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Revista Latitud 21
Categoría:

Sergio González

  • Al buen entendedor
  • Presidente de la AMATUR
  • Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones «Vital»
  •  sgrubiera@acticonsultores.com

La alicaída Sectur y las pifias de Torruco

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 septiembre, 2020

Al buen entendedor

Sergio González Rubiera
Presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes de Quintana Roo • sgrubiera@acticonsultores.com


No se trata de criticar por criticar todo lo que hace el gobierno, sólo porque es el gobierno; se trata de que el turismo, nuestro sector, siendo la industria que más aporta al Producto Interno Bruto nacional (aunque éste ya no se mida, porque ahora habrá de medirse el estado de bienestar), siendo la actividad económica que genera más de 4 millones de empleos, entre otros tantos beneficios económicos, sociales y culturales, que ha convertido a México en potencia mundial en la materia, se encuentre en el total abandono y enfrentando el desdén oficial desde el día uno del presente sexenio.

El turismo como actividad económica y como motor de desarrollo, no sólo no ha figurado en el plan del gobierno federal, ni en el discurso oficial, con la única excepción del muy controversial Tren Maya, sino que ha sido soslayado, minimizado y se puede afirmar que hasta se ha atentado seriamente contra su desarrollo.

Se esperaría entonces la interlocución de la Secretaría de Turismo, la secretaría del sector, el ente que fuera capaz de aglutinar a las fuerzas vivas de tan importante asignatura y ser capaz de propiciar los encuentros, los debates, las alianzas entre todos los actores públicos y privados, para arribar a las mejores conclusiones y ser capaces de obtener el acuerdo presidencial en favor de una industria que puede ser la gran alternativa de desarrollo económico y generación de empleo para México.

Pero tristemente, Sectur ya no existe; la hemos perdido. 

Ya hemos dicho alguna vez en este espacio, que Torruco no puede ser un secretario de Turismo objetivo y eficaz, entre otras, por tres razones fundamentales: es soberbio y arrogante, eso no le permite escuchar; está totalmente desactualizado, no entiende nada de nuevas tecnologías, ni nuevas tendencias, eso se refleja en sus decisiones o la falta de ellas y su absoluta fe ciega y devoción por el presidente; eso no le permite proponerle, convencerle o sugerirle. 

De manera que la soberbia, desinformación y culto al líder, nos llevan a lo también ya antes dicho en estos espacios, en el turismo estamos completamente solos, e ingenuos somos si pensamos que habrá cambios, que escuchados seremos, o que novedosas y competitivas estrategias nos habrán de ser propuestas; no mis queridos ocho lectores, no, estamos irremediablemente solos en este desierto de la sinrazón gubernamental de la transformación de cuarta y creativos habremos de ser nosotros para poder avanzar, además de pacientes para esperar a que los tiempos democráticos nos lleven hacia mejores rumbos.

Al desaparecido CPTM, lo vino a “sustituir”, si es que el concepto aplica, el llamado “Consejo de la Diplomacia Turística”, que ni es consejo, ni es diplomático, y de turístico lo único que tiene es a sus integrantes, casi todos muy distinguidos y reconocidos empresarios de nuestro sector con impecables credenciales pero que, sin agenda, sin liderazgo y lo peor sin recursos, poco podrán ejecutar. 

Esas falencias en la errática conducción de la triste y casi inexistente Sectur, explican fácilmente por qué la vergonzosa fachada, contenidos y estrategia, si es que tiene alguna, del sitio conocido como Visit México. Producto del descuido y la indolencia total, siendo de lo muy poco que nos quedaba en promoción nacional e internacional se ha convertido VisitMexico en el hazmerreír de la industria.

La verdad es que por pura dignidad el secretario ya debería haber renunciado hace mucho. Para él era más una cuestión de ego, capricho y sueño personal, que un verdadero compromiso con el sector turismo. Ese, hasta hoy no se ha sentido. 

Un viaje para expulsar al demonio

por NellyG 9 agosto, 2020

Al Buen Entendedor…

Por Sergio González

Luego de varios días con el coronavirus en el cuerpo y de que los medicamentos no hicieran el efecto deseado, pues continuaba la debilidad y el decaimiento, uno de mis hijos viene con su recién comprado oxímetro portátil, para atestiguar que saturaba oxígeno al 87 / 88%, situación que los hijos consideraron grave y que ameritaba ir al hospital.

Acompañado de mis hijos y mi novia Alice, me aproximé a Hospiten, donde no había camas disponibles en terapia intensiva, sitio que a decir de todos, tenía que llegar directo. Galenia no recibía enfermos de COVID-19 y me quedaba la opción del Hospital PlayaMed.

