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Revista Latitud 21
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Isabel Arvide

La vida en el paraíso

por NellyG 4 febrero, 2021

POR ISABEL ARVIDE

Cae nieve, rítmicamente, como en un cuadro impresionista, hasta volver blancos los árboles que veo desde la ventana de mi oficina.  Son copos etéreos, como flores que vuelan, como esos pensamientos que huyen antes de poder entenderlos. Hace frío, un frío desconocido, que refiere a otros adjetivos porque se hielan las manos, porque entra desde las plantas de los pies.

Y frente a este cuadro, pleno de blancos hasta deslumbrar, pienso en las playas de Quintana Roo. En esos mares tan tibios, en la suavidad de las olas, en el sol que todo lo llena. Me imagino en el ferry rumbo a Isla Mujeres, caminando hasta la playa Norte, y casi puedo sentir la arena entre mis dedos.

Tenemos un paraíso. Que, además, está abierto a los viajeros de todo el mundo. Cada mañana firmo visas en pasaportes de quienes viajarán a Cancún, y afortunadamente, también unos pocos que traen un itinerario hasta Bacalar. No puedo imaginar un destino mejor en estos días agobiados de cierres, de miedo, de contabilidades siempre en contra.

A Quintana Roo no le hacen daño ni los huracanes, como bien sabemos, sobrevivientes a perpetuidad de vientos devastadores. Lo que puede destruirlo está hoy por hoy en la confrontación política que suda ambiciones personales.

Cada día encuentro mensajes que son propaganda de precandidatos, e insultos a protagonistas del poder estatal y municipal, que son propaganda de los mismos precandidatos. Los demonios andan sueltos, son los mismos que conocemos.

Tenemos un Congreso tomado por mujeres que no se pueden aceptar inocentes ni desvinculadas de intereses políticos, tenemos un Congreso donde diputados locales se han distinguido por su incapacidad y ausencia. Tenemos municipios, como Othón P. Blanco, que mejor estarían sin presidente municipal. Tenemos, en todo el Estado, gente genuinamente enojada por la falta de servicios, y también tenemos activistas políticos lucrando con los problemas en vías de solución o irresolubles.

Tenemos agravios cada día que se tiran al ventilador como si nunca fuesen a caer sobre las cabezas de sus autores. Tenemos denigración a priori. Y una intencionalidad enferma de regodearnos en la suma de todo lo malo a enumerar, como si no hubiese pasado y menos futuro.

Hemos logrado vencer la gravedad mayor del coronavirus, hemos podido encontrar un camino para retornar a una normalidad que no pueden soñar otras poblaciones, otros países. Pero esto también lo podemos destruir.

Hemos entrado al tobogán electoral sin haber aprendido lecciones del pasado inmediato, sin siquiera poder identificar a las mismas manos negras del pasado inmediato.

En este desorden extremo, pleno de agresiones y descalificaciones, el paraíso puede dañarse irremediablemente. ¿Cómo esperan nuestros políticos que la gente crea en ellos, cómo piensan que pueden convencer de ser «diferentes» de todo aquello que insultan?

La crispación social existente en todo el país puede ser infinitamente más destructiva en Quintana Roo.

No darse cuenta, no detenerse un momento a ponderar lo que tenemos, no pensar un momento por aquello que se conoce como «bien común», puede hacernos más daño del que podemos vencer.

Alguien, alguno de todos, tiene que comenzar a pedir una tregua. A establecer reglas políticas de civilidad, de mínimo respeto. De otra manera, todos van a subirse al mismo barco lleno de mierda y próximo a naufragar.

 

Lealtad a México

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 octubre, 2020

Mensaje leído por la cónsul de México en Estambul, María Isabel Arvide Limón, durante la ofrenda floral por el aniversario luctuoso de la Marcha de la Lealtad.

El 9 de septiembre se conmemora la lealtad de los militares que acompañaron al presidente Francisco I. Madero al inicio de la Decena Trágica, cuando una insubordinación golpista intentó derrocarlo.

En este día rendimos homenaje a los cadetes del Colegio Militar que escoltaron al presidente de la República, que representaba la legalidad, y debemos hacerlo también a los generales Lauro Villar y Ángel García Peña, cuyos nombres son desconocidos para muchos. Así como a todos los militares leales que defendieron la institución presidencial ese día.

Asimismo, rendimos homenaje al Ejército Mexicano en la persona del general secretario Luis Cresencio Sandoval, quien ha demostrado extrema lealtad en tiempos inéditos.

El general Villar era el comandante de la Primera Zona Militar y defendió no solamente Palacio Nacional sino las vidas del hermano del presidente, Gustavo Madero, y de su jefe, el secretario de Guerra y Marina, general Ángel García Peña.

Al amanecer de ese día, el general García Peña, que vivía muy cerca de Palacio Nacional, fue despertado por su ayudante que había visto marchar militares del Cuartel de Tacubaya y de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan. De inmediato se dirigió a Palacio Nacional, reuniendo tropas que les eran leales, muy pocos hombres.

