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Revista Latitud 21
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Eduardo Albor

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Al buen emprendedor pocas palabras

por Latitud21 Redacción 1 abril, 2015

Nada me divierte ni me inspira más que emprender una idea o un negocio, por bueno o malo que este sea. Al frente de Dolphin Discovery he tenido muchas oportunidades de realizar ideas, algunas inclusive sin éxito, pero nunca intimidado por el riesgo al fracaso, ni mucho menos por lo difícil de la empresa. La apertura de algunos delfinarios hubiera hecho perder la paciencia al mismo Job; sin embargo, debo aceptar que puede más la obstinación de mi raza que el mismo sentido común. Ya hace más de 10 años, 12 para ser exactos, que Dolphin se internacionalizó al abrir su primer delfinario en las Islas Vírgenes Británicas y, a pesar del fracaso que más de uno auguraba a una empresa mexicana con espíritu de expansión, sigue recibiendo visitantes que llegan a ese destino en busca de experiencias como las que Dolphin ofrece. Hoy en día, Dolphin opera en seis países y muy pronto en algunos más, para llevar a esta empresa cancunense de la latitud 21 a otras latitudes, donde el sol ya se oculta cuando apenas se asoma en este hermoso paraíso caribeño. Y mientras más conozco, más me llena de orgullo ser un empresario en esta gran nación mexicana, pues en verdad que para sembrar y crecer una empresa en este México se requiere ser más que obstinado, un ingenuo kamikaze. Con la simple idea de constituir y formalizar una sociedad, empieza esta aventura de querer ser empresario. Acudir ante un notario para formalizar la constitución de la sociedad, reunir la documentación que te solicita, acreditar que los recursos no son ilícitos (porque se presume que eres un criminal que pretende, a tus 21 años, lavar los 100,000 pesos con los que aspiras constituir esta sociedad). Posteriormente, la pesadilla de obtener el registro ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), donde pedirás una cita que te darán en tres semanas para que, después de al menos tres cancelaciones, consigas tu Registro Federal de Contribuyentes (RFC), lo que a partir de ese momento, se convierte en el GPS con el que los gobiernos federal, estatal y municipal te habrán de hostigar y perseguir con la misma obsesión del inspector Javert a Jean Valjean. Y cuando crees que ya estás listo para iniciar, ahora comienza la pesadilla que es abrir una cuenta bancaria, donde de nuevo tendrás que demostrar que tu apellido Guzmán no tiene relación ni parentesco con el “Chapo”. Pero el calvario no termina, más bien se intensifica cuando tienes que sacar en promedio al menos 12 permisos, licencias y autorizaciones federales, estatales y municipales, además del proceso a seguir ante las cámaras empresariales y asociaciones a las que tendrás que afiliarte “voluntariamente”.

Desafortunadamente, nada de eso te lo enseñan en la escuela, ni en ninguna universidad, y lo entiendo, pues simple y sencillamente cualquier aspirante a emprendedor terminaría por decidir entrar a la administración pública o simplemente fundar un partido político con tus amigos del salón (no de clases, sino de la cantina) y 18 firmas más que reúnas entre tus seguidores de Facebook.

Es por ello que en Latitud 21 tenemos una misión, queremos seguir reconociendo a los héroes que, lejos de rendirse, día con día generan empleos y arriesgan su capital, aún en lugares como nuestro país, donde lejos de incentivar desmotivan al emprendedor. Y a 12 años de su fundación, queremos ir mas allá del reconocimiento para convertirnos en un promotor de la empresa, al lanzar próximamente nuestra primera convocatoria al EMPRENDEDOR 21. Por que est amos convencidos de que es la empresa el motor de la economía de toda sociedad, a pesar de todas las tribulaciones que se tienen que enfrentar y que, si me pidieran las explique, preferiría responder con la adaptación de una frase popular “al buen emprendedor, pocas palabras”. Arrivederci!!!!

La nueva Santa Inquisición

por Latitud21 Redacción 1 marzo, 2015

El término inquisición o Santa Inquisición hace referencia a las instituciones dedicadas a la supresión de las herejías, principalmente en el seno de la Iglesia Católica. La herejía, en muchas ocasiones, se castigaba con la pena de muerte, misma que imploraban los acusados después de sufrir indescriptibles torturas que harían parecer a Hannibal Lecter un tierno personaje de Walt Disney. La Inquisición real se implanta en la Corona de Castilla en 1478 por la bula del papa Sixto IV y más tarde se extendería a los territorios de la Nueva España, en donde se iniciaría desde los primeros momentos en que los españoles pisaron el continente americano. Tras la conquista se instauró el Tribunal del Santo Oficio, que dependía directamente del Consejo de la Suprema Inquisición, encabezado por el inquisidor general de la Monarquía Hispánica.

