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Revista Latitud 21
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Isabel Arvide

¿Qué será de Carlos Joaquín?

por NellyG 31 diciembre, 2021

                                                               Por Isabel Arvide

A punto de tener candidatos oficiales para gobernador, en Quintana Roo también estamos a un instante del inicio del fin del gobierno de Carlos Joaquín. Y, obviamente, de vivir una andanada de críticas y vituperios. Muy atrás quedará la efervescencia de la disputa con Mauricio, con todo el grupo de Borge, con Félix y su gran incidencia en la realidad local. Será juego de niños comparado con lo que habremos de atestiguar.

La senadora Marybel Villegas ya demostró cómo habrán de venir las descalificaciones, y esté dentro o fuera de la boleta electoral, ese será el tono.  El tiempo del poder comienza a declinar, de hecho, deja de ser la fuente a donde todos quieren abrevar, y la venganza de los agraviados, encarcelados, olvidados, marginados, se hará presente junto con las consignas electorales.

Carlos ha sumado enemigos hasta decir basta. Ha lastimado a muchos, algunos sin necesidad, otros por interpósita persona. A los más, incluso sus amigos, los ha descuidado. Por lo que no tendrá un ejército de defensores.

En su futuro no se avizora sino la sombra bienhechora del presidente Andrés Manuel López Obrador. Sí, pero a cambio de una elección en paz, y para que así sea habrá de permitir convertirse en receptor de todos los jitomatazos. Mucho sabremos de sus negocios, si los hay; de sus alianzas, si las hay; incluso inmoralmente, mucho sabremos de su familia.

No será un final tranquilo ni amoroso.

Al haber despertado tantas ilusiones en el sur del estado, políticamente tendrá una factura inmensa. Con el maltrato a periodistas y medios de comunicación por sus voceros, por su decisión personal, no habrá muchas voces dispuestas a defenderlo.

El poder sirve, enormidades, para hacer amigos. Si no se utiliza para ello, lo que permanece son los enemigos cuyo ejercicio, el ejercicio connatural del poder público, conlleva.

¿Vivirá en Mérida? Lo cierto es que será muy complicada, imposible incluso su presencia en el estado.

El primer mandatario ha ofrecido, públicamente, llevarlo con su gobierno. Lo que igual quiere decir hacerlo secretario de Turismo que cónsul o embajador. En cualquier opción no podrá, siquiera, nombrar a su chofer o su secretario particular. No tendrá dinero ni para pagar las fotocopias; no recibirá un trato deferente de ningún integrante del poder público y/o privado. En estos tiempos, ambas, el Servicio Exterior o Turismo, no son opciones para disfrutar.

Vivir en el extranjero le traerá, si ese es su futuro, un ostracismo extremo, una distancia brutal de su entorno, de su casa, de su clima. Y un gasto permanente, sin cargo al erario, para medio compensar la austeridad extrema, la total falta de presupuesto que, por otra parte, en ambas posibilidades, le impedirá hacer un buen papel.

Pasará de noche.

Mientras en Quintana Roo se convertirá en el enemigo público número uno, en el responsable de todos los males habidos y por haber, en el villano favorito, en el receptor permanente de todas las descalificaciones.

Como se vea, este 2022 no será un buen año para el todavía gobernador del estado.

Quienes pagarán los platos rotos, pasarán por iguales malos tiempos; son quienes han ostentado con soberbia el pedacito de poder que les compartió en estos tiempos. ¿Qué colaborador de este sexenio se ha ganado el cariño de una sociedad lastimada, de periodistas, de panistas, priístas, borgistas, ajenos? O mejor preguntamos quién no se siente, se imagina incluso, agraviado por órdenes u omisión de Carlos Joaquín.

¿Pudo haber sido diferente? Siempre terminan por preguntárselo cuando ya es tarde…

Bastaría con investigar a taxistas

por NellyG 1 noviembre, 2021

Ni huracanes, ni violencia, ni asesinatos, ni gobernadores, ni pandemias han logrado borrar del mapa a Quintana Roo.  O, mejor dicho, a Cancún y sus agregados, porque los turistas siempre dicen que “van a Cancún”, aunque vayan a Tulum.

La gran ocupación hotelera que tenemos, y la que se espera en diciembre, demuestran la infinita inteligencia de Antonio Enríquez Savignac, que descubrió el potencial turístico de esta zona, y el valor del entonces presidente, Luis Echeverría Alvarez, que apoyó un proyecto que se veía absurdo e imposible.

