El hallazgo fue confirmado con los resultados de una tomografía eléctrica tridimensional, tecnología no invasiva única en el mundo, desarrollada por este equipo de investigación, que permite mirar al interior de una estructura de grandes dimensiones. Así lo establece el trabajo de René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, del IGf; Andrés Tejero Andrade, de la FI, y Denisse Argote, del INAH.
De acuerdo con René Chávez Segura, la idea era iluminar hacia adentro de la pirámide, también conocida como El Castillo. El interés de los arqueólogos, dijo, era saber cuántas estructuras había al interior, además de la descubierta a principios del siglo pasado.
De este modo, sin daño al patrimonio histórico de la nación, se iluminó el interior de El Castillo. Se efectuó un estudio de tomografía eléctrica, consistente en colocar detectores alrededor de los diferentes cuerpos que tiene esta pirámide (10 en total, tomando en cuenta la base) y enviar corriente eléctrica al subsuelo mediante una serie de electrodos, que también permiten medir simultáneamente la diferencia de potencial y finalmente la resistividad del subsuelo.
Así, “confirmamos la presencia de una segunda subestructura en el interior de la primera, dentro de la pirámide de Kukulkán. Es importante mencionar que, en la parte más alta de la primera subestructura, se encuentran dos esculturas, una que asemeja un Jaguar de color Rojo y la otra que representa un Chac Mool”, agregó Andrés Tejero.
Importancia mundial
Para Denisse Argote, arqueóloga con un doctorado en Geociencias, Chichén Itzá es un sitio de suma relevancia regional y mundial, la atracción que tiene como centro arqueológico es global. No obstante, atajó: “A pesar de ser un sitio tan destacado, no se le conoce mucho aún”.
“Hay varias cosas que están sin explorar, no hay actualmente proyectos de investigación. Desde que Carlos Salinas de Gortari le dio luz verde al arqueólogo alemán Peter Schmidt para hacer el megaproyecto del sitio, no ha habido más y las autoridades se han dedicado a la conservación que, por cierto, cuesta mucho, por lo que cada aportación es de gran importancia”, consideró.
Argote explicó que los antiguos pobladores de la región y en general de toda Mesoamérica construían una pirámide o subestructura encima de la otra.
Las pirámides, puntualizó, desde la cosmovisión mesoamericana son un acercamiento de los hombres a la esfera de los dioses. Los mayas manejaban diferentes planos de la vida espiritual: cielo, tierra e inframundo, los cuales son un eje cósmico que enlaza los tres planos.
“Se ha visto en todas las culturas mesoamericanas que llegaba un grupo de poder y hacía una construcción para manifestarlo; pasaba y llegaba otro grupo o linaje y tenían que hacer lo mismo, pero sin destruir la anterior”, concluyó.