No obstante, este concepto se puede llevar a cualquier ámbito de nuestra vida. Y es que inmersos en una revolución tecnológica y de información tan relevante, podemos enterarnos de lo que sucede en otras latitudes de manera inmediata, en el momento justo de los acontecimientos.
El mundo se ha ido haciendo cada vez más global, apoyándose en los avances de la ciencia y la tecnología, con grandes aportaciones de la informática, la robótica y las telecomunicaciones, entre muchas otras disciplinas.
En el mismo orden de ideas, podemos conocer los usos y tradiciones de otros países sin necesidad de viajar hasta ellos. Las distintas culturas, entendidas como el conjunto de elementos que cohesionan e identifican a un determinado grupo humano, se complementan y en el mismo sentido se transforman, adoptan y adaptan características innatas de otras zonas geográficas. Y es que hoy podemos comer una pizza mexicana, ponerle picante al sushi y guacamole a una hamburguesa. En otras palabras, las costumbres de distintos países se modifican con el tiempo, adhieren características de otras latitudes y, en ese orden de ideas, hacen crecer las culturas ya existentes. Esto también es globalización.
Sin embargo, este beneficio para los empresarios de todo el mundo al mismo tiempo se convierte en un reto, pues es preciso “tropicalizar” los productos y servicios para poder llegar a los siete mil millones de personas que habitamos este planeta. Y es que en la actualidad competimos no solo con nuestro vecino, o con quien vive en el mismo estado, o habita el mismo país, sino con literalmente todo el mundo.
La buena noticia es que esos competidores al mismo tiempo son también posibles consumidores.
Solo como ejemplo, ya quiero ver que un alemán quiera desayunar chilaquiles con pollo, que a un holandés se le antojen unos tacos de suadero, o que a un japonés le apetezca cenar un tamal con atole.
En este sentido tenemos un reto importante como mexicanos: hacer que nuestros productos lleguen a otras latitudes e invadan los gustos de personas de otros países.
Tropicalicemos nuestros productos y servicios, llevémoslos a “mundos nuevos”. Hagamos que las culturas de otros lugares adquieran costumbres mexicanas y permitamos que los usos de países lejanos se introduzcan en nuestro día a día.
Hoy, con sistemas de transporte tan eficientes y con operadores logísticos expertos en el movimiento de carga internacional, llevar productos de un país a otro es una actividad sumamente cotidiana.
De la misma manera, para muchas empresas de todo el mundo la logística se ha convertido en un proceso cada vez más importante al momento de agregar valor, y dicho valor se añade cuando los clientes prefieren pagar más por un producto que lo que cuesta ponerlo en sus manos. Ese es el valor de la logística internacional y del comercio exterior.
*Subdirector comercial Palazuelos Hermanos