Impresionado por el crecimiento que tenía este centro vacacional en los años 80, Santiago, ahora de 51 años de edad y quien desde hace 16 años trabaja en el restaurante La Habichuela, propiedad del empresario Armando Pezzotti Rentería, comenta que cuando llegó a este destino turístico, en 1980, encontró trabajo en el restaurante “Acuario” como lavatrastos.
“Era un pequeño restaurante que estaba en la avenida Tulum, en lo que es ahora el banco Banorte, ahí trabajé lavando trastes; era un lugar donde se vendían quesadillas, licuados y todo tipo de comida; estuve poco tiempo, como tres meses”.
Agrega que sin ninguna experiencia “empecé a trabajar en restaurantes y hoteles lavando los trastes, después fui steward y finalmente mesero, un oficio que me ha dado muchas satisfacciones y no lo cambiaría por nada”.
Al paso de los años, una a una llegaron las oportunidades para Santiago. Trabajó como mesero en el restaurante de comida francesa “Clochard” -ahora “Pescaditos”-, propiedad de José Luis Martínez y Lolita López Lira, en la avenida Yaxchilán, y después de un tiempo dio el salto a la Zona Hotelera, al Club Las Perlas, donde comenzó a adquirir experiencia.
Orgulloso de haber formado una familia y ser parte del desarrollo académico de sus tres hijas, dos de ellas universitarias, Sansores Uitzil reitera: “Me salí desde muy joven de mi casa porque tenía la inquietud de trabajar para ayudar a mi familia económicamente y mejorar nuestras condiciones de vida”.
Explica que después del huracán Gilberto trabajó también en los hoteles Intercontinental, Miramar Misión y Fiesta Americana Condesa, lugares en los que tomó diversos cursos para una mejor preparación en el oficio.
“Nos daban cursos de inglés, cocina, bar y de cómo tenías que atender a los clientes para tener la oportunidad de subir a otro puesto, teníamos que prepararnos mucho si queríamos subir de cargo”.
Sansores Uitzil expresó que “cuando llegué a la familia Pezzotti me sentí en familia, me apoyaron en mi trabajo y eso es muy satisfactorio. En ese entonces el restaurante La Habichuela ya era reconocido y hasta la fecha se mantiene en el gusto del turismo y de la gente local”.
Luego de haber cumplido con el objetivo de sacar adelante a su familia, reflexiona sobre su trabajo: “Es un oficio en el que sacrificas mucho a la familia, no habían días festivos ni cumpleaños, era trabajo de todo el día. Los hoteles son muy absorbentes; sin embargo, ahora salgo temprano y paso más tiempo con mi esposa e hijas.
“Me gusta mi trabajo y seguiré en él hasta que el cuerpo aguante”. (Marlene Hernández).