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Revista Latitud 21
Categoría:

Libro Ecología y Espiritualidad

Capítulo XXIX • La ecología en mundos desiguales

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 abril, 2023

 

En esta nueva era de globalización, de visión holística de la realidad, nos parece que los problemas son de todos y, por ende, a todos nos corresponde resolverlos. Pero para ello tenemos que considerar las diferencias económicas de los tres grandes bloques que hemos analizado: primero, tercero y quinto mundos, pues tanto los problemas como las posibles soluciones son completamente distintos en cada uno de ellos. La globalización, que ya es inevitable, no da los mismos resultados en ellos.

Hace 200 años, el Támesis ya era un río contaminado; y hace 100, una cloaca que contaminaba el mar. Lo mismo ha ocurrido después con el Missisipi y más recientemente con el Volga. Ningún río actual del tercero y quinto mundos contamina tanto como lo hicieron y siguen haciendo los ríos de los países del primer mundo.

El 85% de la contaminación mundial se produce en el primer mundo, básicamente por el consumo de depósitos fósiles de petróleo y carbón, pero también por desechos de una producción industrial y agrícola sin precedente.

El consumo energético en el mundo se triplicará en los próximos 50 años, en que la población llegará a 10 mil millones de habitantes, pero los consumos tienden a incrementarse también en todos los países del mundo: mayor población que consume más energía.

Con los procesos de producción, distribución y consumo de la actualidad y sus residuos contaminantes, simplemente el mundo no podrá resistir, ni en el aire, ni en el agua, ni en la tierra, sin sufrir cambios que son de verdad incalculables. Y nadie sabe tampoco si serán irreversibles.

Sabemos que la conciencia ecológica de hoy, que cada vez se generaliza más, no está tomando las medidas adecuadas para el futuro y las cuestiones económicas están prevaleciendo sobre las ecológicas. Los políticos del primer mundo aprovechan ese marasmo, esa inconciencia general, para no incluir en los costos de producción el precio ecológico. Mientras los procesos de producción no afecten sus costos con ese factor y se lo repercutan al consumidor, la contaminación será creciente y cada vez más acelerada. El problema será cada vez más agudo, hasta ser irreversible y, por lo tanto, más costoso de solucionar. Simplemente, el mundo todo está cometiendo el enorme y egoísta error de dejarles a las próximas generaciones una carga económica de proporciones desconocidas.

Esas generaciones nos juzgarán y habrán de determinar la culpa histórica que nos corresponde. Pero esta culpa no es pareja: le corresponde más al que más la ha provocado y que, por otro lado, es el que más recursos tiene.

Pedirle solidaridad al quinto mundo es un absurdo. Exigírsela al tercer mundo es detener y prolongar más su arribo a la modernidad. Son los dueños de los excedentes reales de capital y tecnología del primer mundo los que, realmente pueden -y deben- actuar, pues ellos son los que se desarrollaron sin pagar el precio ecológico que les correspondía y que hoy exigen al resto del mundo. Esta injusticia se revertirá, y yo sé que no será el amor y la solidaridad los que los convenzan de pagar el precio, sino el miedo y la degradación de su propia existencia.

En los problemas de la ecología del futuro se verá lo avanzado de nuestra conciencia y solidaridad humana, pues su solución requerirá un inmenso esfuerzo económico y social que los 1 500 millones de habitantes del primer mundo del año 2050 tendrán que acometer o simplemente se generará un genocidio como el que ahora contemplamos en África con el AIDS (y con el cual ningún país del mundo se hace solidario) pero a escala mundial. La única alternativa para entonces será: solidaridad u holocausto.

El dinero lo tendrán que poner los ricos, porque son los únicos que lo tienen, pero la solidaridad es obligación de todos, pues todos somos responsables de la absurda forma en que procesamos las 120 millones de toneladas diarias de desechos que producimos y que contaminan nuestro mundo, sin contar las emanaciones de los coches y de las fábricas, los fertilizantes e insecticidas contaminantes que todavía se consumen, etcétera.

