El reloj que colgaba de la recepción, en el número 10 de la calle Nicolás-Appert del distrito XI de la capital francesa, marcaba las 11:00 de la mañana ese miércoles 7 de enero del 2015. Todo lucía normal a media mañana en las oficina del semanario parisino Charlie Hebdo, cuando dos hombres vestidos de negro, con la cara cubierta y armados con fusiles de asalto tipo AK-47, una escopeta y un lanzagranadas, entraron disparando a los empleados de mantenimiento que se encontraban ahí, matando a uno de ellos y tomando como rehén a otro, quien tuvo que facilitarles el acceso al recinto. Aunque trató de despistarlos llevándoles a la tercera planta, los terroristas acabaron llegando a la puerta blindada que custodiaba la redacción en la segunda planta, donde en la sala de reuniones se encontraba el grueso de la redacción trabajando en la edición de la revista. Preguntaron por Charb, su principal objetivo, a quien una vez identificado abatieron a tiros, junto con los demás miembros de la redacción que ahí se encontraban. Consumado así el más sangriento acto de terrorismo en Francia en los últimos 50 años, los dos asesinos se retiraron de las oficinas del semanario al grito de Al-lahu-akbar, Alá es más grande.
Esa fue la respuesta del grupo terrorista de Al Qaeda, “… contra aquellos que insultan al profeta elegido… como una venganza por el mensajero de Alá…” en referencia a las caricaturas publicadas por Charlie Hebdo. El ataque causó la muerte de doce personas, incluyendo al editor Charb, otros ocho empleados de la revista y dos agentes de la policía nacional, mientras que otros 11 resultaron heridos.
Y la respuesta de la comunidad periodística y no periodística por supuesto que fue de repudio e indignación. Je suis Charlie, se convirtió en los siguientes días en un trending topic en las redes sociales y en todos los medios, para así expresar su indignación a la intolerancia y al terrorismo que, escudados en su absurdo fanatismo religioso, siembran el terror y lejos de conseguir callar las plumas las exacerban.
La respuesta de la policía, por otro lado, fue buscar a los criminales hasta encontrarlos, dos días después, atrincherados en una tienda judía cerca de Porte de Vincennes donde tomaron rehenes judíos, y finalmente fueron abatidos por las fuerzas del orden después de que cuatro de los rehenes fueran asesinados.
Parece esto más una historia digna de una película de Hollywood estelarizada por Liam Neeson o Daniel Craig; sin embargo, fue parte de la vida real en pleno siglo XXI.
Y nuestra respuesta desde la redacción de Grupo Editorial Latitud 21 es acusar los hechos y repudiarlos. Condenamos la respuesta de este grupo terrorista a las ofensas que le hicieran estos editores y caricaturistas a sus creencias. Cualquier acto de violencia y terrorismo es completa e incondicionalmente condenable. Sin embargo, esa fue la respuesta a la falta de respeto y de sensibilidad que consistentemente demostrara la revista satírica Charlie Hebdo a creencias fundamentales, no solo del islam, también de los católicos y de los judíos.
Entiendo que no compartan las creencias islámicas los editores de dicha revista, pero eso no les da derecho a burlarse y hacer sátira de las creencias religiosas de los musulmanes ni de nadie. El derecho de expresión no puede ni debe de invadir el respeto al individuo en ningún momento y mucho menos agredir su esencia y sus creencias, por muy absurdas o ridículas que nos parezcan. Los medios de comunicación claro que tienen el derecho a expresarse, pero también tienen la responsabilidad inalienable de hacerlo con veracidad y respeto a los lectores y a la gente o grupos de los que informan.
La respuesta de la revista Charlie Hebdo, sin embargo, fue entonces sacar en su portada a Mahoma con el encabezado Je Suis Charlie. Y ahora la respuesta de muchos grupos musulmanes en todo el mundo es de nuevo de indignación y de coraje por ser nuevamente ofendidos y agredidos, por lo que amenazan con más violencia.
Por lo tanto la respuesta de los gobiernos de Francia y de muchos otros países como Bélgica y Estados Unidos ha sido ponerse en máxima alerta por posibles ataques terroristas.
Y seguirá habiendo respuestas, mientras no prevalezca la tolerancia, la sensatez y el respeto de todas las partes, lo que no parece estar ocurriendo, ni en Francia ni en muchas partes del mundo.
Y viene a mi mente una frase que mi padre me solía repetir con frecuencia, para educarme en el valor de la civilidad y de la convivencia en armonía: “Hijo, el respeto al derecho ajeno es la conservación de la dentadura”.
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