Revista Latitud 21

Aventuras en La Granja de Tan

Un proyecto de una pareja de emprendedores que buscan compartir su amor por los animales y la naturaleza, como una opción de esparcimiento didáctico para las familias

Lo que al principio era un deseo personal de vivir en un ambiente en contacto con la naturaleza, que sirviera a sus hijos como un entorno saludable y positivo, hacia una conciencia más ecológica, se transformó en un proyecto enfocado a compartir con más familias e incluso con estudiantes. Así nació “La Granja de Tan”.

Aurora Villaburu Calva y Eduardo Anaya, comentaron que su amor por los animales y por la naturaleza en general viene desde la infancia, pues aunque ambos son de la Ciudad de México, cada uno por su lado vivió experiencias que siempre los acercaron a este estilo de vida.

Después de vivir 15 años en Cancún, al nacer su segunda hija, decidieron mudarse a un rancho que habían comprado en Puerto Morelos, a donde llegaban continuamente. Al llegar la pandemia y frenarse la empresa para la que trabajaban (sobre actividades para turistas de foros y convenciones), optaron por echar a andar una idea que ya habían platicado.

La huella del pequeño Sebastián

El nombre del lugar y gran parte del concepto llegó por Sebastián, el primogénito de la pareja; pues a él desde pequeño le gustaban mucho los animales; de hecho una de sus fiestas de cumpleaños fue con la temática de granja. “De chiquito, cuando le preguntaban cómo se llamaba, él decía Tan”, recuerda Aurora. Más tarde le compraron dos conejos, a los que nombraron “Tan” y “Tino”; incluso, el primero todavía existe y los visitantes pueden conocerlo.

El proyecto se dividió en dos grandes etapas, primero, una granja didáctica, pues Aurora tenía experiencia en cuestiones recreativas y campamentos, por lo que siempre quiso hacer algo enfocado a niños. Así que desarrollaron más infraestructura en el rancho, incluyendo palapas, una capilla con una fuente para coctel de bienvenida, glamping, un rodeo que se convierte en salón de eventos, baños y regaderas, e incluso una casa maya. El objetivo era dar recorridos a estudiantes, pero debido a las restricciones sanitarias, se frenó. Meses después, ya en pandemia, los visitaron algunos amigos y sus hijos, quienes les sugirieron abrir el espacio para que más familias pudieran disfrutar de un rato de esparcimiento al aire libre.

De manera que se convirtió en una alternativa para los niños y sus papás, quienes pueden acudir en horarios programados para actividades semiprivadas, donde se puede mantener la sana distancia entre grupos.

Espacio seguro y controlado

La difusión del lugar se ha dado a través de redes sociales y recomendaciones de boca en boca; las visitas son mediante reservaciones para una familia con hasta 10 integrantes.

El recorrido es una familia a la vez; les muestran platican cuestiones didácticas de la granja, trabajo en el huerto, aspectos sustentables del rancho como el uso de energía solar, el manejo de desechos de aguas negras a través de un sistema de lombrices, elaboración de composta y manejo de basura; los niños también aprenden sobre germinación de plantas y tienen interacción con animales de la granja como gallinas, patos, pavos, conejos, borregos, vacas, chivos, caballos.

Después en el rodeo tienen una experiencia más a fondo de los caballos, donde les comentan cómo se monta y otros consejos.

No tienen un costo de entrada; lo dejan como una aportación voluntaria en cuanto a las posibilidades de cada familia; “lo que quieran compartir para que la granja siga operando”, dice Aurora.

Diversificación

Al pasar de los meses, se han desprendido otras cosas, por la inquietud de los visitantes, como la organización de fiestas tema alusivas y celebración de eventos especiales, incluyendo bodas.

También surgió el proyecto Héroes con Herradura, que es un taller de iniciación ecuestre, un programa independiente con horarios específicos en el que los niños pueden aprender más de la monta recreativa y el conocimiento acerca de los beneficios del trabajo y convivencia con los caballos.

Además, Eduardo está tomando un diplomado sobre equinoterapia, en el Centro Cultural Ecuestre Domeq, pues la idea es que abran un espacio con esta actividad, a mediano plazo. Para ello incluso piensan reunir más expertos que puedan ayudar a que a través de estas sesiones con caballos, se le pueda cambiar la vida a alguien.

Por lo pronto, además de Aurora y Eduardo, el equipo se integra por otros dos adultos y tres niños, incluido Sebastián.

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10,000 metros

cuadrados tiene el lugar, ubicado a una hora aprox. de Cancún

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Horarios y ubicación

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