BITÁCORA DE VIAJE VIII

por ahernandez@latitud21.com.mx

  ¿Quis custodiet ipsos custodes?     

Juvenal

Los seres humanos siempre hemos tenido una inclinación por lo fantástico; por el pensamiento mágico. Por creer, a veces a pie juntillas, que algo superior a nuestras capacidades vendrá en el último minuto para resolver las más terribles tribulaciones. Los latinos le llamaban Deus Ex Machina, el dios que sale de la máquina en traducción literal. En el teatro antiguo, era un recurso muy usado que en el momento más trágico y desesperado de la obra, por medio de un mecanismo, aparecía un actor representando a Hércules, Apolo o Zeus, para solucionar el problema y todos contentos. Y de ahí pasó al cine. ¿Recuerdan a Han Solo y Chewbacca en el último momento, disparando hacia la nave de Darth Vader para que Luke pudiera afinar la puntería y que los torpedos de protón pasaran por la mínima abertura provocando la reacción en cadena que destruyera esa siniestra Estrella de la Muerte? Bueno, pues ahí tienen uno de tantos ejemplos contemporáneos. No hay nada nuevo bajo el sol en cualquier galaxia muy, muy lejana o cercana. Y estos recursos obedecen a una necesidad, dicen los sociólogos, insertada muy en el fondo de esa inmadurez colectiva al vernos desarmados, despojados en argumentos y posibilidades de afrontar lo que el medio ambiente nos arroje. 

Los políticos, erróneamente -para fortuna de ellos- , etiquetados como personajes con pocos alcances imaginativos, han aprovechado tan humana condición para hacerse más que necesarios, indispensables. Más que carne y hueso, divinos. Más que divinos, incuestionables, omniscientes. Pero, al igual que todas las mitologías en la historia, a la larga, desechables hasta que aparezca alguien con mayor poder de seducción.  El líder nunca tiene la culpa; la tienen los de antes. El líder nunca se equivoca; lo descontextualizaron. El líder nunca dijo lo que dijo; todo fue obra de una edición provocada por los enemigos que lo quieren destruir. El líder, puede condenar y calumniar, pero siempre será la víctima de un complot cuando se le señala un yerro. “Soy responsable del barco, pero no de la tormenta”, dijera el inmaculado José López Portillo, zanjando para siempre toda responsabilidad sobre la catástrofe petrolizadora. “Ya nos saquearon. ¡Ya no nos volverán a saquear!”, decía el aludido entre lágrimas durante su sexto y último informe digno de la Diosa de Plata por sobresaliente y destacado histrionismo. No hubo, porque no había, peso suficiente para objetarle que su sueldo como mandatario no le alcanzaba para mandar hacer un complejo de mansiones en Bosques de las Lomas, apodado, porque así es el pueblo, como Colina del Perro en alusión a otra frase célebre: “Defenderé al peso como un perro”.  Y tenía razón; nada más que nunca dijo que se trataba del peso en su bolsillo. 

Como dijera Julio Iglesias, la vida sigue igual. A casi cuarenta años de esta tragedia tropicalizada, seguimos esperando al Quetzalcóatl que salga de entre nubes y rayos para restaurar el orden, la paz y la justicia ante el despojo. Parafraseando a mi abuelo: “Quien no conoce a Dios, a cualquier barbón se le hinca”. Cada seis años, al que llegue, “ése es el bueno”.  Y el bueno, no aparece. Pero el que más, el que menos, se beneficia de estos seis años siendo gran tlatoani. Algo ha cambiado, pero no mucho. La fuerza de la costumbre acecha a la fuerza de la razón. 

Justo en días pasados, la Auditoría Superior de la Federación, organismo autónomo pero que reporta a la Cámara de Diputados, y que por cierto dio a conocer la investigación sobre el megafraude conocido como Estafa Maestra, hizo público su trabajo de 2019. Nada más irregularidades por 67 mil 500 millones de pesos. La mitad corresponde a estados y municipios y el resto, a programas estrella del gobierno federal. Por ejemplo, Jóvenes Construyendo el Futuro, en donde presuntamente se otorgó dinero a personas fallecidas, personas que ya gozaban de otros beneficios sociales o personas que vivían en domicilios que no existen o trabajando en negocios fantasma. Otra joya: la cancelación del aeropuerto de Texcoco costará casi 332 mil millones de pesos; 232% más de lo que en su momento se dijo, alrededor de 100 mil millones. O sea, nos costará más, a ti y a mí que pagamos impuestos, la cancelación que terminar una de las centrales aéreas más modernas del mundo. ¿Y la corrupción? Cierto. ¿En dónde están las pruebas, los detenidos y procesados por ese, el argumento principal de su abandono?  El problema son las promesas de ser diferentes viniendo del mismo molde que sus antecesores. La clase política, siempre en la parte alta de la pirámide. Esos que se la pasan quejándose de que los anteriores son unos corruptos y que ellos de contar con el voto, sabrían hacerlo. Como por ejemplo, bajar la gasolina a diez pesos el litro. ¿Ya tenemos una seguridad social suecodanesanoruega?  Ellos, cada seis años, encarnados en nuevos-viejos rostros son los que nos cuidan, nos vigilan, nos custodian y salen en el último minuto para salvarnos de la entropía. Sobre lo mismo se preguntaba hace dos mil años con cierta malicia el poeta romano Juvenal: ¿Quién cuida a los cuidadores?  

Iñaki Manero
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