Capítulo XXVI • La Tierra

por ahernandez@latitud21.com.mx

 

La ciencia ha demostrado ya que hubo un hasta ahora incomprensible principio de principios. El universo se inició con el big bang, que se creía era el resultado de una enorme concentración de materia que, habiendo explotado, creó el universo hace unos 15 mil millones de años. Ahora se sabe que en el principio de los principios no había materia sino energía que se expande, que engendra tiempo, espacio y materia. Conforme la materia se va creando, los campos magnéticos de atracción trabajan sobre ella y la van concentrando, formando billones de millones de estrellas, planetas, lunas, etc. Estas pueden progresar, desintegrarse o chocar y fundirse y en ese proceso se forman las galaxias, como agrupaciones de materia con un centro gravitacional que las contiene. Juntas con los billones de galaxias del universo se expanden, alejándose cada vez más de su punto de creación.

Una de estas galaxias la hemos bautizado como la Vía Láctea y dentro de sus millones de estrellas está el sol, alrededor del cual gira nuestro planeta.

La Tierra es una unidad en pleno proceso, que conserva su centro todavía candente a temperaturas de miles de grados. Podemos conocer su composición gracias a la erupción de los volcanes, que están conectados con este centro, por lo menos con su parte más superficial.

La Tierra aparece como tal hace unos 4 500 millones de años e inicia su evolución. Para comprender la ecología y los procesos que se dan en la biosfera es necesario imaginar la Tierra en sus inicios, como una bola de materia, todavía candente, cuya superficie va creando capas duras y suaves al enfriarse; un planeta con un corazón candente y una piel compuesta de materia y gases, sin ningún rastro de vida. Los gases van configurando poco a poco una atmósfera, y las condiciones y climas se van haciendo propicios para que aparezca la vida. En todo ese proceso se empiezan a formar el agua (como una combinación de oxígeno e hidrógeno), el nitrógeno y todos los elementos sólidos, líquidos y gaseosos que ahora conocemos. En este caldo de cultivo, por procedimientos que ahora se repiten en laboratorio, empiezan a aparecer las primeras proteínas y aminoácidos que posteriormente formarán los primeros organismos vivos (unicelulares), los cuales nacen, crecen y se reproducen anaeróbicamente.

Son estos organismos los que, al agruparse, forman las primeras algas y líquenes (organismos pluricelulares), los cuales con sus funciones vitales generan su propio alimento, por medio de la fotosíntesis, y desechan oxígeno e hidrógeno, elementos que empiezan a formar la atmósfera como ahora la conocemos y que son la base y sustento de la vida actual en nuestro planeta.

Saber cómo nace la atmósfera de la Tierra nos permite comprender cómo se inicia esa cadena de interacciones que es la biosfera actual, de la cual surge cada organismo viviente. Lo que era materia inerte es ahora vida que interactúa y lentamente forma, a través de miles de millones de años, el planeta que ahora conocemos.

Es fundamental darnos cuenta de que la vida humana igual puede ir en una dirección evolutiva que en una involutiva. La historia de la vida en el planeta tiene cientos de millones de años, y el único factor identificado que la altera, hoy por hoy, somos los humanos. Es decir que los cambios que percibimos, como la extinción de las especies, la lluvia ácida, la contaminación de lagos, ríos y océanos, son provocados por nosotros. En los últimos 70 millones de años el único factor extraño que transformó a la Tierra fue el aerolito que provocó la extinción de los dinosaurios al contaminar la atmósfera. El ser humano tiene cinco millones de años de evolución, pero apenas 10 000 de civilización moderna y sólo 500 de haber iniciado una contaminación masiva, que crece algebraicamente. La biosfera no existe por sí misma, sino en función de la interacción con todos los elementos que la integran, y puede variar para bien o para mal.

Nota al margen.

Atmósfera. Envoltura de aire que rodea al globo terráqueo.

Marcos Constandse Madrazo
Ingeniero de profesión, Marcos Constandse Madrazo, además de ser uno de los pioneros en el Caribe Mexicano e impulsor de conceptos únicos para la atracción del turismo, es un escritor que comparte su filosofía de vida, fragmentos de la historia y crecimiento de este destino. Una de sus obras es “Ecología y Espiritualidad”, en la que aporta su interesante visión y propuestas para avanzar en el desarrollo económico de la región, privilegiando acciones que moderen y regulen el consumo, para reducir la huella ecológica, a fin de preservar lo más valioso de la humanidad y que está bajo profunda amenaza: el medio ambiente. Hoy más que nunca este tema cobra relevancia, por lo que en cada edición de Latitud 21 incluiremos fragmentos de esta publicación. Búscalo completo en nuestra web: www.l21.mx.