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Revista Latitud 21
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Sergio González

  • Al buen entendedor
  • Presidente de la AMATUR
  • Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones «Vital»
  •  sgrubiera@acticonsultores.com

Los paradigmas de la reforma hacendaria

por Redacción 1 octubre, 2013

Al hablar de cuestiones impositivas resulta difícil eventualmente ser objetivos. Los impuestos de suyo no son agradables desde mucho antes de los romanos.

Las tribus de la gran Mesoamérica que tributaban a los poderosos aztecas simplemente se sentían agraviadas y avasalladas por el pago de impuestos al grupo dominante; los impuestos son eso, una imposición; sin embargo, necesaria y fundamental aunque no nos gusten, para poder permitirle al Estado su función y emprender en consecuencia las obras y acciones en beneficio directo de los gobernados, y es ahí en donde radica gran parte de nuestra molestia, cuando menos en México y el resto de Latinoamérica, toda vez que los ciudadanos no vemos una respuesta en calidad de vida digna a cambio de nuestras  onerosas tributaciones.

Hay impuestos que a más de ser necesarios para la buena marcha del Estado, eventualmente es incluso menester incrementarlos cuando su aplicación se justifica plenamente. En Quintana Roo por ejemplo, hace tiempo que me he manifestado en el sentido de que el Impuesto al Hospedaje que se utiliza para la promoción de nuestros destinos turísticos debería tener una base recaudatoria más amplia y que aportaran a la promoción con su tributación todos los sectores de la gran cadena de valor del turismo, léase restaurantes, arrendadoras de autos, centros comerciales, etc. como sucede en Florida, con lo cual en ese estado de la Unión Americana obtienen una bolsa millonaria en dólares enorme, que se usa exclusivamente para la promoción turística.

En Quintana Roo Félix González nos ensartó con un 50% de incremento en el Impuesto al Hospedaje, para pasar del dos al tres por ciento, lo cual podría ser bien visto; sin embargo, hasta hoy no vemos el retorno de dicho impuesto en acciones directas de promoción turística a través de los canales adecuados y existentes para ello.

Es decir, que las reformas hacendarias y los ajustes a las tasas impositivas son eventualmente necesarios cuando están plenamente justificados, pero lo más importante cuando su aplicación repercute en una mayor eficacia para el Estado y en una estrategia que fomente y mejore la productividad y la competitividad, que tristemente no es el caso de la reforma de Peña Nieto. 

Muchos son los analistas que se debaten y comentan sesudamente por todas partes acerca de la nueva e impopular reforma, al parecer fraguada por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, cuya gestión está resultando un fracaso, como lo evidencian los números de crecimiento económico, además de que su pretendida reforma significa un golpe tremendo a la economía de la clase media, como ya se ha comentado con amplitud por todo el país.

Me parece que en el afán de recaudar se ha pensado que la solución está en el impuesto general al consumo, que es el que la mayoría pagamos sin chistar y con casi nulas posibilidades de evasión, pero han prevalecido tremendos paradigmas que han nublado la óptica y al final terminaron en un remedo de reforma, profunda sí pero que lesiona, que agrede y que sin duda no promoverá el crecimiento económico.

Sin embargo, esta propuesta hacendaria se contrapone al desarrollo y competitividad turística, no obstante sus grandes aportaciones económicas a las arcas de la federación.

La propuesta de homologación del IVA al 16%, implica en Quintana Roo, el principal destino turístico de México y el principal generador de divisas turísticas de todo el país, pasar de tasa Cero en la transportación terrestre hasta el 16%, un incremento que a todas luces nos pondrá fuera de mercado y en seria desventaja frente a otras islas del Caribe y otros destinos turísticos del mundo.

La transportación turística terrestre que hoy no causa impuesto es uno de los principales y más importantes ingredientes de la cadena de valor del negocio turístico de México y es de suma importancia crear todas las condiciones necesarias para hacerla cada vez más competitiva frente al resto de los destinos turísticos del mundo.