Pero ya están llegando las primeras generaciones afectadas por esta contaminación. Los efectos iniciales se empiezan a sentir, las alteraciones climatológicas que provocan igual tormentas que sequías, cada día nos afectan más. Los inconscientes quieren echarle la culpa al «niño», fenómeno natural que ha existido desde hace miles de años y cuyas travesuras se han venido a convertir, «quién sabe por qué», en verdaderas diabluras.

Las razones por las cuales el primer mundo no actúa son puramente económicas y políticas, sustentadas en una inconciencia generalizada que les abre campos de acción a los políticos. Sin embargo, ya en los próximos 25 años se verá lo egoísta y equivocada que es esta actitud.

El mundo actuará por temor, no por amor, y entonces se verá si la civilización y su globalización desarrolló la conciencia y preparó al espíritu humano para salir del hoyo al que su propio egoísmo lo precipitó sin valorar las consecuencias.

Notas al margen.

Holístico. Perteneciente o relativo al holismo, sentido de la unidad total

Capítulo XXVIII • Primero, tercero y quinto mundos

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 abril, 2023

 

La división actual entre países del primer mundo y del tercer mundo es arbitraria y simplista, pues se reduce a clasificar a los países en pobres y ricos. Pero para nuestro objetivo yo propongo ampliar la clasificación a tres categorías, agregando la de quinto mundo, categoría a la que pertenecerían aquellos países (la mayoría) cuyo ingreso per cápita diario estuviera entre uno y tres dólares, o sea, menos de 1 100 dólares al año. Quinto mundo. En muchos de estos países hay gobiernos tiránicos y dictatoriales, y el promedio escolar es mínimo.

Las riquezas se concentran en menos del 5% de la población, generalmente relacionada con las fuerzas políticas que controlan el país. El pueblo carece de seguridad social y no se respetan los derechos humanos. La economía se basa en procesos ancestrales de cultivos de la tierra y de producción de materias primas, por lo regular en manos de extranjeros. El consumo de energía per cápita es bajísimo, dependen totalmente de tecnologías extranjeras (en un 95% de países del primer mundo) y tienen deudas impagables con la banca mundial e internacional. Las personas preparadas se integran a la élite o emigran. No hay una clase media que consuma y estimule la producción interna, no hay ningún tipo de investigación científica; el poco profesorado es deficiente por la baja paga que reciben y por la emigración y fuga de cerebros. Carecen de planes de desarrollo económicos, sociales o urbanos y de producción, y la población crece desmesuradamente generando graves problemas; por ejemplo, en treinta años, la población de viejos se multiplicará y no dispondrá de servicios médicos ni de seguridad social. Sus realidades sociales, políticas, económicas y ecológicas les dan poca esperanza para las próximas 10 generaciones y nadie es capaz de predecir su futuro. No pueden ni tienen posibilidad de integrar planes ecológicos ni de corto, mediano o largo plazo, porque ningún ser humano es capaz de sacrificar a sus propios hijos por la salud del planeta. Su analfabetismo llega a ser hasta de un 95%.

