La verdadera influencia 

por ahernandez@latitud21.com.mx

EmpléateDavid Asencio

Psicólogo

Twitter: @davidasencio195 Linkedin: davidasencio195

 

La influencia es una chispa que puede encender una llama de cambio y forjar una gran hoguera. Por eso digo que no todos los días se nos presenta la posibilidad de tocar una vida, de abrir una puerta hacia un sueño, de despertar una confianza adormecida. Y cuando esa posibilidad llega, debe llegar con una promesa: la promesa de servir, de elevar, de hacer del mundo un lugar más justo y más humano. 

En mi caso solo tengo la intención de que al convivir con una persona quiero que sea agradable y positivo… una necedad o simpleza que provoque una risa, un chiste que logre la carcajada.

Pero influir no debe ser manipular; es acompañar. Es reconocer que cada palabra, cada ejemplo, cada acto digno tiene el poder de sembrar algo que florezca en el tiempo. 

Impulsar a otros no significa convertirlos en copias de nosotros mismos, (eso debería ser un delito) a las personas debemos darles el impulso y las herramientas para que descubran su propio camino, pero sobre todo para que tomen conciencia de su existir. 

Influir con ética es sostener con honestidad la mirada de quien confía en nosotros, es decir la verdad con humildad y permitir que la verdad de los demás también encuentre su espacio.

Nuestra verdad ni siquiera debe incomodar la verdad del de enfrente. 

La verdadera influencia nace del servicio desinteresado: de interesarse por el bienestar ajeno, de escuchar con paciencia, de celebrar los avances de quienes nos rodean y, cuando sea necesario, señalar con cariño el rumbo que se puede mejorar. (Y esto, si la persona así lo desea).

Es asumir la responsabilidad de nuestras palabras y acciones, porque sabemos que cada decisión tiene consecuencias, visibles o invisibles, un impacto que atraviesa tiempos y generaciones.

Quien influye con integridad entiende que no está por encima, sino entre. Entre ideas y emociones, entre dudas y certezas, entre el miedo y la valentía. Y en ese “entre” nace la grandeza: la capacidad de guiar sin dominar, de alentar sin imponer, de construir puentes donde antes había muros.

Que nuestra influencia sea una brújula que apunte hacia la verdad, la empatía y el respeto. Que cada gesto, por pequeño que parezca, contenga la semilla de un futuro más pleno para alguien más. Porque cuando elegimos influir con propósito, también elegimos vivir con propósito: ser ejemplo, mentor, compañero, aliado.

Hoy, asume la responsabilidad con orgullo humilde: reconoce el poder que tienes, cuida de él, y úsalo para inspirar a otros a descubrir su propio poder. Si cada uno de nosotros decide influir con integridad, el cambio deja de parecer imposible y se convierte en una nueva realidad que construimos juntos.

Antes de influir en los demás deseo influir en mi persona para ser mejor que ayer… y hacer de esto una disciplina diaria.