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Revista Latitud 21
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Iñaki Manero

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Bitácora de viaje XXXVI

por NellyG 1 julio, 2023

LA FRATERNIDAD ES UNA DE LAS MÁS BELLAS INVENCIONES DE LA HIPOCRESÍA SOCIAL.

– GUSTAVE  FLAUVERT

 

A más de tres kilómetros de profundidad, reposan (si es que irse desintegrando poco a poco es reposar) los restos de tremenda obra de ingeniería naval tan perfecta que ni Dios la hundiría.   Yo no dije eso, que conste.  La moraleja: No escupas para el cielo porque te mandan un iceberg en la madrugada. Perfecto ejemplo para ilustrar el pecado de soberbia versión 1912.  Mil quinientas personas, más o menos, son parte de la composta marina que ha contribuido al ecosistema abisal del Atlántico norte, muy cerca de Canadá.  ¿Hizo la muerte distingos?  No para quienes no llegaron a los botes salvavidas, menos de  los necesarios para que todo mundo tuviera un lugar y una oportunidad.  La historia y la magnífica recreación que hizo James Cameron de la tragedia (el resto una telenovela que vale la pena chutarse por la belleza técnica con que está ambientado el filme), nos cuentan escenas en donde bailan la mayoría de las pasiones humanas. Se documentaron actos que representan fielmente la flema inglesa como la decisión de la banda de música que siguió tocando mientras algunos pasajeros se mataban por encontrar un lugar en los botes. Escenas de estulticia, como el no considerar la presencia de masas de hielo desprendidas del Ártico los últimos días de la primavera boreal o escenas de amor decimonónico, como la del acaudalado empresario Isidor Straus que optó por quedarse en la cama abrazando a su esposa esperando el toque helado de la muerte; más bien la decisión fue de ella, porque sabiendo que por ser mujer de primera clase tenía asegurado el espacio en el bote, no quiso abandonar al amor de su vida (aunque Isidor, por su condición de acaudalado empresario, fácilmente habría negociado un sitio y salvarse también).  Por cierto, los Straus fueron los fundadores de la famosa y exclusiva tienda Macy´s, en Nueva York; la que organiza los tradicionales desfiles con globos cada día de Acción de Gracias.

El Titanic se fue a pique por, decíamos, la soberbia y sin ser la peor tragedia marítima de la historia (ese sitio lo ocupa sin discusión el hundimiento del buque alemán de pasajeros Wilhelm Gustloff, torpedeado por un submarino ruso en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial; 9343 personas, la mayoría refugiados y heridos, mujeres, infantes, personas de la tercera edad, perecieron  en las gélidas aguas), sí se convirtió en paradigma y en estrella de la cultura pop internacional. Para contar la historia por enésima vez, el cineasta James Cameron bajó en repetidas ocasiones (en total, más de treinta) hasta el abismo para obtener de primera mano filmaciones y datos lo más alejados de la fantasía posible y recrear, con algunas licencias literarias y cinematográficas, la lírica y la épica; tal vez el insumergible de la White Star Line podría representar un presagio de que el siglo XX remodelaría el rostro del mundo.

Dejemos a Cameron, quien confesó a Playboy que hizo la película para pagar sus aventuras submarinas y…  corte a…  2023, un quinteto se sumerge en el Atlántico norte dentro de un batiscafo llamado Titán.  El nombre no solo nos debe referir a los mitos griegos, sino a algo más escalofriante; acérquense al fuego y lean:  se publica la novela Futility de un marino norteamericano con prurito de escritor llamado Morgan Robertson (a quien algunos también le atribuyen la invención del periscopio).  En el relato, se narran las aventuras del héroe John Lee Rowland, borracho exteniente de la marina de los Estados Unidos y su odisea a bordo del trasatlántico Titán, de su escape del barco luego de que éste chocara contra un iceberg salvando también la vida de una niña mientras brinca a un témpano de hielo frente a las costas de Terranova, en Canadá. No sé por qué en mi particular casting para la película que nunca haré de la novela, me viene a la cabeza Bruce Willis para el personaje principal. En fin. Titán era considerado insumergible y la mayoría de las muertes se producen por la falta de botes salvavidas.  Futility se escribió en 1898, plagado de semejanzas con el infortunio que ocurriría 14 años después casi en el mismo sitio y en condiciones parecidas.  Ambos barcos, comenzando por el nombre, guardaban similitudes asombrosas en circunstancias y medidas. Dejemos las hipótesis para otra ventanilla.  Volvamos al domingo 18 de junio pasado y la expedición del otro Titán, el sumergible de 6.7 metros de longitud operado por la empresa Ocean Gate manejado por el piloto desde adentro con un… control de videojuegos.  Unos minutos después de la inmersión rumbo a los restos del histórico Titanic, se perdió para siempre la comunicación con Titán.  Hallazgos cerca de su pretendido lugar de destino fueron identificados como parte del batiscafo. La historia a priori: Titán implosionó destruido por la presión oceanica a más de tres kilómetros de profundidad.  Los tres pasajeros y dos tripulantes, en un acto misericordioso de la física, tal vez nunca se enteraron de lo que les sucedió.

