La idea no es mala, pero hay que profundizar un poco más en el asunto. El Festival Internacional de la Cultura Maya (FICMaya) es la apuesta del gobierno de Rolando Zapata Bello para hacer del turismo un pilar de desarrollo económico y social, obviamente, como complemento a su extraordinario inventario natural, arqueológico, colonial, marítimo, comercial e industrial, cubriendo diversos segmentos.
Del 16 al 25 de octubre será la cuarta edición de un encuentro entre investigadores, especialistas, estudiosos, catedráticos, amantes y curiosos de la legendaria cultura maya que por sí misma le ha concedido por años su vocación turística, aunque, por años, menospreciada.
El encuentro es el reflejo fiel de esta condición, porque cuando profundizamos en el asunto descubrimos la persistencia de un gran desencuentro entre lo intelectual, la diplomacia gubernamental y el tema de la promoción (¡vaya cosa con esta bendita trinidad!). El contenido cultural ciertamente le ha dado la base para despegar tan alto y para atraer la atención y la cooperación del Festival Cervantino, y de la elite cultural de diversos países de Europa, Asia, África, Oceanía con carteles realmente espectaculares y de extraordinaria factura, todo bajo la dirección de orquesta de un gran maestro, Jorge Esma Bazán.
Sin embargo, algo no cuadra en el escaso público procedente del estado vecino de Quintana Roo, el cual contribuye con el 90% de su turismo de manera natural desde hace décadas gracias a su maravilla ancestral de Chichén Itzá. Ya no digamos del público del resto del territorio nacional, y por obviedad del internacional.
Si bien es cierto el vecino estado de Quintana Roo es el invitado de honor en esta cuarta edición, por compartir frontera, historia, identidad y oportunidades de desarrollo, no lo sentimos como estratégico en la construcción de la promoción de este espectacular encuentro de clase mundial, que en consecuencia pudiera resultar indispensable en la tan deseada articulación de un turismo regional con un producto históricamente cimentado, el Mundo Maya.
Yucatán lo tiene todo para haber potenciado desde hace un siglo una industria que por increíble que parezca se gestó “in vitro” apenas hace cuatro décadas en un pedacito de suelo inhóspito del entonces territorio de Quintana Roo que no alcanzaba ni por asomo el estatus de estado. Y es este pedacito de tierra convertido en uno de los fenómenos económicos y sociales más avasallantes el que mueve los hilos de toda una península hambrienta por oportunidad de desarrollo.
Insistimos, Yucatán lo tiene todo para potenciar una industria con un valor apenas de cinco mil 200 millones de pesos, que derrama 1.5 millones de turistas.
Y si con Quintana Roo se comparte frontera, historia identidad, debería también compartirse con seriedad y sin tibieza esa perspectiva y oportunidad de desarrollo… y empecemos por la fiesta, donde se hacen los grandes negocios.