Capítulo XXXVII • La visión integral: «El centauro»

por ahernandez@latitud21.com.mx

 

 

 

Hemos dicho repetidamente que el ser humano es la suma de cuerpo, mente y espíritu, en ese orden; ahora veremos por qué. En el inicio de la vida se generaron organismos unicelulares que se multiplicaron y dominaron la tierra por milenios. Esos organismos «aprendieron» a sobrevivir en condiciones cambiantes, lo cual requiere una experiencia, un conocimiento y, por lo tanto, una memoria. La ciencia moderna ha empezado a hablar de memoria celular, de que las células «recuerdan».

Las células empezaron a agruparse, a especializarse y a crear organismos pluricelulares. Ahora sabemos que los genes no son más que «conocimiento y memoria», paquetes de información orgánica que mediante procesos químicos, eléctricos, etc., conservan la memoria. Al actuar en la multiplicación celular, esta información especializa las células para crear los diversos órganos de los organismos superiores, como en el caso de los animales y del hombre.

Todos ellos, a su vez, se interrelacionan de acuerdo con sus roles de depredadores, rumiantes, vegetales, etc., estableciéndose así el ciclo de la vida. Se interrelacionan guiados por los instintos, procesos emocionales concretos de respuesta condicionada, para lo cual se requiere experiencia y memoria. Es cuando aparece la memoria emocional.

El ser humano continúa en desarrollo y se empieza a interrelacionar física y emocionalmente con su entorno y con sus semejantes. Poco a poco se va dando cuenta de que no sólo es igual a los de su clan o tribu, sino también a los de otras tribus, y que todos son seres como él, con deseos similares, que sufren las mismas inclemencias, que aman y protegen a su familia. Los seres luchan por sobrevivir y se dan cuenta de que si unen esfuerzos se pueden ayudar en vez de destruir. Empieza a surgir la conciencia social, lo que hemos dado en llamar «el espíritu común», y llega un momento en que el hombre, en su transformación de bestia a humano, siente el impulso del imperativo ético, que le hace reconocer al otro como un igual, con los mismos derechos y obligaciones que él. El ser humano vive, se convence y recuerda y es así como va surgiendo la memoria intelectual, la memoria espiritual.

Con el surgimiento de la física cuántica, el hombre descubre que la realidad no es tan comprensible, tan exacta, tan demostrable, ni tan predecible como se creyó durante la «borrachera newtoniana», durante esa euforia cientificista que llevó a Laplace a afirmar que el futuro estaba absolutamente determinado por el pasado, y que una inteligencia infinita que pudiera conocer todas las fuerzas que actúan en el universo en un momento dado, conocería por medio de la ciencia todo el futuro y todo el pasado. Hoy sabemos que eso no es así, que existe otro nivel de realidad que rompe los esquemas tradicionales (por ejemplo, una partícula puede estar en dos lugares al mismo tiempo). Además, al analizar nuestras propias acciones, nos damos cuenta de que incluso en nosotros mismos hay temores, angustias, rencores, envidias, amores, logros, fracasos… emociones y conductas que no comprendemos bien.

No es sino hasta el siglo XX cuando se consolida la idea precisa de inconsciente. Gracias a Freud, ahora sabemos que además de nuestra memoria consciente tenemos una memoria inconsciente que actúa directamente en el campo emocional y que nos lleva a vivir experiencias no totalmente comprendidas por nosotros (depresiones, tristezas, alegrías), ni comprobables por nuestra parte consciente y racional.

Y apenas a finales del siglo XX nos damos cuenta de que nuestro organismo opera con memoria celular, que hay enfermedades y también curaciones a nivel celular, y por lo tanto orgánico, que no comprendemos del todo, pero que día con día confirmamos como una realidad.

También es en el siglo XX cuando surge la idea en Occidente (muy vieja en Oriente) de que el humano es un ser cuya energía obedece reglas, no claramente identificadas, pero que son reales, ya que se conocen desde hace milenios, como las chacras o los siete puntos energéticos del cuerpo. Se sabe que todas las energías del cuerpo están ligadas entre sí por un cordón central cuya prolongación conecta al ser individual con el ser energético total o universal. Estamos, pues, en camino a lo que se llama el universo holístico, que es la forma de ver al ser humano integrado en todo el universo; un universo de energía dinámica y cambiante.

El ser humano integral o el «centauro» es aquel que logra integrar:

                      su memoria física (celular)

                      su memoria emocional (alma)

                      su memoria intelectual (espiritual)

Cuando un ser humano logra alinear en un solo acto

                       lo que desea             cuerpo

                       lo que puede             alma

                       lo que debe               espíritu

es cuando tiene la visión global de cómo él, siendo individual, es a la vez parte de un todo, es el grano de arena que al mismo tiempo es playa, cuando se percata de que la energía que está procesando es la misma que procesa todo el universo, él y todos los demás pueden tener en ese momento lo que Einstein llamó la conciencia cósmica de unidad, la teoría de la realidad unificada. Dentro de esta teoría embona perfectamente el concepto de desarrollo sustentable integral y es lo que nos hemos propuesto difundir y lo que tratamos de expresar en este libro.