Capítulo XXIII • El ciclo de la vida

por ahernandez@latitud21.com.mx

 

Todo objeto material en el universo está constituido por átomos y éstos, en su última expresión, son partículas o energía. Tal pareciera que la esencia se manifestó con libre albedrío o a través de la opción entre energía (vibración, ondas) o materia (partículas, átomos). Los átomos se agrupan formando moléculas y así se inicia la cadena de manifestaciones de la esencia vital. De esta manera comprendemos que la esencia se manifiesta en todos los objetos del universo.

La vida orgánica en el planeta tiene un ciclo que inicia en la combinación de la energía solar, merced a la cual se genera la fotosíntesis, cuya expresión química es:

6C0₂      +          6H₂O         +    energía luminosa =      CH₁2O6         +          60₂

                      bióxido de          agua                                                        azúcar           oxígeno

                      carbono

1. Por medio de este fenómeno, las plantas producen almidones y azúcares y generan oxígeno.

2. Los herbívoros consumen plantas, agua y oxígeno.

3.Las bacterias y los hongos consumen plantas, agua y oxígeno.

4. Los carnívoros consumen plantas, animales, agua y oxígeno.

5. Todos esos procesos generan bióxido de carbono.

6. La fotosíntesis requiere y consume bióxido de carbono, agua y energía solar.

De esta forma, todos los seres vivos, algunos minerales y el agua establecen un ciclo permanente cuyo motor es siempre la energía solar. Igual que ocurre con el ciclo del agua, que vimos en el capítulo anterior. En el trasfondo de estos ciclos combinados existe una «información» que es la que permite que las secuencias se reproduzcan e incluso que evolucionen. Desde los experimentos de Mendel, se conocen las leyes de la herencia que ahora definimos como información genética codificada: permite que cualquier ser vivo se reproduzca a imagen y semejanza de la pareja o el ser que lo engendra.

La clave de la evolución es el ADN, una molécula con dos espirales entrelazadas por cuatro subunidades químicas. Ello determina la herencia.

El ADN controla la química y el crecimiento produciendo las proteínas adecuadas. Primero se desenreda como cremallera (zíper) para exponer una hilera de subunidades. Estas hileras separadas atraen unidades químicas iguales que se encuentran sueltas en el núcleo, formándose una nueva molécula con un nucleótido idéntico al que soltó; como la secuencia de eslabones en las dos escaleras es la misma que la de la molécula progenitora, éste es un mecanismo de duplicación.

La vida es algo más que una creación. Una vez que ha nacido, un individuo tiene que continuar viviendo, lo que consigue gracias a un formidable ejército de compuestos muy versátiles llamados proteínas. Aunque hay millares de ellos, todos son fabricados de acuerdo con las precisas instrucciones dictadas por el guardián del código de la vida: el ADN.

El ADN produce una hebra sencilla, el ARN mensajero, que distribuye las instrucciones para la construcción de proteínas. También forma otras moléculas más pequeñas de una sustancia llamada ARN transportador, que lleva las materias primas, es decir los aminoácidos, al lugar adecuado. Cada molécula de ARN transportador posee un código que servirá para encajar con el ARN mensajero cuando haya encontrado su aminoácido correspondiente. Cuando un rayo cósmico, o una alteración química, incide sobre uno de los peldaños de la estructura molecular del ADN, se produce una mutación.

Puede decirse que el proceso de la vida se ha visto o interpretado de forma distinta en Occidente que en Oriente. En Occidente se desarrolla la conciencia personal a partir de una conciencia dual de lo humano: yo (sujeto) y lo que no soy yo (objeto). En Oriente existen corrientes que intuitivamente parten de una conciencia unitaria: la esencia está en mí. En Occidente se pierde el espíritu de unidad y se desarrolla el espíritu crítico de búsqueda. Es esto lo que provoca el pensamiento científico. En Oriente se persigue la comunión con la esencia, se deja el espíritu inquisidor, no se desarrolla la ciencia, aunque sí los descubrimientos. En Occidente, la ciencia avanza hasta estructurar el conocimiento piramidal de las diversas manifestaciones de la esencia (se recrea la creación en la conciencia humana) y se llega, a través de la física cuántica, a la conciencia (no al conocimiento) de la esencia.

En consecuencia, en lo que se ha dado en llamar la nueva era o la conciencia de unidad, se integran la intuición de Oriente con el conocimiento científico de Occidente y se revaloran, canalizan y reenfocan las tradiciones espirituales legítimas y auténticas, se pregona el advenimiento de la era racional, en donde se corroboran antiquísimas visiones de lo real y se plantea al ser humano nuevo, integrado como el centauro, sin división entre cuerpo y alma, consciente de que su esencia es el espíritu universal, no escindido en el mundo dual. Esta es la etapa que Einstein anticipó y bautizó como la era de la religión cósmica (la conciencia de unidad).

