¿No les encanta nuestra cultura mexicana? Tenemos tantas cosas positivas y admirables, pero tenemos un gran defecto: como hemos sido educados por el Canal de las Estrellas, nuestros referentes educativos son las telenovelas. Así que pensamos que muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor fueron organizadas por la mala o el malo de nuestra telenovela personal. Esta forma de pensar histriónica nos lleva a tomar decisiones basadas en una percepción errónea de la realidad. Es una característica que veo en todos los niveles educativos; obvio que entre más educación, la tendencia a resistir este fenómeno es mayor.
Tenemos las elecciones a la vuelta de la esquina y las campañas han utilizado esa forma de pensar para crear un malo: tenemos un presidente que sale todos los días en una pantalla como si fuera el actor más guapo y se queja amargamente de los malos que no lo dejan consolidar su maravilloso amor por el país. ¿Le creemos? Pues claro, es la campaña más vieja, pero la más efectiva; esta campaña se ha usado a lo largo de la historia. Los nazis la usaron para convencer que los judíos, gitanos y negros eran los causantes de todos los males. Fidel Castro: malditos gringos. Lenin: muerte al zar. Salirnos de esta narrativa es sumamente difícil, porque se empieza a volver un pensamiento colectivo; al ser animales sociales copiamos comportamientos y aceptamos ideas, incluso algunas de las cuales ni siquiera nos hacen eco. Tener un ‘malo’ le permite a los regímenes perpetuarse en el poder, ya que los cuestionamientos de la mayoría se vuelven débiles y se toleran situaciones pensando en “pobrecillos, no han podido lograr su objetivo porque hay factores ajenos que no se lo permiten”.
Si pensamos en las telenovelas, ¿no es frustrante que la buena siempre se deja pisotear y mangonear por la mala? no toma acción para llevar su vida a mejores horizontes, sólo se victimiza y espera ser salvada por alguien externo. Igualito pasa con los regímenes totalitarios, al culpar a otros dejan de liderear iniciativas. El poder sólo es usado para generar recursos que les permitan perpetuarse, aún a costa del desarrollo del propio país. Venezuela, Cuba, Rusia, etcétera.
Hagamos conciencia de nuestras percepciones, dejemos de lado nuestra histeria colectiva y empecemos a ser realistas. ¿Qué funciona? ¿Qué no funciona? ¿Qué queremos mañana? Si nuestra participación se vuelve crítica, objetiva, realista y dejamos de comprarnos ‘al malo de la telenovela’ nos daremos cuenta de que únicamente nosotros mismos podemos cambiar la narrativa de la historia de nuestro México. Salgan a votar, participen en la Sociedad Civil Organizada que realmente haga contrapesos, exijan a sus gobiernos locales resultados específicos alcanzables y tangibles. Seamos protagonistas, héroes y no víctimas.
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