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Revista Latitud 21
Categoría:

Libro Ecología y Espiritualidad

Capítulo XXIII • El ciclo de la vida

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 enero, 2023

 

Todo objeto material en el universo está constituido por átomos y éstos, en su última expresión, son partículas o energía. Tal pareciera que la esencia se manifestó con libre albedrío o a través de la opción entre energía (vibración, ondas) o materia (partículas, átomos). Los átomos se agrupan formando moléculas y así se inicia la cadena de manifestaciones de la esencia vital. De esta manera comprendemos que la esencia se manifiesta en todos los objetos del universo.

La vida orgánica en el planeta tiene un ciclo que inicia en la combinación de la energía solar, merced a la cual se genera la fotosíntesis, cuya expresión química es:

6C0₂      +          6H₂O         +    energía luminosa =      CH₁2O6         +          60₂

                      bióxido de          agua                                                        azúcar           oxígeno

                      carbono

1. Por medio de este fenómeno, las plantas producen almidones y azúcares y generan oxígeno.

2. Los herbívoros consumen plantas, agua y oxígeno.

3.Las bacterias y los hongos consumen plantas, agua y oxígeno.

4. Los carnívoros consumen plantas, animales, agua y oxígeno.

5. Todos esos procesos generan bióxido de carbono.

6. La fotosíntesis requiere y consume bióxido de carbono, agua y energía solar.

De esta forma, todos los seres vivos, algunos minerales y el agua establecen un ciclo permanente cuyo motor es siempre la energía solar. Igual que ocurre con el ciclo del agua, que vimos en el capítulo anterior. En el trasfondo de estos ciclos combinados existe una «información» que es la que permite que las secuencias se reproduzcan e incluso que evolucionen. Desde los experimentos de Mendel, se conocen las leyes de la herencia que ahora definimos como información genética codificada: permite que cualquier ser vivo se reproduzca a imagen y semejanza de la pareja o el ser que lo engendra.

La clave de la evolución es el ADN, una molécula con dos espirales entrelazadas por cuatro subunidades químicas. Ello determina la herencia.

El ADN controla la química y el crecimiento produciendo las proteínas adecuadas. Primero se desenreda como cremallera (zíper) para exponer una hilera de subunidades. Estas hileras separadas atraen unidades químicas iguales que se encuentran sueltas en el núcleo, formándose una nueva molécula con un nucleótido idéntico al que soltó; como la secuencia de eslabones en las dos escaleras es la misma que la de la molécula progenitora, éste es un mecanismo de duplicación.

La vida es algo más que una creación. Una vez que ha nacido, un individuo tiene que continuar viviendo, lo que consigue gracias a un formidable ejército de compuestos muy versátiles llamados proteínas. Aunque hay millares de ellos, todos son fabricados de acuerdo con las precisas instrucciones dictadas por el guardián del código de la vida: el ADN.

El ADN produce una hebra sencilla, el ARN mensajero, que distribuye las instrucciones para la construcción de proteínas. También forma otras moléculas más pequeñas de una sustancia llamada ARN transportador, que lleva las materias primas, es decir los aminoácidos, al lugar adecuado. Cada molécula de ARN transportador posee un código que servirá para encajar con el ARN mensajero cuando haya encontrado su aminoácido correspondiente. Cuando un rayo cósmico, o una alteración química, incide sobre uno de los peldaños de la estructura molecular del ADN, se produce una mutación.

Puede decirse que el proceso de la vida se ha visto o interpretado de forma distinta en Occidente que en Oriente. En Occidente se desarrolla la conciencia personal a partir de una conciencia dual de lo humano: yo (sujeto) y lo que no soy yo (objeto). En Oriente existen corrientes que intuitivamente parten de una conciencia unitaria: la esencia está en mí. En Occidente se pierde el espíritu de unidad y se desarrolla el espíritu crítico de búsqueda. Es esto lo que provoca el pensamiento científico. En Oriente se persigue la comunión con la esencia, se deja el espíritu inquisidor, no se desarrolla la ciencia, aunque sí los descubrimientos. En Occidente, la ciencia avanza hasta estructurar el conocimiento piramidal de las diversas manifestaciones de la esencia (se recrea la creación en la conciencia humana) y se llega, a través de la física cuántica, a la conciencia (no al conocimiento) de la esencia.

