Icono del sitio Revista Latitud 21

La apología de la incultura

 

 

En el año 235 a. C., fecha en la que se tiene registro del nacimiento del gran Escipión el Africano, estaba una tarde su padre, Publio Cornelio Escipión, asistiendo a una puesta en escena en el incipiente teatro de madera de la Roma antigua. Las obras de teatro, traducidas del griego al latín para el entendimiento de los romanos, eran frecuentadas por reducidos grupos que apreciaban este naciente arte, mientras que la enorme mayoría prefería decantarse por los Saltimbanquis, los mimos y por supuesto las luchas de gladiadores.

La tarde en que el cónsul de Roma se disponía a disfrutar de una nueva puesta en escena, los promotores de los gladiadores y saltimbanquis, aprovecharon el gentío que se reunía en el improvisado teatro, para iniciar sus espectáculos en las proximidades haciendo tremenda alegoría y con ello atraer a la masa de gente menos gustosa de la cultura y captarlos hacia estas diversiones para un público menos letrado.

Y así, mientras el teatro se vaciaba poco a poco, en medio de las interpretaciones actorales, al cónsul le avisan los esclavos que, en su casa, el momento ha llegado.

Acompañado de su hermano Cneo Publio, el cónsul se fue abriendo paso entre la multitud, hasta llegar a su Domus, para atestiguar el nacimiento de quien años más tarde sería el legendario vencedor de Aníbal, el también legendario general Cartaginés.

Sirva el laudatio, al gran Escipión, para referir que ya desde las épocas de la antigua Roma, la plebe prefería por supuesto los espectáculos grotescos, ruidosos y menos cultos que el teatro y que los promotores de los mismos no hacían gala de ética alguna al utilizar cada vez que podían, la promoción de la obra culta, para robarles al público, si se puede decir así.

Y esta referencia que me permito hacer respetuosamente para mis ocho lectores, me lleva a pensar en el actual estado de cosas en donde la apología del delito está presente en los famosos narco-corridos, ahora en medio de discusiones que, como siempre, los políticos aprovechan; así como otras fuentes y versiones de espectáculos que divierten a la gran masa y en donde, como desde hace más de dos mil años se soslaya a la cultura.

Es decir, que no debería asombrarnos, si ya es así desde la antigüedad y es lógico que siempre serán reducidos los grupos de quienes aprecien con mayor intensidad el arte y la cultura, que quienes se decanten por el escándalo. Pero lo que se antoja insospechado es que se privilegien los narco-corridos, que la gente los exija y que hasta se incurra en la violencia si no se complace a quienes consumen este tipo de manifestación, que no se, si se puede denominar artística.

 

No vendría mal que en la actualidad, en medio de la descomposición social que vivimos y ante la zozobra que nos produce el crimen y la violencia, los gobiernos impulsaran y promovieran acciones estratégicas encaminadas a que nuestras juventudes, por una parte aprecien formas de arte más cultas, que enriquezcan su formación, y por otra que sin afectar a la libertad de expresión, se vayan desalentando estratégicamente las manifestaciones que hoy sin duda representan una alabanza a los delitos y a los delincuentes.

Los corridos que en una suerte de farfullo, idolatran a los narcotraficantes, así como algunos espectáculos grotescos con gran audiencia y que se promueven masivamente, son sin dudarlo una apología de nuestra incultura.

Hay gente, para todo, como en la antigua Roma, pero podríamos mejorarnos un poco.

Al Buen Entendedor…

 

sgrubiera@acticonsultores.com

Salir de la versión móvil