¿Qué tiene que ver la frase de Flaubert con lo que malamente he comentado? Tal vez se pregunten mis amigos a quienes espero entretener lo suficiente como para amablemente haber buceado entre letras y párrafos hasta aquí.  Mientras el mundo estuvo horas en vilo, unos expectantes, otros angustiados, otros creando memes de comicidad culposa y los medios masivos de comunicación nos frotábamos las manos con una historia que, terminara como terminara, era una bomba informativa para llenar horas y horas de contenido, miles de millas náuticas hacia el este, en otro mar, en otro contexto, quinientas personas, mujeres, niños, hombres, eran dados por ahogados en tal vez la peor tragedia de que se tiene registro en la historia de la migración humana. No eran turistas que pagaron un cuarto de millón de dólares cada uno por vivir la gran aventura abisal; eran seres humanos que escapaban de la pobreza, la violencia, la locura. Almas desesperadas jugándose la última carta para aspirar a que su familia tuviera un mejor presente y no un inconcebible futuro, obscuro como el fondo del Tirreno, cerca de la costa de Grecia. Pero pudo ser en el Bravo o en el desierto de Sonora o en el fraticida paralelo 38 entre las dos coreas.   Y honestamente, ¿a qué caso se le dio mayor cobertura y qué nota abrió más el apetito de una hambrienta opinión pública?  Tal vez Netflix o cualquier otra gran plataforma de entretenimiento con la versión dramatizada nos regale una respuesta y eso, será lo que esté más cerca o más lejos de nuestros corazones. ¿A cuántas brazas de profundidad perdemos la luz?

Iñaki Manero.

 

 

 

Bitácora de Viaje XXXV

por NellyG 1 junio, 2023

   CUALQUIER TECNOLOGÍA LO SUFICIENTEMENTE AVANZADA ES INDISTINGUIBLE DE LA MAGIA.

                      – Arthur C. Clarke.

 

Juan se despertó sobresaltado esa mañana; fue por el detector de humo instalado en el techo de la salita, muy cerca de la ventana. Otra vez, el humo del cigarro de su vecino de al lado disparó el dispositivo demasiado sensible. Como si tuviera tiempo que perder. Apagó el aparato y se movió un par de pasos a su mínima cocina para sacar del refri un plato con comida congelada y deshidratada. No tenía tiempo para más; había que correr a su cita médica. Hacía tiempo que tenía una molestia para respirar y fuertes dolores de cabeza; el médico le había enviado una tomografía computarizada para encontrar la causa e iniciar el tratamiento. Recién la tarde anterior sostuvo la consulta con el otorrino por videollamada.  Antes de comer, revisó su medidor de glucosa. Religiosamente, desde niño cuando le diagnosticaron diabetes tipo 1, la disciplina ha sido fundamental para llevar una vida lo más cercano a lo normal y este cacharro de reciente adquisición era un alivio que le evitaba toda la operación del pinchazo. El aparato mide y administra, según convenga.

Mientras salía de su edificio, contempló de reojo las paredes en busca de grietas; había temblado recientemente y quien le vendió el piso, aseguró que éste tenía tecnología antisísmica. Para su alivio, en efecto, no había grietas o fisuras.  En la puerta, lo despide el conserje con una sonrisa y el recibo de la luz.  Fue muy buena idea convencer a la junta de vecinos de instalar paneles solares en la azotea; la cantidad bimestral bajó considerablemente.  Al entrar a la cochera, lo esperaba su automóvil; hubiera jurado que para su mala suerte, se encontraría con una llanta ponchada, pero ahí estaban las cuatro: bien infladas y listas. Sí, cada día las hacen mejor.  Al abordar, el asiento del copiloto estaba lleno de palomitas de maíz: lo había olvidado. Anoche, regresando del cine, su novia, en un enfrenón, tiró parte de lo que sobraba en el cartón y se desparramó por todos lados. No importa, de regreso del médico lo limpiaría con la aspiradora portátil inalámbrica que siempre guarda en la cajuela. Por cierto, nota mental, de regreso no debía olvidar pasar por una lata de fórmula para el bebé de su prima que vive en el piso de arriba.

Ya en el hospital, se maravilló del nuevo purificador de aire que instalaron en todo el edificio. Luego de ser recibido por la enfermera, saludó al médico, viejo amigo suyo, quien antes de cualquier cosa, le tomó la temperatura con el termómetro infrarrojo de oído; costumbres que permanecen de la pandemia. Se alegró de que, luego de revisarlo, le dijera que la tomografía no era necesaria. Moviendo ágilmente el ratón de su computadora, le mostró los estudios anteriores y le explicó el tratamiento a seguir. Se despidieron con un abrazo y al dejar el hospital pasó por la tienda de colchones contigua; había promoción en almohadas hechas con espuma viscoelástica, mejor conocida por su término sajón ‘memory foam’, que garantizaba un mejor descanso. No lo pensó y se compró dos. Ojalá le ayuden con su problema de cuello y espalda. Ya en casa y un buen vaso de agua salida del filtro. Increíble cómo el aparato es capaz de producir agua limpia e insípida de la misma humedad ambiental; su abuelo, siempre escéptico, no habría dado crédito. Sacó una de las almohadas, se acomodó en el sofá de la salita, se calzó los audífonos inalámbricos conectados por bluetooth y dejó que girara el mundo. Un mundo plagado de fantásticos desarrollos.

