En Contorno nos hemos especializado cada día más en los temas sobre turismo, por lo que constantemente realizamos investigaciones sobre el “estado del arte” en este sector de la actividad económica. Un tema que llama nuestra atención y ocupa nuestro tiempo es el que se conoce internacionalmente como Destination Management Organizations (DMO), que son entidades públicas, privadas o mixtas abocadas a la gestión de destinos turísticos, en donde la participación de la sociedad civil es un elemento característico y distintivo.
Me invitaron a participar en el evento KULTUR 2015, en el maravilloso San Miguel de Allende, coordinando un panel denominado Destinos Turísticos y Sociedad Civil, en el que se trataba de cambiar impresiones acerca del tema y de algunas experiencias en el mundo relacionadas con la participación activa de la ciudadanía en el manejo de destinos turísticos.
Para abordar el tema que me correspondía en relación con el turismo, debía hacer referencia a la democracia y al concepto de ciudadanía. Estoy convencido de que la democracia solo se fortalecerá el día que entendamos que ser un ciudadano demócrata no se agota en la elección de nuestros gobernantes o representantes, sino que implica participar cotidianamente en la toma de decisiones, en la exigencia permanente de rendición de cuentas y en el mejoramiento de nuestro entorno y de quienes nos rodean. Ir mucho más allá de enviar “memes” y ocuparnos de que las cosas que no nos gustan cambien y lo que no funciona, funcione mejor. Y en la actividad turística no tendría por qué ser la excepción.
Como un buen ejemplo hablé del concepto de los DMO, a los que en Contorno identificamos como Organismos de Gestión de Destinos (OGD). Se trata de organizaciones dedicadas a consolidar el destino turístico, promover la venta de sus productos y servicios y trabajar por el mejoramiento de las condiciones de vida de sus comunidades. Se constituyen a partir de la iniciativa del gobierno local y/o de la ciudadanía, por miembros de todos los ámbitos de la actividad económica (conscientes de la forma en que el turismo los beneficia) y se financian con aportaciones públicas y privadas, así como con sus propios ingresos, siendo administradas por un consejo directivo representativo de la sociedad local y con equipos directivos especializados y de gran nivel profesional.
Me referí como ejemplo al organismo Turisme de Barcelona (http://www.barcelonaturisme.com/), que cumple con las funciones descritas en beneficio del desarrollo turístico de esa hermosa ciudad catalana. Busca consolidar el destino como uno muy atractivo, atraer más turistas y hacer más rentable el “producto Barcelona”. Al observar a su membresía, descubrimos como uno de los aspectos más innovadores el hecho de que de sus 676 miembros, 36% son establecimientos comerciales, 22% restaurantes, 17% sitios de alojamiento, 11% sitios culturales y de esparcimiento y el resto diversas instituciones y empresas. Todos ellos están representados en su consejo y será este (no el gobernador o el presidente municipal) quien decida quién debe dirigirlo y cómo deberá de trabajar.
Inició actividades en 1994 con un presupuesto de 4.1 millones de euros, hoy cuenta con 35 millones, de los cuales el 95% lo obtiene con ingresos propios, provenientes de sus operaciones promocionales y comerciales. Basta una breve visita a su sitio para constatar lo agresivo, moderno y profesional del enfoque con el que promueve su ciudad.
Hablé de otro ejemplo conformado por NYC and Co. (www.nycandcompany.org), el organismo oficial para la promoción y desarrollo de Nueva York como destino turístico, el cual -valga citarlo como ejemplo- generó en 2014 recursos por más de 35 millones de dólares, de los cuales 12.3 millones fueron fondos de la ciudad de Nueva York. No dejen de visitar el sitio para poder valorar la importancia de este esfuerzo ejemplar.
Me pregunto si, como parte de este proceso de modernización turística sin precedentes, no llegó también la hora ciudadana para el sector turístico mexicano y si no serían quizás mucho mejor aprovechados recursos como los que genera el impuesto al hospedaje, utilizándolos para animar a una organización en la que la ciudadanía “se haga cargo de su destino”.