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Revista Latitud 21
Categoría:

Marcos Constandse Madrazo

Ingeniero de profesión, Marcos Constandse Madrazo, además de ser uno de los pioneros en el Caribe Mexicano e impulsor de conceptos únicos para la atracción del turismo, es un escritor que comparte su filosofía de vida, fragmentos de la historia y crecimiento de este destino. Una de sus obras es “Ecología y Espiritualidad”, en la que aporta su interesante visión y propuestas para avanzar en el desarrollo económico de la región, privilegiando acciones que moderen y regulen el consumo, para reducir la huella ecológica, a fin de preservar lo más valioso de la humanidad y que está bajo profunda amenaza: el medio ambiente.
Hoy más que nunca este tema cobra relevancia, por lo que en cada edición de Latitud 21 incluiremos fragmentos de esta publicación. Búscalo completo en nuestra web: www.l21.mx.

Capítulo XXXI • Disparidad necesaria en la legislación ecológica

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 mayo, 2023

 

No es válido, ni nunca lo ha sido, borrar las consecuencias del pasado para iniciar una nueva legislación, pues en lo referente a ecología el daño fue realizado por las grandes potencias para desarrollar sus ahora fuertes economías. En estricta justicia, dichas potencias deben pagar el precio correspondiente.

Son los países ricos los que han podido desarrollar tecnologías anticontaminantes y es injusto que se las vendan —generalmente cuando ya son obsoletas— al tercero y quinto mundos ganando utilidades en la venta.

Es injusto que sólo los países desarrollados se consideren con el derecho de poseer la tecnología de desarrollo atómico de energía sin que exista un acuerdo de transferencia justo y barato, que no condene a los países pobres a un nuevo colonizaje energético y tecnológico.

No es posible que se les exija a los países subdesarrollados aplicar reglamentaciones ecológicas que hagan inviables políticas de justicia social y desarrollo económico.

La ecología es una ciencia multidisciplinaria que se apoya en la meteorología, la física, la química, la oceanografía, la biología, la medicina, la sociología, la economía, las ingenierías civil, mecánica, eléctrica y petrolera, la informática, etc. Es, pues, una ciencia compleja y difícil de aplicar, que requiere enormes recursos para sus estudios y conclusiones.

Un país en desarrollo que equivoque sus políticas ecológicas y las quiera equiparar con las de los países del primer mundo, lo más probable es que nunca salga del subdesarrollo y de la dependencia tecnológica.

La responsabilidad de las autoridades ambientales de los países subdesarrollados es enorme y sus políticas ecológicas tienen que ser consecuentes con los antecedentes de contaminación ambiental de todos los países que lucraron con los recursos naturales sin pagar el costo ecológico. Dichas políticas también deben adecuarse a los mercados de competencia actuales, pues la regulación ecológica participa prácticamente en todos los factores de producción, por lo que si es equivocada puede detener el desarrollo social y económico de un país, con gravísimas consecuencias sociales.

Un equilibrio con justicia internacional e interna es lo más procedente. No se puede exigir a Brasil la conservación del Amazonas sin ayudarlo con planes de desarrollo social y económico en esa región, pues el Amazonas se agota por hambre y exigencia social de desarrollo, no por una voluntad destructiva. Ese es el caso de todas las selvas que existen en países tropicales y subdesarrollados cuyas necesidades económicas los rebasan. Las inmensas deudas públicas internas y externas los tienen condenados a la insuficiencia de recursos económicos para el desarrollo. Si a eso le agregamos los factores históricos y religiosos que los inducen a la procreación y a la explosión demográfica que se ha vivido en los últimos 100 años, tendremos los elementos necesarios para identificar los círculos de la pobreza e injusticia social que los mantiene en la miseria.

La ignorancia se disculpa en la gente que por su pobreza no se puede preparar, pero no en los profesionistas y responsables de la elaboración de las leyes ecológicas. Ellos deben tener una visión histórica, económica y social de la comunidad para la cual van a elaborar esas leyes y le tienen que dar los tiempos necesarios para lograr sus objetivos.

