El Cielo, un orgullo de México

por NellyG

Nos cupo la dicha de haber sido invitados al noveno aniversario del viñedo El Cielo, en el Valle de Guadalupe, a unos minutos de Ensenada, Baja California Sur.

Sin duda es un sueño hecho realidad; sueño que inició hace una década Gustavo Ortega, al que se sumaron con entusiasmo José Luis Martínez y Dolores López Lira, todos amantes del vino, que han logrado no solo un maravilloso resort-viñedo, sino que son ejemplo para muchos, por sus buenas prácticas de sustentabilidad, su compromiso con la comunidad, y de manera especial el éxito que han tenido con sus vinos, varios de ellos ganadores de medallas en el Concurso Internacional de Bruselas, entre otras cosas.

El evento de tres días estuvo lleno de sorpresas, maravillosas degustaciones y maridajes, divertidas actividades y mucho aprendizaje, todo organizado por el equipo de Gustavo con la siempre cálida y cariñosa anfitrionía de Lolita.

Ya estábamos cómodamente sentados Alice y yo en uno de los restaurantes del resort, dispuestos a degustar los primeros platillos, acompañados de la primera copa de un Pleiades, Cabernet Sauvignon, bien frío, cuando llama Lolita y dice “vénganse para acá” … sin más explicaciones. Y allá vamos; se trataba de una comilona en su casa, donde pudimos departir con el Padre de la capilla construida por ellos mismos en el viñedo, el enólogo Jesús Rivera y su hijo Chuy, mejor conocido como “Chuyito”, enólogo también, Gustavo y Gina, Dolores y José Luis, entre otros. Las viandas se acompañaron con el chispeante Hypatia, un espumoso brut 2018 que Gustavo y los enólogos produjeron a insistencia de Lolita, una amante de las burbujas.

“En el Cielo los vinos los hace Jesús”…

Por la noche la cena para degustar otros vinos y el día concluyó con un recorrido nocturno por el viñedo para observar estrellas y constelaciones, copa llena en mano por supuesto con explicación astral incluida, haciendo cabal referencia a las 22 etiquetas vinícolas del Cielo, todas alusivas a estrellas, astros y constelaciones.

Iniciamos el siguiente día desayunando unos huevos benedictinos con borrego, para después realizar un muy interesante recorrido en carretas por todos los laberintos de la vinícola, en donde fuimos afortunados de tener la explicación personal y amable de Gustavo Ortega, acerca de las características de la tierra, de los diferentes varietales que se producen en sus 22 hectáreas, que incluyen los Cabernet, los Pinot Noir, los Malbec, los increíbles Tempranillos y muchos más; de los retos y oportunidades, de los secretos y de los logros. Durante el trayecto degustamos un Rosé frío, simplemente exquisito.

Durante la muy campirana comida en un jardín, tuvimos la oportunidad de probar por primera vez el Galileo, un delicioso y muy aromático Tempranillo 2018, que se asemeja a los vinos corposos de la Ribera del Duero. Eventualmente el camarero quería cambiarme a Copernicus, pero nada, una vez que probé el Galileo, se convirtió en mi favorito.

Luego de la comida a base de asados a la leña, pasamos a la cava subterránea, en donde tuvimos una increíblemente divertida experiencia en la actividad  “Arma tu propio vino”…

Ahí estábamos varios de los invitados al evento, en su mayoría periodistas e influencers, en una hermosa mesa de madera larga tipo tablón, en donde fuimos provistos de un par de botellas de vino sin etiqueta, una tenía escrito en marcador Cabernet y la otra Malbec; fuimos dotados también de una probeta, un embudo, una jarra de plástico con medidas y dos hermosas copas de cristal bohemia, por supuesto por persona.

Con la gentil, paciente y muy profesional explicación de Natalia, nuestra sommelier particular, procedimos a la degustación de cada uno de los tintos provistos. Hicimos la prueba de la vista, descubrimos el cuerpo del vino, su corona al servir y todos esos detalles que uno observa en la copa, para pasar al olfato y finalmente la exquisita prueba del gusto. Ejercicio que hicimos lo más serios que nos fue posible con cada uno de los dos caldos; sobra decir que en medio de risas y bromas de todos los practicantes.

Una vez concluida la degustación seguía la tarea de decidir cómo habría de ser nuestro particular ensamble a gusto de cada participante; es decir, teníamos que decidir qué porcentaje de cada uno iría en nuestro propio vino, cantidades que verteríamos en la probeta primero, para luego pasar a la copa y probar nuevamente.