En consecuencia, en lo que se ha dado en llamar la nueva era o la conciencia de unidad, se integran la intuición de Oriente con el conocimiento científico de Occidente y se revaloran, canalizan y reenfocan las tradiciones espirituales legítimas y auténticas, se pregona el advenimiento de la era racional, en donde se corroboran antiquísimas visiones de lo real y se plantea al ser humano nuevo, integrado como el centauro, sin división entre cuerpo y alma, consciente de que su esencia es el espíritu universal, no escindido en el mundo dual. Esta es la etapa que Einstein anticipó y bautizó como la era de la religión cósmica (la conciencia de unidad).

Cuando se habla del espíritu no debe confundirse su manifestación con su presencia: la primera se da en la naturaleza; la segunda, sólo en el ser humano.

Pero para retornar a la unidad debemos darnos cuenta de que la vida depende de procesos (los ciclos del agua, de la vida, etc.) que podemos descomponer, viciar o deformar con la contaminación y el uso indiscriminado de los recursos naturales. Estos procesos se basan en fenómenos físicos, químicos y biológicos que se dan en la tierra bajo determinadas circunstancias. El mundo tiene ya la terrible experiencia -no difundida en toda su dimensión de las alteraciones genéticas que la radiación atómica puede provocar. Ya se sabe de las terribles consecuencias del mercurio en el agua, del DDT, de los herbicidas y, fertilizantes no biodegradables, etcétera.

Todos los ciclos de la vida y las leyes de la herencia pueden ser alterados por el ser humano y hoy ya no cabe la justificación de la ignorancia, pues conocemos las consecuencias. Es en esa conciencia de la experiencia en donde radica la gravedad de nuestra responsabilidad presente y futura. Ciclos y procesos de herencia del futuro dependen de lo que hagamos en el presente.

Los procesos que hacen posible la vida parecen claros y sencillos, pero son enormemente complejos. El mundo es el resultado de un permanente cambio: de una masa estéril en constante erupción, sin atmósfera, a través de millones de años se ha desarrollado un maravilloso sistema que en equilibrio ecológico ha propiciado la aparición de las especies y su evolución. Es impresionante pensar que la vida haya surgido a partir de un principio de elementos inertes.

Elementos básicos de la Tierra

La palabra «materia» deriva del latín mater, que significa “madre»; con esta idea se expresa que la vida emana de la materia. La composición, estructura y fronteras de la materia no nos son totalmente conocidas. Hoy identificamos cuatro estados de la materia: el líquido, el gaseoso, el sólido y el plasma, pero vivimos en un mundo en el que, por ejemplo, las temperaturas naturales van de -50 a 100 °C, pero el hombre ya ha obtenido, por fracciones de segundo, temperaturas de hasta 40 000 000 °C, ¿cuáles pueden ser, pues, las fronteras?

El hombre prehistórico comenzó a conocer la materia por la experiencia de sus sentidos; posteriormente intuyó en ella algunas propiedades que con el método científico pudo comprobar o desechar.

Los griegos, empezando por el filósofo Tales de Mileto y siguiendo con Empédocles, Demócrito, Arquímedes, Sócrates, Platón y Aristóteles, especularon, avanzaron y retrocedieron en el conocimiento de la materia e iniciaron métodos y procesos de búsqueda que permanecen hasta la fecha.

Podemos pensar que los modernos descubridores de lo que conocemos de la esencia de la materia y del universo son, entre otros, John Dalton, Dimitri Ivanovich, Alen de Legeu, Albert Einstein y Robert Oppenheimer.

Si comprendemos que la vida en la Tierra nace de la combinación de la materia y energía, que el universo surge del Espíritu y que tenemos una visión cada vez más clara de cómo se configura esto, entonces el presente ensayo logrará su objetivo.

La ciencia y la intuición nos han ido demostrando, poco a poco, que existe una interrelación entre todos los elementos de la Tierra y la energía solar y universal que se recibe, con lo que se mantiene un proceso de equilibrio creativo que genera la evolución. Fue de esta manera como la vida primitiva provocó cambios en la atmósfera que, a su vez, fueron propicios para nuevas formas de vida.

Notas al margen 

Mutación. Cualquiera de las alteraciones producidas en la estructura o en el número de los genes o de los cromosomas de un organismo vivo, que se trasmite a los descendientes por herencia.