Llegamos sobre las diez de la noche del sábado 4 de julio al citado hospital, en donde me recibieron de inmediato.
Una vez dentro, en terapia intensiva, me quité la ropa, me despojé de cartera y reloj, para entregárselos a mi hijo Sergio.

Luego de decenas de preguntas, revisión de signos vitales, muestras de sangre y demás pruebas, me sometieron a tomografía, para finalmente, cerca de las 02:00 am, ser instalado en el cuarto número 14, donde iniciarían mi tratamiento.

No entraré en los detalles de lo ocurrido en ese cuarto a partir de aquella noche, por una parte, porque no los recuerdo bien del todo y por otra, porque ello me alejaría del relato que ahora quiero contarles.

No puedo precisar qué día, qué fecha, ni a qué hora, porque al parecer no tengo registro de ello, pero según mis propios cálculos, al cabo de una semana me di de alta de aquel hospital eventualmente “curado” del COVID-19 y muy agradecido con los doctores.

Sin embargo, algo o alguien me decía que aún tenía “al demonio dentro” y me empeñé en que había que sacarlo.
Uno de mis hijos, el arquitecto Alan, me dijo que sus amigos, los hermanos Pacheco, sabían de un “brujo” milagroso que te curaba con unos mariscos o algo así. Así que emprendimos el viaje en tres pequeñas lanchitas hacia un lugar desconocido. No recuerdo sobre qué costa, ni en qué dirección navegamos hasta llegar al sitio donde nos recibieron con cocos y de inmediato algún pescado que tampoco recuerdo bien. Lo destacable es que al final nos quedaron unas espinas anchas, clavadas en alguna parte del paladar que además de incómodas producían dolor y no había manera de sacarlas. Más tarde llegó al rescate un norteamericano que en una especie de submarino nos llevaría de aquel sitio hasta la clínica de un doctor inglés que habría de extraernos las espinas aquellas.

Cruzamos una bahía para llegar a una isla exuberante, y en ella había un sitio todo de madera fina, bien acabada, que parecía una clínica de rehabilitación, operada por el doctor inglés y su hija, que se especializaban en la cura contra el COVID-19.

Luego de horas en aquel lugar, no nos inspiró confianza, ni el sitio, ni el británico y “nos escapamos”.
Finalmente, terminamos en alguna costa en medio de una especie de celebración bajo el agua, con música, bullicio y gente que nadaba-bailaba alrededor de diminutas langostas. Recuerdo con angustia que quería salir de aquel lugar, pero me resultaba imposible llegar a la costa, hasta que finalmente concluía la música, el ruido y todos salían del agua. Me sacaron cargando entre varios y decían que tenían que hacerme un tratamiento. Recuerdo que mi hijo Alan, me dijo alarmado que tenía un pedazo de cristal en un oído. Y guardo aún en la mente que me tuvieron horas en la playa temblando de frío.

Pasada la noche y ya sin frío, continuaba el plan que me había trazado con Alice de viajar a Macao. No sé cuántas horas de vuelo, ni qué clase de avión nos transportó, pero llegamos a Macao, desde donde recuerdo claramente haberle llamado a mi buen amigo el doctor Sergio Cardoso, director Médico del Hospital PlayaMed, para contarle que estábamos por allá con el propósito de “sacarme el demonio”. Mi tocayo me dijo: “pero ¿qué haces ahí? si yo ya te curé de eso acá.” le dije: “quiero asegurarme, tocayo”.

Llegamos a un hotel de lujo cerca de la playa. Nos recibieron en una palapa central muy grande y me llevaron directo a una cama cuadrangular colgante, que era como una jaula de bambú. Antes de subirme a ella, me pidieron forma de pago e identificación. Le entregué entonces mi cartera a Alice para que se ocupara, señalándole en especial mi tarjeta del Seguro GNP y mi credencial del INE.
Acto seguido, un chino me subió a la cama antes mencionada, me pusieron boca abajo y me ataron. Luego elevaron la cama que flotaba en el aire y se columpiaba suavemente. Alice y mi madre, que se había incorporado a la escena, me observaban desde la playa y yo las veía con nostalgia a través de las rendijas de bambú.