El 83% de la actual contaminación atmosférica en el mundo proviene de las emisiones de contaminantes de los energéticos fósiles que consumen los países desarrollados y tres países más: China, India y Rusia. Es absurdo que un país subdesarrollado quiera imponer limitaciones a su propio desarrollo más estrictas que las que tienen esos países. Es una ignorancia aberrante, una traición a sus compatriotas que se mueren de hambre sin trabajo ni esperanza.

El mundo requiere una nueva visión global cuyas prioridades deben ser el desarrollo sustentable y la justicia social, pues muchas de las leyes no sirven a los seres humanos presentes y futuros. No es justo exigirles a los habitantes de los países pobres que sacrifiquen su propia existencia y las de sus hijos en beneficio de una colectividad mundial que les niega el derecho al trabajo y, por lo tanto, a una vida digna.

Es en este punto en donde, una vez más, ecología y espiritualidad se conjugan, pues las leyes sociales de justicia tienen una base moral, por mucho que el positivismo lo niegue. Esos valores surgen del espíritu y del imperativo ético de igualdad y justicia social que habita en él.

Sólo tomando en cuenta las diferencias reales entre pobres y ricos, entre culpables e inocentes, entre legislaciones aplicables con sentido social y restrictivas  podremos comprender mejor el problema ecológico y sus posibles soluciones, pues la humanidad corre el riesgo real de encontrar en el anhelo de desarrollo a su peor enemigo. Si no comienza a agregar el precio ecológico a sus factores de producción y si toda la humanidad conjunta no cobramos conciencia de nuestra responsabilidad, tanto en la contaminación como en sus posibles soluciones, las futuras generaciones tendrán que enfrentar condiciones de enormes riesgos, y altos costos económicos y sociales. Las generaciones del futuro verán hacia el pasado con justificado rencor y entonces el juicio de la historia condenará a las generaciones presentes que egoístamente no quisimos pagar el precio del desarrollo sustentable.

Capítulo XXX • Convivencia del neolítico con lo actual

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 mayo, 2023

 

AI final del siglo XX prácticamente se dan por terminadas las sociedades neolíticas pastoriles o re colectoras, a pesar de que en África todavía quedan algunas, al igual que en el Amazonas (Brasil) o en Papua-Nueva Guinea, que en total no suman ni el 1% de las que había a principios del siglo. En cien años desaparecieron culturas con más de 10 000 años de existencia. Estos pocos grupos que quedan hoy alternan con cosmonautas que están en la base espacial. ¿Cuál puede ser el resultado de esa realidad? ¿Hay mejores y peores? ¿Superiores e inferiores? Este debate ha sido ya superado, yo creo que todos somos iguales y diferentes.

La diferencia está en nuestra visión del mundo; la visión moderna es global mientras que la neolítica se circunscribe a la cotidianidad de la vida, al territorio que se domina y a la mitología heredada de siglos, sin influencia de los procesos civilizadores. Pero, ¿qué es un proceso civilizador? Desde mi punto de vista, lo es aquel que básicamente universaliza la visión del mundo. Con el sólo hecho de presenciar otras cosmovisiones, tradiciones espirituales, folclore, expresiones artísticas, paisajes, climas y costumbres, ampliamos nuestra propia visión del mundo. Si además conocemos la historia de otros pueblos, los comprendemos mejor, advertimos con mayor claridad las diferencias y las coincidencias y las apreciamos en su justa dimensión. Todos tenemos antepasados neolíticos, todos hemos sido humanos que, 186 en procesos que hoy se aceleran y antes eran más lentos, evolucionamos hacia niveles de conciencia más elevados, más integradores. Hablamos de la aldea global, pero habitada por seres humanos muy diferentes en raza, color, tradiciones y costumbres, y con muy distintas visiones del mundo y niveles de conciencia.