El 31 de mayo de 1820 se decreta la extinción del Tribunal del Santo Oficio en México y el 10 de junio del mismo año fue el último día de la inquisición en la Nueva España, cuando un destacamento de 70 hombres y dos cañones al mando del capitán Pedro Llop llegara al edificio de la Plaza de Santo Domingo, sede de la Inquisición en México, con la orden de liberar a todos los reos, algunos de ellos que por más de 30 años permanecieron encarcelados y torturados. A ya casi 200 años de que concluyera este triste capítulo de la historia de México y que a todos nos avergüenza y horroriza por sus prácticas inhumanas, en las que la gente era juzgada sin juicio y sentenciada sin sentencia, parece haber regresado a la hoy República Constitucional y Democrática de los Estados Unidos Mexicanos.

El papel de la Santa Inquisición en México lo ocupan ahora los llamados grupos ambientalistas, que escudados en la protección del medio ambiente, como la Inquisición lo hiciera en la religión, pretenden erigirse en jueces y verdugos de la Santa Palabra y, por supuesto, los únicos portadores de la verdad y capaces de salvar la humanidad. Un ejemplo de esto es el llamado Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), grupo de pseudo abogados inquisidores que, encapuchados en el traje de ambientalistas, hoy pretenden erigirse en los perseguidores de las herejías ambientales para intimidar, chantajear, amenazar y juzgar, sin razón ni derecho, a quien consideren violenta los mandatos de la “santa iglesia ecológica”.

Al igual que la Santa Inquisición, una simple nota anónima, chisme o rumor basta para perseguir al hereje, en donde el empresario es la representación carnal del mal y ellos los únicos portadores de la santa verdad y del perdón.

Con este artículo posiblemente pasaré a encabezar la lista de herejes de este tribunal de la ignominia, en la que no existe derecho de defensa ni de réplica y  cualquier razón o argumento es inspiración de la maldad y la ambición. Cual Galileo y muchos otros, seremos ahora objeto de persecuciones por blasfemos, en donde los modernos instrumentos de tortura se llaman medios de comunicación y no hacen daño a la carne pero sí al nombre y la fama del hereje. Continuarán las campañas de difamación, por parte de este y otros grupos ambientalistas afiliados al CEMDA, quienes lo único que tienen de verde son los dólares que reciben como fruto de sus amenazas y chantajes.

Estamos dispuestos a pagar el precio de denunciar sus acciones y falsedades, así como las persecuciones e intimidaciones que por herejes y blasfemos tendremos que enfrentar. Porque estoy convencido que es el sol y no la tierra el que ocupa el centro de nuestra galaxia. La historia me dará la razón y la verdad nos hará libres. Sea.

El respeto al derecho ajeno…

por Latitud21 Redacción 30 enero, 2015

El reloj que colgaba de la recepción, en el número 10 de la calle Nicolás-Appert del distrito XI de la capital francesa, marcaba las 11:00 de la mañana ese miércoles 7 de enero del 2015. Todo lucía normal a media mañana en las oficina del semanario parisino Charlie Hebdo, cuando dos hombres vestidos de negro, con la cara cubierta y armados con fusiles de asalto tipo AK-47, una escopeta y un lanzagranadas, entraron disparando a los empleados de mantenimiento que se encontraban ahí, matando a uno de ellos y tomando como rehén a otro, quien tuvo que facilitarles el acceso al recinto. Aunque trató de despistarlos llevándoles a la tercera planta, los terroristas acabaron llegando a la puerta blindada que custodiaba la redacción en la segunda planta, donde en la sala de reuniones se encontraba el grueso de la redacción trabajando en la edición de la revista. Preguntaron por Charb, su principal objetivo, a quien una vez identificado abatieron a tiros, junto con los demás miembros de la redacción que ahí se encontraban. Consumado así el más sangriento acto de terrorismo en Francia en los últimos 50 años, los dos asesinos se retiraron de las oficinas del semanario al grito de Al-lahu-akbar, Alá es más grande.