Casi de inmediato, obscureció y empecé a tener alucinaciones. Tenía múltiples visiones, todas en blanco y negro. Eran más como sombras. Veía pequeñas tribus de nativos bailando alegremente, daban muchos brincos y todos pasaban muy junto a mí. La escena cambiaba luego por mujeres negras con vestidos muy folclóricos que también bailaban sin cesar. Había también unos animalitos muy curiosos, casi simpáticos, que brincaban en dos patas avanzando siempre hacia mí. Todas las imágenes iban acompañadas con ritmo de tambores.

Eventualmente, el chino aparecía debajo de mí deslizándose como en una tabla corrediza debajo de la cama, supervisaba algo y se desaparecía de nuevo deslizándose; sus movimientos eran muy rápidos.
Parecía que el chino era el responsable de cambiar las escenas que alucinaba, porque de repente hacía un movimiento fugaz y la cama flotaba hacia un interior del hotel, como a un gran lobby y la escena era instrumentos musicales como de una gran banda, todos en sombras negras y en miniatura. Esa escena duraba muy poco, pero se repitió varias veces durante la noche.

El estar atado y boca abajo empezó a cansarme y comencé a llamar al chino para que me soltara, ya quería bajar de ahí, pero mi voz no era escuchada mientras que las imágenes de los danzantes, los animalitos, las sombras de bicicletas y los instrumentos musicales seguían apareciendo.
Casi al amanecer sentí que la cama bajaba hacia la playa y me alegré, y a través de las rejillas de bambú vi a Alice y a mi madre haciendo una especie de baile, parecido al de las tribus. Movían los pies a gran velocidad como dando pequeños brincos con los que parecían estar pisoteando insectos, o apagando alguna braza encendida.
Nuevamente cambié de escenario sin saber cómo, ni cuándo llegué a él. Me quedé sin la dicha que anhelaba de abrazar a Alice y a mi madre y repentinamente estaba sentado en una gran silla de alguna madera preciosa rojiza que estaba a la entrada de lo que parecía un templo.

Quería levantarme de ahí para ir en búsqueda de mis acompañantes, pero una gran almohada pesada que me aprisionaba el pecho, me lo impedía. Sentía fatiga y sensación de no poder respirar, como en la cama flotante, nuevamente me sentía atado de alguna manera. Empujé y empujé con todas las fuerzas de mi cuerpo y logré sacarme de encima la gran almohada para atestiguar que no era una almohada, sino el chino.

El chino se incorporó muy molesto, luego del empujón, me miró con cara amenazante y volvió a reposarse sobre una parte de mi cuerpo casi asfixiándome con su humanidad.
Entrada la mañana no vi pasar decenas, sino centenas de monjes vestidos de negro que acudían sonrientes a una especie de encuentro. Llegaban de todas partes, se tomaban fotografías y sonreían, algunos me saludaban inclinando la cabeza y algunos otros hasta pedían una foto conmigo, pero el chino se los impedía. Parecía una convención de monjes y mi silla se encontraba a la puerta del recinto.
Luego de horas, cambié de escenario sin saber una vez más con precisión cómo llegué ahí, aunque esta vez tengo casi la certeza de que el chino me llevó ante mis constantes reclamos de que me liberara.

Me llevó hasta un punto de la ciudad en donde se detuvo una gran limosina de color negro. Me hicieron entrar en el auto de lujo y ahí vi a un gran señor; era un chino, grande, robusto, vestido de traje obscuro, acompañado de otras personas que parecían sus súbditos. El chino jefe, con un gesto amable, me invitó a sentarme cerca de él.
Al poco tiempo, no me explico cómo, pero nuevamente yacía en el piso de la limosina y el gran chino, el jefazo, era ahora quien me asfixiaba con su tremenda humanidad.
Hasta atrás del lujoso vehículo, viajaba un personaje de aspecto occidental que tomaba algún licor en copa gigante de cognac y fumaba un puro echándome todo el humo en la cara mientras sonreía.

En algún momento el gran jefe se dirigió a mí y me dijo: “la familia de tu mujer también ha contraído el virus”. No sabía cómo, ni de dónde, él había obtenido tal información, pero parecía muy seguro. Luego la limosina se detuvo frente a un restaurante, aparentemente de lujo, y podía ver a través de las ventanas, a mi novia Alice, a su madre, a mi amiga española Amalia y a mi cuñada “La Popis”. No pude hablar con ninguna de ellas, sólo las observé; traté de hacerme un selfie para enviárselas, pero me fue imposible y luego la limosina avanzó. Me quedé con esa imagen en la mente y la tengo clara hasta hoy.

En algún punto de la ciudad descendió el gran jefe, se quedaron los demás y a mí me dejaron atado. Más adelante se marchó el hombre del puro y al parecer sólo nos quedamos el chofer, a quien nunca pude ver, mi eterno guardián el chino y yo.

