POR ISABEL ARVIDE
Llevamos casi 18 meses de pandemia, hemos sumado muertos y enfermos cada día, se han magnificado las realidades del coronavirus en todos los medios de comunicación. Sin embargo, el gobierno ha fallado enormidades en la concientización de la responsabilidad individual.
En el juego de “echarle la culpa al gobierno”, de “pegarle al Presidente López Obrador”, se les ha olvidado hacerles saber de manera eficiente, con manzanitas y colores, con claridad, que la enfermedad es, sobre todo, responsabilidad individual.
Con las excepciones de quienes se han visto obligados a trabajar, quedarse en casa sigue siendo la medida por excelencia. No quieres contagiarte, no salgas. No busques el contacto social que aumenta exponencialmente las posibilidades de enfermarte. Utiliza cubrebocas de forma correcta.
Esto tendría que ser el primer, el gran paso para vencer en la medida de lo posible al coronavirus.
Al contrario de incidir en la responsabilidad social, individual, las medidas de “control” van a provocar que aumenten los contagios. Porque en la mente del mexicano pedir un comprobante, de lo que sea, un papel oficial, para tener acceso a algún lugar, para poder hacer algo, es el equivalente a conseguir uno falso.
Si en Quintana Roo todo consiste en mostrar un papelito, lo que habrá será papelitos falsos, lo que habrá será negligencia entre quienes deben exigirlos, y corrupción, mucha corrupción. La enfermedad, el contagio, habrá pasado a segundo plano, dejará de ser real.
El gobierno de Carlos Joaquín ha fracasado en la comunicación, en todos los ámbitos. La gente sabe poco y entiende menos de los objetivos de su gobierno, de sus logros, de lo que se ha avanzado. No ha sabido ni querido comunicar en qué se traducen, en la vida de cada uno, las acciones de gobierno. Y en el tema del coronavirus, pese a pagar campañas y campañas a empresas de otras partes del país, también van a fracasar en la comunicación.
Algo tan simple como la realidad de enfermedad grave y muerte consecuente al contagio del coronavirus, ha estado ausente de su comunicación. Y ante la escasa, o nula respuesta de la sociedad, la salida fácil es el autoritarismo, la exigencia de mostrar papelitos.
En muchos países se ha fracasado en la imposición de obligaciones. Se ha encerrado a la gente en sus casas para que, días después, al abrirles las puertas se enfermen. La inconciencia de los jóvenes que siguen instalados en los reventones, de los empresarios turísticos que los organizan, se alimenta de la falta de comunicación.
Ya entramos a una etapa en que debemos convivir con el coronavirus, vacunados para conseguir en la medida de lo posible que haya un riesgo de enfermedad grave, de muerte, menor. La vacuna es la gran panacea, la mejor forma de combatir a la enfermedad, pero no garantiza inmunidad, no es un permiso para regresar a los tiempos anteriores al Covid. Vacunados deben seguir guardando distancia, higiene, utilizando cubrebocas en espacios cerrados. Si no se entiende que esto, cuidarse, es responsabilidad individual, es también porque no se ha sabido comunicar.
La gente se identifica con un gobernante, con un gobierno, con medidas de un gobierno, por empatía que únicamente puede surgir del conocimiento. Y eso es lo que ha fallado, y difícilmente podrá componerse a estas alturas del sexenio, en el gobierno de Carlos Joaquín.