El turismo ha acreditado suficientemente el poder que tiene para apuntalar el desarrollo de nuestro país. Ya somos nada menos que el sexto país más visitado del planeta y lo que toca ahora es multiplicar los beneficios de esta actividad a través de llegar a nuevos mercados y abordar nuevos nichos con diferentes productos turísticos. Uno de ellos, el turismo de reuniones.
He visto con gusto y buenas expectativas la imagen en la que aparecen el secretario de Turismo del Gobierno de la República, el director del Consejo Mexicano de Promoción Turística (CPTM), el gobernador del estado de Zacatecas y el presidente del Consejo Mexicano de la Industria de Reuniones (Comir), entre otras personalidades, integrando el presídium con motivo de la inauguración del XXV Congreso de Turismo de Reuniones, el cual tuvo lugar en aquella entidad federativa.
Me ha parecido de lo más significativo el respaldo político e institucional que indica la presencia de estos personajes (además de los varios secretarios de turismo estatales que asistieron), pues revela algo por lo que se ha luchado por años sin haber logrado resultados, hasta ahora que Roberto Ibarra lo ha conseguido al frente de los empresarios de este sector.
Me refiero a la aparente toma de conciencia, por parte de la autoridad, de la importancia cada vez más relevante que esta actividad tiene, no solo para el turismo en México sino para la economía nacional como un todo. Ello queda de manifiesto en las palabras de Enrique de la Madrid, quien destacó que en México se realizaron 265 mil eventos nacionales e internacionales de esta naturaleza con 29 millones de participantes anualmente. La industria de turismo de reuniones representó 1.5% del PIB nacional, generando 24 millones de cuartos ocupados y cerca de 300 mil empleos directos.
Esta industria se ha vuelto cada vez más relevante dentro del turismo mexicano, el Consejo Mexicano de la Industria de Reuniones señala que representa 17% del turismo en México. De entre las ciudades con mayor actividad en turismo de reuniones, Cancún se encuentra en primer lugar; en segundo lugar, la Ciudad de México y en tercero, Guadalajara; les siguen León en cuarto y Los Cabos en quinto.
De acuerdo con la Organización Mundial de Turismo (OMT), el Turismo de Reuniones consiste en la agrupación de diez o más participantes por un mínimo de cuatro horas, en una sede contratada, con el propósito común de llevar a cabo una actividad concreta. Existen cinco categorías dentro del turismo de reuniones: convenciones y reuniones de negocio; congresos de asociaciones; ferias y exposiciones comerciales; viajes de incentivos, y otras reuniones.
A nivel internacional, el ranking de la International Congress and Convention Association (ICCA) posicionó al país en el lugar 21 entre las naciones donde se organizan más eventos de convenciones, con 198 internacionales anuales contabilizados por esta asociación.
La Secretaría de Turismo, con datos de 2014, estima que la proporción en la que se realizan reuniones corporativas o de negocios es de 69%, mientras en segundo lugar están los congresos de asociaciones (13%). Estas se realizan principalmente en hoteles (79%), centros de convenciones (15%), y en museos, estadios y universidades (6%). Quienes asisten a estas convenciones viven en un radio menor de 75 km del evento (44.5%). En segundo lugar se encuentran los asistentes regionales (14.5%), seguidos de los asistentes nacionales con pernocta (33.8%) y los asistentes del extranjero (3.6%).
No se necesita ser ningún experto para poder imaginar la derrama económica que cada participante en estos eventos genera en los lugares que visita como congresista o convencionista. Tampoco se necesita mucho para entender el enorme beneficio que reciben los países sede y los habitantes de los mismos, que se enriquecen con las experiencias y conocimientos que conferencistas y panelistas comparten al participar en estas reuniones.
A mi modo de ver, México ha carecido de dos elementos fundamentales para que este sector se consolide y dé todo su potencial. El primero de ellos es una verdadera organización y representación del sector, que sume a todos en pos de un propósito común. Lo mismo organizadores de congresos, exposiciones y reuniones que administradores de centros de convenciones o firmas de comunicación y relaciones públicas, empresas hoteleras y prestadores de servicios especializados en este sector. Todos trabajando en equipo.
Y por otra parte, una verdadera política pública que contemple todo aquello que contribuya a elevar la competitividad. Una política pública que bien podría incluir un Buró mixto (público y privado) para el desarrollo de este sector, solamente abocado a eso. No se trata de nada nuevo en el mundo; hay países en donde este tipo de ‘Burós’ son tan importantes que se encuentran ubicados bien alto en las jerarquías burocráticas nacionales.
Por ello me alienta tanto ver al sector unido por primera vez con esta formalidad y con tanto empuje. Solo unidos todos podrán lograr elevar la competitividad. Auténticamente una buena forma de multiplicar los panes y los peces… turísticos.