A mediados de la década de los 80, el envío de dos satélites mexicanos de telecomunicaciones, el Morelos I y II, reavivaron el interés por crear una instancia seria y sólida que hiciera despegar a México hacia otras alturas; desde luego, el que el doctor Rodolfo Neri Vela se convirtiera en el primer astronauta de nuestro país al participar en una misión de transbordador espacial para lanzar el segundo de estos satélites y realizar experimentos en órbita, aceleró este proceso que con justicia había iniciado desde finales de los 40 con esa inercia adquirida por estar del lado correcto en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.

Desafortunadamente, los planes sexenales, la desidia, la corrupción y las taras ideológicas pusieron al proyecto a seguir soñando con las estrellas. Luego del catastrófico sexenio de López Portillo, quien por cierto desapareció la Comisión Nacional del Espacio Exterior, la hazaña del doctor Neri fue el propulsor que esperábamos para que el proyecto venciera la gravedad, pero la cuenta regresiva seguía pareciendo eterna. Finalmente, el 31 de julio, día de San Ignacio, de 2010, a la postre de gravitar entre pesados asteroides y perderse en la tormenta cósmica del proceso legislativo, tomó altura la Agencia Espacial Mexicana.

Hay quienes socarronamente se siguen burlando y pensando que tener una Agencia Espacial Mexicana es una miserable pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo. Existen cosas más importantes, dicen. México no tiene la capacidad de enviar astronautas a ningún lugar. No tenemos bases, ni tecnología en cohetería. Es más, estamos a décadas de Brasil, hablando de América Latina, para tener una industria aeroespacial robusta como para fabricar aviones nacionales. Sin embargo, de repente hablamos desde la confusión y la niebla de la ignorancia. El doctor Neri Vela, el doctor norteamericano de ascendencia mexicana José Hernández y recientemente la primera mujer astronauta de nuestro país, Katya Echazarreta, son solo la dignísima parte más visible del esquema. Las naciones que participan en los programas espaciales no necesariamente apuntan a montar torres de lanzamiento en su territorio y plantar sus banderas en planetas del infinito y más allá; Utilizan los recursos de sus brillantes científicos en el desarrollo de nuevas tecnologías que le permitirán al género humano presente y futuro, expandir el conocimiento fuera y dentro de nuestro planeta.  Y además…

Juan se quedó dormido soñando con que pronto se graduará como ingeniero aeroespacial. Le emociona la posibilidad de dar un brinco hacia las ligas mayores. Desde niño devora los cuentos y novelas de Asimov, Clarke, Heinlein, Bradbury. Cree firmemente que la investigación hará un mundo mejor. De hecho, su día estuvo poblado de milagros: su bomba de insulina, la comida deshidratada, la aspiradora inalámbrica, el ratón de la computadora, las llantas resistentes, la absorción sísmica para edificios, las células fotovoltaicas, los filtros de agua, el detector de humo, la fórmula para el bebé, el termómetro infrarrojo, la tomografía computarizada, los audífonos inalámbricos o esa almohada de ‘memory foam’ que resultó tan buena compra…  todo, porque a alguien, en algún lado, se le ocurrió que la humanidad podría llegar más, mucho más lejos. Por cierto, Juan está trabajando en su proyecto de tesis. Tal vez con algunos ajustes, en unos años, Marte no quedará tan lejos…

Iñaki Manero.

 

 

 

Bitácora de viaje XXXIV

por NellyG 2 mayo, 2023

EVERYBODY WAS KUNG FU FIGHTING…

-Carl Douglas.

 

– Mira nomás cómo llegaste.  ¡Ay, Juan!  ¡Te sacaron el mole!

– Sí, ma, fue uno de cuarto.

-¿Te defendiste?

– Sí, ma. Pero era gordo y estaba muy grandote.

-Pero, ¿le pegaste?

– Sí, ma, pero creo que no le dolió.

– Acuérdate que tú nunca debes buscar pleito, pero si te buscan, te encuentran. Ándale, límpiate el morro y vete a comer. Ni modo, hijo, así es la vida.

Y… escena.

 

Poco más o menos así. Yo iría en primero de primaria y ésa fue mi experiencia más temprana de hacerle al Charles Bronson y confrontar a un grandulón que se había metido en la fila de la tiendita de la escuela. Sin contar el golpe en la nariz que me acertó Paco Ríos en el kinder. Ahí comenzó mi primer encuentro con la violencia escolar, circa 1970.