Insistía de todas formas para que me desataran y me dejaran bajar del vehículo, pero nadie me escuchaba. Yo no los podía ver, estaba en el piso en algún lugar de la limo y desde ahí solo hacía ruidos para llamar su atención.
En algún punto me sentí aterrado, luego de dar vueltas por quién sabe que sitios, cuando escuché a alguien decir, algo como “yo no sé, a mí solo me piden que abandone los cuerpos”…

Empecé a sospechar que pretendían ahora deshacerse de mí.
Finalmente, luego de horas a bordo de aquel auto y al parecer muy lejos de la ciudad, llegamos a una especie de establo, ahí bajamos el chino y yo, y el auto se marchó.
El chino que me llevaba atado de una mano a él me introdujo en un cuartucho reducido que parecía como una bodega del establo y que olía a caballos.

Ahí me puso en el piso, me ató una mano a la pata de un mueble y la otra la enganchó en alguna parte de un baúl, luego me aventó una almohada y me dijo: duerme.
Yo no podía dormir, estaba exhausto, harto de estar atado, ansioso por ver a mis seres queridos y ahora también temeroso. Le dije al chino: “mejor llévame con los míos, ya estoy curado” … él solo respondió: será mañana.
Más tarde, alguien llevó a la misma choza a mi hijo Lester. Lo pusieron junto a mí con la misma instrucción, “duerme”. Me parece que él no estaba atado.
Recuerdo haber estado muy molesto con Lester porque se ponía a chatear con su celular que emitía un ruido al enviar cada mensaje y me parecía que con tanto ruido no dejaríamos dormir al chino y menos querría llevarme al día siguiente temprano con mi gente.

Por la madrugada, casi al amanecer, insistí de nuevo al chino, quien dormía dentro del baúl, para que me llevara, asegurándole que ya se me había salido el demonio y que estaba curado.
Finalmente, el chino se puso de pie, me vendó los ojos y salimos. Era una fría mañana y podía escuchar los jadeos y ruidos que emite un caballo. Eso me hizo pensar que el chino me llevaría a caballo hacia mi destino.
Luego de un rato de sarcasmos, burlas y charla sin sentido entre el chino y una mujer, me di cuenta de que se estaba burlando de mí y que nunca me llevaría.

Al reclamárselo al chino, sin tener muy claro, porque no lo recuerdo, cómo lo hizo, ni cuáles son los detalles, pero me cambió de sitio y me dejó atado y abandonado en la rústica vivienda de unos mariguanos que al parecer vivían en una suerte de comunidad. “Mariguanos” digo, porque al parecer, sembraban, vendían y consumían mariguana.
Entre ellos había una mujer europea, una anglosajona de cabellos rubios largos y sucios que apenas hablaba, parecía la mujer del líder.
Cuando me encontré sólo con ella, le dije “oye, tú pareces buena persona, desátame, por favor, te lo ruego, no me maten”. Estaba seguro de que me querían matar, quizá era el encargo del chino, y de que me ejecutarían por escaso dinero.
Luchando solo como podía y tallando mi brazo contra el catre en el que me encontraba, me fui quitando uno de los amarres, mientras le rogaba a la europea que me liberara.
Repentinamente aparece su pareja, el lidercillo del grupo y dice en tono irónico “mucha conversación por aquí ¿no?”, mientras veía con molestia mi brazo derecho casi libre de las amarras y a la mujer le dedicaba miradas de reclamo.

Me armé de valor y le dije: “mira, yo sé que quieren matarme, no sé cuánto te paguen, pero si nos llevas a mi hijo que está en el establo y a mí al hotel y nos dejas vivir, te pago 90 mil pesos en efectivo, te los entrego apenas lleguemos al hotel”. Se puso en cuclillas, me miró fijamente y luego la miró a ella. Se hizo un silencio. Finalmente se puso de pie, salió de la habitación y se dirigió al cuarto contiguo desde donde se escuchaban las conversaciones. Había otra pareja ahí y un hombre solo. El líder se aproximó a ellos y les expuso mi oferta. Luego de unos segundos de silencio, la mujer dijo: “podríamos comprar una carcacha”. Uno de los hombres interrumpió para decir: “mejor sembramos mariguana, pronto habrá turistas y la podemos vender muy bien”; hubo risas y comentarios, hacían planes sobre cómo gastarían el dinero y cómo lo repartirían; luego hablaron con entusiasmo sobre llevar una libreta y en ella anotar todos los gastos.