Esa fue la respuesta del grupo terrorista de Al Qaeda, “… contra aquellos que insultan al profeta elegido… como una venganza por el mensajero de Alá…” en referencia a las caricaturas publicadas por Charlie Hebdo. El ataque causó la muerte de doce personas, incluyendo al editor Charb, otros ocho empleados de la revista y dos agentes de la policía nacional, mientras que otros 11 resultaron heridos.

Y la respuesta de la comunidad periodística y no periodística por supuesto que fue de repudio e indignación. Je suis Charlie, se convirtió en los siguientes días en un trending topic en las redes sociales y en todos los medios, para así expresar su indignación a la intolerancia y al terrorismo que, escudados en su absurdo fanatismo religioso, siembran el terror y lejos de conseguir callar las plumas las exacerban.

La respuesta de la policía, por otro lado, fue buscar a los criminales hasta encontrarlos, dos días después, atrincherados en una tienda judía cerca de Porte de Vincennes donde tomaron rehenes judíos, y finalmente fueron abatidos por las fuerzas del orden después de que cuatro de los rehenes fueran asesinados.

Parece esto más una historia digna de una película de Hollywood estelarizada por Liam Neeson o Daniel Craig; sin embargo, fue parte de la vida real en pleno siglo XXI.

Y nuestra respuesta desde la redacción de Grupo Editorial Latitud 21 es acusar los hechos y repudiarlos. Condenamos la respuesta de este grupo terrorista a las ofensas que le hicieran estos editores y caricaturistas a sus creencias. Cualquier acto de violencia y terrorismo es completa e incondicionalmente condenable. Sin embargo, esa fue la respuesta a la falta de respeto y de sensibilidad que consistentemente demostrara la revista satírica Charlie Hebdo a creencias fundamentales, no solo del islam, también de los católicos y de los judíos.

Entiendo que no compartan las creencias islámicas los editores de dicha revista, pero eso no les da derecho a burlarse y hacer sátira de las creencias religiosas de los musulmanes ni de nadie. El derecho de expresión no puede ni debe de invadir el respeto al individuo en ningún momento y mucho menos agredir su esencia y sus creencias, por muy absurdas o ridículas que nos parezcan. Los medios de comunicación claro que tienen el derecho a expresarse, pero también tienen la responsabilidad inalienable de hacerlo con veracidad y respeto a los lectores y a la gente o grupos de los que informan.

La respuesta de la revista Charlie Hebdo, sin embargo, fue entonces sacar en su portada a Mahoma con el encabezado Je Suis Charlie. Y ahora la respuesta de muchos grupos musulmanes en todo el mundo es de nuevo de indignación y de coraje por ser nuevamente ofendidos y agredidos, por lo que amenazan con más violencia.

Por lo tanto la respuesta de los gobiernos de Francia y de muchos otros países como Bélgica y Estados Unidos ha sido ponerse en máxima alerta por posibles ataques terroristas.

Y seguirá habiendo respuestas, mientras no prevalezca la tolerancia, la sensatez y el respeto de todas las partes, lo que no parece estar ocurriendo, ni en Francia ni en muchas partes del mundo.

Y viene a mi mente una frase que mi padre me solía repetir con frecuencia, para educarme en el valor de la civilidad y de la convivencia en armonía: “Hijo, el respeto al derecho ajeno es la conservación de la dentadura”.

Au Revoir

Cuba libre

por Latitud21 Redacción 31 diciembre, 2014

Ron Havana blanco + refresco de cola en un vaso con mucho hielo, eso es lo que hoy conocemos como una cuba libre.

Pero hablemos de la otra Cuba no tan libre, de la Cuba del mojito, de la Cuba de Varadero, de la Cuba de la Bodeguita del Medio y la Floridita, de la Cuba de Martí, de la Cuba de Castro.

Esa Cuba, la que hace unas semanas ocupara titulares de prensa en el mundo cuando el presidente Obama anunciara la decisión ejecutiva de levantar algunas de las restricciones que por más de 50 años han estado vigentes desde el embargo económico impuesto por el presidente Kennedy en 1962, en el momento más crítico de la guerra fría, y de la crisis de los misiles que pusiera a la humanidad al borde de una guerra nuclear.