Manifiesto. Descubierto, patente, claro 

Capítulo XXII • El ciclo del agua

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 diciembre, 2022

 

“Todas las aguas acaban regresando al mar”, es un dicho popular que se refiere al ciclo del agua. El agua es un elemento vital, sin ella el mundo sería muy diferente, y la vida no existiría como la conocemos. Todos los organismos vivos estamos formados básicamente por agua. Los seres humanos requerimos beber en promedio un litro y medio de agua diarios para sobrevivir. Es pues indispensable el agua potable, pero es un producto cada vez más escaso en el mundo actual. Quién iba a decir que para el año 2000 habría aguas embotelladas más caras que vinos y refrescos.

El ciclo del agua es un proceso natural que consta de diferentes pasos:

1. Evaporación. La energía solar provoca que se evapore el agua del mar, ríos, lagunas, superficies húmedas, etcétera.

2. Por ser más ligero que el aire, el vapor se eleva a diferentes alturas.

3. Por la atracción entre las partículas de vapor se forman las nubes.

4. Los vientos acarrean las nubes en todas direcciones, sacándolas del mar e introduciéndolas en la tierra.

5. Los cambios de temperatura y la concentración de humedad provocan que las moléculas de agua se integren, formen gotas y se precipiten sobre la tierra, provocando la lluvia.

6. El agua sigue tres direcciones:

a) Humedece la tierra.

b) Se filtra al subsuelo.

c) Se precipita por su cuenca.

7. La que humedece el suelo es aprovechada por las especies vegetales del planeta. La usan para llevar a cabo la fotosíntesis, que es lo que produce todos los alimentos sobre la tierra.

8. La que se filtra al subsuelo permanece como manto acuífero, del cual se extrae por medio de pozos, o forma corrientes subterráneas que a veces producen manantiales, a veces alimentan mantos acuíferos, a veces salen al mar.

9. Las que se precipitan por su cuenca forman ríos que a veces alimentan lagos. A veces los interrumpimos para formar presas de riego o hidroeléctricas. Luego llegan al mar.

En el ciclo del agua se basa todo el florecimiento de la vida en nuestro planeta. Hoy ya sabemos que la sequía provoca hambruna, pero el exceso de agua acarrea devastación y muerte.

El agua es parte fundamental de muchos otros procesos, ya sea domésticos, sociales, industriales, etcétera. Por ser un poderoso solvente, es capaz de transportar todo tipo de sustancias, desde los nutrientes que requieren los organismos, hasta los desechos que producimos los humanos.

El agua es indispensable para la vida, pero el problema es que la estamos contaminando; y si bien parte de esta contaminación es reversible, otra buena parte no lo es.

Además, la necesidad que tenemos de ella hace que cada día requiramos más energía para transportarla, y ese es un proceso contaminante. En la antigüedad, las civilizaciones se iniciaron a la orilla de los ríos, pues dependían del agua para fertilizar la tierra. En la modernidad, el agua se extrae o se traslada a donde se necesita.

Los seres humanos llevamos ya siglos contaminando el agua. Con la era industrial, el Támesis, el Sena y el Missisipi eran ríos prácticamente de desechos, que no sólo contaminaban sus cuencas sino enormes porciones del océano. Hoy, el agua contaminada ha invadido ríos, lagunas y mares, y en realidad nadie conoce el grado de contaminación irreversible que ha alcanzado la masa de agua mundial. Apenas se ha empezado a estudiar las grandes masas de hielo polar para hacer gráficas comparativas de grados de contaminación. En cambio, se sabe mucho de los factores contaminantes del agua y de los procesos de depuración de la misma.

La concentración de las poblaciones genera, a través de los drenajes, enormes volúmenes de agua contaminadas que requieren plantas de tratamiento y reciclaje de lodos. Son obras de gran inversión y mantenimiento que muchos países no pueden costear. Los países desarrollados no sólo no los ayudan, sino que muchas veces les venden tecnología obsoleta que se traduce en altos costos operativos.

