Me prometí que no escribiría ningún artículo ni compartiría opinión con respecto a las elecciones del 1 de julio y aquí estoy.
Pues bien, estamos a unos días de las más importantes elecciones en México en los últimos años. El lunes 2 de julio amanecerá con un presidente electo, pero también con 300 diputados electos (aunque son 500 los diputados que integran el Congreso, solo 300 son electos de manera directa y los otros 200 por representación proporcional) y 100 senadores.
Algunos estados, como Yucatán, Chiapas, Puebla, Veracruz y Tabasco, habrán de elegir también gobernador y Congreso local. En algunos otros como Quintana Roo habremos de elegir inclusive presidentes municipales. En fin, una elección de más de tres mil funcionarios públicos, es decir, no solo de presidente de la nación. Pero por supuesto, la que se roba la atención es, sin duda, la elección para el jefe del Ejecutivo federal.
Y es que, al momento de escribir este artículo de opinión, a 30 días de las elecciones, parece que entre los tres candidatos que se disputan el honor de dirigir nuestra nación, Andrés Manuel, Ricardo y José Antonio, es el primero el que lleva la delantera rumbo a Palacio Nacional.
Honestamente, no creo que el resultado de las elecciones será el fin del mundo, pero tampoco la solución a los problemas de esta gran nación.
Porque Mexico es muy grande y de la misma dimensión son sus problemas, no creo que nadie, nadie, puede por sí solo solucionarlos, pero tampoco nadie, nadie, puede llevar nuestra economía a la perdición por sí solo. Mi punto aquí es que creer que un solo hombre puede llevar a Mexico a la perdición, sería tanto como asumir que después de 197 años de independencia (1821) los cimientos de nuestra nación están fincados en un pantano. No, México es una nación sólida cimentada en plataforma firme, que ha sobrevivido a Santana, a Miramón, a Díaz, a Huerta, a Obregón, Elías Calles, Echeverría, López Portillo, Salinas y, por supuesto, Peña Nieto.
Pero no, Andrés Manuel no va a ganar. Se los aseguro. Si resultara electo presidente Andrés Manuel sería porque no hubo mejor candidato, es decir, será más bien una estrepitosa derrota para el PRI y su rémora el PVEM.
Si resultara electo Andrés Manuel, que todo apunta que así será, sería por el voto de dolor, de indignación, de coraje, en contra de un sistema que ha depredado nuestra nación. Si Andrés Manuel resultara electo, será algo más de lo que tendremos que inculpar al PRI y a Peña Nieto, quien deja la Presidencia de un país dolido por una rampante corrupción como no se veía desde la época de la Colina del Perro y del “Negro” Durazo.
Muchas fallas, muchos vacíos, muchos errores, pero uno de los más relevantes, políticamente hablando y del que ahora se lamentan, priistas y panistas, es el no haber aprobado la segunda votación, la segunda vuelta, que hubiera permitido a los mexicanos elegir a un presidente por mayoría absoluta y no relativa. No existe el hubiera. Esperemos que la próxima legislatura lo apruebe.
El uno de julio tendremos oportunidad de votar cerca de 70 millones de mexicanos, y todos y cada uno de los votos es un voto útil. Cada voto cuenta. Tenemos que salir a votar, no solo por presidente, también por nuestros diputados federales, senadores, alcaldes y gobernadores donde aplique. Ese es el verdadero voto útil, el que otorgas al candidato que más te convence.
Yo, personalmente, he decidido que votaré, votaré, por el que para mí parece ser el mejor candidato, independiente de lo que digan las encuestas. De algo habrá de servir mi voto.
Porque la esperanza es lo último que muere.
- Carta del Presidente
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