Y como dicen, “de ahí para el real”.  Es común (de ninguna manera recomendable), el famoso “tirito” dentro y fuera de las instalaciones escolares.  Una afrenta, un recordatorio materno, una alusión a la hermana, una diferencia sobre quién ganó la canica de quién y había que lavar el oprobio en el campo del honor; por lo general, unas calles más allá de la escuela, un callejón, tal vez una zona poco transitada en dónde organizar el ring de estilo libre; la calle de los madrazos. Empujones, descalificaciones, hasta que hay uno que decide soltar el primer golpe mientras ambos son azuzados por  el improvisado público propio o extraño.  El numerito finalizaba hasta que uno de los dos caía al piso o espetaba el ya clásico “ahí muere”.  El campeón, henchido de orgullo, festejaba con la cocacola de la victoria; el perdedor era consolado por sus camaradas mientras se internaba en las sombras; no fuera que la niña que le gustaba se enterara de la tragedia. Hemos normalizado esta escena hasta la náusea y habrá quien lo explique con argumentos antropológicos. No le faltará razón, pero eso no abona mucho a liberarnos del sambenito de depredadores peligrosos, competitivos. Con razón compartimos el 90 por ciento de afinidad genética con los chimpancés, criaturas capaces incluso de provocar guerras entre hordas; enfrentamientos que incluyen el secuestro, el brutal homicidio (e infanticidio), violación y hasta canibalismo incluído. No es raro el asesinato político contra el jefe de un clan que no es bien mirado. Siempre existe un Skaar para darle continuidad al eterno drama de Hamlet. Instinto, territorialidad, etcétera.  Pero los lóbulos prefrontales del cerebro, como dice el clásico, tienen otros datos.

Nuestra masa encefálica sigue siendo una caja de sorpresas, pero ya conocemos lo suficiente como para saber que en su forma moderna ha sufrido una serie de adiciones (upgrades, dirían los hoteleros) con el tiempo.  Una gran cebolla, con capas que nos cuentan la historia de cómo nos hemos ganado la vida hasta la actualidad. Complejo reptil, zona límbica, neocortex. Todavía en la cotidianidad, expresamos estos aullidos primarios que se abren paso a través de millones de años queriendo resurgir.  El agresivo hombre de negocios parapetado detrás de un enorme escritorio para hacer distancia y el empleado retador que se planta frente a él e inclina su cuerpo lo más posible para intentar intimidarlo, son simplemente recreaciones modernas del león joven probando suerte contra el león viejo. ¿Por qué estando varias personas en un ascensor todos miramos hacia arriba o hacia abajo o, bendito Steve Jobs, nos hacemos tontos con la pantalla de un celular sin señal? Para evitar, dicen los neurofisiólogos, la invasión del espacio vital; muy necesario para definir dos posturas principales imprescindibles para la sobrevivencia: pelea o escape.

Hoy, esta especie de homínido ha pasado por mucho y en ese mucho, tal vez el azar, tal vez la necesidad, han tenido que ver esculpiendo el perfil conductual como el mar esculpe la costa. Lo que para los primos chimpas puede excusarse como proceso evolutivo que, como dicen los etólogos, funciona para pasar los mejores genes y asegurar la perpetuidad, en ti y en mí, puede ser condenable y en la mayoría de las sociedades humanas, hay leyes que advierten de castigos. Somos y hemos sobrevivido a pesar de ese pasado salvaje gracias a la evolución de esa corteza prefrontal y a la escritura, que permite recordar códigos de convivencia convertidos en leyes. Con bestias que se la pasan comparando el tamaño de sus penes transmutados en misiles para competir sobre quién lo tiene más grande (el misil), de no contar con tratados y tribunales internacionales neutrales, este tercer planeta desde hace mucho se habría convertido en bonita y decorativa bola de fuego celestial.

Y toda esta reflexión surgió por un inocente “tirito” afuera del colegio que podría esconder una realidad siniestra. Más de dos mil años de escuelas de filosofía tanto orientales como occidentales han servido de poco; la ansiedad por el poder, el control, la demostración del ego desmedido se siguen exhibiendo y apenas nos damos cuenta o queremos aceptar que el génesis se haya en ese humilde origen de la sociedad: la familia. El bully, el narco, el político corrupto, el megalómano genocida, el tirano, el pirata, el jefe resentido y acomplejado, el unineuronal que acelera para no dejarte pasar cuando tú pones la direccional indicando que te cambiarás de carril,  no fueron hechos en laboratorio o por generación espontánea; la mayoría de ellos salieron de una casa; otros, los menos, no la tuvieron. Suficiente evidencia, señor juez, para probar mi alegato: somos el irremediable reflejo de lo que pasa y lo que no pasa en casa.  El ser humano triunfador y el fracasado que siempre busca culpables en los otros son moldeados y sus instintos maximizados o atemperados por el ejemplo. Así que, la próxima vez que escuchemos monstruosidades como el de la niña que golpeó con una piedra a su compañera de escuela nada más porque era la que destacaba en clase y a la postre le causó la muerte, o a los que amarraron a su condiscípulo para torturarlo sin piedad tan solo por ser afeminado, o los bomberos que masacraron perritos a hachazos por pura diversión,  tal vez queramos buscar el origen de la podredumbre no en el reflejo, sino en la fuente; no es difícil seguir los mendrugos de pan.

En algún lugar del subconsciente, mi madre sigue aplacando al chimpancé que quiere venganza. Gracias, ma.