Decidida la mezcla, se vertía la misma en la jarra de un litro con medidas. Hecho esto, el contenido de la jarra se vertía ahora con el embudo cuidadosamente, tratando de no reír mucho, en la botella limpia que se nos había asignado. La botella, como es lógico, era de 750ml. Por lo que, al vaciar la jarra, quedaban en la misma aún 250 ml de nuestro propio ensamble, así que no quedaba más remedio que usar las copas y beber de nuevo para celebrar el fin del proceso. Ya imaginarán lo divertido.

Posteriormente llevamos nuestra botella personal, al punto en el que se coloca el corcho, en el aparato manual; hay que pisar un pedal y jalar con fuerza con ambas manos para que baje el corcho y entre en la botella, por supuesto con un ayudante; a estas alturas, ya llevamos varias copas de vino en el vientre.

Por último, regresamos con Natalia, quien nos proporcionó etiquetas y un marcador, para poner nombre a nuestro ensamble; el mío se llamó Apasionado, y el de Alice, Aire; ambos 75% Cabernet y 25% Malbec, 2019, la mezcla perfecta. Creo que esta tarde, luego de escribir esto, voy a descorchar Apasionado y brindaré con él.

Si vas al Cielo, querido lector, no te pierdas esta experiencia; está disponible previa reserva, a precios muy razonables.

El siguiente día pudimos atestiguar el compromiso con la comunidad de José Luis, Dolores, Gustavo y Gina, al ser invitados a la firma del Convenio de Colaboración entre El Cielo y la Universidad CETYS, Campus Ensenada. La firma se llevó a cabo en el recién inaugurado Auditorio El Cielo donado por la vinícola y en el marco de la firma, entregaron un cheque simbólico de 500 mil pesos a la Universidad, el primer donativo en apoyo a la institución para la formación de jóvenes en el desarrollo de la vitivinicultura.

El evento por el noveno aniversario del Cielo, concluyó con una increíble cena gourmet de cinco tiempos en el Restaurante Latitud 32.

Precedió a la cena un coctel de bienvenida en donde se presentó la sorpresa de la noche y sin duda del año, el nuevo espumoso de la casa, un Rosé 2019, que lleva por nombre Lira, un Pinot Noir, Chardonnay, burbujeante, con deliciosa acidez.

Atestiguó el acto Julien Debarle, vicepresidente de Operaciones de Hoteles El Presidente, cadena que orgullosamente opera el resort desde tiempo reciente.

Aproveché el acto para obsequiar a los fundadores de El Cielo en nombre de mi esposa y de su hija, Alexa Gargari, un óleo en madera, inspirado en una de las fachadas de la vinícola, obra de Alexa, quien lo pintó en agradecimiento a las atenciones que recibió en su visita al Cielo, meses atrás.

Entregué también algunos ejemplares del libro “LOMAS cerca del Cielo, un Sueño Mexicano”, la historia de la vida de José Luis y Dolores, de mi autoría; firmé algunos libros con gran satisfacción.

Sobra decir que la cena maridaje dio inicio con el nuevo Lira 2019, para acompañar un tartar de chutoro.

Seguimos con el más delicioso Crab Cake que he probado acompañado de Capricornius 2016, chardonnay; continuó la fiesta con una lubina con salsa de coral y cognac, maridada con Cassiopea 2014, Savignon Blanc.

El platillo estelar sería un Short Rib braseado con especias en excelente cocción lenta, que iba perfecto con una copa de un gran vino tinto, Polaris 2018, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot y Malbec, simplemente exquisito.

El gran final fue un mousse de chocolate amargo y foie, sublime con un Sirius 2017, Nebiolo; francamente inmejorable.

Deliciosa cena, a cargo de los chefs Alex Daboub y José Luis Ronquillo y fantástico maridaje a cargo de la sommelier Georgina Estrada. ¡Felicidades!

Visitar el Cielo, es una experiencia gastronómica, enológica y cultural sin duda. No hago mención de las fantásticas suites con sus chimeneas y fogatas incluidas, porque lo dejo a la imaginación de los curiosos lectores.

El Cielo, en el Valle de Guadalupe, es sin duda un orgullo de México. En cuanto les sea posible a mis ocho lectores, dense una vuelta.

Sergio González
  • Al buen entendedor
  • Presidente de la AMATUR
  • Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
  •  sgrubiera@acticonsultores.com