- Por Iñaki Manero
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“El político deberá ser capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo o el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido.”
– Winston Churchill
Con todo y que la meteorología o la economía son ciencias muy necesarias para seguir adelante con nuestras vidas, ambas se rigen, dirán algunos estudiosos, por las matemáticas del caos. Y en alguna bitácora hemos platicado sobre ese elemento caótico que no cabe en una explicación formal y que ha dividido su estudio en varias líneas de pensamiento: la humanidad. Así la política, que a veces responde a los dictados del obscuro laberinto del complejo reptil, la parte más primitiva de nuestro cerebro; aquella que brinca cada vez que se invade el espacio vital o alguien intenta darle un mordisco a la presa del otro, es en ocasiones, marcada por feroces apetitos que para saciarlos, es menester echar mano de un costal de mañas y artificios. Verdades a medias o francas mentiras; inventarle nuevos vericuetos a la retórica. Todo vale con tal de convencer. Desde lo más infantil, hasta la mezquindad nauseabunda. Sea usted testigo de un circo de varias pistas en donde el maestro de ceremonias le encantará con el mismo discurso adaptado a la situación presente; porque siempre habrá una situación presente para hincar el colmillo del viejo dinosaurio y salir airoso cuando los números y los logros no nos favorecen. Siempre, recordando el deporte nacional del cabeceo de balón, el otro, el del pasado, será el responsable. Aunque hubiéramos mamado del mismo seno.
En política somos de memoria corta con eso de las lealtades, pero también con eso de los rencores. Extrañas alianzas e imposibles compañías de alcoba, son el menú de lo estrambótico. Hablando de anillos que vienen muy bien al dedo del señor, la oportunidad de convertir la angustia en moneda de cambio, como dicen, la pintan calva. Hoy, se sigue explotando la veta de las vacunas en la mina del oportunismo a unos cuantos días de las llamadas elecciones más grandes de la historia. En la alquimia, el vendedor de ilusiones, de pócimas curalotodo hechas con víbora de cascabel, te vende la idea muy trabajada de que gracias a él, no temerás al ángel de la muerte y no pasará por tu casa; hemos domado al dragón. Variaciones sobre el mismo tema han ido y venido desde que le creímos el cuento al primer vendedor de ilusiones, y es que, nuestro cerebro acostumbrado al pensamiento mágico, sin entrenamiento en la formación de criterio y construcción lógica, intoxicado por los neurotransmisores del miedo y la ansiedad, invariablemente cae en la misma narrativa.
En teatro aprendí hace mucho, que un escenario realista no siempre es garantía. La distancia entre los asientos del respetable, los juegos de luz, el maquillaje y la habilidad para crear situaciones convierten en realidad la más disparatada ficción. Si te dejas llevar, una buena compañía teatral te llevará de la mano haciéndote olvidar, por el precio de un boleto y por lo que dure la representación, todas las miserias de tu día. Suéltate, confía… todo estará bien. Aunque, muy en el fondo, sepas que se trata de una ilusión. Así la política. Su capacidad de credibilidad estará sometida a la preparación cultural e informativa de su público meta. Desafortunadamente, en nuestras latitudes, y convenientemente para los ilusionistas, estamos muy lejos del nivel de comprensión y exigencia de resultados que garantizan el día a día de países más occidentalizados. La prueba irrefutable, es que a más de 200 años de Independencia, no hemos podido liberarnos del peor tirano: la credibilidad extrema al mismo cuento relatado, con matices, una y otra y otra vez.
El Fondo Monetario Internacional pronosticó recientemente un crecimiento para México del 5 por ciento. Tal vez hasta del 7. Siempre y cuando… se acelere el proceso de vacunación y el país pueda romper la cadena de contagios para retomar actividades económicas lo antes posible y lo más cercano a como estaba antes. De acuerdo con Our World in Data, la publicación en línea de la Universidad de Oxford convertida en bien público y de libre acceso a toda la humanidad, desde que nuestro país inició su esquema de inmunización antiCovid el 25 de diciembre pasado, únicamente el 3.9 por ciento de los 126 millones de mexicanos están vacunados de manera completa. Nada bien para la economía 16 a nivel mundial. Chile, economía 25, es el 30 por ciento. No, no cuenta densidad de población; cuenta logística y campañas eficientes sin mentiras ni malabarismos retóricos. Falta de presupuesto en investigación científica y tecnológica, vacunas supuestamente mexicanas que fueron creadas en Estados Unidos y el uso electorero de éstas, han convertido una obligación en el pantano monumental que ha estirado la liga de sufrimiento económico y de salud a miles de familias que llevan más de un año viviendo del complemento alimenticio de las promesas. Efectivamente, los políticos, así como los economistas y antes de los satélites los meteorólogos, pasan la mitad de su vida explicando por qué sucederá un fenómeno y la otra mitad de su vida, con maromas de distintas calificaciones, explicando y dando pretextos de por qué no sucedió. Nuevamente Churchill fue infalible.
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