Tercer mundo. Estos países, cuya población total es de dos mil millones de habitantes, tienen ingresos per cápita que oscilan entre 1 200 y 12 000 dólares anuales. Se caracterizan porque sus estructuras y políticas económicas, sociales y ecológicas están en permanente transición, a veces avanzando, a veces retrocediendo. Padecen una enorme dependencia económica y tecnológica del exterior, aunque algunos son autosuficientes en materia de alimentos. Sus exportaciones son básicamente de materia prima o de productos maquilados. Sus estructuras políticas tratan de ser modernas y generalmente tienen pseudodemocracias que son más bien partidocracias. Sus legislaciones son obsoletas y confusas, difíciles de interpretar y aplicar. Su dependencia tecnológica es total y gastan un mínimo en investigación (por lo regular obsoleta) comparado con los países que hacen investigación formal. Cuentan con sistemas educativos estructurados: la mayoría de los niños van a la escuela, pero reciben una educación torpe y obsoleta, casi siempre en instalaciones pésimas y con profesores mal pagados. En todas esas naciones la corrupción es muy alta y con frecuencia organizada en torno a las fuerzas políticas. Cuentan con una mayor o menor clase media, que se prepara y estudia en niveles superiores. Hay periodos de bienestar económico que animan y fomentan su desarrollo y otros de desastre o crisis económica, como hoy se le conoce, que lo frenan. En la actualidad, en estos países hay una tendencia hacia la modernidad de sus sistemas políticos (hacia la democracia) y económicos (hacia el libre mercado), y sociedades liberales que van superando los paradigmas del subdesarrollo. Todas han padecido desastrosos aumentos demográficos que han mantenido a la mitad de la población en la pobreza y a una cuarta parte en la miseria, creando sociedades de grandes contrastes económicos y sociales, con una incontenible migración del campo a las ciudades, cuyo resultado es metrópolis gigantescas e incontrolables, en donde la inseguridad y la sobrepoblación son problemas diarios. Tienen una deuda y una dependencia tecnológica muy grandes con el primer mundo. En fin, están en proceso de desarrollo, y sus posibilidades de progresar dependen en gran medida de que logren estabilizar sus poblaciones. Su analfabetismo es en promedio de un 50%.

Primer mundo. Estos países tienen ingresos per cápita de 12 000 a 36 000 dólares anuales, y sistemas políticos totalmente establecidos; a la fecha, todas son democracias, republicanas o parlamentarias. Sus leyes son claras y sus sistemas judiciales han superado en un 95% los mecanismos de corrupción. Sus economías han establecido los ciclos de producción y consumo que les permiten a las empresas y al gobierno mantenerse en la competencia de las diversas áreas tecnológicas; son dueños del 98% de las actuales patentes del mundo. Sus sistemas sociales están totalmente estructurados y se basan en una gran clase media que tiene un ingreso del orden de los 24 000 dólares anuales y que abarca el 90% de sus poblaciones, un 8% tiene ingresos de 12 000 dólares anuales o menos y el 2% restante corresponde a una élite que está por encima de la alta clase media. Todos estos países, donde viven mil millones de personas (el 17% de la población mundial), practican el libre comercio y juntos poseen el 85% del capital mundial circulante. Tienen cubierta la educación básica en 97% de su población, la secundaria en 70% y su índice de analfabetismo varía entre menos de 1 y 5%. Sus sistemas políticos, económicos y sociales son estables. Son los causantes de las lluvias ácidas, productores del 85% de la polución del aire, el 95% de la contaminación radiológica, el 70% de la contaminación del agua y consumen también el 85% de la energía del mundo.

La proporción en cuanto a producción y consumo per cápita de los países del primero, tercero y quinto mundos es, respectivamente, de 90, 9 y 1%. Estas diferencias abismales provocan contrastes y problemas enormes de migración y de inconformidad social que con la globalización del mundo está tomando caminos imprevistos. Hay un nuevo mundo que ya no mantiene aisladas estas diferencias, sino que las confronta y que requiere una nueva visión del mundo para enfrentarlas.

Capítulo XXVII • El fin del periodo colonial

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 marzo, 2023

 

Desde el inicio de la civilización moderna han surgido los imperios, unos atrás de otros y siempre con las mismas ansias de dominio militar, político y cultural. La geografía del mundo en su conjunto, por conquistas y descubrimientos, ha cambiado muchas veces. Los imperios más importantes de la historia han sido los siguientes:

  • asirio                                                                                  • persa
  • itita                                                                                       español
  • egipcio                                                                                  portugués   
  • semita                                                                                   francés
  • griego…………………………………………………………… inglés
  • romano…………………………………………………………   inca
  • chino………………………………………………………………azteca
  • mongol……………………………………………………………maya
  • japonés                                                                                  húngaro
  • khmer                                                                                     ruso
  • hindú………………………………………………………………norteamericano

Cada imperio ha tenido sus características propias de penetración política, ideológica, social y económica. Todos han sido diferentes y han marcado modalidades distintas de conquista y explotación, pero todos ellos tienen en común la invasión, el sojuzgamiento y el abuso de poder.