Iñaki Manero

 

 

BITÁCORA DE VIAJE XXXIII

por NellyG 1 abril, 2023

LA VERDAD SE PARECE MUCHO A LA FALTA DE IMAGINACIÓN.

– ENRIQUE JARDIEL PONCELA.

 

Los romanos, esos inquietos que lograron lo que Alejandro no pudo y aprovecharon los despojos de otros imperios para establecer el suyo; incluso su onda de choque llegó hasta inicios del siglo XX, pero, como decía la nana Goya, es otra historia. Desde la península itálica, todo el Mediterráneo; Hispania, pasando por Galia, Bretaña, Germania.  Por el este, el Egipto de los Ptolomeos y más allá, medio oriente; hasta salieron en las pastorelas, interviniendo de manera decisiva en el drama cósmico que hoy divide a la historia humana en antes y después.  Fue tan bueno el negocio, que decidieron abrir una sucursal más en la vieja Bizancio.  Tal vez su gran éxito fue haber sido lo suficientemente curiosos y su cultura tan inacabada, que tomaron prestado de la cultura de los lugares en donde pisaban sus cáligas y a cambio dejaban soldados y apetitos desmesurados por lo estrambótico y lo increíble.  Claro, no todo fue el mundo ideal, y cuando conquistas, muchas veces por la fuerza, se impone el particular despliegue de violencia y crueldad.  Sin embargo, estos romanos, eran tan “easy going” con las creencias de los pueblos sometidos, que terminaban adoptándolas e incluso las llevaban a casa como sus diosas y dioses tutelares poniendo velitas a las figurillas de barro; igual a como mi mamá iluminaba a su San Martín de Porres. De hecho, el panteón principal era una adaptación hollywoodesca al de la bien estructurada e imaginativa mitología griega.  Por muy politeístas que fueran, eran bastante tolerantes con las creencias, mitos, usos y costumbres de sus conquistados; mucho más que la religión monoteísta con que se encontraron en Palestina, con un dios celoso, resentido, berrinchudo y dispuesto a terminar de un plumazo con todo lo que había creado por una infidelidad de sus criaturas que coqueteaban de cuando en cuando con los amigos imaginarios del vecino.

Así que, siguiendo los buenos ejemplos, ¿quién soy yo para criticar a alguien que cree en personajes mitológicos distintos a los míos?  Como dijera el gran Facundo Cabral: “No me toques el culto, que yo no te toco el tuyo”.  Amén a eso.

Es menester abundar un poquitín en el maravilloso mundo de los arquetipos y por qué necesitamos creer en seres y criaturas fantásticas.  Ayer eran dioses y diosas que cubrían todo el quehacer y la cultura.  Hoy, son universo Marvel o universo DC.  Cuando la tecnología fue ganando terreno en la cotidianidad humana, las deidades dejaron el halo celestial y de nacer directamente por inseminación divina (Hércules, Perseo, etcétera, para no meternos en más discusiones), llegaron en un cohete enviado por sus padres, científicos de un planeta moral y tecnológicamente superior.  Antes eran ángeles y demonios; hoy son Batman y Joker.  Otra vez invoco a Julio Iglesias, porque la vida sigue igual.  Desde principios del siglo XX, de acuerdo con los sociólogos, los duendes, enanos, pixies y haditas, fueron substituidos por hombrecillos verdes, grises y amarillos llegados en brillantes platos voladores que todo el mundo ha visto, pero seguimos esperando la foto definitiva. Sin embargo, todavía quedan resquicios que alimentan y enriquecen la memoria de los pueblos del mundo con mitos y leyendas que en la tradición oral generosamente corrigen y aumentan según la imaginación y las ganas de notoriedad o poder del narrador. ¿Nos vamos acercando? Es como el tamaño de pez que pescamos aquella vez que desgraciadamente la cámara fotográfica no estaba funcionando. O el alux que un ingeniero del Tren Maya se encontró arriba de un árbol.

– ¡Nah! ¿Cómo crees?

– Lo dijo el señor presidente.

– Ah, bueno. Seguramente llegó a ver la maravillosa obra.

Está comprobado que el escepticismo es inversamente proporcional al grado de fanatismo, porque la foto mostrada durante una de las homilías mañaneras así fue presentada por el jefe del poder Ejecutivo federal. E insisto: no soy nadie para burlarme de las creencias de la gente al jurar que duendes habitan la floresta, juegan bromas o ayudan a la gente, depende cómo los trates. Mis amigos de la península de Yucatán, en los tres estados, me han contado historias como para amenizar horas de anécdotas sin necesidad de mirar el celular, lo que ya es algo, en donde los ancestrales duendes son protagonistas de increíbles coincidencias. El problema es, que la foto no la tomó un ingeniero en las obras del dichoso tren; tampoco fue una bruja arriba de un árbol en Nuevo León, como se dijo más tarde y que por cierto le mereció una nota en periódico local; unos minutos de ociosidad en línea y comprobamos que el alux del bienestar, ya había estado de visita en Indonesia en 2021 y así fue consignado en los diarios locales. La misteriosa figura arbórea, probablemente parte de la furtiva, pero perfectamente terrenal zoología. ¿Qué pasó aquí?

