Nada tengo en contra de los feministas y las feministas, ni mucho menos de su lucha por alcanzar igualdad de derechos; nada tengo contra las preferencias sexuales de cada uno, cada quien es libre en su actuar, mientras no contravenga lo establecido en las leyes y reglamentos. Lo que no puede ser y me resulta inaceptable, es que en aras de esa búsqueda de igualdad y en ese afán por alcanzar una supuesta inclusión, se haya deformado y se siga deformando continuamente el lenguaje, el castellano y la gramática académica.
Repetir una y otra vez, las y los, decir hasta el cansancio todos y todas, y reiterarlo en los discursos públicos de manera sistemática, no es en absoluto ser inclusivo o ser incluyente, eso es ridículo y aberrante.
Hace unos días durante una reunión muy ejecutiva hice el ejercicio de preguntar a las damas presentes, académicas todas, qué opinaban de este “nuevo lenguaje”, tan utilizado por los políticos y la enorme mayoría me contestó, que no se sentían discriminadas ni ofendidas, al escuchar TODOS, generalizando; es decir, que para ellas no es importante en absoluto el usar todos y todas; es más, siendo académicas, varias de las aludidas me dijeron que lamentaban el deterioro de nuestro idioma al utilizar ese tipo de expresiones.
Un funcionario presente, responsable de elaborar los discursos de un importante dirigente, me confesó que invertía una enorme cantidad de tiempo en revisar que el discurso fuera contentivo de suficientes “las y los”, que no se le escapara ninguno, so pena de que la perorata no estuviera a la altura de las nuevas expresiones políticas; me dijo que le invertía más tiempo a eso, que a la esencia del discurso; el colmo.
Y me he enterado también de que en la nueva normativa de la Secretaría de Educación es OBLIGATORIO el uso de este lenguaje que absurdamente llaman inclusivo.
No es el lenguaje el que hará a una institución inclusiva o no, son las prácticas.
No es el lenguaje, el que le concederá derechos a determinados grupos; es la ideología, el comportamiento y el ejemplo.
Y por si no tuviéramos bastante con el abuso de todos y todas, hay quien se atreve al uso ridículo y aberrante de TODeS, una completa barbaridad.
Si ya la Real Academia Española (RAE) expresó que no es correcto repetir la misma palabra en su versión masculina y femenina, por lo que no es necesario usar continuamente expresiones como los/las cuando se habla y se escribe sobre el género, resulta además una total deformación de nuestro idioma el uso de todes, que no tiene aceptación en nuestra gramática.
Baste con no utilizar lenguaje discriminatorio, con no menospreciar a las mujeres en el discurso, con que el género femenino puede preceder al masculino; con elaborar buenos discursos pues, sin tener que caer en esos absurdos, de los que triste y ridículamente abusan ya la mayoría de políticos, gobernantes y funcionarios públicos.
Recuperemos nuestro lenguaje y su riqueza. No se es inclusivo por el lenguaje, sino por el actuar.
- Al buen entendedor
- Presidente de la AMATUR
- Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
- sgrubiera@acticonsultores.com