En un primer intento, los rebeldes tomaron Palacio Nacional y lo apresaron, junto con Gustavo Madero que había llegado al enterarse de lo que sucedía.  El general Villar los liberó y recuperó el control.  Mientras un grupo de militares rebeldes se dirigía a liberar al general Félix Díaz, el secretario de Guerra y Marina fue a informar al presidente, quien decidió ir a Palacio Nacional.

Los cadetes del Colegio Militar, entonces situado en Chapultepec, al lado de la casa presidencial, decidieron acompañarlo. Es decir, cruzar la Ciudad en medio de las balas.

Por su parte, una vez liberado, el general Félix Díaz acompañado del general Gregorio Ruiz se dirigió a Palacio Nacional, confiando en que el general Lauro Villar se uniría a la rebelión o, por lo menos, no lo atacaría porque era su amigo desde la juventud.  Por el contrario, fue recibido a balazos y resultó muerto, a la vez que Villar herido.

Fue, literalmente, una cruenta batalla entre pares.  Militares leales contra militares golpistas, ambos con igualdad de preparación y armamento.

Al llegar el presidente Madero, con su comitiva, frente a Bellas Artes tuvo que refugiarse en una Fotografía, porque los enfrentamientos no le permitían avanzar; a esas horas Palacio Nacional y las calles aledañas estaban llenas de cadáveres.  Y los generales Ruiz y Manuel Mondragón se dirigían a refugiarse en La Ciudadela, donde se guardaban armas y pertrechos.

En ese negocio fotográfico el presidente de la República fue informado de que el general Lauro Villar estaba herido, por lo que decidió, gravísimo error histórico, nombrar como su sustituto, jefe de la plaza de la Ciudad de México, al general Victoriano Huerta, que recién había llegado a encontrarse con él.

Una vez en Palacio Nacional, al filo del mediodía, el primer mandatario decidió viajar a la ciudad de Cuernavaca en busca de su amigo, el general Felipe Ángeles, confiando en su lealtad.

Días después, ambos serían detenidos por el golpista Victoriano Huerta.  El general Felipe Ángeles no aceptó los ofrecimientos de éste, y permaneció junto al presidente Madero. Tanto el general Lauro Villar como el general Ángel García Peña pidieron su retiro en franco rechazo a los militares golpistas.

En este día, 9 de septiembre, queremos rendir homenaje a estos generales, a los cadetes del Colegio Militar y a todos los militares que murieron defendiendo a la institución presidencial. Rendimos homenaje a la lealtad al uniforme, a la lealtad a las instituciones, a la lealtad militar, pasada y presente.  Lealtad a México. 

La heroína olvidada: Leona Vicario

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 septiembre, 2020

Sin gafete
Por Isabel Arvide Periodista y escritora Twitter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx

El gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador se ha significado por la recuperación de héroes que, oficialmente, estaban olvidados.  Además del desinterés de gobiernos anteriores, habrá que agregar el desconocimiento, que en el juego piramidal del poder político, se hizo cada vez más grande. 

Y todos perdimos.  Sobre todo, las nuevas generaciones que cada día se apartaron más de nuestra historia.

Nombrar a 2020 el “Año de Leona Vicario” es una inmensa reivindicación para las mujeres, y también para un tiempo en que se gestó la nación soberana que hoy estamos obligados a defender.

María de la Soledad Camila Leona Vicario era una mujer de situación económica privilegiada, creció en una familia muy cercana a la corona española, a los virreyes que nos gobernaban.  Fue también una mujer de privilegiada inteligencia, que decidió un destino muy distinto al de sus contemporáneas.  Optó por la educación.  Y, desde siempre, por su libertad.

A los 17 años, huérfana de padres, decidió vivir sola, algo excepcional en su época. Todavía fue más singular que decidiese trabajar en el despacho de su tío y padrino, don Agustín Pomposo Fernández de San Salvador. Ahí conocería y se enamoraría de su compañero de vida, Andrés Quintana Roo.

Su actividad social, pare ese entonces tenía 21 años de edad, era muy grande.  Sobre todo, se relacionaba con personas que estaban a favor de la Independencia de México. Sus conocimientos sobre la realidad política y social del país eran muy amplios.  Lo que, seguramente, fue factor decisivo para la relación con Quintana Roo.

A principio de 1810, compartiendo techo con su pareja, dio refugio a fugitivos, reunió dinero para el movimiento independista y vendió sus alhajas para servir a esta causa.  Sirvió como correo entre los rebeldes, ante la consternación de su tío.

En marzo de 1813 se abrió un largo proceso legal en su contra, que terminaría con encarcelarla en el colegio de Belén de las Mochas. Interrogada, humillada, nunca delató a sus compañeros de lucha. De esa prisión fue rescatada por Quintana Roo.

José María Morelos fue enterado de su participación en la Independencia, y junto a su marido siguió colaborando en el movimiento armado independista, lo que la llevó a dar a luz a su primera hija en una cueva, mientras huían.