Somos unos suertudes que cada día destruimos nuestro paraíso.

Ahora, de cara a la sucesión estatal, todos los problemas pasan a segundo plano, como si el o la que sigue en el poder tuviese una varita mágica.  Y no es así.  Se trata de cuidar, cuidar, cuidar lo que tenemos.  Lo que no se hace.

La convivencia tolerada con el crimen organizado, que comienza en la nulidad de los gobiernos municipales para combatir la venta de droga en cada esquina, cada bar, cada playa, ha costado ya muchas muertes.  El reciente asesinato en un bar de Tulum es una inmensa prueba para todos, porque las advertencias de viaje son para todo el Estado no únicamente para ese destino.

Se veía venir, se advirtió, se dijo en todos los foros. Y lo fueron posponiendo, como si esa violencia creciente fuera a desaparecer en automático. La muerte de dos turistas, daño colateral para algunos analistas, pesa mucho en contra del flujo de viajeros que esperamos.

Todo Quintana Roo vive del turismo, y no lo estamos cuidando.

La presencia de la Guardia Nacional, de marinos y de soldados, no será sino una maniobra de disuasión temporal. Ellos no investigan, ellos no vienen sino a obedecer a sus superiores.  Lo que hace falta, y ha hecho falta siempre, es una policía investigadora en el Estado, en todos los municipios, que no sea corrupta, que sea profesional y que investigue, que le dé seguimiento a todos los hechos violentos, y a toda la venta de droga en menudeo.

Investigar e instaurar una política de cero tolerancia sería suficiente.

Aunque si quisieran comenzar por lo más fácil, lo más barato, bastaría con parar a todos los taxis, en todo el Estado, y revisar su cajuela.  Hacer pruebas toxicológicas a todos los taxistas.  Con eso sería suficiente para cerrar una gran red de venta de droga.

No lo hacen, no lo van a hacer, poque todos, todos, que son todos, quieren el apoyo de taxistas en las próximas campañas electorales. Y eso, la ambición, los intereses personales por encima de los de la mayoría es lo que puede destruir a una entidad que ha podido sobrevivir a todo, a casi todo.

El cáncer que consume a Quintana Roo se llama droga, se llama violencia inherente a la droga, se llama complicidad de autoridades con criminales inherente a la droga, se llama asesinatos inherentes a la droga.

Comiencen con los taxistas.

Con eso bastaría para un indispensable respiro…

El Grito

por NellyG 1 octubre, 2021

POR ISABEL ARVIDE

¿Fue una expresión emocional? Sí. ¿Fue una expresión legal? Sí. Definitivo. Ratificado por las autoridades de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

¿Por qué fue un «grito» legal el ‘Viva López Obrador’ de la noche del 15 de septiembre en Estambul? Porque es el jefe del Estado Mexicano.

Y ese es el punto más importante, lo que de verdad existe detrás de cualquier crítica, así sea una, o sean miles, es una campaña de la oposición para intentar desdibujar la jerarquía del cargo, en un país democrático, de presidente de la República.

Andrés Manuel López Obrador es el presidente de la República.  Punto. Lo es porque más de 30 millones de mexicanos lo decidieron así. Contra toda la fuerza de los dueños del dinero y, sobre todo, de los dueños de la corrupción. Contra cientos de miles de personas que por muchos años se enquistaron en los negocios del gobierno, traducido esto a la costumbre de robar.

Estos grupos sociales, y muchas personas legítimamente opuestas a la persona del primer mandatario, han tenido la inmensa libertad de expresión para denostarlo. Para llamarlo con el diccionario de insultos a toda hora. Basta abrir cualquier red social para encontrar las ofensas más graves contra su persona e, incluso, contra su esposa. Esto obedece a un plan, a una campaña política muy bien estructurada.

Sin embargo, pese a quien le pese, Obrador tiene un inmenso apoyo popular y una aceptación social superior al 72 por ciento.

Lo que, debo admitir, no fueron las razones para gritar «Viva López Obrador».  No se trató, ni por mínimo error, de una expresión populista. 

La noche del 15 de septiembre se festeja a la patria, a los héroes, a nuestra historia, pero también a los valores que nos dan, que nos deben dar cohesión como nación. Y el jefe del Estado Mexicano es uno de ellos.