Dos opciones a botepronto: o el presidente ha sido víctima de una broma pesada, o está muy mal informado. La primera es casi venial y anecdótica; la segunda, es inquietante. Cabe una tercera más peligrosa: alguien nos miente para entretener a su extenso auditorio. Si millones se creyeron el fantástico suceso tropical, que se puede derrumbar tomándose la molestia de googlear un domingo por la mañana, ¿qué podemos esperar en el mundano día a día cuando no queremos verificar ni siquiera las condiciones de lavado de nuestra ropa interior? ¡Dioses del Olimpo!

Reitero, por tercera vez y ya con esta me despido: Jamás me atrevería a burlarme de las creencias metafísicas y mitológicas de alguien. Su servidor proviene de una amplia tradición judeocristiana en donde las serpientes hablan, el agua se transmuta en vino o el pelo largo otorga súper poderes y millones lo creen a pie juntillas. La diferencia está en que estos últimos ejemplos, nadie los ha utilizado para aferrarse al poder…  Esperen… ¿Quién gobierna ahora en Roma?

Bitácora de viaje XXXII

por NellyG 1 marzo, 2023

“AMANDAAAAAAA…    ¡CIÉÉÉRRALEEEEE!”

– NIÑO OCHENTERO PASADO DE PESO.

 

Este grito de batalla sonaba en los ochenta. Con el menor de edad exigiendo que un adulto tuviera consciencia evitando que decenas de litros se fueran al drenaje y antes, en los setenta, una voz institucional sentenciaba: “Gota a gota, el agua se agota”. Advertencias aquí y allá han existido. Don Pedro Ferriz Santacruz nos recomendaba cantar canciones más cortas en la ducha. Los años ochenta, para nostálgicos como su servidor, se aprecian cercanos, no muy lejos y cada quien sus relativismos, pero ya con una población de 67 millones de habitantes, los científicos sin sesgo político, esos sufridos genios que tienen que hacer milagros con tubos de ensayo parchados y un presupuesto que más bien parece limosna, ya nos pintaban un panorama al cual se le ha dado la vuelta cada vez que “bajamos” la palanca de la taza del baño.  Lo ignoramos, lo negamos, lo ninguneamos. Porque nadie quiere pensar que está en las posibilidades futuras el abrir la llave del agua y obtener a cambio del sonido cantarino del flujo inodoro, incoloro e insípido (como nos enseñaron en la primaria que debería ser el agua), un silencio (que es la mitad de la definición de música) o cuando mucho, una discordante aspiración acuosa, un prólogo de una ominosa realidad.

Aunque, en este mundo de apariencias y distintas realidades, hay personas que ya viven con la idea de que las tuberías que circulan y reptan por los interiores de sus paredes, son invisibles adornos o refugio y santuario para toda una jungla de lo más pequeño. En resumen: llevan años sin recibir una sola gota en casa y tal vez su vecino de colonia obtiene ese flujo ámbar que más bien debería pertenecer a un laboratorio. La sopa primitiva de Oparin, pues. Ellos, viviendo en ciudades consideradas las más grandes del mundo, no alcanzan a recibir los privilegios que una familia de la sierra de Guerrero, por ejemplo, tampoco soñaría con tener. Son parte de los 15 millones de mexicanos (cifras oficiales) que no cuentan con servicio de entubado, alcantarillado y agua potable.  El aspirante a puesto público de ocasión llega un día, se toma la foto, hace promesas, da un discurso y… ¡se va! Como dice el tango, para no volver, ni siquiera, como dice otro, con la frente marchita.  Lograron su voto y nada más. Saben que ofrecer el servicio es imposible. Saben que no hay recursos; y al decir recursos, me refiero a naturales, porque los económicos están muy bien invertidos en campaña.  Y es que…  volviendo a la primaria y desplegando el mapa de la República Mexicana o Estados Unidos Mexicanos, nos encontramos con un destructor de mitos oficiales…