Asimismo, fundó dos periódicos, por lo que se le considera la primera periodista mexicana, El Ilustrador Americano y El Semanario Americano, donde publicó infinidad de artículos contra la corona española. En 1817, después del fusilamiento de José María Morelos y Pavón, Leona Vicario fue encarcelada en Toluca, por tres años.

Al ser liberada continuó su labor periodística y sufrió persecución junto a su marido, hasta que a partir de 1835 tuvo unos años de tranquilidad, al ser nombrado Andrés Quintana Roo magistrado de la Suprema Corte.  Ella siguió escribiendo y fundó tertulias literarias que fueron muy populares.

Leona Vicario murió el 21 de agosto de 1842 en la Ciudad de México, sus restos están, junto a los de su marido, en la columna de la Independencia.

Esta vida inmensamente prodigiosa, adelantada a su tiempo, de una mujer comprometida con sus ideales, que no tuvo miedo para participar en la lucha de la Independencia, que eligió su propio destino y estuvo en la cárcel dos veces, resulta en extremo excepcional en el contexto de una sociedad patriarcal donde las mujeres no tenían la mínima voz.

Al reconocer a la Madre de la Patria, estamos afirmando la igualdad de la mujer, y reconociendo el valor superior de una protagonista de la historia mexicana que vivió su tiempo con infinito valor.  Para muchas mujeres, Leona Vicario no solamente es un ejemplo a seguir, sino que representa la capacidad de independencia, libertad, compromiso, de autenticidad, respetada por su pareja.

Andrés Quintana Roo, que da nombre al estado, fue a su vez un hombre libre que supo respetar a su mujer, que la asumió como compañera con igualdad de derechos y responsabilidades, que dio testimonio de su compañerismo, juntos en una lucha social, antes que cualquier otro rol masculino.  No fue su tutor ni su dueño, fue su compañero en situación de igualdad total, fue su complemento y su admirador.

No olvidemos que hablamos de principios del Siglo XIX cuando las mujeres no tenían ningún espacio propio. 

 En Reforma, en la Ciudad de México, se inauguró el Paseo de las Heroínas.  Y este 15 de septiembre, al conmemorar el inicio de la gesta de Independencia, se escuchará el nombre de Leona Vicario conmemorando su valor.

Y pensar que su nombre estaba en el baúl del olvido. 

En Quintana Roo, llueve sobre mojado

por ahernandez@latitud21.com.mx 3 julio, 2020

Por Isabel Arvide

Periodista y escritora

Twitter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx

En Quintana Roo no ha dejado de llover, y por tanto, de inundarse poblaciones que han sufrido las consecuencias económicas de la pandemia hace muchas semanas.  Tampoco, en Quintana Roo, el gobernador ha dejado de empaparse para visitar estas comunidades, para intentar llevarles apoyo de alimentación y, sobre todo, la esperanza de recuperar ingresos.

Porque junto con las ayudas para damnificados por las lluvias, viene el anuncio de los primeros visitantes para un Sur que desde hace muchos años ha sido víctima de mal tiempo y mal empleo.

El lunes 22 de junio, el sur del estado entró en el semáforo que ha diseñado el gobernador Carlos Joaquín, en color naranja, con apertura de restaurantes y hoteles con cupo limitado.  Se comenzó a regresar a una normalidad que no ha podido, siquiera, imaginarse en los tres meses de pérdidas y encierro que han despojado de casi todo a la mayoría de quintanarroenses que viven del turismo.

De esa actividad que en el centro del país no se entiende como esencial.

Al gobernador lo hemos visto informando qué sucedía, qué opciones había, cada día; con lo que ha logrado una comunicación de excelencia, sin intermediarios, sin estorbos dirían muchos. También lo vimos supervisando la capacidad hospitalaria, que como en el resto del país era lo que sigue de insuficiente, en toda la entidad.

Es, ha sido, un gobernador que trabaja. Que ha padecido la pandemia de salud, y también la económica, una crisis mayor a si un huracán  hubiese devastado Quintana Roo.

¿Es mucho o es poco?  Ha sido suficiente.

Y la gente lo ha entendido, su imagen se ha fortalecido enormidades.  Y la virulencia de sus enemigos políticos también. En mal momento, porque lo que importa es encontrar una manera para que los habitantes del estado puedan llevar pan a sus mesas.  Es el peor momento para atacarlo, para intentar armarle problemas, para actuar contra una persona que necesita de la unidad política para presentar sus razones ante el gobierno federal, para hacer entender al resto del país los problemas, gravísimos, del estado.

Cada día le buscan tres pies al gato, mientras que se transita, con miedo, con precaución, a la vida productiva.  Ninguno, ninguna senadora, gana nada con lanzarse a lo bruto contra Carlos Joaquín.  No es momento, ni en lo político ni en lo ético.

Entrar al color naranja es, definitivo, el principio de un larguísimo camino para recuperarse, es un esfuerzo que merece que si no ayudan, no estorben… 

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