Si no se forja una conciencia solidaria con conceptos como la descontaminación del agua, la conservación de los bosques y la eliminación de la lluvia ácida, que es producto de la contaminación de la atmósfera, el mundo puede verse en graves problemas de falta de agua pura y utilizable. Así, se requiere, por un lado, desarrollar una conciencia universal de conservación y, por otro, un espíritu de solidaridad y apoyo, pues lo que estamos haciendo es heredar un mundo limitado en recursos naturales, lo cual nos reprocharán nuestras futuras generaciones.

Notas al margen:

Ciclo. Serie de fases que pasa un fenómeno físico periódico hasta que se produce la fase inicial.

Cuenca. Territorio rodeado de alturas.

Hambruna. Hambre grande o extrema.

Capítulo XXI • El ser humano en el presente y en el futuro

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 diciembre, 2022

 

Si pensamos que el ser humano sólo dispondrá en el futuro de las herramientas del presente para resolver sus problemas, el futuro aparece completamente incierto. Pero no será así; el ser humano evolucionará con su medio y responderá a él; el riesgo existirá, pero también las alternativas de solución. Analicemos algunos fenómenos presentes que ya forman parte de las soluciones del futuro.

La revolución interactiva: Cibernética y comunicación masiva, computadoras y televisión, superconductores e intercomunicación mundial, vuelos supersónicos y movimientos de masas, ya eliminaron las distancias: las noticias y los hechos están presentes en el momento de suceder. Estos maravillosos medios se usarán, en su momento, para universalizar el conocimiento y serán los recursos integradores por excelencia.

La terapia genética: El conocimiento de la totalidad de los genes que participan en la integración del cuerpo humano será el comienzo de una nueva era de la medicina que, integrada a lo que hoy se conoce como medicina alternativa, une la nueva conciencia de la participación de la psique humana en la salud y dará toda una nueva visión que hará la vida más duradera, saludable y creativa.

La ingeniería genética: Esta será la verdadera solución a la alimentación en el mundo del futuro, con los saldos que queden de la devastación actual. Si logramos salvar algo, la ingeniería genética generará los recursos suficientes y sobrados para alimentar a toda la humanidad en el futuro.

La inteligencia artificial: Realidad virtual, robótica, cibernética, holografía, etc., crearán opciones hoy todavía difíciles de imaginar. La cultura integrará en forma objetiva las experiencias pasadas de la humanidad con las del presente, en casa y sin desplazamientos.

La energía inagotable: El sueño de la humanidad será una realidad; las energías alternativas, naturales o «limpias» (la del Sol, de las mareas, de los ríos, de la biomasa, del nitrógeno, etc.) como se les llama hoy, serán fuente inagotable y recurso permanente.

Las nuevas tecnologías: Mucho se podría hablar de la tecnología espacial, la robótica, la miniaturización, el control climático, los superconductores, los trenes y automóviles magnéticos, el transporte supersónico, los regeneradores orgánicos y energéticos, las naves espaciales, las computadoras inteligentes, la globalización de la cultura, los súper chips, los chips orgánicos, el conocimiento y la conciencia, etc. La lista sería enorme; estamos en los albores de tecnologías sorprendentes que transformarán al mundo; no habrá problema de la humanidad que, si se desea, no tenga solución; todo dependerá de nosotros mismos.

Como hemos visto, el ser humano es fin y no medio, y el hecho de que tenga conciencia de que el Espíritu se manifiesta en él le da una dignidad infinita.

Podríamos decir que la evolución ha sido el método escogido por el Espíritu para recrearse a sí mismo hasta el hombre. Desde el momento en que la persona cobra conciencia de sí misma, del otro y de la presencia del Espíritu en todos, se inicia su proceso de humanización, que ahora lo entendemos como la autodecisión del retorno al Espíritu divino que le es inmanente.

Así, el humano, al repetir el proceso evolutivo en sí mismo, también utiliza el cambio, el riesgo y el azar como instrumentos, pero con una dirección que le marca el sentido de su propia conciencia, que es el de su vida; persiguiendo aquellos ideales que el humanismo le ha venido marcando en su proceso evolutivo, él es forjador y responsable de su propio destino, el único en el universo conocido que tiene capacidad de decisión.

Esta capacidad de decisión es la que nos compromete en el futuro. Es aquí en donde aparece el aspecto de conservación ecológica. De nosotros depende actuar previendo que los daños que se le estén causando a la naturaleza no sean irreversibles y que con esas tecnologías que describimos se solucionen los problemas del futuro.

