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México descompuesto: Todos contra todos

México ha vivido desde el siglo XIX bajo un sistema y un régimen presidencialista, que ha hecho mucho daño y que ha limitado el crecimiento intelectual, la cultura y la educación; ha restringido las libertades y ha controlado de manera deliberada el desarrollo de la democracia. Han sido casi 150 años de alabar la figura presidencial que contribuyó a lo que acertadamente llamara el escritor peruano Mario Vargas Llosa, “la construcción de una dictadura perfecta”, que tanto molestara a los priístas de entonces, pero que describía a cabalidad el sistema político prevaleciente en México.

Irónicamente, el presidente López Obrador, quien enarboló la bandera del cambio y la transformación de México, que prometió erradicar la corrupción y que en su discurso permanente exalta los valores y la historia de México y que proclama la libertad y la abolición del régimen que todo controlaba, ha sido quien más ha elevado a su máxima expresión la cultura del presidencialismo, al confrontar de manera enérgica y frontal a quienes se oponen, a quienes disienten y a quienes pudieran expresarse en contra de lo que él ha bautizado como la cuarta transformación; una que aún no se entiende a más de tres años de su gobierno. Pareciera que el presidencialismo hoy es más fuerte y sólido que nunca, que la represión de los 70 hubiera regresado y que las instituciones que se construyeron con tanto esfuerzo para erigir una nueva democracia, están al borde de la extinción, con el apoyo y complacencia no sólo de quienes le siguen y guardan desde las estructuras del poder, sino de un enorme conglomerado de millones de ciudadanos que le siguen ciegamente porque han creído en su discurso, en sus proclamas.

Contrario a la unión, opuesto a la integración de los mexicanos, antagónico a los propósitos de solidaridad y hermandad, el proyecto 4T, desde la voz de su gran líder ha desunido a los mexicanos, y así hoy tenemos a chairos contra fifís, a legisladores de oposición perseguidos y hasta amenazados, a periodistas amedrentados, a instituciones en la mira y a todos los críticos del régimen señalados con el brazo fulmíneo del presidente y sus allegados.

Hoy tenemos al presidente al frente de los ataques a empresarios y constituido en legislador, juez, árbitro de las contiendas, promotor de campañas y proyectos, defensor de los desvalidos de su propio régimen, crítico de otras naciones que no son favorables a su proyecto, humorista mañanero y director de todas las orquestas, aunque carezcan de instrumentos.

Su discurso de exaltación a la pobreza o la riqueza, su firmeza para defender los proyectos nacientes de sus propias ocurrencias y su deseo genuino o no de la transformación como él la entienda, ha propiciado no sólo un nuevo y fortalecido presidencialismo, sino un triste y eventualmente riesgoso encono entre los mismos paisanos, entre los mexicanos que debiendo ser hermanos se han dividido entre ricos y pobres, neoliberales y transformadores, opositores o fieles, seguidores o contrarios. Quien no esté con la 4T, es llamado antipatriota, con todos los riesgos que eso conlleve.

Confieso que simpatizo con la izquierda y por supuesto con las causas de los más desvalidos, personalmente apoyo en cuanto me es posible y esté a mi alcance tales causas, ¿quién podría estar en su sano juicio en contra de que sean primero los pobres?; lo que me parece es que la cuarta transformación ni representa a cabalidad a la izquierda, ni ha significado una verdadera transformación positiva para México. Sí que se ha transformado en sólo tres años, pero para destruir, más que para construir; se ha transformado México más para exacerbar las diferencias que para unificar, y el tan anhelado combate a la corrupción no sólo no se ha dado, sino que se han

evidenciado excesos y abusos que más parecen de ese priísmo de los 60 y 70, que en una reforma positiva y transitoria hacia la transparencia y el gobierno abierto.

Hoy se habla de reformar los libros de texto de la educación básica porque “son neoliberales”, para encaminarlos hacia la ideología de la 4T; hoy los legisladores que han votado en contra de la iniciativa presidencial son llamados traidores a la patria y serán perseguidos.

Hoy se exhiben las cuentas de los detractores, se clausuran empresas de quienes resulten incómodos, se señala y se denosta a quien opine diferente y se persigue de oficio…

Tristemente, hoy pareciera que somos “todos contra todos”… El gran líder al frente de la cacería.

Nos corresponde a los electores, y a quienes pudiésemos influir sobre otros, una profunda tarea para encontrar liderazgos, para sensibilizar, para reducir los niveles de encono y de manera especial para promover la participación ordenada y sana en los procesos electorales.

Debemos criticar y señalar sin temor las malas prácticas; debemos mantenernos alejados de los actos de corrupción y fomentar la transparencia; lo que no se puede permitir es que siga avanzando esta lamentable y grosera práctica de la compra de votos. Es la compra de conciencias, es el clientelismo, es esa triste y vituperable estrategia de acudir a las regiones más pobres a comprar el favor del voto.

Es también esa práctica de seguir encumbrando al político de turno y eventualmente al candidato ya sea por temor o por el favor político que se convierte en económico.

No se puede seguir así.

Es tiempo de reaccionar…

Se lo dejo pues Al Buen Entendedor…

 

Sergio González
  • Al buen entendedor
  • Presidente de la AMATUR
  • Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
  •  sgrubiera@acticonsultores.com
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