Ese día era el último del periodo ordinario de otoño, que iniciara desde el 1 de septiembre y en agenda temas muy relevantes y polémicos por discutir y por votar: Ley de Seguridad Nacional, Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales y el controversial nombramiento del fiscal general, entre otros. Todas estas, leyes aprobadas ya por la Cámara de origen, el Congreso de la Unión y de gran trascendencia para la vida nacional. Y, por si fuera poco, el capricho del año del propietario del Partido Verde: la modificación al artículo 60.Bis de la Ley General de Vida Silvestre, que busca la extinción de los delfines bajo cuidado humano. Esa misma que en el pasado mes de abril, durante la última semana de sesiones del Congreso, fuera apoyada únicamente por los diputados del PRI como parte de una negociación política, pero rechazada por todos los diputados de los demás partidos.
Al igual que hiciera en la Cámara de Diputados en abril, el Partido Verde pidió se incluyera en la agenda esta impopular propuesta, precisamente el último día de sesiones. Tuvieron 105 días para la discusión y aprobación del artículo 60-bis de la Ley General de Vida Silvestre, que condena a extinción a los mamíferos marinos bajo cuidado humano, al prohibir por completo su reproducción. Una propuesta de ley que condena a todas las hembras de esta especie a vivir bajo control natal secula seculorem. Qué ironías, la Ley General de Vida Silvestre, promoviendo una disposición en contra de la vida, promoviendo la extinción de los delfines bajo cuidado humano. Una ley que busca modificar el curso de la naturaleza en estas especies, al suprimir el ciclo natural de toda especie que es nacer, crecer, reproducirse y morir. Una ley sin pies ni cabeza, como el partido que la propone y como su líder.
Y en el día 105, el último día de sesiones ordinarias de la Cámara Baja, el Partido Verde busca una vez más sorprender a los senadores, al conseguir incluirla en la lista del orden del día (a pesar del mismo senador Emilio Gamboa), junto con otras leyes mucho más importante y trascendentales. Pudiéramos decir que es negligencia el haberla dejado de última hora, pero sabemos que no es el caso. Pudiéramos decir entonces que es casualidad que esta pretendida reforma a la Ley General de Vida Silvestre se vuelva a discutir los últimos días del periodo ordinario de una Cámara, pero no, no es casualidad. No hay casualidad. La realidad es que el coordinador de este grupo parlamentario en el Senado, no hizo más que seguir las instrucciones de su patrón, muy a su pesar, pues sabe bien que el costo político excede de los posibles beneficios en campaña. Y el tiempo se le agota.
La mañana del 15 de diciembre, Emilio Gamboa acepta, no muy convencido y con razón. Sabe, presiente, que esta propuesta causará polémica y habrá de unir a todos los demás grupos parlamentarios en su contra en muy mal momento. Finalmente, será incluida en la agenda. Las sesiones del pleno iniciaron ese día a las 12 del día y concluyeron, misma hora del día siguiente. 24 horas continuas de sesión. Una agenda larga y agotadora, pero de gran trascendencia nacional, por lo que no se puede tomar a la ligera. Hasta que le llega el momento a la ley extinción de delfines.
Esta ley alegan que tendrá efecto en 50 años, a decir de su promotor, al menos en su objetivo primario que es acabar con estos hermosos animales y los más tres mil empleos directos y otros 12 mil indirectos. Y aquí tienes al Senado de México y a sus integrantes, al menos los del PRI, al servicio de intereses oscuros de un senador con licencia, enemigo de México y de Quintana Roo, discutiendo una disposición con efecto en 50 años.
Y al final, la mano que mece la cuna, esa mano que sostenía un pedazo de papel con la agenda del Senado del 15 de diciembre, esa mano hace una señal y manda a llamar al líder del grupo parlamentario de seis senadores. Casi dos horas de discusión sin convencer. Es momento de terminar con este circo.
“Carlos, se te acabó el tiempo. Retirada decorosa o derrota vergonzosa. Tú escoge, pero el PRI no va a ir en contra de todos los demás partidos por apoyarte”, se escuchó decirle Emilio Gamboa a Carlos Puente. Y ahí va de nuevo este senador del Partido Verde, arrastrando los pies, más por humillación que por cansancio, a anunciar en tribuna una retirada decorosa de la ley extinción. Al menos, él y todos los presentes saben que no fue su idea, por lo que la humillación es más bien a su patrón. Por su cabeza solo pasa cómo explicarle más tarde lo ocurrido, cuando despierte el führer desde su penthouse de cuatro millones de dólares en Cancún. Seguramente empezar a planear su venganza para ejecutar en la próxima sesión y ultima de esta Legislatura que empieza el 1 de febrero. Pero esa será ya parte de la tercera temporada de esta serie que bien podríamos titular: La pobre muñeca fea. Continuará en 2018.
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