Por cierto, los propietarios de taxis no pagan impuestos, no les dan prestaciones a sus trabajadores que están detrás del volante y no contribuyen en nada a la promoción de los destinos turísticos.

Otro factor importante a considerar en el marco de esta pretendida reforma es el hecho de que luego de muchos años de buscarlo habíamos logrado para este sector turístico la tasa Cero para grupos, convenciones y congresos del extranjero, un enorme aliciente e incentivo para que las grandes corporaciones prefirieran México antes que otras ofertas para llevar a cabo sus eventos, teniendo en cuenta además que el segmento de Convenciones y Congresos es de alto poder adquisitivo y en consecuencia alto nivel de gasto, con el enorme beneficio que ello significa para nuestros destinos turísticos. Los viajes de negocios de este tipo han sido una excelente alternativa para los meses de temporada baja, lo que permite mantener las fuentes de empleo en prácticamente todo el sector.

La nueva reforma pone en tremendo riesgo esta ventaja competitiva. Despedirnos gradualmente de convenciones y congresos es despedirnos también de los tan anhelados y anunciados incrementos en los flujos de turismo internacional que pudieran regresarnos  al selecto grupo de los primeros Diez Grandes receptores de turismo en el mundo.

Así también la iniciativa para gravar las importaciones temporales, una práctica común en el negocio de las grandes exposiciones y exhibiciones que pudieran realizarse en diversas ciudades de México, significando turismo, derrama y ocupaciones hoteleras tan necesarias para nuestro crecimiento, simplemente nos aleja  de estas expectativas.

Parece que en suma, la iniciativa de reforma hacendaria no sólo lesiona y agrede, no fomenta la competitividad y además no incluyó en sus análisis a muy diversos sectores. Los autores intelectuales se han quedado muy cortos, evidenciando no sólo un enorme desconocimiento sino una tremenda insensibilidad.

Yo por lo pronto me  opongo.

Cualquier comentario con esta columna que quiere regresar al trueque, favor de dirigirlo a sgrubiera@acticonsultores.com

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Yucatán, tan cerca y tan lejos…

por Redacción 1 septiembre, 2013

Hace unos días tuve la oportunidad de pasar un fin de semana en Mérida y Chichén Itzá con tres propósitos fundamentales: el primero, que mis hijos vieran a su abuelo, mi suegro, a quien le tengo gran cariño y que está muy próximo a llegar a los 80 años; lo segundo, convivir en familia con mis hijos a quienes vemos poco, pues estudian sus carreras universitarias fuera de Cancún, y aunque estén de vacaciones prácticamente hay que secuestrar a los jóvenes para tener un poco de convivencia con ellos, y el tercero era gozar de un poco de descanso y relajación, que eventualmente hace mucha falta.

Afortunadamente se lograron los tres objetivos satisfactoriamente. Dimos a don Jaime la satisfacción de ver a sus muy creciditos nietos y pasamos un rato muy agradable con él y la familia en el marco del malecón de Progreso.

Con mis hijos logramos el tan necesario contacto familiar, la charla profunda, la reflexión sobre pasado, presente y futuro y ese acercamiento que sólo se puede dar eventualmente cuando estás atrapado en algún hotel sin ruido y sin prisas. Y finalmente obtuvimos descanso y relax para regresar con redoblados bríos al quehacer cotidiano.

Regresar a Yucatán siempre es placentero y reconfortante. La calidez de su gente, los platillos típicos de esa cocina ancestral, llenos de calorías, sus paisajes, sus rincones, y esa tan orgullosa manera de ser de los yucatecos forman parte del producto turístico y del encanto de Yucatán.

Tan cerca de Cancún, a sólo 350 kilómetros, es decir tres o cuatro horas de viaje, pero tan lejos en sus costumbres, en sus tradiciones y en la estupenda manera en la que han desarrollado productos turísticos y calidad de vida en ese estado.

