Todos los que vivimos el 19 de septiembre de 1985 recordamos dónde estábamos en el momento del temblor ese jueves a las 7:17 am. El devastador sismo, de 8.1 grados en la escala de Richter, dejó más de 10 mil muertos según cifras oficiales y muchos millones de mexicanos marcados de por vida.
Este martes 19 de septiembre, las noticias de las televisoras nacionales recordaban el aniversario de tan tristemente célebre evento y anunciaban que se realizarían simulacros. Esa mañana desayunaba en mi casa por primera vez en más de 10 días, pues previamente estuve visitando algunas de las islas del Caribe que fueron severamente afectadas por el huracán Irma y en donde Dolphin Discovery tiene (o tenía) delfinarios.
Esa mañana del 19 de septiembre desayunaba con las noticias y con enorme preocupación también, seguía la trayectoria del huracán María, que el día anterior había devastado las islas de Dominica y Martinique y se enfilaba de lleno hacia Puerto Rico, con muy pesimista pronóstico.
Pero no fueron esas noticias las culpables de llegar tarde a mi oficina esa mañana. No fue un temblor, ni tampoco un huracán lo que me retuvo en mi casa frente al televisor por un rato más. Más bien fue Donald Trump, quien llegaba a las Naciones Unidas a dar un discurso en el marco de la 72ava Asamblea General de este organismo.
Ante el foro más internacional del mundo, la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de EU se estrenaba en un discurso de grandes expectativas por ser el primero que daba. Por 41 minutos, el señor Trump expresó su punto de vista del mundo y del papel de este organismo ante los acontecimientos del planeta. Como era de esperarse, y a pesar de que en los últimos 30 días esta nación fue severamente afectada en Texas por el huracán Harvey y en Florida por Irma, Mr. Trump evitó hablar del cambio climático y del Convenio de París, del que meses antes había anunciado su retiro. No lo culpo, 41 minutos es poco tiempo para hablar de tantos temas y supongo además que el cambio climático era un asunto muy incómodo para ser discutido en ese momento y ante este foro.
La relevancia del discurso de Trump ante la ONU es básicamente una: que es el comandante en jefe de las fuerzas armadas más poderosas, lo que lo convierte a su vez en el hombre más poderoso del mundo. Al igual que Mr. Trump fue limitado en el tiempo de su discurso, yo lo estoy en espacio en esta editorial, por lo que me limitaré a opinar en dos de los temas tratados por el presidente en este discurso: Corea del Norte y la ONU.
Empezaré diciendo que en esta ocasión, coincido con su postura acerca del Rocket Man (el hombre cohete), como sarcásticamente apoda Trump a Kim Jong-Un, un hombre muy peligroso, insano y enfermo, con una visión del mundo totalmente irreal e irresponsable. La ONU, esta organización nacida de la Segunda Guerra Mundial, es posiblemente una de las principales responsable de que ese personaje esté poniendo en jaque la paz mundial. Esa es la opinión de Trump y en esto también coincido con él.
Trump dijo el 19 de septiembre, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, que “el hombre cohete está en una misión suicida para él y para su régimen… Los Estados Unidos tienen gran fortaleza y paciencia, pero si se viera forzado a defenderse, o a sus aliados, no tendremos más opción que destruir totalmente Corea del Norte. . . Los Estados Unidos estamos listos, disponibles y capaces de tomar acción militar, lo que esperamos no sea necesario si el resto del mundo nos apoya en nuestro esfuerzo por contener el régimen de Pyongyang”.
Tres días después, en el mismo foro, la respuesta de Corea del Norte no se hizo esperar. El ministro de Asuntos Exteriores de ese país, Ri Yong Ho, dijo que “…disparar sus cohetes (nucleares) en territorio continental de los Estados Unidos era algo inevitable después de que Donald Trump llamara al líder de Pyongyang ‘hombre cohete’. La respuesta de Trump a esta amenaza llega horas después vía Twitter, “Acabo de escuchar al ministro del exterior de Corea del Norte hablar en la ONU. Si es eco de los pensamientos del pequeño ‘hombre cohete’, no estarán por aquí por mucho más tiempo”.
Del momento que escribo este editorial, el 24 de septiembre, al día que sale impreso, el 1 de octubre o cuando ustedes lean esto, muchos más dimes y diretes se habrán cruzado y posiblemente más que palabras.
El 19 de septiembre será siempre recordado en México por los temblores de 1985 y 2017, pero esta fecha también será recordada por el día en que el presidente de EU anunciara la destrucción de una nación, pues desafortunadamente no tendrá otra opción más que cumplir su amenaza. Esperar sensatez de Kim Jong-Un es casi utópico. Esperemos solamente que las acciones militares de EU sean rápidas y precisas para acotar los daños lo más posible a Corea del Norte. Los tambores de guerra suenan en lo que García Márquez llamaría “crónica de una guerra anunciada”. Y todo inició un 19 de septiembre.
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