Antiguamente, los pueblos vivían separados, sin saber unos de los otros, y cuando se encontraban, unos dominaban y otros eran dominados, y éstos tenían que absorber la visión de aquéllos.

A la evolución le ha llevado cerca de 10 000 años integrar los países modernos, muchos de los cuales por razones tribales (África), étnicas (Los Balcanes) o religiosas (India-Pakistán) tendrán que ajustar fronteras. Sin embargo, la división básica está ya integrada. Integrada en este caso significa, configurada, delimitada y aceptada. Somos cerca de 240 países que nos diferenciamos y separamos por fronteras.

Pero la información no tiene fronteras. Los satélites la difunden instantáneamente por todo el mundo, y otro tanto se hace a través de internet. Personalmente, creo que todo este movimiento que desconoce límites está movido por el motor más poderoso e integrador del espíritu humano: el anhelo de libertad. El espíritu, que está en cada uno de nosotros y que nos hace iguales, sabe que sin libertad plena no se puede autorrealizar. Esa fue la razón por la cual en el siglo XX se intentó arrasar con la mayoría de los gobiernos totalitarios del mundo. El ser humano no puede vivir dos realidades al mismo tiempo, no puede ser sometido y libre en un mismo momento y la expansión de la información visual, radiada, fotografiada o escrita ya no puede ser censurada por los tiranos del mundo. Estos ya no pueden actuar impunemente sin ser sancionados por toda la comunidad mundial en la aldea global; no hay en dónde esconder la barbarie, la impiedad, el abuso y el egoísmo. Hoy ya se está dando el caso de que tiranos de un país específico son juzgados por la comunidad internacional y todo el mundo conoce sus fechorías.

Toda esta «corriente» de información es la que está rompiendo barreras de incomprensión y generalizando los principios económicos, sociales y espirituales de los países que han logrado superar su pobreza. Levantando el valor moral y económico de sus ciudadanos, han logrado los mejores niveles de vida y de justicia social.

Todos estos países son democracias, económicamente sustentadas en el libre mercado, con religiones que tienen en común la creencia en que hubo un principio, una creación, y que aceptan la evolución del universo y del hombre como el proceso que nos ha llevado a lo que ahora somos. Han desarrollado una conciencia de libertad que engendra en sí misma el anhelo espiritual de la libertad.

La libertad da la opción de escoger y las sociedades avanzadas y actualizadas la tienen. Por lo tanto, quizás sea allí en donde se ubique la mayor responsabilidad de las decisiones que determinan el futuro de la humanidad. Esa capacidad de elegir y actuar es la que los hace responsables en primer lugar del futuro de la humanidad en las próximas décadas.

Notas al margen 

Neolítico. Perteneciente o relativo a la edad de la piedra pulimentada

Capítulo XXIX • La ecología en mundos desiguales

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 abril, 2023

 

En esta nueva era de globalización, de visión holística de la realidad, nos parece que los problemas son de todos y, por ende, a todos nos corresponde resolverlos. Pero para ello tenemos que considerar las diferencias económicas de los tres grandes bloques que hemos analizado: primero, tercero y quinto mundos, pues tanto los problemas como las posibles soluciones son completamente distintos en cada uno de ellos. La globalización, que ya es inevitable, no da los mismos resultados en ellos.

Hace 200 años, el Támesis ya era un río contaminado; y hace 100, una cloaca que contaminaba el mar. Lo mismo ha ocurrido después con el Missisipi y más recientemente con el Volga. Ningún río actual del tercero y quinto mundos contamina tanto como lo hicieron y siguen haciendo los ríos de los países del primer mundo.

El 85% de la contaminación mundial se produce en el primer mundo, básicamente por el consumo de depósitos fósiles de petróleo y carbón, pero también por desechos de una producción industrial y agrícola sin precedente.