Este colonizaje, primitivo y actual, ha sido uno de los factores integradores en la historia de la humanidad, por el que sociedades ricas y tecnificadas someten a otras más pobres y primitivas, rompiendo, desapareciendo, renovando culturas con buenas o malas tradiciones.

Arguyendo razones “humanitarias”, todavía en el siglo XIX se conquistó y colonizó toda África, y en el XX el imperio ruso se expandió para formar la URSS.

En el siglo XX, producto del asombroso desarrollo de la comunicación, de la información y resultado de la primera y la segunda guerras mundiales, el fracaso del comunismo y las guerras parciales de Corea y Vietnam, más de 50 países del mundo logran su independencia en un movimiento liberador sin paralelo en la historia, quizá sólo comparable con los de principios del siglo XVIII en que cae el imperio español.

Existen aún unos 30 pequeños países e islas que están regidas como colonias de países que fueron imperiales, y unos pocos, como el Tíbet, sometidos por la fuerza. Pero podemos decir que por primera vez en la historia, la geografía del mundo queda razonablemente establecida en el siglo XX.

Ahora el problema se centra en los países mismos, en donde por diferentes razones, principalmente étnicas, estallan conflictos como los que vemos en los Balcanes, en África y en algunas otras regiones del mundo.

Todos estos movimientos de conquista y derrota han tenido consecuencias fundamentales para la realidad actual del mundo. Han sido factores de destrucción y muerte, pero también de libertad y desarrollo. El mundo en el siglo XX no sólo logra una geografía más estable, sino que les da a los conceptos de libertad, derecho y autodeterminación de los pueblos, una importancia que antes estaban muy lejos de tener. Ahora, cualquier país con intenciones imperialistas se enfrenta al juicio del mundo en su totalidad y, como ya no existen actos de autoridad nacional ocultos, la comunicación, considerada ya un derecho universal, es instantánea.

El siglo XX ha tenido consecuencias maravillosas en cuanto a la expansión de la libertad y de los derechos humanos. Sin embargo, no todos sus saldos son positivos. En el caso de la conservación ecológica, las guerras han sido nefastas: más de la mitad de las poblaciones nativas y salvajes de animales del mundo han desaparecido y muchísimas especies más están a punto de correr la misma suerte.

Pero lo peor de todo es que entramos en el siglo XXI invadidos por una indiferencia mundial ante la devastación ecológica, tanto de las especies vivas como del medio ambiente, y ello a pesar de que a mediados del siglo se inició el movimiento del desarrollo de la conciencia ecológica.

Todas las señales han sido premeditadamente ignoradas: el agujero en el ozono; el calentamiento global; la lluvia ácida; los tiraderos radiactivos improvisados; el mal manejo de los desechos humanos; los cambios climatológicos; la extinción de las selvas tropicales, que son los pulmones del mundo. Pase lo que pase, nada logra provocar la reacción de los poderosos para iniciar un movimiento formal que detenga el deterioro ecológico del planeta.

Las organizaciones ecológicas regionales en general están enfrascadas en luchas tontas, fanáticas y mal planeadas, que perturban tanto a la economía local como a la ecología, pues en general están compuestas por personas sin la formación profesional y la visión socioeconómica y global que les permita valorar la realidad.