La humanidad es, pues, la cúspide de la cadena extraordinaria de sucesos evolutivos que se iniciaron hace 15 000 millones de años con el Big Bang; si esto lo entendemos como una creación del Espíritu, de Dios, de Brahma, de Jehová, del Tao, que culmina con su expresión en el ser humano, deberemos comprender que él era el objetivo de la creación. Tal es el deber de lo humano para con Dios y para con sus hermanos: la conciencia de lo supremo en los demás y en uno mismo. Esa es la religión universal que pregonaba Einstein, ésa es la razón de las religiones integradoras, ésa es la luz del fuego divino de Rama o la presencia del Hijo del Padre en Jesús. Todos tenemos un origen y un destino común y único: La unidad en el Espíritu.

Notas al margen:

Inmanente. Dícese de lo que es inherente a algún ser o va unido de un modo inseparable a su esencia, aunque racionalmente pueda distinguirse de ella.

Capítulo XX • Materialismo, positivismo, escepticismo

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 noviembre, 2022

 

Estas corrientes materialistas y escépticas se están adueñando del mundo porque se sustentan en bases egoístas, que nos alejan de nuestra responsabilidad para con los demás pregonando la inexistencia de Dios, así como de la moral y por lo tanto de la ética, pues consideran que no hay verdades universales ni compromisos superiores, sino simple y sencillamente acuerdos entre las partes en convivencia. Para quienes así piensan, la evolución es al azar, el ser humano no forma parte de ningún proyecto universal y su única función es existir y sobrevivir como especie sin tener ningún parámetro superior de belleza, justicia, verdad o bondad. Su verdad es que no existe ninguna verdad. Ni siquiera se dan cuenta de que al afirmar «no existe ninguna verdad», están cayendo en una contradicción, puesto que para que esa afirmación sea verdadera ¡tiene que ser falsa! Hoy está de moda decir que «cada quien tiene su propia verdad», pero esto viene a ser como la ley de la selva, pues si para cada uno de nosotros lo cierto, lo verdadero o lo justo es lo que nosotros mismos determinamos, entonces no existen valores universales que sirvan de base para una convivencia civilizada, sino sólo la fuerza que el individuo o la colectividad ejerzan para que se cumpla «su verdad». El acuerdo lo imponen los más fuertes. Aún en la ONU, el organismo multinacional por excelencia, el comité de seguridad lo ejercen como monopolio solamente cinco naciones, que forman parte de los diez países más poderosos del mundo. La razón impuesta por la fuerza no es otra cosa que una ley de la selva institucionalizada.

La idea de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza, es una falacia enorme. Todo aquel que ha tenido un hijo sabe que educarlo y socializarlo es un proceso en contra del egoísmo del niño, que todo lo quiere para sí sin dar nada a cambio, y que se rebela si no lo obtiene. El ser humano es egoísta por naturaleza y el egoísmo es el origen de todo el mal que existe sobre la tierra, de las guerras más cruentas y de las peores atrocidades, como lo fue el fascismo o la visión enferma de Pol Pot en Camboya. Es curioso e indignante ver, por ejemplo, a un ladrón quejarse de que alguien le roba. El egoísmo ciega y perturba, niega la presencia del otro y, si no existen parámetros que nos permitan determinar nuestras acciones, el bien y el mal se confunden, o se funden, generando una visión egoísta del mundo, en donde sólo existe el individuo con sus necesidades y una noción vaga de la existencia del otro.

El parámetro más claro, sencillo y objetivo que tenemos para luchar en contra de nuestro propio egoísmo es el imperativo ético, que nos dice «el otro es como yo». Con esa sola norma, podemos determinar toda nuestra vida, «no le hagamos a los otros lo que no queremos que nos hagan a nosotros». Esa conciencia permanente es una guía excepcional y única para enfrentar nuestro egoísmo. Es, por otro lado, una manifestación de la presencia del espíritu en nosotros, es decir, la herramienta que tenemos para luchar en contra de nuestro egoísmo y de nuestras pasiones. Es también la fuente de todos los valores y normas de conducta que generan una ética de significados trascendentes. El otro es como yo, tiene los mismos derechos y obligaciones que yo, espera de mí lo que yo de él, ambos tenemos el mismo derecho a la vida, a la justicia, a la paz, a la belleza y a todo ese conjunto de reglas civilizadas que llamamos derechos humanos. Él los tiene, de la misma forma que yo quiero tenerlos.