Ir por la carretera libre a Mérida, por ejemplo, pasando por los pueblitos de Yucatán, es una delicia. Las sinuosas ciclovías y andadores rojos a la orilla de la carretera me dan una envidia indescriptible, y las decenas de jardines e invernaderos también a la orilla de la carretera son irresistibles para mi mujer que, dicho sea de paso, de un tiempo a esta parte se dedica a la jardinería.

En Mérida me sorprendió el tremendo despliegue de seguridad que hay a toda hora y en todas partes. No hay rincón en el que no haya policías a la vista y ni qué decir de Progreso, perfectamente resguardado, vigilado y seguro. Los jóvenes, que no pierden oportunidad, se lanzaron a tremenda fiesta en las playas de Chicxulub con la música a todo lo que da, y se sorprendieron cuando les informaron que el escándalo se acaba a las 3:00 a.m., nada de continuar desenfrenadamente hasta la mañana. Como les digo, tan cerca y tan lejos. Y por supuesto, operativos de alcoholímetro a todo rigor y por todas partes, no hay manera de evitarlos.

De regreso teníamos prevista una parada de relajación total en Chichén Itzá, que comenzó con una deliciosa cochinita pibil acompañada de algunos tequilas en el precioso restaurante Pueblo Maya, en donde me deleité con Pato de Regil, recordando viejas anécdotas de cuando teníamos 27 años… Ufff.

Pero la sorpresa mayor para la familia fue el alojamiento en el fabuloso y mágico Hotel Mayaland. Los bungalows ubicados prácticamente en medio de la selva y con piscinas privadas son sin lugar a dudas de las mejores propuestas de alojamiento que hay en el mundo. Amplios jardines en perfecto estado, cientos de palmeras y plantas exóticas, antiguos corredores del tipo Hacienda Yucateca, obras de arte y un extraordinario servicio hacen de ésta una experiencia única, difícil de olvidar y desde luego altamente recomendable.

Imperdonable sería el no mencionar que este mágico hotel está prácticamente dentro del sitio arqueológico de Chichén, una de las nuevas siete maravillas del mundo, lo que le da a la visita un valor agregado que no tiene precio.

Imaginen mis ocho lectores en ésta y otras latitudes, tomar un whisky, fumar un puro y contemplar desde una terraza del hotel el Antiguo Observatorio Maya durante el atardecer; pues eso es posible, y me di el lujo de hacerlo en Mayaland.

Parte de la puesta en valor y desarrollo de producto de esta sofisticada oferta incluye un planetario con un imperdible espectáculo de luces y una tecnología realmente vanguardista, un museo del chocolate y una muy aceptable experiencia de compras.

No puedo dejar de contarles nuestra ocurrencia de llevar a los muchachos a comer poc chuc a Kahua. En el hotel nos habrán visto como un grupito de locos, salir de tan magnífica instalación en la que por supuesto se sirve también poc chuc (bistec asado de puerco con naranja agria, para los que no sepan), para ir a un pueblo a diez kilómetros que no ofrece ninguna comodidad a los exigentes gourmets, pues sonaba ilógico por decir lo menos. Pero ya saben mis ocho lectores que los mexicanos, algunos, tenemos ese extraño gusto por descubrir cosas raras y comer en los más limitados “changarros” (chiringuitos en España), cuando la comida es buena.

Kahua es un pequeñísimo pueblo yucateco famoso por su poc chuc servido en fondas que llevan por nombre “La Tía”, “La original Tía”, “Esta es la auténtica Tía” y así por delante.

Así que visitamos a la que dicen es la única, verdadera y original tía, esa que se ubica frente al puesto de “cocos fríos”, y en donde el poc chuc y las tortillas hechas a mano se están haciendo de rodillas frente al comal.

Eso sí, llevaba cargando mi botellita de vino tinto infaltable para acompañar una buena comida. Si va por Yucatán lo invito a copiar esta experiencia, con la paciencia que requiere soportar algunas moscas y la falta de un baño en condiciones, pero el poc chuc, las tortillas artesanales y los frijoles negros son inigualables.