Cuando se habla del espíritu no debe confundirse su manifestación con su presencia: la primera se da en la naturaleza; la segunda, sólo en el ser humano.

Pero para retornar a la unidad debemos darnos cuenta de que la vida depende de procesos (los ciclos del agua, de la vida, etc.) que podemos descomponer, viciar o deformar con la contaminación y el uso indiscriminado de los recursos naturales. Estos procesos se basan en fenómenos físicos, químicos y biológicos que se dan en la tierra bajo determinadas circunstancias. El mundo tiene ya la terrible experiencia -no difundida en toda su dimensión de las alteraciones genéticas que la radiación atómica puede provocar. Ya se sabe de las terribles consecuencias del mercurio en el agua, del DDT, de los herbicidas y, fertilizantes no biodegradables, etcétera.

Todos los ciclos de la vida y las leyes de la herencia pueden ser alterados por el ser humano y hoy ya no cabe la justificación de la ignorancia, pues conocemos las consecuencias. Es en esa conciencia de la experiencia en donde radica la gravedad de nuestra responsabilidad presente y futura. Ciclos y procesos de herencia del futuro dependen de lo que hagamos en el presente.

Los procesos que hacen posible la vida parecen claros y sencillos, pero son enormemente complejos. El mundo es el resultado de un permanente cambio: de una masa estéril en constante erupción, sin atmósfera, a través de millones de años se ha desarrollado un maravilloso sistema que en equilibrio ecológico ha propiciado la aparición de las especies y su evolución. Es impresionante pensar que la vida haya surgido a partir de un principio de elementos inertes.

Elementos básicos de la Tierra

La palabra «materia» deriva del latín mater, que significa “madre»; con esta idea se expresa que la vida emana de la materia. La composición, estructura y fronteras de la materia no nos son totalmente conocidas. Hoy identificamos cuatro estados de la materia: el líquido, el gaseoso, el sólido y el plasma, pero vivimos en un mundo en el que, por ejemplo, las temperaturas naturales van de -50 a 100 °C, pero el hombre ya ha obtenido, por fracciones de segundo, temperaturas de hasta 40 000 000 °C, ¿cuáles pueden ser, pues, las fronteras?

El hombre prehistórico comenzó a conocer la materia por la experiencia de sus sentidos; posteriormente intuyó en ella algunas propiedades que con el método científico pudo comprobar o desechar.

Los griegos, empezando por el filósofo Tales de Mileto y siguiendo con Empédocles, Demócrito, Arquímedes, Sócrates, Platón y Aristóteles, especularon, avanzaron y retrocedieron en el conocimiento de la materia e iniciaron métodos y procesos de búsqueda que permanecen hasta la fecha.

Podemos pensar que los modernos descubridores de lo que conocemos de la esencia de la materia y del universo son, entre otros, John Dalton, Dimitri Ivanovich, Alen de Legeu, Albert Einstein y Robert Oppenheimer.

Si comprendemos que la vida en la Tierra nace de la combinación de la materia y energía, que el universo surge del Espíritu y que tenemos una visión cada vez más clara de cómo se configura esto, entonces el presente ensayo logrará su objetivo.

La ciencia y la intuición nos han ido demostrando, poco a poco, que existe una interrelación entre todos los elementos de la Tierra y la energía solar y universal que se recibe, con lo que se mantiene un proceso de equilibrio creativo que genera la evolución. Fue de esta manera como la vida primitiva provocó cambios en la atmósfera que, a su vez, fueron propicios para nuevas formas de vida.

Notas al margen 

Mutación. Cualquiera de las alteraciones producidas en la estructura o en el número de los genes o de los cromosomas de un organismo vivo, que se trasmite a los descendientes por herencia.

Manifiesto. Descubierto, patente, claro 

Marcos Constandse Madrazo
Ingeniero de profesión, Marcos Constandse Madrazo, además de ser uno de los pioneros en el Caribe Mexicano e impulsor de conceptos únicos para la atracción del turismo, es un escritor que comparte su filosofía de vida, fragmentos de la historia y crecimiento de este destino. Una de sus obras es “Ecología y Espiritualidad”, en la que aporta su interesante visión y propuestas para avanzar en el desarrollo económico de la región, privilegiando acciones que moderen y regulen el consumo, para reducir la huella ecológica, a fin de preservar lo más valioso de la humanidad y que está bajo profunda amenaza: el medio ambiente. Hoy más que nunca este tema cobra relevancia, por lo que en cada edición de Latitud 21 incluiremos fragmentos de esta publicación. Búscalo completo en nuestra web: www.l21.mx.