Ahora no hay derecho más preciado para el ser humano que el derecho a la vida. En ese derecho fundamental se basan todos los demás, pues el ser humano es fin, no medio. Ahora bien, en el desequilibrio ecológico causado por la contaminación de nuestra biosfera es donde puede residir el mayor mal, pues atenta no sólo contra nuestra propia vida, sino contra la de todos los demás, pero fundamentalmente contra las generaciones futuras.

El materialismo del aquí y el ahora, la visión consumista del mundo como satisfactor de necesidades creadas y el escepticismo que niega los valores superiores o el origen divino del imperativo ético, trabajan justamente contra la corriente que trata de crear una conciencia ecológica; porque aunque sabemos que todos contaminamos nadie quiere asumir la responsabilidad de los actos colectivos, como si no fueran la suma de actos individuales que deben corregirse con esfuerzo y sacrificio. Es como la relación de países o personas pobres y ricas: pareciera que uno tiene que ser a costa del otro pero eso no es así. La conciencia del otro, el imperativo ético, permite definir y esclarecer con justicia lo que a cada quien le pertenece. Es una combinación de capacidades y necesidades, no conforme a la falacia comunista del estado benefactor. La historia demuestra que los más altos niveles de vida y de respeto a los derechos humanos se dan en las democracias (republicanas o parlamentarias) y en donde prevalece el libre mercado. De esas comunidades ha surgido con mayor impulso lo que hoy conocemos como conciencia ecológica, conciencia de unidad, o visión holística, donde se encuentra el verdadero futuro de la humanidad.

Notas al margen

Ética. Parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre.

Capitulo XIX • Cultura

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 noviembre, 2022

 

El tiempo moderno es de una enorme complejidad, el concepto de aldea global se vuelve realidad día a día, la cultura tiende a generalizarse. Cuando 1 000 millones de personas o más pueden estar viendo al mismo tiempo, por ejemplo, las olimpiadas de Sídney, podemos empezar ya a predecir comportamientos masivos de carácter universal, en donde sectores de miles de millones de personas piensan lo mismo o tienen una visión unificada de algún concepto.

Todavía a principios del siglo pasado, los grupos étnicos tenían rasgos profundamente distintivos. Lengua, ropa, tradiciones, folclore, religión; establecían una visión del mundo diferenciada de un grupo a otro, inclusive en una misma nación. Por ejemplo: en España, las diferencias regionales eran enormes y, a pesar de una religión unificadora, las visiones del mundo eran distintas. Hoy subsisten algunos países con visiones diferenciadas pro fundas, como pueden ser los balcánicos, la India, o países en donde conviven sectores mestizos con marcada influencia norteamericana y europea y grupos indígenas con visiones sincréticas de la realidad. Pero la tendencia única y fortísima, a universalizar las reglas, es debida la influencia de la televisión, la radio, internet y los medios de transporte, que transculturizan al mundo en de reacciones imprevistas, con visiones que hoy parecen se materialistas y escépticas. Sin embargo, hay influencia profundamente religiosas que trascienden fronteras, culturas y abren nuevos frentes, como las que ejercen los inmigrantes islámicos, los misioneros cristianos y las sectas.

Todas las visiones del mundo se están mezclando. Las culturas arraigadas en tradiciones y que no se consideran modernas tienden a desaparecer. Eso significa un avance civilizador, sin embargo, en algunos casos se pierden valores que le daban sentido comunitario y arraigo a la vida cotidiana.

Dar el paso de dejar de ser parte de una comunidad, estado o país específicos para convertirse en un ciudadano del mundo, es duro, doloroso y puede que hasta enormemente peligroso, pero esa es la tendencia mundial. Ahí está la comunidad Europea con su libre tránsito, su moneda general, su apertura al comercio, etc., o el tratado de libre comercio entre México y Estados Unidos que estrecha los vínculos entre estos países mucho más allá de lo que es una relación comercial, pues los compromete en la economía de mercado, la libre competencia, la democracia, etcétera.