Aquella discusión era música para mis oídos, parecía que aceptarían mi oferta. El líder se aproximó hacia mí y me dijo: “está bien, salimos mañana por la mañana”. Di gracias al cielo en silencio. ¡quería vivir!

Estaba por venir un difícil e incómodo viaje de cuatro horas en alguno de sus destartalados vehículos, pero me motivaba pensar que pronto podría abrazar a Alice y contarle esta terrible experiencia.
Un grupo saldría primero con Lester a bordo, con quien no había podido hablar nada, ni decirle que sospeché que querían matarnos, ni de mi plan para salvarnos. Pensaba que si ellos llegaban antes que yo al hotel, Lester tendría que hablar con mi amigo Alberto, el español, quien seguro ya estaba ahí, tanto para sacarse también el demonio, como para buscar a Amalia, quien habría llegado antes, y que le facilitaría el efectivo prometido para nuestros captores; Alberto siempre lleva efectivo consigo, pensé.

Mi transporte se demoraba en partir y recuerdo que el líder y la mujer europea se repartían múltiples quehaceres en la casucha y alimentaban a los perros, yo sentía mucho frío.
Hasta ahí recuerdo con claridad. Luego algo debió haber pasado que frustró mi traslado, pues según me pudieron contar en el hospital aparecí abandonado en la arena, semiinconsciente y temblando de frío.

Alguien me recogió y me llevaron al hospital.
Recuerdo haber esperado largas horas en la recepción de un hospital a que llegara un médico que me revisaría; escuché a alguien decir que tenía arena en los pulmones. Luego me internaron y un doctor me explicó que me tendrían que entubar.
Pasados unos días llenos de incomodidades, un doctor me dijo que había llegado la hora de extubarme, práctica que llevó a cabo estando yo consciente.

Al día siguiente vino un doctor diferente y me dijo con claridad que ahora todo dependía de mí, si me movía, si no respiraba bien, si no tosía como es debido, me podrían volver a intubar. Pasé la noche casi inmóvil, muy incómodo, tosiendo de vez en vez y tratando de acatar todo lo que aquel doctor dijera, al día siguiente vendría a revisar mis pulmones y si quería salir de ahí, estos deberían verse mejor.

A ese doctor nunca lo volví a ver. A la mañana siguiente vino otro doctor muy amable y me dijo: Don Sergio, felicidades, va usted muy bien, ahora le informamos a sus hijos.

Me quedé perplejo, mis hijos ya sabían que estaba yo ahí, así que seguramente lo sabrían también Alice y mi madre, eso me alegró un poco. No sabía cómo se llamaba el hospital, ni dónde estaba exactamente, pero tendría que ser un lugar próximo a Macao…

Preguntando a los enfermeros indagué que el hospital pertenecía a Grupo PlayaMed, me pareció sumamente extraño.

Luego me llegó la sorpresa de ver a mi hijo Sergio parado en la puerta de la habitación, hasta ahí podía llegar, no le dejaban acercarse más a mí. Me dio mucho gusto verle y lo primero que le pregunté fue sobre quién se había hecho cargo de pagarle a los “mariguanos”, a los “malosos” y cómo se encontraba Lester. Me dijo:
-Todo bien Papá, ya no te preocupes de nada.
– ¿Pero debo algo aún? insistí.
– Todo bien papito. ¿Confías en mí?
– Sí, por supuesto.
– Entonces tranquilo, todo está bajo control.

Luego le dije a través de la enfermera que me quisieron matar y me dejaron tirado en la arena, pero me salvé. Mi hijo sólo sonrió y me dijo: descansa, mañana vengo a verte.
Hasta ese momento, no sabía que estaba en el Hospital PlayaMed de Cancún.
Por la noche una muy amable enfermera logró que mi hijo se comunicara conmigo a través del celular de ella, lo saludé muy angustiado, le pedí que no me abandonara y quedamos en una hora exacta para vernos al día siguiente. Le pedí también que le dijera a Alice, por favor, que me llamara a ese número de mi amable enfermera, Jenifer, me parece que era su nombre.

A los pocos minutos me llamó Alice y la vi por videollamada, me emocioné muchísimo, le dije que la amaba y que estaba feliz de estar vivo. Le dije que nos casaríamos pronto. Fue una linda llamada; no había sabido nada de ella desde que me bajaron de aquella cama flotante, rodeada de bambú.
Luego de colgar, Alice le envió a Jenifer una canción italiana, “Un Nuovo Bacio” de Gigi D´Alessio, nuestra canción, en una hermosa versión traducida al español, y le pidió que me acercara el teléfono para escucharla y así lo hizo Jeny.
Escuché la canción y rompí en llanto. Jennifer me tomó de la mano cariñosamente y me permitió llorar por unos minutos.
Luego me preguntó más detalles sobre Alice y nuestra relación y le conté como pude, lo que pude. Fue un lindo momento.
No dormí bien y tuve sueños y pesadillas diversas como todas las noches desde aquella, casi hasta el día de hoy.