Sí, el mismo objeto de caricaturas y ofensas, es el elemento, la persona, la voluntad política más grande de adhesión social. Al menos para millones de mexicanos, para esa inmensa mayoría que estuvieron olvidados por los gobiernos que lo precedieron.

Es un líder que representa a la mayoría de mexicanos.  Que me representa a mí.  Y yo era quien tenía la bandera en mis manos, quien tenía la voz, quien tenía la decisión y la libertad de elegir mis vítores. No me arrepiento.

Pueden vociferar desesperados, pueden vomitar serpientes de escarnio, pueden pedir mi cabeza en todas las formas a imaginar, pueden llamarme la más maldita entre las malditas. Y no pasa nada. No dejo de ser quien soy, no dejo de llamarme como me he llamado hace casi 70 años, no dejo de ser la madre de Bruno ni la abuela de Jorja y Abdala. No dejo de ser la persona en quien ha confiado el presidente para estar al frente del Consulado de México en Estambul.

¿Volvería a gritar Viva López Obrador? Sí. Hoy mismo. Las veces que haya el espacio.

Escribí, repito, es tiempo de definiciones. Y a lo largo de mi vida he tomado partido, he expresado mis convicciones sin importarme el precio a pagar. No es la primera vez que grito lo que pienso, no será la última.

Y como colofón, valga la pena aseverar que junto conmigo muchos mexicanos presentes en la fiesta patria de la noche de Estambul gritaron «Viva López Obrador».  Y muchos vinieron a abrazarme, a fotografiarse conmigo.

Lo demás, ese demás tan grotescamente magnificado, no fue sino una provocación. Sucia, emperrada, vil; no fue sino una provocación.

Las tres llamadas mágicas

por NellyG 31 agosto, 2021

POR ISABEL ARVIDE

La vida de 124 personas fue salvada, en medio de la persecución, la violencia, la guerra, por una llamada.

Más bien fueron varias llamadas.  La primera, de un periodista que ni siquiera está activo, que fue corresponsal del New York Times en México y en Kabul, afortunada circunstancia de conocimiento.  La segunda, del titular de Relaciones Exteriores al primer mandatario.

Y en medio de todo esto, la generosa intervención del embajador de Qatar en nuestro país.

Singular conjunción de voluntades, digna de una novela.

Porque en su casa, a las cinco de la tarde, según publicó el diario New York Times, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, recibió una llamada en su celular.  Recibió, y mágicamente, decidió responderla porque quien llamaba, poseedor de su teléfono particular, él que cambia de número cada pocos días, era un periodista que solía atacarlo mucho.  Azam Ahmed.

Ni siquiera estaba como corresponsal en México, ya que decidió tomarse unos meses para escribir un libro.

Según la crónica puntual, le preguntó al licenciado Ebrard si su gobierno, el mexicano, estaba dispuesto a recibir refugiados afganos, justo en medio de la violencia, con el aeropuerto tomado, con miles tratando de subirse a uno de los últimos vuelos humanitarios. Se trataba de más de 20 familias, reporteros y colaboradores de ese diario que habían quedado atrapados de cara a la llegada de los talibanes.

A bote pronto Marcelo contestó que no era posible para, minutos después enmendar, y decirle al señor Amed que… había llamado al presidente de la República.  Otra mágica, excepcional llamada, celular a celular, con idéntica singular disposición a responder al interlocutor.

Para ese entonces ya había tres personas poseedoras de los números de celular que abren todas las puertas.

De inmediato, sin pasar por toda la tramitología burocrática, el primer mandatario dijo que sí.  Y sí se pudo.

Ebrard declararía después que vivió este episodio como algo personal entre un periodista que había estado en Kabul hace algunos años, y él que, como se demostró, “estaba en la posición de hacer algunas decisiones”.

Y aquí, según las crónicas publicadas, todo se vuelve misterioso.  Hasta que llegan las 124 víctimas de la guerra, salvados por un milagro político, por la voluntad de un señor que se llama Andrés Manuel López Obrador, por las llamadas precisas en el instante correcto, a bordo de un avión militar del gobierno de Qatar.

El carismático embajador de ese país, militar, guapo, bien vestido, excepcional presencia, Mohammed Alkuwari, declaró en el hangar del aeropuerto de la CDMX, donde fueron recibidos los sobrevivientes, que la cooperación entre su país y el nuestro es inmensa. Y que siempre estarán dispuestos a apoyarnos.

Supongo que también tenía un celular a la mano y recibió la llamada pertinente.