Personalmente creo en el ciudadano del mundo. Creo que no debe haber distinción de raza, ni de derechos y obligaciones entre los seres humanos. Sin embargo, se percibe una enorme confusión y un materialismo generalizado que es alarmante, pues lo que nos hace ciudadanos hermanados no es lo material, sino lo espiritual, expresado en los derechos humanos de la carta de las naciones, y en organizaciones como las Naciones Unidas, la OIT, la UNESCO, la OEA, el Mercosur, etc. El impulso evolutivo de la unidad en el espíritu se expresa en organizaciones y principios que giran alrededor del imperativo ético.

Siempre ha habido actos deleznables, y la evolución humana está lejos de haberse terminado. Las cosas en el mundo van mal en diferentes áreas. Cuando los noticieros nos presentan una escena de, por ejemplo, una masacre en Ruanda, todos sabemos que eso está mal, aunque su difusión inmediata en todo el planeta no impide que suceda Pero no sólo su universalizan los conceptos de la verdad, belleza, justicia,, sino también el repudio a la mentita y la injusticia.

De esa forma somos observadores y seres actuantes en un mundo en permanente evolución, en permanente cambio, que se influye e interrelaciona cada vez con mayor intensidad, que genera visiones unificadas del mundo. De nosotros dependerá que estas visiones tengan la dirección correcta, que hoy por hoy están asentadas en la carta de los derechos humanos.

El factor que aglutina muchísimos aspectos es la conciencia ecológica, puesto que, día a día, cada uno de nosotros percibe en mayor o menor grado la realidad de la contaminación y la degradación del medio ambiente. Claro que ese fenómeno es inmensamente más notorio en los países pobres que en los ricos, porque estos últimos ya pasaron por esas etapas y ahora, con capacidad económica y tecnológica, están revirtiendo esos daños. Pero por otro lado, todos sabemos que son esos países los causantes de las mayores contaminaciones a la atmósfera y a todo el planeta en general (por ejemplo, la lluvia ácida). A veces, con visión equivocada o absoluta, tratan de imponer a los países más desprovistos normas que se pagan con dolor y pobreza.

Sin embargo, lo que importa ahora no es señalar culpables sino la concientización colectiva. El desarrollo de la conciencia, el darnos cuenta de la realidad de la de- gradación del ambiente, debe ser un acto generalizado, debe arraigarse en nuestra cultura y en nuestra visión del mundo, pues de otra forma, el riesgo es inminente. Estoy seguro de que el temor de nuestra propia vida, de la de nuestros hijos y de los demás seres humanos será tan fuerte que esta conciencia se generalizará, pero no lo hará de golpe, sino progresivamente. Tengo fe en que las tecnologías del momento y la cultura universalizada por los medios de comunicación nos permitirán actuar, pero es hoy el momento de comenzar, por lo menos en promover la cultura del desarrollo sustentable.

Notas al margen

Cultura. Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinar por medio del ejercicio las facultades intelectuales del ser humano.

Conjunto de valores y formas de vida materiales y espirituales de un grupo.

Capitulo XVIII • Historia

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 octubre, 2022

 

Para tener una visión global, es fundamental conocer y comprender un poco de la historia del ser humano. Durante milenios, el ser humano evolucionó como un primate y como tal sobrevivía o se alimentaba de los frutos de la naturaleza que encontraba en su camino nómada, pues, como cualquier animal, se movía por sus instintos y emigraba conforme sus necesidades alimentarias y su reacción ante los depredadores de su especie. Su relación con la naturaleza era inmediata, automática e instintiva y, como cualquier clan de primates, tenía sus reglas de sobrevivencia establecidas.

En su evolución, el Homo sapiens sapiens, o sea el hombre ya estructurado como el actual, hace dos grandes descubrimientos, en fechas no precisadas totalmente (quizá entre 500 mil y 50 000 años a. C): el fuego y las herramientas para auxiliarse en su lucha de sobrevivencia.

Posteriormente descubre la agricultura, hecho de enorme trascendencia, pues le permite ya no tener que estar emigrando constantemente, ya que puede producir y almacenar, y, gracias a ello, fundar asentamientos permanentes.

Luego, debido a esa forma de vida, empieza a escribir y a contar, a medir la tierra y a distribuir el agua. Por eso mismo es a las orillas de los ríos Tigris, Éufrates, Nilo, Indo, etc., donde se empiezan a formar las primeras ciudades.