Al día siguiente vino mi hijo, más tarde de la hora acordada y le regañé por la demora, estaba ansioso por hablar con él y que hiciéramos planes para salir del hospital lo antes posible. Ya no recuerdo si fue esa mañana o la siguiente, pero por fin se despejaron muchas dudas. Al empezar a contarle a mi hijo los detalles de mi experiencia en Macao y cómo estuve cerca de perder la vida, se sonrió y me dijo: “Papá, tú no viajaste a ningún lado, nunca saliste de este hospital desde el 4 de julio” …
– Fue un “chochote”, papi. Para que veas el poder de los fármacos que te dieron.

Imaginarán mi cara de sorpresa y las risas calladas de Chuy, mi enfermero que había escuchado parte de mis historias. Le pedí a Sergio que me contara los detalles, y me hizo un breve resumen sobre mi estadía y las complicaciones, porque la historia era larga.

Mi hijo no podía ocultar su cara de felicidad al verme vivo, lloramos juntos; había despertado del coma dos días antes y me estaba poniendo al día.
Hace un par de días, hablé por teléfono con un neumólogo muy reconocido, quien fue un gran asesor de mis hijos en este proceso y me dijo: “Don Sergio, no sabe la enorme alegría que me da escucharlo y saber que está en recuperación. Su caso de supervivencia es uno de los pocos del mundo para un paciente entubado y con ese cuadro. Felicidades. “

Mis hijos perdieron a su madre hace algo más de un año, y yo no podía permitir que ahora perdieran a su padre, así que fue esa, una de las razones por las que luché.
Dios es grande y los milagros existen. Y sin duda mi fortaleza física y mental contribuyeron para que al final pueda contar esta historia. Gracias Sergio y Lester por todo.

Hoy me recupero en casa con los cuidados y cariño de Alice.
Vencí al COVID19.

Promoción turística privada

por 2 julio, 2020

Al buen entendedor

Sergio González Rubiera

Presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes de Quintana Roo • sgrubiera@acticonsultores.com

Casi desde el inicio de este sexenio, decíamos en este espacio, que se vislumbraba claramente que los turisteros estaríamos solos los próximos años; desde el anuncio de la desaparición del Consejo de Promoción Turística de México, las señales eran claras y el desprecio del presidente por la actividad turística era más que evidente. La única mención que ha existido en lo que va del sexenio hacia el turismo es para referirse al Tren Maya, proyecto que no tiene pies ni cabeza; sueño guajiro presidencial al que le siguen saliendo detractores.

Hoy con la pandemia del Covid-19, se evidencia de nueva cuenta la necesidad de ser creativos e innovadores para proponer estrategias que puedan dar impulso a la actividad turística, sin contar con el apoyo del gobierno en ninguno de sus tres niveles; de parte del nivel federal, porque no existe ninguna voluntad y ninguna capacidad visible; y de parte de los niveles estatal y municipal, porque los recursos son y serán cada vez más limitados, toda vez que además de las carencias previas, ahora todo se enfocará en sofocar la crisis provocada por la pandemia, tanto en materia de salud como en otras asignaturas prioritarias.

Si bien en Quintana Roo contamos con un Consejo de Promoción Turística y contamos también con la voluntad del gobernador, los recursos son limitados. Por una parte se vienen arrastrando adeudos desde la fallida administración de Roberto Borge y por otra los recursos provenientes del Impuesto al Hospedaje, que fuera creado justamente para la promoción, han tenido que ser utilizados para cubrir otras carencias, unas por la herencia borgista e incluso del gobierno anterior, el de Félix González, lamentable también y otras porque el gobierno federal actual, el de AMLO, ha limitado casi a cero las participaciones federales a los estados, dejando a gobierno estatal y ciudadanos en la total indefensión.

La conclusión es que estamos solos, lo que obliga y compromete a la iniciativa privada a desplegar la creatividad para crear y proponer estrategias que nos permitan mantener a flote al sector turístico.
Ocioso resulta seguir presentando iniciativas y planes estratégicos de reactivación económica al gobierno federal, en donde se han encontrado no solo oídos sordos una y otra vez, sino hasta desprecio y malas formas.