Resulta inmensamente conmovedor ver a los refugiados, con niños en brazos, escasas pertenencias, sin nada atrás, con casi nada adelante, agradecer por sus vidas a los tres protagonistas ahí presentes: Ebrard, Ahmed y el embajador de Qatar.  En Palacio Nacional una sonrisa, un profundo entendimiento de para qué sirve el poder.

Ahora bien, ¿quién tiene esos números celulares para lo que pueda ofrecerse…? Es pregunta.

El fracaso de las prohibiciones

por NellyG 1 agosto, 2021

POR ISABEL ARVIDE

Llevamos casi 18 meses de pandemia, hemos sumado muertos y enfermos cada día, se han magnificado las realidades del coronavirus en todos los medios de comunicación.  Sin embargo, el gobierno ha fallado enormidades en la concientización de la responsabilidad individual.

En el juego de “echarle la culpa al gobierno”, de “pegarle al Presidente López Obrador”, se les ha olvidado hacerles saber de manera eficiente, con manzanitas y colores, con claridad, que la enfermedad es, sobre todo, responsabilidad individual.

Con las excepciones de quienes se han visto obligados a trabajar, quedarse en casa sigue siendo la medida por excelencia. No quieres contagiarte, no salgas.  No busques el contacto social que aumenta exponencialmente las posibilidades de enfermarte. Utiliza cubrebocas de forma correcta.

Esto tendría que ser el primer, el gran paso para vencer en la medida de lo posible al coronavirus.

Al contrario de incidir en la responsabilidad social, individual, las medidas de “control” van a provocar que aumenten los contagios. Porque en la mente del mexicano pedir un comprobante, de lo que sea, un papel oficial, para tener acceso a algún lugar, para poder hacer algo, es el equivalente a conseguir uno falso.

Si en Quintana Roo todo consiste en mostrar un papelito, lo que habrá será papelitos falsos, lo que habrá será negligencia entre quienes deben exigirlos, y corrupción, mucha corrupción. La enfermedad, el contagio, habrá pasado a segundo plano, dejará de ser real.

El gobierno de Carlos Joaquín ha fracasado en la comunicación, en todos los ámbitos. La gente sabe poco y entiende menos de los objetivos de su gobierno, de sus logros, de lo que se ha avanzado. No ha sabido ni querido comunicar en qué se traducen, en la vida de cada uno, las acciones de gobierno. Y en el tema del coronavirus, pese a pagar campañas y campañas a empresas de otras partes del país, también van a fracasar en la comunicación.

Algo tan simple como la realidad de enfermedad grave y muerte consecuente al contagio del coronavirus, ha estado ausente de su comunicación. Y ante la escasa, o nula respuesta de la sociedad, la salida fácil es el autoritarismo, la exigencia de mostrar papelitos.

En muchos países se ha fracasado en la imposición de obligaciones. Se ha encerrado a la gente en sus casas para que, días después, al abrirles las puertas se enfermen. La inconciencia de los jóvenes que siguen instalados en los reventones, de los empresarios turísticos que los organizan, se alimenta de la falta de comunicación.

Ya entramos a una etapa en que debemos convivir con el coronavirus, vacunados para conseguir en la medida de lo posible que haya un riesgo de enfermedad grave, de muerte, menor. La vacuna es la gran panacea, la mejor forma de combatir a la enfermedad, pero no garantiza inmunidad, no es un permiso para regresar a los tiempos anteriores al Covid. Vacunados deben seguir guardando distancia, higiene, utilizando cubrebocas en espacios cerrados.  Si no se entiende que esto, cuidarse, es responsabilidad individual, es también porque no se ha sabido comunicar.

La gente se identifica con un gobernante, con un gobierno, con medidas de un gobierno, por empatía que únicamente puede surgir del conocimiento. Y eso es lo que ha fallado, y difícilmente podrá componerse a estas alturas del sexenio, en el gobierno de Carlos Joaquín.

El acompañante del gobernador

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 abril, 2021
  • Por Isabel Arvide
  • Periodista y escritora
  • Twitter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx

Desde finales de febrero existe una cuenta en Twitter donde se observan fotografías de una persona, robusta, con gesto de importantísimo, en primer plano. Si uno tiene la paciencia para leer el breve texto, se entera de que dicho personaje “acompaña” una y otra vez, a los más diversos eventos, al gobernador de Quintana Roo.