Barack Obama nunca ha estado en Cuba, Barack Obama no fuma puros ni toma mojitos. El residente de la Casa Blanca en Washington no tiene un interés personal en ayudar a Cuba ni a los cubanos y no hay por qué debiera de tenerlo. Lo que busca Obama es por supuesto un capital político, que le ayude a recuperar parte del terreno perdido en las recientes elecciones intermedias, en donde el Congreso y el Senado serán ahora de mayoría republicana. Pura coincidencia supongo, que el anuncio de Obama de suavizar ciertas restricciones que hoy limitan las relaciones personales y económicas entre los cubanos de Florida y los cubanos de Cuba ocurra precisamente horas después de que Jeb Bush, el exgobernador de Florida y el miembro más joven del clan Bush, anunciara su interés en la candidatura del Partido Republicano por la presidencia en las elecciones del 2016. ¡Qué casualidad!

Pero qué importa la verdadera causa que motiva esta decisión del presidente Obama, si esto nos acerca al levantamiento del absurdo e inoperante embargo económico que impide las inversiones de muchas empresas, norteamericanas y no norteamericanas, en la isla grande, y que la han convertido en la nación con el mayor rezago económico de América, solo superado por Haití y, al paso que vamos, pronto por Venezuela.

Y cuando se habla de una apertura no faltan los pesimistas y los ignorantes, que sin siquiera conocer del tema, ni de Cuba, ni de turismo, empiezan a anunciar que su apertura será el principio del fin de Cancún, cuando Cuba la desplace en la preferencia que europeos, estadounidenses y canadienses han mostrado por el destino turístico más exitoso de América Latina. ¡Cuán poca confianza muestran en este Cancún que tanto nos ha dado!

El éxito de Cancún no es casualidad. Es fruto del trabajo y de la inversión de mucha gente, mexicanos y no mexicanos, que han creído y construido un destino turístico con vocación de servicio como muy pocos en el mundo. Un destino de naturaleza, de aventura, de cultura, de folklore y de gastronomía, donde cada año millones de turistas vienen y regresan a disfrutar de un rincón del Paraíso en la Tierra.

Pero por supuesto que Cuba puede llegar a ser una potencia turística, y así espero que ocurra pues tiene todo para ofrecer lo que hoy ofrece Cancún y que nos ha llevado más de 40 años construir. En verdad que espero llegar a ver a Cuba convertido en otro Cancún, ofreciendo sus hermosas playas y ciudades coloniales, su cultura antillana, su música, su folklore y su gastronomía, un mundo deseoso de ser conocido por un mundo deseoso de conocerlo. Y cuando esto ocurra Cancún estará muchos años adelante de donde hoy también se encuentra.

En mi opinión, esto habrá de ocurrir, esto tiene que ocurrir. Es algo irremediable y espero que sea más temprano que tarde. Pueden pasar 10 años más antes de que este proceso inicie, o solo 10 días más. Eso no lo sé, pero lo que sí sé es que cuando ese proceso de transformación inicie se tomará también al menos dos generaciones para llegar a convertir a Cuba en una potencia turística similar a lo que hoy es Cancún; y llegará a serlo, con ayuda de muchos mexicanos que seguramente habrán de contribuir con su experiencia y capital a replicar su éxito.

Seguimos sin embargo empantanados en el absurdo hecho de qué será primero, si el levantamiento del embargo norteamericano que por 50 años ha sido condicionado a la caída de la dictadura, o la caída de esa dictadura que en el embargo norteamericano ha tenido su mayor aliado. Alguna de las dos ha de ser la primera, pero lo primero que ocurra dará paso inmediato a lo segundo y al nacimiento de una nación que ansía una oportunidad de realizar su potencial, al nacimiento de esa Cuba libre que tanto anhelamos ver y disfrutar. Mientras tanto, disfrutemos  por lo pronto de la única cuba libre disponible. ¡Salud!

Los siete pecados capitales

por Latitud21 Redacción 1 diciembre, 2014

En el siglo VI el Papa romano San Gregorio Magno (540-604) revisó los trabajos del monje Evagrio Pontico (345-399) y de Juan Casiano para confeccionar una lista propia definitiva de los llamados pecados capitales, con distinto orden y reduciendo los vicios a siete, en el siguiente orden: Lujuria, Pereza, Gula, Ira, Envidia, Avaricia y Soberbia. Siglos después el poeta florentino Dante Alighieri (1265 – 1321) utilizó el mismo orden del Papa Gregorio Magno en El Purgatorio, la segunda parte del poema La Divina Comedia.

Pretender hablar de los siete pecados capitales en tan breve espacio que me permiten en esta columna sería  verdaderamente una soberbia. Y es por eso que solo de este pecado quisiera hablar en esta ocasión, del pecado de la soberbia. En casi todas las listas de pecados la soberbia es considerada el original y más serio de todos los pecados capitales y, de hecho, es la principal fuente de la que derivan los otros. Es  identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás. John Milton, en El Paraíso Perdido, dice que este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual a Dios.