Las ciudades han sido el gran paso para la humanización de la especie. Mientras fuera un trashumante que competía con otros animales para sobrevivir, no podría evolucionar. La agricultura le permitió asentarse y progresar; posteriormente, por medio de la escritura pudo narrar y comunicar sus relaciones interpersonales. Es el nacimiento de la historia. El ser humano y el lenguaje escrito establecen la conciencia del pasado en la humanidad. Se considera que hace 15 000 años se inició este proceso de lo humano.

Por siglos y milenios, la humanidad se fue desarrollando y los países se basaban en su capacidad productiva de la tierra, su riqueza, su bienestar, sus ejércitos, sus gobiernos. Todo estaba basado en la capacidad del pueblo para hacer producir la tierra, lo cual se lograba por medios naturales, pues en esas épocas no había ni semillas especializadas, ni fertilizantes. Es claro que ya practicaban la selección para mejorar las especies. También fueron descubriendo diversos procesos de cultivo y sobre todo de riego. Ya fertilizaban la tierra con sustancias naturales, como el estiércol de los animales, a los cuales también empezaron a domesticar masivamente. Se formaban imperios que se expandían en mayor o menor grado, dependiendo de su capacidad de producir alimentos, de hacer producir a sus conquistados y de la fuerza y organización de sus ejércitos.

Esas sociedades patriarcales y agrícolas, aunque con una actividad artesanal y tecnológica creciente, perduraron prácticamente hasta el siglo XV d. C., en que se inició el Renacimiento. Ya en el año 500 a. C. había surgido ese pueblo fantástico que fueron los griegos, con toda su carga de filosofía e inteligencia, y después también floreció ese otro imperio impresionante de los romanos, con su dominio de la racionalidad, el derecho y la fuerza organizada. La invasión de los bárbaros a Europa en el 500 d. C. sumió a Occidente en el Medioevo, época oscura y dividida, y aunque la cultura siguió floreciendo en el Islam, en China y en la India, no fue sino con el Renacimiento que Occidente se reincorporó a su proceso civilizatorio y de desarrollo.

Pero el cambio más dramático en lo que concierne a ecología y espiritualidad se da con tres revoluciones: la industrial, la tecnológica y la cibernética, hace respectivamente 200, 100 y 50 años. La revolución tecnológica y el desarrollo de la medicina provocan lo que llamamos explosión demográfica y en 100 años pasamos de 1 000 millones a 6000 millones de habitantes. Con estas revoluciones, desde el Renacimiento a la fecha, se transforma totalmente la sociedad patriarcal y agrícola, para convertirse en una sociedad tecnócrata y materialista.

Es una inmensa explosión, maravillosa y peligrosa, a la vez, un big bang de la inteligencia humana que se lanza en 500 años al descubrimiento de un universo infinito y de posibilidades indescriptibles.

Pero ¿en dónde quedó esa relación entre el hombre y la naturaleza? En Estados Unidos, por ejemplo, 70% de la población en 1900 era rural y productora del campo.

Cambió la situación a tal grado que hoy sólo el 2% trabaja la tierra, produce alimentos para 260 millones de habitantes y tiene además una enorme capacidad de exportar. El cambio se dio en forma dramática; en tres generaciones todo se volvió diferente.

El medio ambiente ha quedado relegado, dividido, como un campo para los especialistas. Nadie prácticamente trabaja el campo, nadie se familiariza con la naturaleza, los ciclos productivos nos son desconocidos, hacemos lo mismo las cuatro estaciones del año, actuamos como si nuestra sobrevivencia no dependiera de un mundo natural sino artificial, no sabemos cómo se produce lo que consumimos, pero seguimos siendo consumidores de los productos de la tierra. Esa sigue siendo la base de nuestra sobrevivencia. Si lo perdemos de vista, si rompemos sus ciclos productivos, seremos culpables de los desastres que nos acarree nuestra ignorancia.

Notas al margen 

Historia. Hechos o manifestaciones de la actividad humana de cualquier clase. La antropología, la arqueología y la historia narran los hechos de la evolución del hombre desde que es hombre.

Instinto. Estímulo interior que determina a los animales a una acción dirigida a su conservación o reproducción.

Impulso o movimiento del espíritu santo, hablando de inspiraciones sobrenaturales.

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