El tiempo moderno es de una enorme complejidad, el concepto de aldea global se vuelve realidad día a día, la cultura tiende a generalizarse. Cuando 1 000 millones de personas o más pueden estar viendo al mismo tiempo, por ejemplo, las olimpiadas de Sídney, podemos empezar ya a predecir comportamientos masivos de carácter universal, en donde sectores de miles de millones de personas piensan lo mismo o tienen una visión unificada de algún concepto.
Todavía a principios del siglo pasado, los grupos étnicos tenían rasgos profundamente distintivos. Lengua, ropa, tradiciones, folclore, religión; establecían una visión del mundo diferenciada de un grupo a otro, inclusive en una misma nación. Por ejemplo: en España, las diferencias regionales eran enormes y, a pesar de una religión unificadora, las visiones del mundo eran distintas. Hoy subsisten algunos países con visiones diferenciadas pro fundas, como pueden ser los balcánicos, la India, o países en donde conviven sectores mestizos con marcada influencia norteamericana y europea y grupos indígenas con visiones sincréticas de la realidad. Pero la tendencia única y fortísima, a universalizar las reglas, es debida la influencia de la televisión, la radio, internet y los medios de transporte, que transculturizan al mundo en de reacciones imprevistas, con visiones que hoy parecen se materialistas y escépticas. Sin embargo, hay influencia profundamente religiosas que trascienden fronteras, culturas y abren nuevos frentes, como las que ejercen los inmigrantes islámicos, los misioneros cristianos y las sectas.
Todas las visiones del mundo se están mezclando. Las culturas arraigadas en tradiciones y que no se consideran modernas tienden a desaparecer. Eso significa un avance civilizador, sin embargo, en algunos casos se pierden valores que le daban sentido comunitario y arraigo a la vida cotidiana.
Dar el paso de dejar de ser parte de una comunidad, estado o país específicos para convertirse en un ciudadano del mundo, es duro, doloroso y puede que hasta enormemente peligroso, pero esa es la tendencia mundial. Ahí está la comunidad Europea con su libre tránsito, su moneda general, su apertura al comercio, etc., o el tratado de libre comercio entre México y Estados Unidos que estrecha los vínculos entre estos países mucho más allá de lo que es una relación comercial, pues los compromete en la economía de mercado, la libre competencia, la democracia, etcétera.
Personalmente creo en el ciudadano del mundo. Creo que no debe haber distinción de raza, ni de derechos y obligaciones entre los seres humanos. Sin embargo, se percibe una enorme confusión y un materialismo generalizado que es alarmante, pues lo que nos hace ciudadanos hermanados no es lo material, sino lo espiritual, expresado en los derechos humanos de la carta de las naciones, y en organizaciones como las Naciones Unidas, la OIT, la UNESCO, la OEA, el Mercosur, etc. El impulso evolutivo de la unidad en el espíritu se expresa en organizaciones y principios que giran alrededor del imperativo ético.
Siempre ha habido actos deleznables, y la evolución humana está lejos de haberse terminado. Las cosas en el mundo van mal en diferentes áreas. Cuando los noticieros nos presentan una escena de, por ejemplo, una masacre en Ruanda, todos sabemos que eso está mal, aunque su difusión inmediata en todo el planeta no impide que suceda Pero no sólo su universalizan los conceptos de la verdad, belleza, justicia,, sino también el repudio a la mentita y la injusticia.
De esa forma somos observadores y seres actuantes en un mundo en permanente evolución, en permanente cambio, que se influye e interrelaciona cada vez con mayor intensidad, que genera visiones unificadas del mundo. De nosotros dependerá que estas visiones tengan la dirección correcta, que hoy por hoy están asentadas en la carta de los derechos humanos.
El factor que aglutina muchísimos aspectos es la conciencia ecológica, puesto que, día a día, cada uno de nosotros percibe en mayor o menor grado la realidad de la contaminación y la degradación del medio ambiente. Claro que ese fenómeno es inmensamente más notorio en los países pobres que en los ricos, porque estos últimos ya pasaron por esas etapas y ahora, con capacidad económica y tecnológica, están revirtiendo esos daños. Pero por otro lado, todos sabemos que son esos países los causantes de las mayores contaminaciones a la atmósfera y a todo el planeta en general (por ejemplo, la lluvia ácida). A veces, con visión equivocada o absoluta, tratan de imponer a los países más desprovistos normas que se pagan con dolor y pobreza.
Sin embargo, lo que importa ahora no es señalar culpables sino la concientización colectiva. El desarrollo de la conciencia, el darnos cuenta de la realidad de la de- gradación del ambiente, debe ser un acto generalizado, debe arraigarse en nuestra cultura y en nuestra visión del mundo, pues de otra forma, el riesgo es inminente. Estoy seguro de que el temor de nuestra propia vida, de la de nuestros hijos y de los demás seres humanos será tan fuerte que esta conciencia se generalizará, pero no lo hará de golpe, sino progresivamente. Tengo fe en que las tecnologías del momento y la cultura universalizada por los medios de comunicación nos permitirán actuar, pero es hoy el momento de comenzar, por lo menos en promover la cultura del desarrollo sustentable.
Notas al margen
Cultura. Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinar por medio del ejercicio las facultades intelectuales del ser humano.
Conjunto de valores y formas de vida materiales y espirituales de un grupo.