De regreso al mundo real y sofisticado del Hotel Mayland, me esperaba el atardecer y un habano para terminar de disfrutar la tarde.

Yucatán tiene cosas y lugares mágicos y siempre me trae muy buenos recuerdos. Hay mucho por hacer aún en materia turística, desarrollo de productos segmentados y desde luego en promoción y marketing, pero es sin duda una experiencia muy recomendable.

Cualquier comentario con esta muy paseadora columna, favor de dirigirlo a: sgrubiera@acticonsultores.com

Debemos promover y desarrollar el Cancún de Lujo

por Redacción 3 junio, 2013

Si bien Cancún es un destino que tiene oferta para todos y que es asequible a los más diversos segmentos de mercado, lo que realmente deberíamos promover es el Cancún de Lujo, porque es ahí en donde podemos encontrar la diferencia cualitativa que el destino requiere en cuanto al perfil de sus viajeros y nivel de gasto.

El Cancún tradicional, por así llamarle, el de sol y playa, prácticamente no requiere promoción, se vende solo. No digo que la promoción y publicidad no sean importantes y que no haya que invertir en ello, pero francamente si repentinamente se dejara de hacer a Cancún no le pasa nada, al menos al principio, toda vez que tiene una excelente imagen de marca conseguida luego de 43 años, y un magnífico posicionamiento en las preferencias de los viajeros de casi todo el mundo; sin embargo, como he dicho repetidamente, si se deja de desarrollar el producto, si se deja de innovar y se descuida la imagen urbana del destino, entonces sí que pasa, entonces sí que entraríamos en la inexorable espiral hacia el declive.

El Cancún de sol y playa de precios accesibles para todos lo promueven todos los días desde su trinchera las Agencias de Viajes, los mayoristas, los hoteleros, armando paquetes, subiendo ofertas a Internet, haciendo promociones puntuales, entre algunas  de muchas  estrategias, y lo promueven de diversas formas también los miles y miles de turistas que nos visitan, haciendo uso por ejemplo de las redes sociales, del trip advisor, y de muchas otras comunidades de viajeros virtuales. Cancún tiene pues su piloto automático para la promoción funcionando muy bien, y especialmente en los dos últimos años.

Sin embargo, me parece que existen oportunidades que nos ofrecen algunas tendencias en el turismo de lujo. Hay un claro avance y crecimiento en diversos destinos del orbe por el turismo de lujo, máximo confort y sofisticación en las preferencias.

Han acertado quienes han apostado por el desarrollo del mundo gourmet, el arte culinario y las ofertas de hotelería y restauración temáticas, en el concepto de la enología por ejemplo, entre otras.

El mundo del Spa ha crecido mucho, pero ciertamente se ha popularizado también; hoy el segmento del Spa demanda también sofisticación, vanguardismo, y se percibe cierto rechazo por la creciente masificación de este segmento.

Las compras en el mundo apuestan también por el lujo; la búsqueda irrefrenable de “la marca” y la experiencia de compras acompañada de un toque de champagne con cerezas y el chofer de guante blanco esperando a la puerta está siendo altamente valorada.

Los náuticos podrían también refinar su oferta y poner en el catálogo no sólo los yates de pesca y paseo, sino que éstos estén equipados acorde a las nuevas tendencias de lujo y de viajeros en búsqueda de estatus.

Ese mercado está ahí, existe, viajan y dejan derrama, pero hay que atraerlos con ofertas sofisticadas, sublimes diría, y con promoción y herramientas diferentes.

Estar en la camiseta del Espanyol de Catalunya o del Mallorca podría estar bien, porque los ve mucha gente, pero no necesariamente esa gente de la que estoy hablando, esa que llega a las suites, que gusta de las cavas, los quesos franceses y los yates de lujo.