El consumo energético en el mundo se triplicará en los próximos 50 años, en que la población llegará a 10 mil millones de habitantes, pero los consumos tienden a incrementarse también en todos los países del mundo: mayor población que consume más energía.

Con los procesos de producción, distribución y consumo de la actualidad y sus residuos contaminantes, simplemente el mundo no podrá resistir, ni en el aire, ni en el agua, ni en la tierra, sin sufrir cambios que son de verdad incalculables. Y nadie sabe tampoco si serán irreversibles.

Sabemos que la conciencia ecológica de hoy, que cada vez se generaliza más, no está tomando las medidas adecuadas para el futuro y las cuestiones económicas están prevaleciendo sobre las ecológicas. Los políticos del primer mundo aprovechan ese marasmo, esa inconciencia general, para no incluir en los costos de producción el precio ecológico. Mientras los procesos de producción no afecten sus costos con ese factor y se lo repercutan al consumidor, la contaminación será creciente y cada vez más acelerada. El problema será cada vez más agudo, hasta ser irreversible y, por lo tanto, más costoso de solucionar. Simplemente, el mundo todo está cometiendo el enorme y egoísta error de dejarles a las próximas generaciones una carga económica de proporciones desconocidas.

Esas generaciones nos juzgarán y habrán de determinar la culpa histórica que nos corresponde. Pero esta culpa no es pareja: le corresponde más al que más la ha provocado y que, por otro lado, es el que más recursos tiene.

Pedirle solidaridad al quinto mundo es un absurdo. Exigírsela al tercer mundo es detener y prolongar más su arribo a la modernidad. Son los dueños de los excedentes reales de capital y tecnología del primer mundo los que, realmente pueden -y deben- actuar, pues ellos son los que se desarrollaron sin pagar el precio ecológico que les correspondía y que hoy exigen al resto del mundo. Esta injusticia se revertirá, y yo sé que no será el amor y la solidaridad los que los convenzan de pagar el precio, sino el miedo y la degradación de su propia existencia.

En los problemas de la ecología del futuro se verá lo avanzado de nuestra conciencia y solidaridad humana, pues su solución requerirá un inmenso esfuerzo económico y social que los 1 500 millones de habitantes del primer mundo del año 2050 tendrán que acometer o simplemente se generará un genocidio como el que ahora contemplamos en África con el AIDS (y con el cual ningún país del mundo se hace solidario) pero a escala mundial. La única alternativa para entonces será: solidaridad u holocausto.

El dinero lo tendrán que poner los ricos, porque son los únicos que lo tienen, pero la solidaridad es obligación de todos, pues todos somos responsables de la absurda forma en que procesamos las 120 millones de toneladas diarias de desechos que producimos y que contaminan nuestro mundo, sin contar las emanaciones de los coches y de las fábricas, los fertilizantes e insecticidas contaminantes que todavía se consumen, etcétera.

Pero ya están llegando las primeras generaciones afectadas por esta contaminación. Los efectos iniciales se empiezan a sentir, las alteraciones climatológicas que provocan igual tormentas que sequías, cada día nos afectan más. Los inconscientes quieren echarle la culpa al «niño», fenómeno natural que ha existido desde hace miles de años y cuyas travesuras se han venido a convertir, «quién sabe por qué», en verdaderas diabluras.

Las razones por las cuales el primer mundo no actúa son puramente económicas y políticas, sustentadas en una inconciencia generalizada que les abre campos de acción a los políticos. Sin embargo, ya en los próximos 25 años se verá lo egoísta y equivocada que es esta actitud.

El mundo actuará por temor, no por amor, y entonces se verá si la civilización y su globalización desarrolló la conciencia y preparó al espíritu humano para salir del hoyo al que su propio egoísmo lo precipitó sin valorar las consecuencias.

Notas al margen.

