Llevo casi 12 años viviendo en Quintana Roo y siempre lo he visto como una tierra de oportunidades y de líderes visionarios; así fue en sus inicios cuando nuestros pioneros apostaron al turismo como una “nueva” economía en el país y en la región, y estoy seguro que hoy hay instituciones y personas que están tomando la batuta en la creación de nuevos esquemas de desarrollo.
No hay duda de que en esta región, y en especial en la zona norte del estado, vivimos de los recursos y la diversidad de los ecosistemas marino-costeros, los que han permitido que el estado sea visto como un imán de inversiones. Sin embargo, no hemos logrado integrar del todo este componente tan importante que es la biodiversidad en la ecuación económica del turismo.
Con recursos como el Sistema Arrecifal Mesoamericano, los sistemas de ríos subterráneos, los ecosistemas de manglar y de dunas costeras, la gran selva maya y las 30 áreas protegidas estatales tenemos importantes activos ambientales que no se aprovechan en forma sustentable. Hoy, estos recursos son clave en el desarrollo económico de varios países y regiones que aprendieron a valorizarlos, a conservarlos y, sobre todo, a convertirlos en su principal motor económico.
Las regulaciones ambientales, las propuestas de creación de nuevas áreas protegidas, los esfuerzos por mejorar las artes de pesca, las estrategias para conservar la selva de la mano de las comunidades y un incipiente pero interesante manejo sustentable de ecosistemas como manglares, nos da una clara señal de que aunque el turismo seguirá siendo un motor importante para el desarrollo económico del estado, hay muchos otros recursos marino costeros que, bien gestionados, también pueden generar beneficios económicos a empresarios, población local, gobiernos municipales, estatales e incluso al mismo país.
Recordemos que el turismo contribuye a nivel nacional con el 8.7% del PIB, pero también tengamos en consideración que la degradación de los recursos naturales de México le cuesta al país el 5.3% del PIB. ¿Podemos entonces aprovechar de forma diferente los ecosistemas marino-costeros y generar economía a partir de ellos?
Precisamente de eso trata el nuevo concepto que va ganando adeptos en estados dependientes de los recursos naturales y que tienen la necesidad de conservarlos: la economía azul. Esta nueva visión consiste en no considerar a los ecosistemas y a su protección como obstáculos para el desarrollo, sino aprovecharlos de forma sustentable para generar una economía basada en su valor y en las acciones que se generan para su conservación.
¿Será este el futuro de Quintana Roo? Mientras tanto, organizaciones como el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (FMCN), a través de su convocatoria 2016 para participar en el Programa de Liderazgo SAM, ya busca jóvenes líderes que puedan co-crear en conjunto una nueva economía, no solo en Quintana Roo sino en los demás países que comparten el Arrecife Mesoamericano.
Estaremos pendientes.