México, geográficamente, se encuentra en una excepcional zona llamada de transición entre las llanuras del norte del continente, y los pulmones selváticos del ecuador (no el país; si no, sería con mayúscula. Otra de primaria).  Esta situación nos regala versatilidad de climas como hermosas estampas invernales en Chihuahua o las ganas de tomarse un mojito para mitigar el calor mientras nos idiotizamos con los tonos de azul del mar cancunense. Ni qué decir del eje volcánico, los bosques de niebla en donde canta el fantasmagórico quetzal o sierras interminables en oriente, occidente y sur. Y desierto. Sí, mucho desierto. No tan desierto, porque alberga un frágil pero insustituible equilibrio entre flora y fauna que lo hace muy especial, pero desierto, al fin. Aridoamérica; esta zona recorre cerca de las dos partes del territorio porque viene desde Estados Unidos y termina cerca del centro sur de México. Sí, México, con todo y sus selvas por donde alegremente correrá el capricho maya, es un país árido. Para que entendamos, con muy poca dotación de agua, sobre todo en donde se ensancha el alguna vez llamado “cuerno de la abundancia”. El resto es la mesoamérica que por abundancia, aquí sí, de agua y clima distinto, brindó las posibilidades de las grandes culturas distintas a los grupos nómadas del norte. La fundamental diferencia: el agua. Y cada año, esa realidad negada por los más necios o más criminales, será agudizada por el cambio climático. En el 81.94 por ciento del territorio sufriremos por sequía buena parte del 2023. En estos momentos de febrero, ya está sucediendo y todavía no llegamos a, como dicen en mi pueblo, lo mero bueno del estiaje, según datos de la Comisión Nacional del Agua. Nada más pa´que se animen a entrarle al club de las canciones más cortas al bañarse, el 35.66 por ciento del país se encuentra anormalmente seco; 33.90 por ciento, con sequía moderada; 11.57 con sequía severa; 0.81, sequía extrema. Sinaloa con el 100 por ciento de todos sus municipios con algún grado de sequía y lo mismo para Nayarit y Durango. La península de Yucatán, sin ríos superficiales, históricamente, la mayor fuente de abastecimiento de agua son los cenotes, producto, dicen geólogos del trancazo sideral en Chicxulub, hace 65 millones de años; de acuerdo con Conagua, Yucatán junto con Tabasco, Campeche y Veracruz no entran, por el momento, en esta categoría de preocupación. Y si así fuera, el secretario de Gobernación, cómo no, ya tiene todo arreglado: Mandamos desde Tabasco agua para toda la República. Faltaba más. (Espacio para risas grabadas).

Regresando al mundo real, el Valle de México y el de Toluca no están mejor, y la prospectiva con números duros escapa cualquier arrebato patriotero, de esos que ocurren por lo general a las siete de la mañana desde Palacio Nacional. Las presas del sistema Cutzamala (El Bosque, Villa Victoria y Valle de Bravo, que abastecen una importante zona del Estado de México y de Ciudad de México, llevan un récord de 52 días casi sin gota de lluvia. El Organismo de Cuenca de Aguas del Valle de México seguro es opositor enemigo de la transformación del país, porque nos advierte que… “El Sistema Cutzamala cuenta con 411.8 millones de metros cúbicos de agua disponibles, equivalentes al 52.6 por ciento de almacenamiento, cifra que lo coloca en la peor crisis de la historia.” (En este espacio sí entrecomillamos lo que no es de nuestra autoría). No se enojen, somos parte del problema; no busquemos culpables cuando hemos sido cómplices.  Efectivamente, las administraciones han permitido que los cerros hayan sido devastados de vegetación que permite el que la lluvia complete su ciclo (como también aprendimos en la primaria) y se recarguen los mantos subterráneos que han abastecido con sus pozos, la castigada Ciudad de México y otras ciudades y pueblos del país. Pero…

¿Hay solución? Sí, desde luego. Depende de todos. Los simples mortales, María y Juan de a pie, todos los días. A pesar de que “los de arriba”, quienes toman decisiones supuestamente representando nuestras necesidades, estén ahora con la mente en el año electoral.  En nuestro día a día. Comenzando por hacerle caso al niño ochentero pasado de peso, al locutor institucional y a don Pedro Ferriz Santacruz. Dejemos abierta, y no cerremos, esa sí, la llave de las ideas, que fluyan. Y en otro espacio, las vertemos en un pozo de iniciativas sin restricciones y de libre acceso.

Iñaki Manero.

Platiquemos: inakimanero@prodigy.net.mx @inakimanero FB Iñaki Manero Tik-Tok e IG:  Inaki_manero

 

 

Bitácora de Viaje XXXI

por NellyG 1 febrero, 2023

 

 

LA FORMA MÁS EFECTIVA DE DESTRUIR A LAS PERSONAS ES NEGAR Y BORRAR  SU PROPIA COMPRENSIÓN DE LA HISTORIA.

-GEORGE ORWELL

 

Frecuentemente he pensado en el tema.  Desde niño, incluso.  Alguien me robó la idea más adelante e hizo con ello una película retadora: “Truman Show” (sí, Jim Carrey sabe actuar). Cuando tuve la confianza suficiente para externar mi duda existencial, me di cuenta que no era el único que percibía algo que no marchaba bien con el orden que me habían platicado sobre el universo. En mi (¿paranoia?) jugaba con la idea de que todo lo que me ha pasado desde el inicio de mis recuerdos hasta la fecha, ha sido minuciosamente coreografiado y orquestado; pero no me refiero a esa presentación que algunos hacen de Dios como un gran titiritero. El asunto es más íntimo. Tú y solo tú eres el objeto de una investigación realizada por inteligencias sin prisa o con una percepción del tiempo decididamente distinta a la tuya.  Mi experiencia infantil, juvenil, adulta. Mis afectos, mis reacciones de alegría, ira, odio, perdón. Mis amores y rupturas. Mis viajes. Nada ha sido real. Un profesional equipo de efectos especiales se ha encargado de maquillar y dar forma hasta convencerme, convertirlo en cotidianidad. En otra variante paranoica, pudiera ser que el engaño comenzó esta mañana y todos los recuerdos fueron implantados. ¿Quién podría afirmar lo contrario? El hinduísmo le llama Maya, apariencia, ilusión. Nada es real; todo está en tu cabeza.