Holístico. Perteneciente o relativo al holismo, sentido de la unidad total

Capítulo XXVIII • Primero, tercero y quinto mundos

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 abril, 2023

 

La división actual entre países del primer mundo y del tercer mundo es arbitraria y simplista, pues se reduce a clasificar a los países en pobres y ricos. Pero para nuestro objetivo yo propongo ampliar la clasificación a tres categorías, agregando la de quinto mundo, categoría a la que pertenecerían aquellos países (la mayoría) cuyo ingreso per cápita diario estuviera entre uno y tres dólares, o sea, menos de 1 100 dólares al año. Quinto mundo. En muchos de estos países hay gobiernos tiránicos y dictatoriales, y el promedio escolar es mínimo.

Las riquezas se concentran en menos del 5% de la población, generalmente relacionada con las fuerzas políticas que controlan el país. El pueblo carece de seguridad social y no se respetan los derechos humanos. La economía se basa en procesos ancestrales de cultivos de la tierra y de producción de materias primas, por lo regular en manos de extranjeros. El consumo de energía per cápita es bajísimo, dependen totalmente de tecnologías extranjeras (en un 95% de países del primer mundo) y tienen deudas impagables con la banca mundial e internacional. Las personas preparadas se integran a la élite o emigran. No hay una clase media que consuma y estimule la producción interna, no hay ningún tipo de investigación científica; el poco profesorado es deficiente por la baja paga que reciben y por la emigración y fuga de cerebros. Carecen de planes de desarrollo económicos, sociales o urbanos y de producción, y la población crece desmesuradamente generando graves problemas; por ejemplo, en treinta años, la población de viejos se multiplicará y no dispondrá de servicios médicos ni de seguridad social. Sus realidades sociales, políticas, económicas y ecológicas les dan poca esperanza para las próximas 10 generaciones y nadie es capaz de predecir su futuro. No pueden ni tienen posibilidad de integrar planes ecológicos ni de corto, mediano o largo plazo, porque ningún ser humano es capaz de sacrificar a sus propios hijos por la salud del planeta. Su analfabetismo llega a ser hasta de un 95%.

Tercer mundo. Estos países, cuya población total es de dos mil millones de habitantes, tienen ingresos per cápita que oscilan entre 1 200 y 12 000 dólares anuales. Se caracterizan porque sus estructuras y políticas económicas, sociales y ecológicas están en permanente transición, a veces avanzando, a veces retrocediendo. Padecen una enorme dependencia económica y tecnológica del exterior, aunque algunos son autosuficientes en materia de alimentos. Sus exportaciones son básicamente de materia prima o de productos maquilados. Sus estructuras políticas tratan de ser modernas y generalmente tienen pseudodemocracias que son más bien partidocracias. Sus legislaciones son obsoletas y confusas, difíciles de interpretar y aplicar. Su dependencia tecnológica es total y gastan un mínimo en investigación (por lo regular obsoleta) comparado con los países que hacen investigación formal. Cuentan con sistemas educativos estructurados: la mayoría de los niños van a la escuela, pero reciben una educación torpe y obsoleta, casi siempre en instalaciones pésimas y con profesores mal pagados. En todas esas naciones la corrupción es muy alta y con frecuencia organizada en torno a las fuerzas políticas. Cuentan con una mayor o menor clase media, que se prepara y estudia en niveles superiores. Hay periodos de bienestar económico que animan y fomentan su desarrollo y otros de desastre o crisis económica, como hoy se le conoce, que lo frenan. En la actualidad, en estos países hay una tendencia hacia la modernidad de sus sistemas políticos (hacia la democracia) y económicos (hacia el libre mercado), y sociedades liberales que van superando los paradigmas del subdesarrollo. Todas han padecido desastrosos aumentos demográficos que han mantenido a la mitad de la población en la pobreza y a una cuarta parte en la miseria, creando sociedades de grandes contrastes económicos y sociales, con una incontenible migración del campo a las ciudades, cuyo resultado es metrópolis gigantescas e incontrolables, en donde la inseguridad y la sobrepoblación son problemas diarios. Tienen una deuda y una dependencia tecnológica muy grandes con el primer mundo. En fin, están en proceso de desarrollo, y sus posibilidades de progresar dependen en gran medida de que logren estabilizar sus poblaciones. Su analfabetismo es en promedio de un 50%.

