Cada vez es más claro que el turismo cambia vertiginosamente y que la disrupción tecnológica matiza no solo los hábitos de búsqueda, reserva y compra sino también los de consumo, y que cambian los comportamientos no solo de los visitantes y turistas sino también los de las comunidades receptoras, y que no se pueden soslayar las posturas, reclamos y peticiones de los ciudadanos que habitan en los destinos turísticos y sus zonas de influencia.
En Barcelona, por ejemplo, se atestigua hoy más que nunca y de manera ya casi agresiva y fuera de tono la turismofobia, que se evidencia hasta con carteles que prácticamente agreden al turista o visitante de la ciudad. Sin dejar de reconocer que los catalanes son extremos y no faltan evidencias, es también de reconocer que el turismo si bien significa derrama económica y oportunidades de empleo, entre otros beneficios, es también un “invasor” de las comunidades y que sus hábitos y costumbres han llegado a importunar a algunas comunidades como esa.
¿Cómo podrá la promoción y el marketing turístico abordar esta nueva relación con las comunidades?
Los cambios en la naturaleza, provocados por el calentamiento global, por la mano del hombre y por tantos y tantos factores, ya muchos discutidos y analizados en todo el orbe, son también factores de estudio que nos enfrentan a nuevas realidades, como el arribo del sargazo, por ejemplo, que ya es nota mundial.
Leía al respecto hace unos cuantos días que el sargazo puede significar una nueva y ventajosa oportunidad económica y de desarrollo al convertirse en posible fuente de energía, combustibles, etc., y quizá en las playas habremos de desarrollar alternativas y economías para lidiar con el tema, que si bien es un gran reto y hasta hoy un problema a resolver podría convertirse en una oportunidad.
¿Están los expertos en marketing turístico pensando cómo abordar el tema del sargazo?
No se puede soslayar ni ocultar, eso está claro. ¿Se puede minimizar? y mejor aún, ¿se podría aprovechar?
Y cómo dejar fuera de la discusión a las plataformas tecnológicas y la multiplicidad de aplicaciones de todo tipo y para todos los segmentos, todas las edades y todas las ideologías y preferencias, porque no solo existen Uber y Airbnb para analizar y discutir, sino cientos de apps, como se conocen ya mundialmente, que abarcan todos los usos y costumbres del nuevo ser humano.
Con una nueva, sencilla y atractiva plataforma el usuario desde la comodidad de su teléfono móvil puede reservar desde comida rápida, que le será entregada por un chofer de Uber en su domicilio; una mesa compartida en el garaje de un domicilio particular con un sofisticado menú elaborado por un joven chef de carrera, hasta la más sublime de las mesas en el más sofisticado restaurante con vistas de la ciudad.
Eso, ¿cómo lo está abordando y teniendo en cuenta el nuevo marketing y la promoción turística institucional?
Y desde luego y como ya hemos señalado desde hace algún tiempo, ¿cómo el nuevo marketing está abordando las redes sociales, cómo está llegando a los ‘bloggeros’, cómo incide en las comunidades virtuales y, sobre todo, cuánto presupuesto o qué porcentaje del mismo se está asignando a estas nuevas formas de consulta, información y comunicación?
Siendo un mercadólogo de muchos años y un observador de la cosa turística por varias décadas, hoy confieso sentirme rebasado por estos nuevos hábitos y estas nuevas y avasallantes formas de comunicación. Mi respeto para quienes han avanzado seriamente en el tema y han logrado no solo comunicarse mejor con el consumidor, sino lograr posicionamiento y desde luego mejores niveles en rentabilidad, pero me sigo preguntando si los entes oficiales e institucionales estarán poniéndose a la vanguardia.
Y todos estos cuestionamientos me llevan a pensar si el nunca bien ponderado Consejo de Promoción Turística de México (CPTM) estará preparado para los nuevos retos, cuando hoy, entre otras cosas, parece que su presupuesto emanado del DNR (Derecho de no Residente), ese que pagan los turistas al internarse en el país, se ve en peligro, casi en peligro de extinción al anunciarse, aunque de manera anticipada y sin proyecto, que el mismo podría irse al desarrollo y construcción del Tren Maya, que ha anticipado el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
El tren me gusta mucho, sería fantástico y nos pondría en verdad a la vanguardia, pero dejar al CPTM sin presupuesto por los próximos cuatro o cinco años sería en verdad una catástrofe, cuando más se requiere de una nueva y vanguardista promoción que pueda siquiera ir a la par de los vertiginosos cambios en los hábitos de consumo y diferentes formas de comunicación virtual, global, espacial que cada vez nos dejarán más sorprendidos.
¿Estamos preparados?
- Al buen entendedor
- Presidente de la AMATUR
- Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
- sgrubiera@acticonsultores.com