Quintana Roo tiene los atractivos naturales, una belleza inigualable; hotelería del mejor nivel del mundo; estupenda oferta gastronómica, escenarios de ocio y una infraestructura en lo general que nos permite una gran ventaja competitiva. Por otra parte, contamos con la preferencia de una gran cantidad de viajeros del mundo. Tenemos todo para salir adelante. Quizá va siendo hora de que, hasta los impuestos federales, se queden en casa y se canalicen a nuestra reactivación.
Si el gobierno del estado se ocupa de la crisis de salud, de garantizar seguridad a todos los ciudadanos, y los gobiernos municipales mantienen nuestras ciudades, limpias, dignas y a la vanguardia, los turisteros podemos ocuparnos de la promoción.
Quizá debamos hablar de la promoción turística privada.
Hay que ponerlo en la mesa…

sgrubiera@acticonsultores.com

La costumbre del respeto por temor

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 junio, 2020

Al buen entendedor

Sergio González Rubiera

Presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes de Quintana Roo • sgrubiera@acticonsultores.com

Los ciudadanos se ponen irreverentes eventualmente cuando están agotados del abuso, pero al no estar organizados o ser carentes de líderes, su fuerza se desvanece, su movimiento se agota y no se alcanzan objetivos. Claro que hay excepciones, como la muy notable “Primavera Árabe”, entre los años 2010 y 2012, cuando la ciudadanía en un movimiento masivo pero democrático, logró derrocar dictaduras en diversos países árabes, entre ellas la muy notable de Hosni Mubarak en Egipto, con 30 años en el poder.

Pero normalmente y especialmente en nuestros países, existe un “respeto” reverencial, casi de culto al mandatario en turno, que no permite liderazgos debidamente organizados para reclamar cuando es justo, para levantar la voz y demandar cambios.

Las voces que se escuchan fuerte en el reclamo a los gobiernos en turno, son las de los opositores políticos, normalmente a través de la fuerza que les dan sus partidos o sus posiciones en el Congreso, pero son voces casi siempre sin credibilidad entre los ciudadanos, justamente porque se infiere que lo que pretenden es el logro de sus personales intereses o de grupo, toda vez que al paso del tiempo han perdido toda clase de confianza. Aunque fueran legítimos y bien fundamentados sus reclamos y sus demandas, tristemente han perdido toda credibilidad, justamente por su reputación de políticos.

Las voces que podrían hacer contrapeso, ser escuchadas y tomadas en cuenta, son las de grupos de poder alejados de la política, pero esas no se escuchan, por ese “respeto” atemorizado que le tienen a la autoridad en turno, que se convierte en más de una ocasión en pleitesía y culto, perdiendo la enorme oportunidad de ejercer liderazgos que permitieran cambios radicales y sustantivos en la toma de decisiones tanto de políticas públicas como de estrategias económicas y sociales.

Quizá va llegando el tiempo en México, de que los grupos económicos de poder, los intelectuales y académicos y las organizaciones de la sociedad civil, se unieran en la integración de consensos para levantar la voz, sin temor, con el propósito de cambiar la realidad de municipios, estados y país. Exigir los cambios a que haya lugar dejando atrás esas ridículas formas de respeto que se convierten en temor, que no nos permiten avanzar.

El gobernante en turno está ahí para escuchar, y deberá exigírsele con energía y fundamentos que modifique el rumbo si es menester, que acepte sus yerros y que cumpla con su mandato como prometió, o que se someta al juicio del pueblo, el que lo eligió y el que no.

No hay que confundir la verdad, con la opinión de la mayoría.

Cuando cambiemos los modos, cambiarán también las formas de hacer política. Al Buen Entendedor.

La mentira consistente

por Latitud21 Redacción 1 mayo, 2020

Sergio González Rubiera

Presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes de Quintana Roo • sgrubiera@acticonsultores.com

Mentir, como lo ha hecho Andrés Manuel López Obrador desde que inició el sexenio, es grave, pero ocultar o distorsionar la información como aparentemente lo están haciendo en torno al Covid-19 es tremendamente grave, y las consecuencias pueden ser de gran magnitud.

El presidente ha mentido consistente y repetidamente en torno a varios asuntos que han sido descubiertos, evidenciados y comunicados extensivamente a través de muchos medios. Ha mentido en cuanto al multicitado avión y el ridículo, por decir lo menos, anuncio de la rifa; ha mentido en cuanto al manejo de los recursos; ha mentido en cuanto a sus supuestas intenciones de acabar con la corrupción; mintió con el huachicol; miente descaradamente en sus inútiles mañaneras; la mentira es eje central de su gobierno y de sus estrategias.