En el mundo, el 80% de la contaminación global de la atmósfera se debe a la gran industria, productora de energía, y al consumo energético del transporte que todos usamos. Ambos factores se concentran en un 90% en los 15 países más desarrollados del mundo que, hasta el día de hoy, no han llegado a un acuerdo global y formal de revertir ese movimiento. Es claro que afectaría – quizá en 5 o 10%-a las economías de sus países, y los políticos en turno nunca quieren pagar el precio correspondiente.

En el futuro, el mundo tiene dos razones para cambiar seriamente: el amor y el terror. Creo que será el terror el que motive los grandes cambios, pues como veremos en los capítulos posteriores, la degradación ambiental es cada vez más rápida y notoria, y la indiferencia tendrá que cambiar por un mayor nivel de conciencia de la realidad. Claro está que esto tendrá un precio económico que afectará a todo el mundo. Yo espero que exista un trato justo entre países desarrollados y subdesarrollados, el cual hoy no se da. A los países subdesarrollados se les aplican criterios ecológicos mucho más rígidos, pues con sus sistemas políticos más inestables, el peso «político» de ecologistas fanáticos, es más fuerte que en los países desarrollados y estables. Esto puede tener unas consecuencias terribles, que prolongarían el colonialismo tecnológico en un futuro impredecible.

Sólo la conciencia espiritual moral, una espiritualidad positiva de solidaridad con el otro, acatando siempre el imperativo ético, es lo que nos puede dar a toda una gran esperanza para el futuro.

Capítulo XXVI • La Tierra

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 marzo, 2023

 

La ciencia ha demostrado ya que hubo un hasta ahora incomprensible principio de principios. El universo se inició con el big bang, que se creía era el resultado de una enorme concentración de materia que, habiendo explotado, creó el universo hace unos 15 mil millones de años. Ahora se sabe que en el principio de los principios no había materia sino energía que se expande, que engendra tiempo, espacio y materia. Conforme la materia se va creando, los campos magnéticos de atracción trabajan sobre ella y la van concentrando, formando billones de millones de estrellas, planetas, lunas, etc. Estas pueden progresar, desintegrarse o chocar y fundirse y en ese proceso se forman las galaxias, como agrupaciones de materia con un centro gravitacional que las contiene. Juntas con los billones de galaxias del universo se expanden, alejándose cada vez más de su punto de creación.

Una de estas galaxias la hemos bautizado como la Vía Láctea y dentro de sus millones de estrellas está el sol, alrededor del cual gira nuestro planeta.

La Tierra es una unidad en pleno proceso, que conserva su centro todavía candente a temperaturas de miles de grados. Podemos conocer su composición gracias a la erupción de los volcanes, que están conectados con este centro, por lo menos con su parte más superficial.

La Tierra aparece como tal hace unos 4 500 millones de años e inicia su evolución. Para comprender la ecología y los procesos que se dan en la biosfera es necesario imaginar la Tierra en sus inicios, como una bola de materia, todavía candente, cuya superficie va creando capas duras y suaves al enfriarse; un planeta con un corazón candente y una piel compuesta de materia y gases, sin ningún rastro de vida. Los gases van configurando poco a poco una atmósfera, y las condiciones y climas se van haciendo propicios para que aparezca la vida. En todo ese proceso se empiezan a formar el agua (como una combinación de oxígeno e hidrógeno), el nitrógeno y todos los elementos sólidos, líquidos y gaseosos que ahora conocemos. En este caldo de cultivo, por procedimientos que ahora se repiten en laboratorio, empiezan a aparecer las primeras proteínas y aminoácidos que posteriormente formarán los primeros organismos vivos (unicelulares), los cuales nacen, crecen y se reproducen anaeróbicamente.

Son estos organismos los que, al agruparse, forman las primeras algas y líquenes (organismos pluricelulares), los cuales con sus funciones vitales generan su propio alimento, por medio de la fotosíntesis, y desechan oxígeno e hidrógeno, elementos que empiezan a formar la atmósfera como ahora la conocemos y que son la base y sustento de la vida actual en nuestro planeta.