Genéricamente la soberbia se define como la sobrevaloración del Yo, como la creencia de que todo lo que uno hace o dice es superior y que se es capaz de superar todo lo que hagan o digan los demás. Como la opinión de uno mismo, exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).La soberbia es el pecado que comete aquel que no es capaz de aceptar con humildad sus errores y lejos de disculparse busca siempre justificar sus acciones y omisiones con la excusa de que a él o a ella no le aplican las penas ni las reglas que sí aplican a los demás.

Y todo este preámbulo de los siete pecados capitales y del pecado de la soberbia es para hablar de una mujer, la segunda persona más pública de México, que queriendo enmendar un desacierto comete uno más grave. La señora Rivera de Peña Nieto se equivoca al decir que no tiene ninguna necesidad de dar explicaciones ni justificaciones de sus actos por la sencilla razón de que no es “… servidor público… “ y  de que todo lo que tiene lo ha ganado con su propio esfuerzo. En lo particular, no soy nadie para juzgar a la Primera Dama de nuestro país por sus acciones personales,  pues estaría cometiendo el mismo pecado del que la señalo, pero si yo fuera su padre me sentiría en verdad decepcionado conmigo mismo por haber fallado en educar a mi hija en la humildad y la sencillez.

Una persona como la señora Rivera de Peña Nieto, quien la vida y la fortuna la ha llevado por casualidad a la más digna y honrosa posición que cualquier mujer mexicana pudiera aspirar, debería de recordar cada día que lo que tiene se debe no solo a su talento sino también a la gracia y generosidad del Señor y de alguna que otra persona. Debería de recordar que, sin ser una servidora pública conforme a la ley, servir al prójimo no es una cuestión de definiciones ni de legalidades, sino de vocación y corazón.

Como Primera Dama, señora Rivera de Peña Nieto, una de sus principales responsabilidades es ser la guía moral y espiritual de su marido, ser la voz y la conciencia de ese hombre que el 1 de diciembre del 2012 juró ante todos los mexicanos cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen.  Ese hombre, nuestro presidente, su marido, que debe de saber con certeza y sin titubeos que habrá de contar en todo momento con el consejo y la sabiduría de la mujer que también le juró fidelidad, en lo próspero y en lo adverso. Debería de saber, señora Rivera de Peña Nieto, que ante el mundo lleva la representación de la mujer mexicana también, de la mujer entregada y valerosa como la periodista Carmen Aristegui.

Y sin embargo, Angélica Rivera de Peña Nieto no es el prototipo de la mexicana, os lo aseguro. No es el prototipo de la mujer humilde y sensata que el hombre mexicano quisiera tener a su lado. No se parece en nada a la mujer que tengo a mi lado y la que mi padre tuvo. Pobre presidente. Bastantes responsabilidades ya tiene en su función de lidiar con tantos problemas reales cada día, como para además tener que hacerlo con los que le crea su compañera.

Pero, ¿será verdad que no hizo nada malo la Primera Dama ni tiene de qué avergonzarse al adquirir una residencia tan desproporcionalmente lujosa, en situaciones y condiciones por demás confusas y sospechosas? No lo sé ni es el tema de esta columna. Lo único que sé es lo que respondería mi madre si le preguntara su opinión: “Hijo, explicación dada y no pedida, acusación manifiesta”.

 

¿Quién es Malala?

por Latitud21 Redacción 31 octubre, 2014

“Volver al Colegio me hace muy feliz. Mi sueño es que todos los niños en el mundo puedan ir a la escuela porque es su derecho básico”. Malala Yousafzai.

El 9 de octubre de 2012 una jovencita de 15 años regresaba de la escuela a su casa en el autobús escolar de una región rural en Pakistán. Repentinamente el vehículo se detuvo en medio de la carretera en Mingora, Pakistán, para ser abordado por un hombre armado miliciano del TTP, grupo terrorista vinculado a los Talibanes, preguntando:  ¿Quién es Malala?