AFUERA…  AFUERA TÚ NO EXISTES, SÓLO ADENTRO…

– CAIFANES.

 

Claro, las hermanas Wachowski siguieron alimentando esta antiquísima idea oriental de vivir en una realidad prefabricada y siniestra. Muchos se preguntan sobre la veracidad del aquí y el ahora. La misma física cuántica de la mano de Heisenberg, abre la puerta con su incertidumbre subatómica dejando la incógnita de si esta realidad que estoy viviendo ha sido así siempre o tengo esa impresión y hace cinco minutos era otra cosa completamente diferente de la que no tengo recuerdo porque fui “reseteado” por fuerzas incomprensibles, parafraseando a Hamlet, “… más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”.

Pero dejemos estas angustias existenciales y volvamos a la certidumbre cotidiana de que estamos en un aquí y en un ahora. En 1944, la película “Gaslight” arrolló en taquilla, recibió siete nominaciones para los premios de la Academia de Hollywood. No les “espoilearé” mucho la trama; si acaso, una breve sinopsis, porque la cinta es un refrito de otra película inglesa y ésta, a su vez, de una exitosa obra de teatro. Una pareja de recién casados (Ingrid Bergman/Charles Boyer), quienes apenas llevaban un par de semanas de conocerse, se van a vivir a una vieja casona propiedad de la difunta tía de la esposa. Con el tiempo, comienzan a suceder cosas extrañas, como que las lámparas iluminadas por gas, muy al estilo del siglo XIX, bajan su intensidad de luz de manera inexplicable y extraños sonidos parecen provenir del ático. Y aquí es donde el thriller psicológico se empieza a desenvolver con toda la maestría del director George Cukor. El marido insiste en que todo tiene su origen en la imaginación de su cónyuge, hasta que ella misma va dudando de su salud mental. No les cuento el resto porque vele la pena que busquen desesperadamente esta joya, pero más o menos, los más avispados ya irán imaginando de qué voy con todo esto. Unos treinta años más tarde, la ciencia que estudia la conducta humana haría un acertado homenaje nombrando con el título de la cinta a un abuso psicológico que nos desnuda de pies a cabeza. Hoy, “gaslighting” se refiere a una forma de manipulación mediante el manejo torcido de la realidad por gente muy hábil. Por lo general, llevan el engaño a una refinada forma de arte que toma su tiempo, como el esposo de la protagonista (Charles Boyer), intentando convencerte de que hiciste o dijiste o pensaste lo que en realidad nunca sucedió. Sí, la mayoría de las víctimas son mujeres, pero también funciona en el mundo de los negocios, las extorsiones telefónicas o por mensaje de texto (en donde terminas creyendo que quien se hizo pasar por tu lejano primo de Tijuana era quien decía ser porque poseía información que nadie más tenía. Mentira; tú se la proporcionaste y jamás te diste cuenta). Y también y allá vamos, en…

Política.  En 2018, el Oxford English Dictionary, el más completo y veraz de la lengua inglesa, eligió “gaslighting” como su palabra del año. No por capricho; el éxito y sobrevivencia de una voz radica en su vigencia y repetición. Los calificativos, que a veces son verbos, necesitan, como los virus y bacterias, un huésped, una diana hacia dónde apuntar, y el personaje que hizo revivir la palabra en el mundo anglosajón por su delirante narrativa no era otro sino el presidente en turno de los Estados Unidos de Norteamérica: Donald Trump.  Como si llevara el manual populista al pie de la letra (en realidad si tiras pa’la derecha o pa’la izquierda es irrelevante), el multimillonario color naranja dio cátedra de cómo “voltear la tortilla” culpando a todo mundo de sus propios yerros, haciéndose la víctima y lanzando promesas desencadenando el aplauso rabioso de su base dura de votantes compuesta mayoritariamente por WASPS (anglosajones blancos protestantes). Su discurso de odio, victimización y revanchismo tuvo consecuencias trágicas tiempo después con el intento de una pandilla de adoctrinados de asaltar ni más ni menos que el Capitolio, sede del poder legislativo norteamericano. Sí, triste ejemplo que afianza el significado de una palabra. Te lo digo Juan pa’ que lo entiendas…

Hoy, si dudaban de la versatilidad del vocablo o del alcance de la aplicación, no necesitas ser Truman o Neo o el personaje que interpretó Ingrid Bergman (quien por cierto, ganó el Oscar por su actuación) para vivirlo plenamente.  Hoy, todos los días, siempre habrá un sinvergüenza empeñado en hacernos creer que todos somos culpables de los males de la relación, la empresa, la comunidad, el país, el planeta.  Ellos, como dirigentes, son víctimas inocentes e impolutas de conjuras, complots, maleficios y malas vibras, y como buenos vendedores de aire caliente, terminas comprando su delirio. La luz ilumina hasta que se acaba el gas de la lámpara. Bien lo puso Calderón de la Barca:

“Sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.”

Iñaki Manero.

 

 

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