Miles y miles de páginas se han escrito ya sobre las medidas que ha puesto en marcha el presidente de nuestro vecino país del norte. Resulta difícil pronunciarse en definitiva sobre lo que puede venirse encima. La verdad es que ni el mismo Trump ni su equipo parecen haber tomado en cuenta muchos factores que hoy se oponen a sus designios, lo que ha provocado ya a estas alturas que se contradigan y corrijan la plana, cuando no se las han corregido los jueces. Sin embargo, queda claro que mala voluntad y pésimas intenciones las hay con respecto a México. Imaginar siquiera esto a lo que algunos ya llaman una “guerra comercial” entre México y los Estados Unidos de América me pone, como mexicano, los pelos de punta. Y no puede ser de otra manera, si el 80% de nuestras exportaciones son a ese país.
El tema del comercio internacional es de una complejidad enorme y requiere, para ser analizado correctamente, de información que por lo menos yo, hasta ahora, no tengo. Reaccionar visceralmente con más emoción que razón, en este caso creo que puede resultar contraproducente. Comparto el sentimiento de indignación de mis compatriotas, pero no quisiera quedarme ahí, ni envolverme en la bandera y tirarme al vacío.
Coincido con lo dicho por Carlos Slim apenas hace unos días, en relación con la necesidad de ponernos seriamente a imaginar alternativas, a incentivar nuestro mercado interno, pensar y apoyar a nuestros paisanos en aquel lado de la frontera. Y principalmente, creo que llegó el momento (como dicen los gringos the hard way) de que nos confrontemos a nosotros mismos y entremos, seriamente, en lo que llamo una “reconsideración profunda”, buscando un verdadero pacto nacional que vaya más, mucho más allá, de los partidos políticos y que sea asumido cabalmente por los ciudadanos y autoridades.
En el marco del evento de la Cumbre de Negocios hace unos meses, Miguel Alemán Velasco en su intervención, a propósito de un homenaje de que fue objeto, al hablar de los retos a que podría enfrentarse México hizo referencia a una fábula que, el día anterior, había utilizado Jacques Rogozinski para ilustrar el tema que le había correspondido presentar en algún panel. Y me parece que viene a cuento compartirlo.
Palabras más, palabras menos, la fábula se refiere a un rico y poderoso rey o príncipe que era un gran aficionado a la cetrería y que de entre los halcones que tenía sentía especial predilección por uno de ellos. Un día, su jardinero le refiere que su halcón favorito se había apareado y que estarían por nacer tres nuevos halcones, herederos del predilecto. Llega el día esperado y de los tres huevos surgen tres hermosos polluelos, lo que llena al rey de felicidad. Al paso del tiempo el primero de ellos levanta el vuelo y, a imagen de su padre, hace sus primeros recorridos e intento de cacerías. A los pocos días, el segundo se lanza al vacío y trabajosa pero exitosamente logra recorrer una razonable distancia antes de volver al nido. Sin embargo, pasan días y semanas sin que el tercero se decida a atreverse a volar, lo que provoca que el rey convoque a los más destacados científicos, estudiosos de los halcones, magos y hechiceros, sin que nadie logre que abandone el nido.
Un día, el jardinero dice al rey que él podría tener la solución y solicita permiso para intentarla, a lo que el rey accede de inmediato. Unas cuantas horas después aparece el jardinero para informar al rey que el halcón ha alzado el vuelo, a lo que, eufórico, el rey responde “¡Fantástico!” Y, sin salir de su asombro, pregunta “¿Y cómo lo has hecho?” Pues sencillamente corté la rama… y al caer el nido, voló.
Digo que viene a cuento compartirla, pues creo que lo más rescatable de fondo es que, sin exagerar en posiciones pesimistas, parece que se disponen a serruchar una de las ramas en que estamos parados y más nos vale, en caso de que así fuera, poder alzar el vuelo. El proteccionismo y estos nacionalismos fanáticos no son solamente cosa de Trump. Se trata de una ola política, de tintes populistas, que pugna por esa forma de cerrarse al resto del mundo. De una corriente cada día más popular entre la gente que podría estar marcando el fin de una era. Y la pregunta es si estamos en verdad preparados para desenvolvernos en un entorno de este tipo, viendo hacia adentro, desarrollando nuestro mercado interno, generando posibilidades de crecimiento derivadas de poder hacer más con lo mismo, con menos o simplemente “pensar fuera de la caja”, como se suele decir.
Pienso que a lo mejor en vez de darnos un ramalazo, podríamos emprender el vuelo. ¡Se vale soñar!