En adición a las mentiras, se suma por una parte el pésimo manejo que en lo personal hizo de la crisis sanitaria, yendo en contra incluso de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, y en absoluto contrasentido de lo que otros mandatarios del mundo han emprendido; y por otra parte, el lamentable hecho de que todo hace suponer que están ocultando el número de casos positivos o tergiversando la información al diagnosticar ‘neumonías atípicas’ en lugar de coronavirus; cada día que pasa es menos creíble.

Los gobiernos mexicanos, como casi todos los de Latinoamérica, tienden siempre a ocultar sus miserias ante las tragedias. Y por si fuera poco, enfrentamos otro problema en México de proporciones mayores en adición a la debacle sanitaria y económica, y es el hecho de que la polarización que el mismo López ha fomentado podría tornarse en conflicto social y poner en riesgo la estabilidad y la paz social del país.

El desgastado discurso de “primero los pobres”, cargado de mentiras y abusos, y la también desgastada 4T están irresponsablemente enfrentando a la sociedad.

De gran preocupación me parece que la gente se quede sin empleo y sin ingresos, porque además de que de suyo es ya grave el hecho, las consecuencias de ello pueden ser de desastre si no se atiende con prontitud y con una estrategia de Estado, misma que no se ve por ningún lado.

Tres retos, tres preocupaciones: la salud, la economía y la polarización.

A tiempo está AMLO, aunque públicamente siga diciendo mentiras, que es parte de su ADN, y con ello seguir llenando la cabeza de sus inocentes fanáticos.

De no hacerlo, dudo que termine el sexenio… 

Desarrollo sin orden o moratoria

por ahernandez@latitud21.com.mx 3 abril, 2020

Sergio González Rubiera

Presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes de Quintana Roo • sgrubiera@acticonsultores.com

Recientemente presenté mi ensayo con el mismo título de la columna de hoy, mismo que constituyó mi trabajo de ingreso formal a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, institución científica y académica fundada en 1833, que ahora cuenta con su correspondiente en Cancún, que preside el cronista de la ciudad, Fernando Martí Brito.

Lamentablemente el evento quedó enmarcado dentro de la zozobra que nos ha causado la ahora pandemia del coronavirus, que es por obvias razones, de lo único que se habla por estos días. Digo lamentable, porque lógicamente no se le ha podido prestar a mi propuesta la atención debida.  Sin embargo, me congratulo de haber tenido más de cien asistentes, que además de demostrarme su entrañable amistad y solidaridad, mostraron también su preocupación por el tema, que no es menor y que sin duda habré de retomar con entusiasmo y pasión una vez superada la crisis que nos aqueja a todos.

He documentado y fundamentado suficientemente las causas que me motivan a promover una moratoria inteligente en el desarrollo de Cancún y muy especialmente el desarrollo de proyectos hoteleros en la zona hotelera de este municipio.

Presenté un trabajo acucioso y detallado clasificado en cinco grandes rubros: Oferta y Demanda, Desarrollo Sustentable, Medio Ambiente en Riesgo, Infraestructura para el Desarrollo y los Retos de la Ciudad, así como un capítulo de conclusiones que incluye referencias documentadas de moratorias similares decretadas en las Islas Baleares y las Canarias en España.

Entre otros temas sobresalientes a destacar está el hecho de que resulta irresponsable seguir aprobando cuartos de hotel y desarrollos condominales cuando las plantas de tratamiento están totalmente rebasadas y son insuficientes para los más de 30 mil cuartos de la zona hotelera; cuando el drenaje está prácticamente colapsado y las descargas están yendo al manto freático y al mar con la contaminación irreversible para el Arrecife Mesoamericano.  Ilógico aprobar más desarrollos cuando la vialidad está también rebasada y el caos vial es cada vez mayor, así como los tiempos de traslado a los centros de trabajo para la mayor parte de los trabajadores.

Absurdo e irresponsable aprobar desarrollos de gran altura cuando nuestro Heroico Cuerpo de Bomberos no está preparado ni equipado por mucho para un gran incendio.

Y desde luego resulta ilógico seguir creciendo por una simple cuestión de mercado. En Cancún hay una sobre oferta de habitaciones y eso incluye las rentas vacacionales irregulares.  A pesar de ser un destino súper exitoso, aún quedan cuartos vacíos.

Lo retomaremos pasada la crisis del coronavirus.  

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