Saber cómo nace la atmósfera de la Tierra nos permite comprender cómo se inicia esa cadena de interacciones que es la biosfera actual, de la cual surge cada organismo viviente. Lo que era materia inerte es ahora vida que interactúa y lentamente forma, a través de miles de millones de años, el planeta que ahora conocemos.

Es fundamental darnos cuenta de que la vida humana igual puede ir en una dirección evolutiva que en una involutiva. La historia de la vida en el planeta tiene cientos de millones de años, y el único factor identificado que la altera, hoy por hoy, somos los humanos. Es decir que los cambios que percibimos, como la extinción de las especies, la lluvia ácida, la contaminación de lagos, ríos y océanos, son provocados por nosotros. En los últimos 70 millones de años el único factor extraño que transformó a la Tierra fue el aerolito que provocó la extinción de los dinosaurios al contaminar la atmósfera. El ser humano tiene cinco millones de años de evolución, pero apenas 10 000 de civilización moderna y sólo 500 de haber iniciado una contaminación masiva, que crece algebraicamente. La biosfera no existe por sí misma, sino en función de la interacción con todos los elementos que la integran, y puede variar para bien o para mal.

Nota al margen.

Atmósfera. Envoltura de aire que rodea al globo terráqueo.

Capítulo XXV • El nuevo milenio

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 febrero, 2023

 

Al principio yo creía que luchaba por el árbol del hule. Después yo creía que luchaba por salvar el amazona. Ahora me doy cuenta que lucho por toda la humanidad. FRANCISCO CHICO MÉNDEZ

Sin duda, el XX fue el siglo de la revolución de las revoluciones, el que logró terminar con la realidad aristotélica dual y abrió el horizonte de visión humana al lograr identificar materia y energía. De este asunto, hemos apenas empezado (pero ya empezamos) a comprender y a manejar las implicaciones. Aunque siempre que se piensa en física cuántica se piensa en la energía producida por el nitrógeno y la energía atómica y sus derivados, como la bomba atómica, la realidad es que sin ese tipo de energía no habría futuro para los 10 000 millones de habitantes que tendrá el planeta en el año 2050.

Somos consumidores y procesadores de energía, la que requerimos a un precio que permita el desarrollo económico y social de la humanidad. Hasta ahora, sólo la energía atómica ha entrado en la economía real y ha permitido resolver los faltantes energéticos de los países desarrollados, evitando con ello el sobreconsumo de combustibles fósiles.  Aun así, el consumo de combustibles aumenta mucho día con día en la medida en que la población crece y se desarrolla. La energía es el tema central de la conservación de la especie humana y en el siglo XX se realizó la investigación necesaria para poder resolver este problema, en el futuro. Ya sabemos que, con determinadas tecnologías, las posibilidades energéticas son inagotables.

El ser humano requiere alimentación para proveerse de la energía que consume: ese es su problema básico de supervivencia. También en el siglo XX, la investigación en biotecnología y el desarrollo de la genética nos dan elementos para pensar que tenemos el potencial de producir alimentos para 10 000 millones de personas.

Tanto las altas tecnologías como su investigación y aplicación requieren un sistema político, económico y social que los favorezca y que sea propicio para su desarrollo.

El siglo XX fue también un caldo de cultivo y experimentación de sistemas políticos demandantes de mecanismos cada vez más abiertos y justos para la humanidad. La libertad del espíritu es condición sine qua non para la creatividad humana. El tema de la libertad del espíritu es central, pues la experiencia demuestra que sin ella la humanidad no camina al progreso, sino a la depravación y a la animalidad. En el siglo XX se demostró fehaciente y dolorosamente que son tres los factores más claros de los sistemas que han progresado con mayor velocidad: libertad, democracia y respeto a los derechos humanos. Los países que durante dicho siglo respetaron y promovieron esas características en sus poblaciones son los que han logrado los mayores desarrollos económicos y sociales. El siglo XX presenció también búsquedas tan dramáticas como el comunismo y el fascismo, basados ambos en el poder del estado, el control de los medios de comunicación, las restricciones a la libertad, el control de la economía, la ausencia de democracia y la violación incesante de los derechos humanos. El precio fue terrible, pues hablamos de millones de vidas humanas, de luchas fratricidas, de usufructos absurdos de recursos naturales, de

