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Existe la creencia generalizada de que en el principio era el paraÃso, pero esto es un gran error. No, en el principio era el infierno, una mezcla de energÃa, gases, partÃculas, ebullición y fuego. Ha sido la evolución, la «espiritualización de la materia», lo que ha ido generando en la Tierra el único paraÃso que nosotros conocemos: el actual.
La evolución es a veces mal comprendida, sobre todo cuando se trata de nuestro planeta. El inicio pudiera parecer un punto de partida estéril, sin embargo, ha sido maravilloso y fecundo. Con el Big Bang (una gran explosión de energÃa) se fue formando todo lo que conocemos actualmente como Universo, en un proceso llamado evolución; la evolución es cambio, y cambiar es irse convirtiendo en otra cosa. La evolución en la Tierra ha sido un proceso de cambio que ha llevado a la materia inerte a organizarse en ese milagro que llamamos vida.
Este proceso de cambio NO se ha detenido en la Tierra, aunque algunas personas piensen lo contrario. Todo cambia, segundo a segundo, inexorablemente. Asà la vida ha evolucionado hasta producir el pensamiento en un proceso todavÃa no identificado. La creación del ser humano con espÃritu presente, con pensamientos e ideas propias, con capacidad creativa y de autodeterminación es todavÃa un misterio. Pero la vida NO viene de la muerte, sino de la vida, y la idea, o el concepto, no viene de la nada, pues de la nada, nada surge. La idea viene de la idea; el espÃritu del espÃritu. No puede haber un comienzo de la nada, no se ha dado la comprobación empÃrica ni tampoco cientÃfica. Las principales cualidades que distinguen al ser humano, es decir la razón, el libre albedrÃo, los sentimientos y la creatividad, tienen un origen considerado divino por todas las tradiciones espirituales.
En la tierra, el cambio ha sido al azar, en todas direcciones siempre, hacia adelante, aunque con una trayectoria desconcertante; por ejemplo, los dinosaurios, que fueron los seres con poderes fÃsicos más extraordinarios que ha habido sobre el planeta, no sobrevivieron a los cambios naturales. Surgieron, se desarrollaron y se extinguieron. La misma suerte han corrido infinidad de especies y ecosistemas. Esto es obra de la selección natural, que es la herramienta de la que se vale la evolución para depurar las especies, para perfeccionar los niveles de organización de la materia viva, desde los organismos unicelulares, surgidos en los caldos de cultivo iniciales de la vida, hasta el ser humano, único ser creado con capacidad consciente de transformar su mundo.
La Tierra no fue siempre como es ahora. No existÃa ni agua, ni atmósfera respirable. La materia era una confusión hirviente de compuestos inorgánicos, de estados sólidos, lÃquidos y gaseosos, de energÃas internas y externas. Con el tiempo, todo ello se fue mezclando hasta dar origen a las primeras proteÃnas y los primeros organismos unicelulares. Asà comenzó el ciclo de la vida.
Lo importante es comprender que los seres humanos somos el primer ser vivo en el planeta con conciencia y capacidad de autodeterminación. Podemos transformar o alterar lo que hemos llamado procesos naturales, los cuales están estrechamente ligados a los procesos humanos. La nueva conciencia “nos dice» que no podemos separar unos de otros. Las tradiciones espirituales y la ciencia nos alertan para que no vayamos a cometer el error de destruir nuestro hogar, porque al destruirlo nos destruiremos nosotros. No somos tontos, pero sà egoÃstas y un poco ciegos. Al anteponer nuestro bienestar y cerrar los ojos al bienestar de los demás, podemos ser fuente de todo mal, inclusive de nuestra propia destrucción.
Lo acertado no es conservar lo natural, sino desarrollarlo, perfeccionarlo, depurarlo, limpiarlo, protegerlo, hacerlo mejor; pero todo ello ¿para quién?, ¿para la naturaleza misma?, ¿para los minerales?, ¿para los vegetales?, ¿para los animales? Por supuesto que no, sino para el ser humano, en una visión antropocéntrica pero consciente de que, para lograrlo, la prioridad es conservar las caracterÃsticas de la biosfera terrestre que le permiten existir.
Esta nueva conciencia ecológica la hemos adquirido por la vÃa dura, por el camino de la experiencia, y hemos tenido ya la capacidad de recrear fuerzas tan maravillosas como la energÃa atómica; la cual, pacÃficamente usada, será la salvación de la humanidad, pero con fines bélicos significará su destrucción total.
Los historiadores dicen que la invención del estribo cambió la historia, porque gracias a ello se ganaron las batallas. Podremos imaginar lo que significa el manejo de la fuerza atómica. El que la usa puede ganar, pero puede destruirse.
Ahora hay un enemigo más peligroso que la bomba, y es el individuo. Cada uno de nosotros, como seres, tenemos capacidad de autodeterminación y cada dÃa, cada minuto, podemos hacer algo a nuestro favor o en nuestra contra. Asà es como participamos en ese proceso de evolución. En la medida en que controlemos nuestro egoÃsmo y seamos solidarios, podremos hacer evolucionar nuestro entorno ecológico y económico en una forma positiva, equilibrada, compensada. Esa deberá ser la conciencia de la nueva era. EcologÃa y economÃa integradas, al servicio del ser humano, protegiéndose la una con la otra y pensando que contamos para el futuro con los problemas del presente, pero también con la conciencia, el conocimiento y la tecnologÃa del futuro.
Notas al margen
Evolucionar: Desarrollo de las cosas y los organismos por medio del cual pasan gradualmente de un estado a otro.
Desarrollar: Acrecentar, incrementar una cosa del orden fÃsico, intelectual o moral.
Inerte: Sin vida.
Inanimada: Que no tiene alma.
Divino: Perteneciente a Dios.
Azar: Casualidad, caso fortuito.
Probabilidad. Sin propósito determinado, sin objetivo ni designio definido.
EgoÃsmo: Inmoderado y excesivo amor que uno tiene de sà mismo y que lo hace atender desmedidamente su propio interés, sin cuidarse del de los demás.
EgoÃsta: Que tiene egoÃsmo.
Estribo. Cada una de las dos piezas que cuelgan de una correa a los lados de la silla del caballo y sirven para que el jinete coloque los pies.