, de la magia de los gusanos afrodisíacos y de los 400 pechos de la diosa Mayahuel.
Venturosas idas y venidas a Oaxaca, catas ricas e interminables en la búsqueda de esa esencia única, mágica, espiritual, que sólo contiene el verdadero mezcal, el “elixir de los dioses”, así llamado -cuenta la leyenda-, pues nos dice que fue un rayo, enviado por las deidades, el que siglos atrás limpió, coció, fermentó y destiló el corazón de una bendita planta de agave, engendrando así ese licor que hoy se expande hacia todo el mundo.
Travesías entre palmas de agaves que permitieron comprender las razones que tuvo en el siglo XIX el científico alemán Alexander Von Humboldt para afirmar que “el maguey es el más útil de todas las producciones que la naturaleza ha concedido a los pueblos de la América septentrional”.
Ese maguey, indistintamente llamado también agave, palabra a la que el diccionario de la Real Academia Española identifica como derivada del vocablo griego áyaun(agavos), que significa nada menos que “admirable”. Así, admirable, ha sido el descubrimiento constante en que se convirtió por meses la búsqueda del Mezcal 666, la fusión sutil y prolongada entre el letargo sensual y el encantamiento hipnótico producido por aquella esencia, por ese extracto ancestral.
Y en el centro del hedonismo de esta búsqueda, el surgimiento inevitable de lo erótico del característico “gusano rojo” o “gusano de maguey”, el cual en las culturas prehispánicas fuera alimento, y un valorado condimento para la gastronomía, pero principalmente un codiciado afrodisíaco que acentuaba incluso el valor y la bravura de los guerreros ante una batalla. Hoy, la sal de ese gusano es el delicioso preludio, en la cima de la sensibilidad que es la punta de la lengua, que precede a la degustación del Mezcal 666, es el detonador de esa sensacional explosión de placer, de deleite y de recreo. Cuenta la leyenda que fueron esos gusanos, convertidos en el corazón de Mayahuel, la diosa del maguey y del mezcal, los que le provocaron por vez primera aquella excitación jamás antes sentida que la llevaría al deseo carnal. Deseo que le hiciera enamorarse de un guerrero, el cual, víctima de los encantos de la maravillosa diosa, vivía permanentemente tembloroso y tímido ante la presencia divina de su amada. Fue así que la diosa le diera al guerrero a beber el licor que brotaba del más hermoso de sus 400 senos. Sólo así, después de beber largamente, fue que el guerrero venció su timidez y pudo exigir con lágrimas en los ojos a la diosa que lo convirtiera en dios o ella se tornara en mujer. Emocionada, de sus entrañas tomó Mayahuel un gusano sagrado para darlo a comer al guerrero, quien sólo así se sintió a la altura de la diosa para tomarla en sus brazos y amarla eternamente.
Sólo el mezcal pudo inspirar una leyenda como ésta. Y sólo una apasionada hazaña pudo procrear el Mezcal 666.
debybeard@casabeard.com
[editor]Deby-beard[/editor]