Primer mundo. Estos países tienen ingresos per cápita de 12 000 a 36 000 dólares anuales, y sistemas políticos totalmente establecidos; a la fecha, todas son democracias, republicanas o parlamentarias. Sus leyes son claras y sus sistemas judiciales han superado en un 95% los mecanismos de corrupción. Sus economías han establecido los ciclos de producción y consumo que les permiten a las empresas y al gobierno mantenerse en la competencia de las diversas áreas tecnológicas; son dueños del 98% de las actuales patentes del mundo. Sus sistemas sociales están totalmente estructurados y se basan en una gran clase media que tiene un ingreso del orden de los 24 000 dólares anuales y que abarca el 90% de sus poblaciones, un 8% tiene ingresos de 12 000 dólares anuales o menos y el 2% restante corresponde a una élite que está por encima de la alta clase media. Todos estos países, donde viven mil millones de personas (el 17% de la población mundial), practican el libre comercio y juntos poseen el 85% del capital mundial circulante. Tienen cubierta la educación básica en 97% de su población, la secundaria en 70% y su índice de analfabetismo varía entre menos de 1 y 5%. Sus sistemas políticos, económicos y sociales son estables. Son los causantes de las lluvias ácidas, productores del 85% de la polución del aire, el 95% de la contaminación radiológica, el 70% de la contaminación del agua y consumen también el 85% de la energía del mundo.

La proporción en cuanto a producción y consumo per cápita de los países del primero, tercero y quinto mundos es, respectivamente, de 90, 9 y 1%. Estas diferencias abismales provocan contrastes y problemas enormes de migración y de inconformidad social que con la globalización del mundo está tomando caminos imprevistos. Hay un nuevo mundo que ya no mantiene aisladas estas diferencias, sino que las confronta y que requiere una nueva visión del mundo para enfrentarlas.

Capítulo XXVII • El fin del periodo colonial

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 marzo, 2023

 

Desde el inicio de la civilización moderna han surgido los imperios, unos atrás de otros y siempre con las mismas ansias de dominio militar, político y cultural. La geografía del mundo en su conjunto, por conquistas y descubrimientos, ha cambiado muchas veces. Los imperios más importantes de la historia han sido los siguientes:

  • asirio                                                                                  • persa
  • itita                                                                                       español
  • egipcio                                                                                  portugués   
  • semita                                                                                   francés
  • griego…………………………………………………………… inglés
  • romano…………………………………………………………   inca
  • chino………………………………………………………………azteca
  • mongol……………………………………………………………maya
  • japonés                                                                                  húngaro
  • khmer                                                                                     ruso
  • hindú………………………………………………………………norteamericano

Cada imperio ha tenido sus características propias de penetración política, ideológica, social y económica. Todos han sido diferentes y han marcado modalidades distintas de conquista y explotación, pero todos ellos tienen en común la invasión, el sojuzgamiento y el abuso de poder.

Este colonizaje, primitivo y actual, ha sido uno de los factores integradores en la historia de la humanidad, por el que sociedades ricas y tecnificadas someten a otras más pobres y primitivas, rompiendo, desapareciendo, renovando culturas con buenas o malas tradiciones.

Arguyendo razones “humanitarias”, todavía en el siglo XIX se conquistó y colonizó toda África, y en el XX el imperio ruso se expandió para formar la URSS.

En el siglo XX, producto del asombroso desarrollo de la comunicación, de la información y resultado de la primera y la segunda guerras mundiales, el fracaso del comunismo y las guerras parciales de Corea y Vietnam, más de 50 países del mundo logran su independencia en un movimiento liberador sin paralelo en la historia, quizá sólo comparable con los de principios del siglo XVIII en que cae el imperio español.

