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¿Y si aprendemos?

Mirada empresarial

“Podéis llamarlo transformación, metamorfosis, falsedad, traición. Yo lo llamo una educación”: Tara Westover.

Inna German Gomez
presidencia@ccedelcaribe.com

Recientemente terminé de leer un libro en inglés que se llama Educated, de la escritora Tara Westover. Me pareció revelador, lo recomiendo ampliamente. No escribiré aquí una reseña ni les platicaré el libro ya que luego, con calma, ustedes podrán recurrir a internet para cualquier consulta.

Me sirvió para revivir mis cuestionamientos sobre la manera en la que impartimos la ‘educación’ a nuestros jóvenes en México. Como maestra, desde hace ya casi 20 años, me sorprende la forma en que las escuelas, la religión, las costumbres, los prejuicios e incluso hasta la tradición han limitado el proceso creativo de nuestras mentes.  

La educación, en términos simplistas platónicos, se puede plantear en las respuestas a las preguntas que nosotros mismos desarrollamos. Respuestas que vamos construyendo vertical o transversalmente sobre el tema en cuestión, hasta tener un panorama que nos pueda ayudar a sentirnos satisfechos con la información obtenida.

Así que empezaré por preguntar: ¿qué pensaban los maestros cuando dejaron inhabilitadas las vías del tren?

En realidad me gustaría platicar con cualquiera de ellos, entender el porqué de su proceder. Puedo imaginar la desesperación de sus sueldos bajos, el aumento en el costo de vida,  las pocas oportunidades que les brinda el futuro en su crecimiento, y puedo hacer eco con las cientos de frases justificativas que he leído en los medios sobre el tema.

Dentro del desarrollo de mi respuesta también están los temas políticos, la presión a ejercer, el despliegue de poder, la revancha, el seguir ciegamente a líderes que ven poco por los intereses ajenos y mucho por los propios. 

Pero también veo una falta total de educación, ya que detener una vía de comunicación industrial provoca pérdidas económicas grandes a sus usuarios, pérdidas que se traducen en una afectación económica al sector, municipio, estado y hasta al propio país. 

Esta afectación deberá ser compensada reduciendo o cancelando inversiones, despidos, dejando de  consumir… Y bueno, si alguno de esos maestros entiende de economía básica, sabrá que estas consecuencias les afectan también a ellos.

Si la educación en México fuera esa que se adapta a los niños y no al revés, que los niños deben dejar de ser para pertenecer, si los maestros se preocuparan por mejorar sus técnicas de enseñanza provocando un mejor funcionamiento de la experiencia educativa, si las escuelas se preocuparan por pagar más a sus maestros y, finalmente, si la educación no tuviera mordazas sociales pudiendo discutir libremente los temas de los que realmente necesitamos construir respuestas,  estoy segura que este tipo de situaciones no serían parte de nuestra bizarra convivencia mexicana.  

Inna German Gómez
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