El “acompañante” es en realidad el nuevo jefe de prensa, director de comunicación social, vocero o como se quiera nombrar.  Se llama Fernando Antonio Mora Guillén.

Desconocido para muchos, a la mayoría de periodistas nacionales, para quienes hemos cubierto Presidencia o fuentes políticas en los últimos cuarenta años, el apellido y el físico nos lleva a su tío, Gustavo Mora, y para algunos los refiere a su padre del mismo nombre.

Además de acompañar al gobernador, el señor Mora se ha dado tiempo para reunirse con quienes pasaron a ser sus empleados, es decir para conocerlos.

Hasta ahí.

Asombra que quien dice, pretende, o tiene como meta divulgar las acciones, los hechos, los avances del gobierno y del gobernador, apenas haya abierto una cuenta de Twitter. Sobre todo, porque fue, eso dice su currículo, el enlace de medios de comunicación del gobierno en la CDMX. Donde, asombra también, no consiguió que algún reportero importante, de medios electrónicos, escritos o alternativos, lo siga. Es decir, que a los periodistas nacionales no les interesa qué puede subir a su espacio tuitero, mínimo.

Los mexicanos pasamos ocho horas diarias, promedio, en redes sociales. Más del 60 por ciento de quienes tienen educación superior se informan en redes sociales. Twitter es, definitivo, la red social política. Ahí, en esa red, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tiene más de cinco millones de mexicanos. Ahí, en Twitter, su esposa Beatriz, dejó de aparecer por la gran virulencia vigente. Ahí se deciden elecciones. Ahí, en esa red social, el expresidente Donald Trump hizo los anuncios más importantes de su mandato.

Carlos Joaquín tiene una cuenta en Twitter desde antes de ser candidato. Y lo siguen, actualmente, 110 mil personas que, voluntariamente, abrevan información que él decide subir a ese espacio.

Hablamos de más de cien mil personas, mientras que Mora, su nuevo “acompañante”, tiene 173 seguidores. Menos que cualquier aspirante a comunicador local. Menos que menos que cualquier jefe de prensa en cualquier entidad federativa.

¿Por qué esto es importante? Simplemente porque no se puede hacer comunicación política en México sin pasar por Twitter. Y que no haya tenido antes una cuenta en esa red social evidencia que tiene ideas muy anticuadas al respecto.

Su antecesor, un empresario que jamás pretendió ser comunicador, Carlos Orvañanos, tiene 7 mil 698 seguidores. No muchos, pero muchos más que Mora, quien además es “patrono” de una fundación que lleva su nombre, signos de interrogación.

La señora Haidé Serrano, que fue titular de comunicación social dos veces en este gobierno, tiene 4 mil 601 seguidores.

Cifras que dicen mucho.

¿Qué sucede en Twitter? La realidad social, política, que se confronta, que crece, que modifica esa realidad. Sucede el pulso real de las supuestas imágenes públicas.

¿Carlos Joaquín ha logrado comunicar bien, eficientemente, lo que ha hecho, lo que ha conseguido en estos cuatro años que son casi todo su gobierno? ¿Cuánto dinero se gasta en redes sociales? ¿Qué importancia tienen las redes sociales, entre las que debemos sumar a WhatsApp, donde abundan los “chats” políticos en el Estado, también Facebook que no es mi favorita? En Twitter se abren y se cierran puertas de futuro, se destruyen carreras políticas, se provocan acciones de gobierno.

¿Cómo quiere pasar a la historia Carlos Joaquín? Hoy por hoy no le ha encomendado esa labor a un publirrelacionista que, además, no olvidar, tiene su propia agencia de comunicación $$$$, que funge como patrono en una fundación para la “libertad de expresión”, que no tiene casa en Chetumal, que viaja en primera clase, que no conoce a los reporteros locales, que suda y suda y suda agobiado mientras se toma fotografías de acompañante. Porque si se la hubiera encomendado, el señor Mora hubiese conseguido, por lo menos, cinco o diez mil seguidores en Twitter.

¿Cómo puede comunicar algo quien no tiene espacio o seguidores para comunicar?

¿Volverán a perdonar a Haidé y regresará como Ave Fénix? En Quintana Roo todo puede suceder.

 

PD: Mientras escribía este texto el señor Mora consiguió otro seguidor en su cuenta de Twitter, con retraso se sumó la cuenta Comunicación Quintana Roo, la oficial del gobierno, que llevaba dos meses sin enterarse de qué fotografías subía el “acompañante” del gobernador.  

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