Existen aún unos 30 pequeños países e islas que están regidas como colonias de países que fueron imperiales, y unos pocos, como el Tíbet, sometidos por la fuerza. Pero podemos decir que por primera vez en la historia, la geografía del mundo queda razonablemente establecida en el siglo XX.

Ahora el problema se centra en los países mismos, en donde por diferentes razones, principalmente étnicas, estallan conflictos como los que vemos en los Balcanes, en África y en algunas otras regiones del mundo.

Todos estos movimientos de conquista y derrota han tenido consecuencias fundamentales para la realidad actual del mundo. Han sido factores de destrucción y muerte, pero también de libertad y desarrollo. El mundo en el siglo XX no sólo logra una geografía más estable, sino que les da a los conceptos de libertad, derecho y autodeterminación de los pueblos, una importancia que antes estaban muy lejos de tener. Ahora, cualquier país con intenciones imperialistas se enfrenta al juicio del mundo en su totalidad y, como ya no existen actos de autoridad nacional ocultos, la comunicación, considerada ya un derecho universal, es instantánea.

El siglo XX ha tenido consecuencias maravillosas en cuanto a la expansión de la libertad y de los derechos humanos. Sin embargo, no todos sus saldos son positivos. En el caso de la conservación ecológica, las guerras han sido nefastas: más de la mitad de las poblaciones nativas y salvajes de animales del mundo han desaparecido y muchísimas especies más están a punto de correr la misma suerte.

Pero lo peor de todo es que entramos en el siglo XXI invadidos por una indiferencia mundial ante la devastación ecológica, tanto de las especies vivas como del medio ambiente, y ello a pesar de que a mediados del siglo se inició el movimiento del desarrollo de la conciencia ecológica.

Todas las señales han sido premeditadamente ignoradas: el agujero en el ozono; el calentamiento global; la lluvia ácida; los tiraderos radiactivos improvisados; el mal manejo de los desechos humanos; los cambios climatológicos; la extinción de las selvas tropicales, que son los pulmones del mundo. Pase lo que pase, nada logra provocar la reacción de los poderosos para iniciar un movimiento formal que detenga el deterioro ecológico del planeta.

Las organizaciones ecológicas regionales en general están enfrascadas en luchas tontas, fanáticas y mal planeadas, que perturban tanto a la economía local como a la ecología, pues en general están compuestas por personas sin la formación profesional y la visión socioeconómica y global que les permita valorar la realidad.

En el mundo, el 80% de la contaminación global de la atmósfera se debe a la gran industria, productora de energía, y al consumo energético del transporte que todos usamos. Ambos factores se concentran en un 90% en los 15 países más desarrollados del mundo que, hasta el día de hoy, no han llegado a un acuerdo global y formal de revertir ese movimiento. Es claro que afectaría – quizá en 5 o 10%-a las economías de sus países, y los políticos en turno nunca quieren pagar el precio correspondiente.

En el futuro, el mundo tiene dos razones para cambiar seriamente: el amor y el terror. Creo que será el terror el que motive los grandes cambios, pues como veremos en los capítulos posteriores, la degradación ambiental es cada vez más rápida y notoria, y la indiferencia tendrá que cambiar por un mayor nivel de conciencia de la realidad. Claro está que esto tendrá un precio económico que afectará a todo el mundo. Yo espero que exista un trato justo entre países desarrollados y subdesarrollados, el cual hoy no se da. A los países subdesarrollados se les aplican criterios ecológicos mucho más rígidos, pues con sus sistemas políticos más inestables, el peso «político» de ecologistas fanáticos, es más fuerte que en los países desarrollados y estables. Esto puede tener unas consecuencias terribles, que prolongarían el colonialismo tecnológico en un futuro impredecible.

Sólo la conciencia espiritual moral, una espiritualidad positiva de solidaridad con el otro, acatando siempre el imperativo ético, es lo que nos puede dar a toda una gran esperanza para el futuro.

