La pandemia del Covid-19 ha obligado a los actores del sector turístico a tomar medidas drásticas, incluso mucho antes que los gobiernos, incluido el de México, al que se le ha criticado por su tardía reacción ante las circunstancias.
Desde organizaciones globales como el WTTC, que pospuso su Global Summit que se llevaría a cabo en Cancún, pasando por la Secretaría de Turismo Federal y el Gobierno de Yucatán que pospuso también el Tianguis Turístico de México, hasta empresas como Princess Cruises que han decidido suspender sus cruceros durante 60 días.
Sin duda esto ha traído y traerá consecuencias importantes en la economía; las bolsas a nivel global han caído de forma estrepitosa y hay quien ya habla que podríamos entrar a una recesión global; Bloomberg Economics ha estimado que el costo global en el peor de los escenarios podría ser de 2.7 billones de dólares.
En México, el Centro de Información y Competitividad Turística de la Universidad Anáhuac ha estimado que en un caso de impacto severo podríamos tener disminución de llegadas de turistas a dos dígitos (al menos 10%) y se podría dar una diminución de entre 3 y 5% en el PIB turístico en 2020 y seguir en números negativos en 2021.
Por ello, cualquier medida de contención debe ser apoyada y llevada a cabo sin ninguna duda.
Sin embrago, esta pausa obligada que nos hemos dado en escuelas, trabajos, actividades y viajes también debe ponernos a reflexionar sobre algunos temas que van más allá del simple hecho de los impactos económicos de la actividad. En este artículo hablaré de uno de ellos, que refiere a la disminución de los impactos ambientales generados por este proceso.
Hace poco leí que dadas las acciones tomadas por el brote de coronavirus, la generación de emisiones de CO2 disminuyó hasta en 25% en dos semanas, el comercio ilegal de especies como el pangolín ha disminuido drásticamente y los problemas relacionados con la concentración de turistas en algunas ciudades europeas se han terminado temporalmente.
Y aunque el riesgo de que estos problemas se potencien al momento de levantar las alertas por las pandemias (seguramente las fábricas tendrán más producción para subsanar las pérdidas y la gente viajará más para asistir a eventos, por ejemplo), no puedo dejar de pensar en la teoría de Gaia de James Lovelock, que dice que la tierra es un ente que se autorregula para mantenerse a sí misma.
Entretanto se normaliza la situación, considero que esta pausa debe ser una buena oportunidad para cuestionarnos nuestros estilos de vida y consumo, nuestro rol como actores del sistema turístico, nuestra convivencia con los demás (personas y seres vivos) y estar mejor preparados para la incertidumbre, que es la nueva realidad de este planeta.
Entretanto, esperemos que el “bache” pase pronto y podamos volver a una nueva normalidad, más conscientes, más preparados y con hábitos distintos.
*Director general de Sustentur, con más de 20 años de experiencia en el diseño de estrategias de turismo sustentable para destinos, empresas y organizaciones en México y Latinoamérica.