En el mundo latinoamericano se empiezan a vislumbrar nuevamente algunos indicios de que habrá búsqueda de lujo, especialmente en Colombia y Brasil. El anuncio de no visados con los brasileiros a partir de mayo puede atraer a Cancún a este segmento de viajeros del más alto poder adquisitivo de ese país, que además experimenta un interesante crecimiento económico.

Cancún tiene oferta sofisticada y vanguardista en algunos hoteles, en algunos restaurantes, en algunos yates, en varios de sus campos de golf, en muy pocas de sus tiendas y plazas comerciales, y en los atractivos exclusivos de algunos de sus parques, delfinarios y otros escenarios de ocio. Pero se puede hacer más, mucho más. Claro, ello requiere que los valientes inversionistas se atrevan en pos de ese nicho de mercado.

Parece que no cabe aquí la vieja premisa de qué fue primero, “si el huevo o la gallina”… Cancún, sus empresarios y sus gobiernos deben invertir en el segmento de lujo y la promoción deberá ser sofisticada también, con tiros de precisión, con mejores herramientas de mucho mejor calidad, con la mira de obtener no más turistas sino turistas que gasten más.

Otro día hablaremos de nuestras islas, que deberían ser también Islas de Lujo…

Lo dejo pues por el momento, Al Buen Entendedor…

Cualquier comentario con esta lujosa columna, que siempre está investigando, favor de dirigirlo a: sgrubiera@acticonsultores.com

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Dragon Mart y las inversiones extranjeras

por Latitud21 Redacción 31 enero, 2013

cancún "revista latitud21" latitud21 "Caribe Mexicano" latitud 21 "Grupo editorial Latitud21"En principio deberíamos estar todos de acuerdo en que es bueno fomentar la inversión extranjera en nuestro país, porque genera empleos, porque implica inyección de divisas a la economía local y porque en general fomenta interacciones económicas, sociales y culturales que en teoría enriquecen a los municipios en donde se da esta inversión, a los estados y al país en general.

Sin embargo, esta inversión debe verse con cautela cuando ello implique el eventual desplazamiento no sólo de la mano de obra local sino del comercio y las economías que prevalecen en la zona.

Antes de entrar en el fenómeno chino analicemos lo que ocurre con otras inversiones en Quintana Roo y otros estados. Es verdad que las inversiones hoteleras, por ejemplo, han generado un significativo número de empleos, y que contribuyen a la economía local de manera importante, pero hay que analizar también que las integraciones verticales que representan en muchos casos han reducido a la mínima expresión el beneficio económico para la región.

Algunas de las cadenas europeas, sin citar nombres, generan la venta de paquetes turísticos en el lugar de origen del capital; los turistas viajan en vuelos chárter operados por la misma mayorista, son recibidos por el operador local que pertenece al mismo grupo y son alojados en el hotel construido con el capital de origen.

En cuanto a la generación de empleos, en muchos casos el personal de altos niveles e incluso de mandos medios es también europeo, con lo que el beneficio para la región en este rubro se limita al personal operativo en su mayoría del más bajo nivel.

Si bien hay cadenas hoteleras que han invertido en esquemas de vivienda para sus trabajadores, la práctica común ha sido que el peso y costo social de esta demanda recaiga en los gobiernos locales. Durante muchos años, Cancún, por ejemplo, ha sido el gran soporte de vivienda para trabajadores del municipio de Solidaridad (Playa del Carmen), con la tremenda carga que ello implica para la ciudad.

Pero el tema es más grave aún, ya que esta desvinculación económica con la zona que acoge la inversión se produce desde la etapa constructiva. No sólo ingenieros y arquitectos son extranjeros, sino que todos, absolutamente todos los insumos para la construcción son importados, gracias a acuerdos y exenciones fiscales que incentivan al constructor europeo para comprar todo en su país. Desde puertas y ventanas, pasando por ductos, equipos de enfriamiento y hasta cablería, soportes y tornillos, todo es producto de importación.

