Me parece que la tramitología excesiva que hay en este país, así como la burocracia tanto en instituciones públicas como privadas, obedece a la falta de confianza que tenemos entre nosotros mismos en México.
México, tristemente, como seguramente se repite en otros países de América Latina, es un país en el que nadie confía en nadie, y lógicamente eso ha llevado a personas e instituciones a establecer innumerables mecanismos que nos permitan asegurarnos de que no seremos estafados, que no se irá sin pagar la renta, que no pagará de menos, que no hará algún tipo de trampa, etc., y me parece que eso tiene que ver con nuestra forma de ser, que seguramente deriva de una cultura ancestral.
A nivel empresarial somos burocráticos por naturaleza, si se trata de un trámite ante una institución oficial los requerimientos son complicados, largos, a veces costosos, y si usted, querido lector, los analiza un poco, verá que muchos tienen que ver con falta de confianza. Claro que, como en todo el mundo, hay que asegurarse de la probidad y del cumplimiento de las leyes en tiempo y forma, pero aquí nos gusta siempre pedir copia de la copia por si acaso.
Si se trata de las empresas, en algunas hay que presentar requisitos hasta para sacar copias en la máquina copiadora, y no se diga si te enfermas, el justificante de la visita al doctor o a la farmacia es imprescindible, toda vez que no hay confianza.
En Estados Unidos y en Europa he pagado miles de veces con mis tarjetas de crédito y nunca me han pedido identificación, en México me piden mi identificación si pago con tarjeta hasta para comprar los bolillos en el supermercado.
Claro que “la burra no era arisca”… los mexicanos somos expertos también en darle la vuelta a los requisitos, en encontrar el atajo, hasta contratamos expertos en la trampa. Los gasolineros por ejemplo, conocidos por su tendencia al robo descarado, contratan empresas que les instalan sofisticados chips para alterar las bombas y vendernos entonces litros que no son realmente de litro; las empresas contratan “asesores fiscales” y los vecinos colocan “diablitos” para pagar menos energía eléctrica. Todos saben cómo hacerle para evitar el control, la revisión, y hasta para pagar un poco menos.
El resultado, no hay confianza, lo que deriva en controles, revisiones, burocracia y pérdida de tiempo.
Quizá podríamos comenzar cada uno desde nuestra trinchera, desde nuestro ámbito, a generar ambientes y entornos de confianza.
Se me ocurre que podríamos, en casa, en la oficina, en la escuela, confiar más y desconfiar menos, pero al mismo tiempo debemos trabajar en un cambio de actitud que a su vez genere confianza.
Si no quieres que te revisen el trabajo realizado, simplemente hazlo bien desde la primera vez, gánate la confianza.
Eso esperamos de políticos y funcionarios, eso esperamos de candidatos a puestos de elección, que sean confiables, que hagan bien su trabajo y nos generen confianza, aunque eso hoy es casi imposible, pues está demostrado ampliamente que eso a la enorme mayoría no le importa.
Sin embargo, nosotros sí podemos empezar a construir un nuevo México de confianza desde cada hogar formando a las nuevas generaciones bajo nuevos paradigmas, bajo nuevos esquemas de credibilidad.
Educa a tus hijos y nietos en la base de la confianza, enséñalos a confiar pero también a que deben cumplir a cabalidad para que se pueda confiar en ellos.
Les dejo esta reflexión a mis ocho lectores a ver si podemos ir cambiando poco a poco a este querido país.
- Al buen entendedor
- Presidente de la AMATUR
- Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
- sgrubiera@acticonsultores.com