Tres eventos coincidentes me llevan a escribir sobre el delicado tema de la promoción turística en nuestro país: El relevo en la dirección general del Consejo de Promoción Turística de México (CPTM); el que yo haya encontrado estos días entre mis papeles antiguos unas tarjetas para un acuerdo con el presidente Zedillo, y finalmente el que apenas ayer regresé de unas vacaciones por maravillosas tierras canadienses (¡que hasta un nieto me han regalado!) y país del que prácticamente copiamos el modelo para el CPTM, contando con el apoyo total de su gobierno para implementarlo en México.
En cuanto a la sucesión en el organismo, salió Rodolfo López Negrete, después de varios años de una tarea relevante, y entró Lourdes Berho, quien es una conocida y respetada ejecutiva de la industria turística, lo que deja una señal en principio conveniente porque se optó por alguien del sector y no se atendieron otros criterios políticos que tanto daño hicieron en el pasado.
En cuanto a las tarjetas a que me refiero, se trata de unas que llevaba como ayuda de memoria a un acuerdo que en mi carácter de secretario de Turismo sostuve con el Presidente de la República el día 11 de enero de 1999, en el cual cubrí temas diversos relacionados con el turismo en aquel entonces, pero, central y prioritariamente, trataba lo relacionado con la posible creación de un organismo mixto de promoción que, ya para entonces, proponíamos que se llamara el Consejo Mexicano de Promoción Turística.
Entre los argumentos que apoyaban esta propuesta, destacaba el hecho, muy preocupante, relacionado con los escasos recursos con los que México contaba para la promoción de turismo internacional hacia nuestros destinos. Igualmente, la tendencia descendente que veía. Presenté a mi jefe un cuadro en el que se mostraba que mientras países como Singapur, Canadá, Reino Unido o España disponían de montos que fluctuaban entre los 70 y 90 mdd al año, nosotros disponíamos de apenas 21 millones en 1998, cifra que era por cierto 68% inferior a la correspondiente a 1994, solo cuatro años antes. A este ritmo, le dije, pronto empezaremos a sentir los efectos negativos de una agresiva competencia por el turismo.
Era imperativo, le señalé, tomar decisiones de fondo, y no se veía nada mejor que hacer lo que otros países habían experimentado con éxito, creando un Organismo Mixto responsable de la promoción turística, financiado, además, con recursos derivados de la propia actividad, lo que le daría sustentabilidad y estabilidad en el largo plazo. Informé que el sector vería con buenos ojos la propuesta y que consideraba factible contar con el respaldo de las demás fuerzas políticas para que fuera aprobado por unanimidad.
Para lograr eso tendríamos que comprometernos a que el total de los recursos obtenidos se destinara a ese fin, que se garantizara la autonomía de gestión del organismo, así como la participación del sector privado y de los otros órdenes de gobierno (estatales y municipales) en el financiamiento y en la toma de decisiones relacionadas con la promoción turística. A todo me respondió afirmativamente el presidente. Contaría con todo su apoyo, me indicó.
Fue así que nos dimos a la tarea, coordinada por Javier Vega Camargo, quien después sería su primer director general, de analizar diferentes ejemplos en todo el mundo de organismos de esta naturaleza, inclinándonos finalmente en el caso de la Canadian Tourism Comission, dado que nos pareció el más conveniente. Pero a lo largo de este análisis comprendimos que deberíamos incluir otras decisiones estratégicas, tales como la promoción del impuesto al hospedaje en los estados y la creación de organismos locales, por mencionar algunas.
No obstante, como lo dice el título: “del dicho al hecho hay mucho trecho”, y poco a poco se desdibujaron algunas de las promesas presidenciales y a lo largo del tiempo en que el CPTM operó, otras ideas, recomendaciones o propuestas simplemente ya no se llevaron a cabo o no lo hicieron con la fuerza que podrían haberlo hecho.
De 21 mdd se pasó a alrededor de 200 millones y, por ello, Enrique de la Madrid y Lourdes Berho tienen una gran responsabilidad y oportunidad ante el apoyo que el presidente les ha comprometido, no solo para revitalizar al CPTM sino para hacer un replanteamiento integral de la política de promoción turística que multiplique los recursos disponibles. El pastel del turismo parece ser muy atractivo y, por ello, cada día habrá más competencia por él. Nunca será tarde para lograr que “del dicho al hecho no haya tanto trecho.