Bajo este escenario uno se pregunta, ¿cuál es entonces el verdadero beneficio de este tipo de inversión extranjera?

No todas las cadenas hoteleras europeas o norteamericanas operan igual, hay que decirlo, y existen desde luego algunas con mayor conciencia y responsabilidad social; sin embargo, el modelo descrito ha prevalecido en el destino y nosotros lo hemos permitido. Correspondería al estado regular este tipo de inversiones y establecer el marco legal que permita un desarrollo sustentable o sostenible,  que genere beneficios económicos y sociales en condiciones equilibradas para la región receptora de las inversiones.

En tales circunstancias resulta aún más cuestionable el proyecto Dragon Mart, en donde el escenario se repite de igual forma que en los casos antes citados pero de manera exponencial, y con el agravante del tremendo e irreversible impacto al medio ambiente.

México necesita generar un ambiente de negocios que fomente y estimule la competitividad de los productos mexicanos, y que enriquezca las alianzas estratégicas que nos permitan mejorar nuestros niveles de productividad y eficiencia. Un proyecto como el Dragon Mart sólo fomenta y estimula la competitividad de los productos y comerciantes chinos, dejando totalmente fuera al productor y comerciante mexicano.

La generación de empleos será totalmente para chinos y la demanda de vivienda y servicios de éstos será totalmente resuelta por el mismo proyecto, dejando sin oportunidad de negocios a posibles inversores o desarrolladores mexicanos.

Se sabe de buenas fuentes que quien está detrás del monstruoso proyecto es el Estado chino, con el apoyo del más grande banco del mundo, también chino.

El tema hotelero está resuelto también hacia el interior del proyecto, lo que deja fuera cualquier posibilidad de negocio turístico para la hotelería de Quintana Roo.

En cuanto al impacto medioambiental, más allá de aquel que implica el proyecto per sé al devastar más de 500 hectáreas en la zona de Puerto Morelos, está también aquel que generará la enorme infraestructura de apoyo que demandará el proyecto. Caminos de acceso, redes de suministro, desechos sólidos y en general una enorme infraestructura que sin duda implica impacto al medio ambiente, en una zona en la que aún hoy se puede pensar en desarrollo de ecoturismo y en el apoyo a comunidades que podrían verse beneficiadas de la actividad turística de manera sustentable.

El Dragon Mart se ha visto beneficiado con una eficiencia y efectividad en tramitología como no se da comúnmente para empresas y proyectos mexicanos. Exenciones de impuestos, prórrogas, precios preferentes en la tierra y una serie de facilidades que sin duda son alicientes para la inversión extranjera, pero en un proyecto que lamentablemente no sólo dejaría beneficios mínimos a la región sino tremendos impactos de consecuencias irreversibles.

El Dragon Mart fomentará también inevitablemente la xenofobia, sobre todo cuando son del mundo conocidas las prácticas del gobierno chino, sus tremendas restricciones para hacer negocios en ese país y lo poco solidarios que han sido en eventos importantes, como lo fue por ejemplo la crisis de la influenza en el año 2009.

México, y Quintana Roo en este caso, debe estimular sí la inversión extranjera, pero debe establecer reglas claras del juego y desarrollar un marco regulatorio que dé confianza pero que estimule y fomente al mismo tiempo el desarrollo de la propia economía local.

Deberían regularse, para éste y para todos los casos de inversión extranjera, temas como la obligatoriedad de desarrollar vivienda digna; generación de empleos que incluyan de manera equilibrada y participativa a los locales; fomento y estímulo para los constructores y desarrolladores locales tratándose de inversiones extranjeras y un esquema tributario que implique responsabilidad social, entre otros.

Si fuera así, yo diría bienvenidos los chinos, de otra manera nos vamos a quedar milando…

Cualquier comentario con esta columna que por el momento dice NO a la muralla china, favor de dirigirlo a: sgrubiera@acticonsultores.com

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