Todas callaron aterrorizadas, excepto Malala, quien desde la parte posterior se levantó para responder: “Yo soy Malala”. Segundos después todo se tornó oscuro para esta adolescente, cuando el terrorista, de la manera más vil y cobarde, le disparó en repetidas ocasiones, impactándole en el cráneo y cuello. Dos estudiantes más también resultaron heridas junto a Malala, quien fuera trasladada en helicóptero a un hospital militar. Seis días después la trasladaron al Hospital Reina Isabel de Birmingham, en Reino Unido, para seguir con su recuperación. Aunque tuvo que continuar con la rehabilitación y fue sometida a una cirugía reconstructiva, Malala fue dada de alta del hospital tres meses después del atentado, el día 4 de enero del 2013. Después de implantarle una placa de titanio y un dispositivo auditivo, Malala regresó a las clases en una escuela secundaria en Inglaterra.

El delito por el que intentaron matar a Malala fue su activismo en contra del régimen Talibán, luego de que en la zona donde Malala vive en el Valle del Río Swat prohibiera la asistencia de las niñas a la escuela. A la edad de 13 años, Malala alcanzó notoriedad al escribir un blog para la BBC bajo el seudónimo Gul Makai, explicando su vida bajo el régimen de Tehrik e Taliban Pakistán (TTP). Los talibanes obligaron al cierre de las escuelas privadas y se prohibió la educación de las niñas entre 2003 y 2009. Lo que esta joven peleaba era simplemente el derecho de asistir a la escuela y aprender. Derecho que se le negaba por ser mujer. Dos años después, a la edad de 17 años, Malala se convierte el pasado 10 de octubre en la persona más joven en ser reconocida con un Premio Nobel, el Premio Nobel de la Paz, por su lucha contra la supresión de los niños y jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación.

Resulta muy difícil de comprender que en pleno siglo XXI exista algún lugar sobre la tierra en donde se le niega a alguien el derecho a la educación por el simple hecho de ser mujer. A mí me resulta difícil entender, pero a Malala también y por esa razón es que se ha convertido en una incansable activista que defiende el derecho de los niños y de las mujeres a la educación. Hoy en día Malala continúa sus estudios en Inglaterra, pues el portavoz del TTP afirmó que intentarán matarla de nuevo.

A pesar de su corta edad y de ser la premiada más joven por la Organización Premio Nobel con sede en Estocolmo, este es sin duda uno de los premios más merecidos que esta Organización ha otorgado, junto a otros grandes luchadores sociales como Martin Luther King, Nelson Mandela y la Madre Teresa de Calcuta.

En los años de la Guerra fría, en la década de los 60 y70, los jóvenes baby boomers realizaron movimientos en pro de los derechos civiles, peleando por los derechos de los estudiantes y de las minorías, apostando su vida y su libertad por un cambio en su sociedad.

Fue precisamente en un mes de octubre también, el segundo día de dicho mes del año 1968, cuando muchos jóvenes universitarios y estudiantes mexicanos fueran masacrados en la Plaza de la Tres Culturas de Tlatelolco por rebelarse en contra del Gobierno y pelear por sus creencia y sus derechos.

Malala es un caso raro del siglo XXI. Malala es una joven milenial, como se le conoce a la generación nacida a partir de 1990. Los milenials son mucho más complacientes y tolerantes de lo que fueron los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1960) o la Generación X (nacidos entre 1960 y 1980). Los milenials nacieron con la tecnología de la web, redes sociales y teléfonos inteligentes, que los absorbe y los envuelve en su propio yo. Una generación de selfies más preocupada por el bienestar de las orcas que de las barbaridades de los Talibanes.

Una generación que levanta la voz para evitar la pesca de ballenas pero que ignora el secuestro, violación y mutilación de niñas en el África subsahariana.

Recientemente, Malala declaró que aunque es parte de las redes sociales evita usarlas, así como los móviles, para evitar distracciones a sus estudios, y considera que las redes sociales deben de tener más utilidad, como poner en relieve los problemas de los niños en el mundo.

Así, cuando ese Talibán abordó el autobús de Malala hace dos años y, de manera por demás intimidante, preguntó ¿Quién es Malala?, no sabía lo que esa pregunta representaría, lo que esa pregunta desencadenaría, pues daría nacimiento a una esperanza. La esperanza de rescatar el espíritu dormido de una generación autocomplaciente y alienada a las injusticias; daría nacimiento a una nueva generación, independientemente del género y la edad, que nos rebelamos contra las injusticias y peleamos por los derechos de los demás. Daría nacimiento a una nueva generación, que con el mismo coraje que demostrara esta quinceañera, hoy se alza para responderle al mundo. ¡Yo También Soy Malala!

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