fracasos tan dramáticos que aún no nos percatamos de todos sus horrores. Lentamente, se descubre el velo del pseudoidealismo de que se alimentaban esos sistemas totalitarios, que fueron superados con el siglo. El camino está trazado, no en la demagogia ni en la mentira, sino en la realidad palpable y comparable.

Y también durante el siglo XX se desarrolla vertiginosamente la tecnología en el área de la comunicación, que ha acabado por transformar al mundo en una maravillosa e impredecible «aldea global». Hoy es un momento único de la humanidad en que la información se difunde y le da la vuelta al mundo en minutos. Ya los dictadores voraces y asesinos no pueden delinquir impunemente en sus países aislados, pues todo el mundo los contempla y demanda que sean juzgados por sistemas no controlados por ellos. Los pueblos también conocen otros sistemas y formas de vida más justos y de mayor oportunidad, y con el tiempo aprenden a exigirlos. Esto quiere decir que la búsqueda de libertad y justicia del espíritu se expande por todo el mundo. Esa es la realidad de la aldea global: «Todo es sabido por todos, todo se comparte, todo nos afecta a todos». No nos podemos preguntar más ¿cómo esto me afecta a mí?, sino ¿cómo nos afecta a nosotros?

En el siglo recién concluido nos tocó vivir el rompimiento de todos los paradigmas espirituales. La humanidad no se resigna a que «le digan”, ahora quiere darse cuenta por sí misma, y las ideas, desde las más geniales hasta las más descabelladas, están a la mano de todo el mundo. Y también nos tocó vivir el surgimiento del concepto de ecología como ciencia multidisciplinaria que trata de establecer y conocer más la interrelación de todos los elementos de la biosfera, incluyendo las energías externas que determinan y afectan la vida de todo organismo en el planeta.

Capítulo XXIV • Las grandes revoluciones de la historia

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 enero, 2023

 

Introducción

El sentido de la palabra revolución que usaremos es el de «cambio grande en nuestra casa», entendida ésta como el planeta que habitamos todos.

A la mentalidad humana le cuesta mucho trabajo aceptar el cambio. La mayoría de las personas ven el cambio con recelo, cuando no con temor, ya que todo cambio significa dejar de ser algo o de estar en un sitio, para ser otra cosa o ir a otro lugar. El momento de transición se percibe como un vacío, como un no ser o un no estar que produce miedo.

Pues bien, la evolución no es otra cosa que un proceso permanente de cambio, producto de que en el universo todo es dinámico, todo se mueve. Ahora ya sabemos que aun la roca más sólida del mundo o el diamante más duro están formados por partículas en movimiento continuo. El cambio es una característica de todo lo existente en el universo, y con mayor razón es inherente a los seres vivos.

La Tierra ha evolucionado siempre, pero a partir del desarrollo de la humanidad ese proceso se ha acelerado. Teilhard de Chardin definió la evolución como «la espiritualización de la materia». Es como el retorno al origen.

Los puntos críticos de la evolución, a partir de la aparición del ser humano, los hemos llamado las grandes revoluciones de la humanidad. Se trata de cambios que han modificado conductas, tecnologías, modos de vida, etc., y de una u otra manera han alterado el medio ambiente en el cual se ha producido la vida.

Cada una de estas revoluciones ha llevado al ser humano a prosperar en salud, en esperanza de vida, en protección ante las inclemencias, en seguridad, en desarrollo intelectual, etcétera.