Capítulo XXVI • La Tierra

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 marzo, 2023

 

La ciencia ha demostrado ya que hubo un hasta ahora incomprensible principio de principios. El universo se inició con el big bang, que se creía era el resultado de una enorme concentración de materia que, habiendo explotado, creó el universo hace unos 15 mil millones de años. Ahora se sabe que en el principio de los principios no había materia sino energía que se expande, que engendra tiempo, espacio y materia. Conforme la materia se va creando, los campos magnéticos de atracción trabajan sobre ella y la van concentrando, formando billones de millones de estrellas, planetas, lunas, etc. Estas pueden progresar, desintegrarse o chocar y fundirse y en ese proceso se forman las galaxias, como agrupaciones de materia con un centro gravitacional que las contiene. Juntas con los billones de galaxias del universo se expanden, alejándose cada vez más de su punto de creación.

Una de estas galaxias la hemos bautizado como la Vía Láctea y dentro de sus millones de estrellas está el sol, alrededor del cual gira nuestro planeta.

La Tierra es una unidad en pleno proceso, que conserva su centro todavía candente a temperaturas de miles de grados. Podemos conocer su composición gracias a la erupción de los volcanes, que están conectados con este centro, por lo menos con su parte más superficial.

La Tierra aparece como tal hace unos 4 500 millones de años e inicia su evolución. Para comprender la ecología y los procesos que se dan en la biosfera es necesario imaginar la Tierra en sus inicios, como una bola de materia, todavía candente, cuya superficie va creando capas duras y suaves al enfriarse; un planeta con un corazón candente y una piel compuesta de materia y gases, sin ningún rastro de vida. Los gases van configurando poco a poco una atmósfera, y las condiciones y climas se van haciendo propicios para que aparezca la vida. En todo ese proceso se empiezan a formar el agua (como una combinación de oxígeno e hidrógeno), el nitrógeno y todos los elementos sólidos, líquidos y gaseosos que ahora conocemos. En este caldo de cultivo, por procedimientos que ahora se repiten en laboratorio, empiezan a aparecer las primeras proteínas y aminoácidos que posteriormente formarán los primeros organismos vivos (unicelulares), los cuales nacen, crecen y se reproducen anaeróbicamente.

Son estos organismos los que, al agruparse, forman las primeras algas y líquenes (organismos pluricelulares), los cuales con sus funciones vitales generan su propio alimento, por medio de la fotosíntesis, y desechan oxígeno e hidrógeno, elementos que empiezan a formar la atmósfera como ahora la conocemos y que son la base y sustento de la vida actual en nuestro planeta.

Saber cómo nace la atmósfera de la Tierra nos permite comprender cómo se inicia esa cadena de interacciones que es la biosfera actual, de la cual surge cada organismo viviente. Lo que era materia inerte es ahora vida que interactúa y lentamente forma, a través de miles de millones de años, el planeta que ahora conocemos.

Es fundamental darnos cuenta de que la vida humana igual puede ir en una dirección evolutiva que en una involutiva. La historia de la vida en el planeta tiene cientos de millones de años, y el único factor identificado que la altera, hoy por hoy, somos los humanos. Es decir que los cambios que percibimos, como la extinción de las especies, la lluvia ácida, la contaminación de lagos, ríos y océanos, son provocados por nosotros. En los últimos 70 millones de años el único factor extraño que transformó a la Tierra fue el aerolito que provocó la extinción de los dinosaurios al contaminar la atmósfera. El ser humano tiene cinco millones de años de evolución, pero apenas 10 000 de civilización moderna y sólo 500 de haber iniciado una contaminación masiva, que crece algebraicamente. La biosfera no existe por sí misma, sino en función de la interacción con todos los elementos que la integran, y puede variar para bien o para mal.

Nota al margen.

Atmósfera. Envoltura de aire que rodea al globo terráqueo.

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