Mensaje leído por la cónsul de México en Estambul, María Isabel Arvide Limón, durante la ofrenda floral por el aniversario luctuoso de la Marcha de la Lealtad.
El 9 de septiembre se conmemora la lealtad de los militares que acompañaron al presidente Francisco I. Madero al inicio de la Decena Trágica, cuando una insubordinación golpista intentó derrocarlo.
En este día rendimos homenaje a los cadetes del Colegio Militar que escoltaron al presidente de la República, que representaba la legalidad, y debemos hacerlo también a los generales Lauro Villar y Ángel García Peña, cuyos nombres son desconocidos para muchos. Así como a todos los militares leales que defendieron la institución presidencial ese día.
Asimismo, rendimos homenaje al Ejército Mexicano en la persona del general secretario Luis Cresencio Sandoval, quien ha demostrado extrema lealtad en tiempos inéditos.
El general Villar era el comandante de la Primera Zona Militar y defendió no solamente Palacio Nacional sino las vidas del hermano del presidente, Gustavo Madero, y de su jefe, el secretario de Guerra y Marina, general Ángel García Peña.
Al amanecer de ese día, el general García Peña, que vivía muy cerca de Palacio Nacional, fue despertado por su ayudante que había visto marchar militares del Cuartel de Tacubaya y de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan. De inmediato se dirigió a Palacio Nacional, reuniendo tropas que les eran leales, muy pocos hombres.
En un primer intento, los rebeldes tomaron Palacio Nacional y lo apresaron, junto con Gustavo Madero que había llegado al enterarse de lo que sucedía. El general Villar los liberó y recuperó el control. Mientras un grupo de militares rebeldes se dirigía a liberar al general Félix Díaz, el secretario de Guerra y Marina fue a informar al presidente, quien decidió ir a Palacio Nacional.
Los cadetes del Colegio Militar, entonces situado en Chapultepec, al lado de la casa presidencial, decidieron acompañarlo. Es decir, cruzar la Ciudad en medio de las balas.
Por su parte, una vez liberado, el general Félix Díaz acompañado del general Gregorio Ruiz se dirigió a Palacio Nacional, confiando en que el general Lauro Villar se uniría a la rebelión o, por lo menos, no lo atacaría porque era su amigo desde la juventud. Por el contrario, fue recibido a balazos y resultó muerto, a la vez que Villar herido.
Fue, literalmente, una cruenta batalla entre pares. Militares leales contra militares golpistas, ambos con igualdad de preparación y armamento.
Al llegar el presidente Madero, con su comitiva, frente a Bellas Artes tuvo que refugiarse en una Fotografía, porque los enfrentamientos no le permitían avanzar; a esas horas Palacio Nacional y las calles aledañas estaban llenas de cadáveres. Y los generales Ruiz y Manuel Mondragón se dirigían a refugiarse en La Ciudadela, donde se guardaban armas y pertrechos.
En ese negocio fotográfico el presidente de la República fue informado de que el general Lauro Villar estaba herido, por lo que decidió, gravísimo error histórico, nombrar como su sustituto, jefe de la plaza de la Ciudad de México, al general Victoriano Huerta, que recién había llegado a encontrarse con él.
Una vez en Palacio Nacional, al filo del mediodía, el primer mandatario decidió viajar a la ciudad de Cuernavaca en busca de su amigo, el general Felipe Ángeles, confiando en su lealtad.
Días después, ambos serían detenidos por el golpista Victoriano Huerta. El general Felipe Ángeles no aceptó los ofrecimientos de éste, y permaneció junto al presidente Madero. Tanto el general Lauro Villar como el general Ángel García Peña pidieron su retiro en franco rechazo a los militares golpistas.
En este día, 9 de septiembre, queremos rendir homenaje a estos generales, a los cadetes del Colegio Militar y a todos los militares que murieron defendiendo a la institución presidencial. Rendimos homenaje a la lealtad al uniforme, a la lealtad a las instituciones, a la lealtad militar, pasada y presente. Lealtad a México.