Tal vez no nos guste imaginarnos como animales, sin embargo, nuestro material genético es igual en un 99% al de los grandes monos.

En la Tierra, hasta lo que se conoce el día de hoy, la vida se inicia en los medios acuosos, con microorganismos unicelulares que, al evolucionar, se vuelven multicelulares. En sus procesos de digestión van también formando oxígeno, como el reino vegetal lo hace hasta la fecha. Tal parece que ése es el origen de nuestra atmósfera rica en oxígeno.

Conforme este proceso continuaba, los seres vivos se fueron desarrollando de acuerdo con las leyes de la selección natural, generando cada vez formas de vida más complejas. Los seres vivos se especializan conforme a sus funciones en la biosfera terrestre y aparece el reino animal. A diferencia del vegetal, que se alimenta de luz, minerales, agua, etc., los animales se alimentan de los organismos que los rodean y se subdividen en diferentes especies vegetarianas y carnívoras.

Cada animal tiene una alimentación especializada, la cual determina su hábitat y sus costumbres, y lo ubica geográficamente. Como es lógico, entre más amplia es la gama de alimentos, más amplio es su hábitat.

Los mamíferos son la especie más avanzada, pues han desarrollado la capacidad de experimentar sentimientos y emociones; y entre los mamíferos, el ser humano está en la cúspide, pues ha desarrollado el lenguaje, la capacidad del pensamiento lógico, la creación, la autodeterminación (el espíritu). No se sabe a ciencia cierta en qué momento se da en el hombre este paso gigantesco, este pequeñísimo porcentaje del material genético que lo diferencia totalmente del resto de los seres vivos del planeta (y del universo conocido). El Antiguo Testamento habla de Adán y Eva, algunos pensadores modernos agnósticos, escépticos, materialistas y positivistas tratan de explicar la vida en ausencia de un espíritu superior. Los hombres de fe, como es mi caso, creemos que el espíritu hace presencia en el ser humano a través del libre albedrío, que es característica del espíritu en sí. El pensamiento analítico y lógico, la capacidad de crear y transformar conscientemente, etc., son características propias del ser humano, que como conjunto lo diferencian de las demás especies vivas.

El fuego ha existido siempre como un elemento natural. Se ha manifestado de muchas formas, provocado por rayos eléctricos, lavas volcánicas, etc. Cuando el ser humano aprendió a usarlo (hace entre 2 millones y 500 000 años), su vida cambió: cocinó la carne, lo usó para protegerse de las inclemencias y de los animales salvajes, para alumbrarse en la noche, etc. Aprendió primero a cuidarlo y a conservarlo, y después a producirlo. Éste fue quizá el paso clave que lo empezó a diferenciar de sus congéneres primates (que, como él, vivían de la recolección de alimento y del consumo fortuito de carne, pero siempre cruda).

Una vez que aprendió a dominar el fuego, el ser humano tuvo la oportunidad de comer la carne cocida, que tiene mejor sabor y consistencia que la cruda y es más digestible; ello contribuyó a modificar sus hábitos básicos de alimentación lo que a su vez amplió su hábitat a cualquier territorio en donde encontrara la combinación vegetal-animal que garantizara su sobrevivencia, invadiendo de esa manera cada vez más territorios. Con el cruce del estrecho de Bering hace 20 000 años, y con las navegaciones en el océano Pacífico, el ser humano pobló toda la Tierra, gracias en gran parte al poder que le confería producir y dominar el fuego, un poder sobre la naturaleza que ningún ser vivo poseía.

Pudiéramos decir que cuando el fuego de Dios descendió sobre la tierra y el ser primitivo se adueñó de él, se inició el proceso humano: la más asombrosa revolución que nuestro planeta ha presenciado. No en balde los artistas religiosos siempre han representado el des- censo del espíritu en el hombre como una flama de fuego que se posa sobre la cabeza.

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